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dissabte, 18 d’agost del 2018

La ceremonia inútil

Como estaba previsto, el acto homenaje oficial español a las víctimas del 17-A ha sido una manifestación de nacionalismo español. Los convocantes -autoridades y adláteres como la SCC- habían pedido que no se exhibieran símbolos de partido porque el acto era nacional. La cuestión reside en que lo que ellos consideran nacional es partidista en Catalunya. El acto sería -y fue- netamente partidista. La idea de "todos unidos frente al terrorismo", válida en otros lugares, se convierte aquí en un absurdo (que no se salva ni aduciendo pobreza de espíritu), una provocación y un insulto. Porque en ese "todos" subyace una idea nacional que los independentistas rechazan. A esta razón general se suman las particulares de que se hayan bloqueado en el Parlamento las indagaciones sobre un atentado muy sospechoso y los responsables de haber acabado con el foco de terrorismo estén procesados y uno de ellos, encarcelado.

No había duda posible. El homenaje del Estado español era un homenaje unionista y como tal se viviría. El todos unidos contra el terrorismo escondía la pepita de la unidad nacional. Y el homenaje fue, por este orden, a España y al rey. Las víctimas eran el pretexto para un acto de Estado, impuesto, a la fuerza. Pero resultó un fracaso absoluto de asistencia, como se muestra en la foto, que tomo del TL de tuiter de Xavier Antich. Menos gente que en las manifas del 12 de octubre. Prácticamente cuatro gatos; tres, si descontamos las autoridades catalanas, Govern, Ayuntamiento, Parlament que, en su mayoría lo hicieron de mala gana. Fue un acto partidista enclenque. Aunque trajeron gente de fuera en autobús con refresco y bocadillo, no dieron aforo. De un lado, las fuerzas de seguridad sellaron el recinto y requisaron símbolos y material independentista, en un ataque a la libertad de expresión. También pancartas con lemas inocentes como "paz, justicia, libertad" mientras dejaban pasar banderas españolas y hasta fantasmagóricos "servicios del orden", tocados con unos gorros blancos encintados de rojigualda que se dedicaron a vociferar y atacar a la gente.

Es decir, de homenaje en serio, nada; al ser unionista, un festival esperpéntico-monárquico español, con gritos, abucheos y agresiones de todo tipo y ralea e intentos de tumulto y pelea con manifestantes antimonárquicos de los CDR. Sin contar los abucheos y berridos por el hecho de que Gemma Nierga hablara en catalán. Por supuesto, la guinda del pastel de este acto ridículo fue que la ceremonia, estuviera presidida por una gran pancarta en la fachada de un edificio en la que se explicaba en inglés que el rey de España no es bienvenido en los Països Catalans.

En la humillante soledad de la Tortosa barcelonesa, El Borbón había venido a imponerse sin pedir el perdón que se le exige por el discurso del 3-O. Y tanto él como sus cortesanos hubieron de pasar por las horcas caudinas de estrechar la mano de Laura Masvidal, la esposa del ex-conseller Quim Forn. Estrechar la mano de alguien a quien no te atreves a mirar a los ojos debe de ser una experiencia amarga y explica mucho de cómo andan las cosas por estos pagos. Que el vicepresidente del Parlament niegue la mano a Felipe VI eleva la amargura a resentimiento. Pero, ¿de qué se extraña? Catalunya es republicana y no lo acepta como rey. Eso no se disimula poniendo borsalinos cutres, adornados con la estanquera, sobre cabezas que embisten. El acto ha sido un fracaso rotundo del unionismo.

Los medios nacionales lo tienen crudo a la hora de fabricar la noticia que no pudieron presenciar: Cataluña unida bajo el Rey homenajea a las víctimas. Lo redacto como lo hubieran hecho ellos. La censura tendrá que actuar a pleno rendimiento: nada de imágenes de tabarnios monárquicos berreando, atacando a la gente o vestidos para la feria de abril; nada de imágenes de pancartas antimonárquicas; nada de planos generales en que se vea la nula asistencia o la pancarta en inglés. El País trata de mitigar el fracaso sin caer en la propaganda unionista/falangista hablando de una breve tregua política. De ser cierto, sería un resultado  irrisorio; y, además, es falso. ¿En dónde ve el periódico la tregua? Ni los tabarnios, ni los fascistas de C's, si es que no son los mismos, dan tregua alguna. El sector más densamente estúpido de la españolada siguió convirtiendo el acto en uno de partido: Casado paseando por las Ramblas e Inés Arrimadas repitiendo su discurso de cotorra catalanófoba y justificando el fascismo de los suyos.

Y los independentistas tampoco en su lucha por sus objetivos. Los actos verdaderamente importantes de homenaje, los serios, los ha organizado el bloque independentista, singularmente los multitudinarios como el de Lledoners, en el que el presidente Torra se compromete a atacar este Estado español injusto y a continuar con la construcción de la República Catalana. Todos contra el terrorismo; pero, de unidos, nada. Lo dos actos -el de Las Ramblas y el de Lledoners- han evidenciado una vez más que hay dos países y que Felipe VI quizá sea el rey de los españoles (está por ver) pero no lo es de los catalanes. Y quien diga que eso también está por ver solo precisa convocar un referéndum que los catalanes llevan tantos años pidiendo como los españoles negando.

