El 30 de diciembre del año pasado ETA voló el estacionamiento de la T4 en Barajas. Lo hizo, según explican muy sesudamente hoy los periódicos, con una mezcla de explosivos, con la aviesa idea de multiplicar el efecto destructor. Los dichos periódicos traen información técnica proporcionada por la Guardia Civil; que si amonal o amosal y un explosivo exógeno que, al parecer, actúa de multiplicador. Son cosas de esas que a la gente le encantan de tema de conversación para dársela de experta en las barras de los cafés. Yo no sé mucho de explosivos pero ayer pasé por la T4 y tomé fotografías. En la de la izquierda se ve bastante bien el destrozo. Han volado el edificio. No hay edificio. Es la foto de un vacío. Queda un módulo al fondo que habrá que derribar, supongo. Curiosamente, la estructura metálica a la derecha se mantiene. Tiene pinta de haber sido el ascensor que, a lo mejor, estaba aislado de la construcción principal.
Ayer nos manifestamos contra eso, contra esa barbarie. Digo yo que está bien claro. Pues no o no para todo el mundo. A raíz del atentado hubo un período de silencio, para no fastidiar las fiestas del 31 y el 1º de enero. Primera falta: no teníamos que haber festejado nada el 31 y el 1º de enero. Pero lo hicimos. Obviamente, no estamos dispuestos a que dos inmigrantes muertos nos amarguen las festividades. Podemos reconocerlo tranquilamente; ya sabemos que vivimos en sociedades inhumanas. El conocimiento científico de éstas actúa como un analgésico moral. ¿No sabemos que son sociedades duras, insolidarias, egoístas? Pues que nadie nos interrumpa la fiesta. Y menos que nadie, dos inmigrantes. ¿Se acuerdan Vds. de lo de "muertos de tercera", que no era exactamente así, pero se le acercaba?
Después de las festividades, como un mecanismo de respuesta retardada, lxs políticxs estallaron en mutuas recriminaciones. Para lxs de la derecha, ETA se había burlado trágicamente de Zapatero, quien había fracasado en su empeño que, según ellxs, consistía en entregar España a la codicia independentista. Que este razonamiento fuera literalmente absurdo no impedía que diera el resultado apetecido de disparar sobre el señor Rodríguez Zapatero desde todos los puntos de la rosa de los vientos, que es de lo que se trata. Para lxs de la izquierda la derecha había sido desleal desde el comienzo del proceso de negociaciones y volvía a serlo a raíz de la ruptura de la tregua pues prácticamente acusaba al señor Zapatero de haber puesto él la bomba.
El recuerdo de Diego Armando Estacio y Carlos Alonso Palate había desaparecido debajo de miles de toneladas de hormigón armado y de las zancadillas y golpes bajos de lxs políticxs. Era digno de escuchar el señor Acebes hablando de que el Gobierno y la manifa dividían a los colectivos de inmigrantes. Supongo que estaba ensayando una escenificación del episodio evangélico de los sepulcros blanqueados. Desaparecido también bajo la densa indiferencia hacia la inmigración, que ya llega hasta el 8% de lxs ciudadanxs del Estado español.
Pero, sorpresa, sorpresa, ese recuerdo estaba vivo y es el que llevó masivamente a la inmigración a la calle. Ese fue el primer dato de esta manifa que me sorprendió, el de la cantidad de inmigrantes que vino. Vi banderas ecuatorianas, colombianas, venezolanas, brasileñas, cubanas, panameñas y gentes de todas partes, muchísimas con rasgos indígenas, cholxs, vamos, ponies, como los llaman con su tradicional mala leche lxs gitanxs. Y también vinieron lxs chinxs, una representación de una federación de comerciantes, con sus pancartas, algunas bilingües y otras en chino, que es idioma que lxs madrileñxs dominan desde la escuela. Que si el hombre es, como dice Ortega, un ser ensimismado, lxs chinxs son los más hombres de todos. Lo que no vi fue a musulmanxs. Pero desde luego que fue una fiesta de la inmigración. Nunca había visto yo movilizarse a tantx inmigrante.
La cosa de las banderas fue también bastante llamativa. Había banderas de países latinoamericanos, algunas republicanas, bastantes del PCE y de la UGT y un par de ellas gays, pero ninguna rojigualda; o, al menos, yo no vi ninguna. Dice El País que alguna había pero creo que el patriótico diario español se las imagina. He aquí un motivo para una nueva manifa del PP: desagravio a la bandera de España. En efecto, los manifestantes de ayer agraviamos a la enseña patria por el hecho de no sacarla a pasear. Y de ese modo queda clara la sempiterna divisoria entre las izquierdas y las derechas españolas: la Patria. La bandera de las derechas es la del Reino, como debe ser; la de la gaviota parece más un anuncio de detergente. Y la izquierda que, normalmente tiene la patria puesta en otra parte, lleva otras banderas. Yo mismo, si me dicen que hay que sacar la bandera, hubiera llevado la que tengo en casa, la que ondea a la izquierda de este blog. Como nación, desde luego, lo llevamos crudo si no nos ponemos de acuerdo ni en la bandera.
La manifa de la izquierda, como era de esperar, fue un acto de gente muy diversa y pacífica, sin amenazas, insultos, tensiones o agresiones, como suelen darse en las manifas del PP. Quienes nos unimos desde Alonso Martínez somos testigos de que, al descender por la calle de Génova, la sede del PP no tenía una protección policial visible superior a la ordinaria porque, obviamente, no era necesaria. Son otros quienes, al final de las manifas del PP se van frente a Ferraz, a calentar el asfalto y amenazar a los sociatas. Aquí, al contrario, reinaba la cordialidad, ayudaba el buen tiempo y las escasas consignas que se corearon, libres y espontáneas, pues nadie daba órdenes, animaban al señor Rodríguez Zapatero, hacían alguna referencia a la pareja de hecho PP-Batasuna, echaban de menos a los obispos y poco más. Nada tampoco comparado con lo que se oye y se lee en las manifas del PP en materia de insultos. En verdad un acto pacífico en honor de la paz y que no incurrió en la contradicción que con tanta gracia denuncia Tasio en su viñeta de Gara de ayer. Habíamos quedado a almorzar con la gente de Colectivo Red Verde, un grupo ecosocialista hecho de intelectuales antiguos miembros del PDNI, que no se integraron en el PSOE porque conservaron su espíritu crítico. Realmente, al PSOE le pasa lo que a todos los triunfadores, que cosecha amores y odios. Y en la izquierda son tantos los matices que vamos a acabar constituyendo una organización por cada individuo. Y eso que empezamos predicando el colectivismo. Luego nos sumamos a la manifa en compañía de unos viejos amigos, ugetistas de toda la vida, de los de recios principios. Nos hicimos unas fotos, pero no cuelgo ninguna, porque se me olvidó pedirles permiso. Así que cuelgo una mía con Ramoncín, que se lo pasó en grande, porque iba a la altura de todo el mundo y todxs le hablaban.
Este carácter espontáneo, popular, de la manifa (vaya ojo el de la derecha, quedándose en casa) conquistó el corazón hasta de los periodistas más contrarios al gobierno. Revisé las portadas de El Mundo, el ABC y La Razón y son bastante aceptables. Dicen la verdad. El único que continúa en la trinchera, disparando a todo lo que se mueva es, claro, Libertad Digital que juzga que la manifa fue un fallido plebiscito a favor del Gobierno y, en el colmo de la paranoia, reconoce que el PP pretende instrumentar el dolor de las víctimas, al sostener que es lo que dice el manifiesto final, siendo así que ese manifiesto, en efecto, habla de quienes "pretenden instrumentar el dolor de las víctimas", pero no menciona al PP. Son los de Libertad Digital los que se dan por aludidos en un ejemplo más del viejo adagio de que el que se pica, ajos come. ¡Ah! Y fuimos muchxs.