Lo que los medios españoles transmitirán a sus audiencias será la consabida patraña nacional, mintiendo de la cruz a la fecha. El acto ha sido, una vez más, un triunfo de la línea independentista en todos los aspectos. No se ha politizado el acto español (eso lo han hecho los españoles), se ha respetado el protocolo, se han encajado los rebuznos tabarnios, se ha dicho al rey lo que este debía oír y se ha realizado un homenaje ejemplar tanto a las víctimas del atentado como a las del Estado español en su delirante política de perseguir a los responsables catalanes de haber acabado con la célula terrorista, mandada, al parecer, por un confidente del CNI.

Pero, a la hora de los parabienes, hay que atender a las críticas. Las redes han protestado mucho por los episodios del intento de descolgar la pancarta en inglés y las requisas de mensajes independentistas. Lo del descuelgue de la pancarta, especialmente llamativo, porque fueron los mossos. La explicación posterior de Quim Torra de que iban a comprobar la seguridad no es creíble. Quizá sea de buena fe, pero no es creíble. De esas cosas de seguridad se ocupan los bomberos. Otros problemas legales aparte. Por eso y por lo que se ve como una extraña permisividad, si no negligencia frente a los ataques fascistas, muchas voces piden la dimisión de Miquel Buch, el conseller de Interior y explicaciones de Quim Torra.

De los errores se aprende. Colaborar con el invasor, aunque sea con la mejor voluntad del mundo, más allá de lo estrictamente protocolario puede ser más que un error. Se comprende que las autoridades catalanas, sometidas a mucha presión, tiendan a magnificar la repercusión de posibles iniciativas populares, como la famosa pancarta. Pero por mucho que sea su temor, no puede llegar a reprimir la libertad de expresión en Catalunya a cambio de la inexistente "tregua" con el unionismo. En esto, como en todo, el pueblo marca el camino.

Al día de hoy, como consecuencia del 155 y sus secuelas y la actividad planificada de desestabilización de las organizaciones fascistas, en Catalunya solo tienen libertad de expresión (e intimidación) los unionistas. Los indepes carecen de ella, tienen a sus dirigentes en la cárcel y pleno derecho a exigir de sus autoridades una implicación más eficaz y decidida en la lucha contra las agresiones y a favor de los derechos de los catalanes.

No basta con establecer la República Catalana. Hay que defenderla.

dimecres, 8 d’agost del 2018

La servidumbre del poder

Los de Podemos se bautizaron muy oportunamente. Copiaron el nombre a Obama (Yes, we can) en su campaña electoral de 2008. Obama, a su vez se lo había copiado al sindicalista César Chávez, luchador por los derechos de los campesinos en los EEUU en los años setenta del siglo pasado: Yes, we can: "sí, se puede", "Podemos".

Pero el tiempo ha cambiado y, como profetizaban Corneille y Brassens a una ufana marquesa, saura faner vos roses ("marchitará tus rosas"). El tiempo destruye las ilusiones. Tanto más a unos plebeyos que se enorgullecían de venir de muy abajo, pero aspiraban a llegar muy alto; a los cielos, mismamente.

Los cielos siguen incólumes, pero Podemos ha acabado haciendo muchos amigos en el valle de lágrimas: políticos de todas creencias, periodistas y medios más o menos afines, intelectuales y cargos públicos (muchas veces, los mismos) que los apoyan e iluminan. Lo suficiente para encontrar un hueco en las instituciones del régimen del 78, que venían a desmontar. Exactamente el hueco de la antigua IU en los mejores tiempos de Anguita, el de los comunistas de toda la vida disfrazados de una organización "de masas" o coalición electoral. Estos son neocomunistas disfrazados a su vez de otra organización en la que se encuentra la vieja IU en un divertido juego de matrioschkas.

El objetivo esencial de IU, recogido con entusiasmo por Podemos, era el sorpasso al viejo y aburguesado PSOE. El fracaso en dos elecciones (2015 y 2016) fue clamoroso. Y llega al sarcasmo de que el PSOE está en el poder (o algo parecido), con los votos de Podemos y 85 diputados. Explicaciones en el interior de Podemos hay para todos los gustos. Pero el hecho es que la formación morada va a remolque del PSOE; si de grado o a la fuerza, que cada cual opine o deje al tiempo marchitar aun más las juveniles ilusiones de hegemonía de la izquierda en España. 

Podemos solo ha podido colocar a su gente que, por cierto, no parece muy bien avenida. Y, a continuación, seguir a remolque de los social-liberales. Y no solo a remolque de estos sino de lo que representan públicamente y con mucho orgullo, por ejemplo, las loas a la monarquía española ejemplar. Quiero creer que a los morados no les parecerá tan ejemplar, aunque ya no estoy seguro de nada. 

El apoyo explícito de Podemos a la presencia del rey en Las Ramblas y Cambrils da por supuesto el apoyo a la monarquía. Dicen que no, pues se trata de un acto simbólico "a nivel de Estado" y, mientras el jefe de este sea el rey, debe asistir con el aplauso de Podemos. La explicación sería aceptable de entrada si quienes la dan hicieran algo por cambiar la forma de Estado español de la monarquía a la república. Pero no es así porque ahora no toca. Ahora, como siempre, toca apoyar al rey.

Y no solo al rey. También a las cloacas del Estado y la guerra sucia contra Catalunya. El rey no es bienquisto en Catalunya, mientras no enmiende el yerro del 3-O y mientras haya presas y exiliadas políticas. No es difícil de entender cuando se tiene un adarme de dignidad. Las explicaciones de Ramón Espinar no pueden ser más capciosas y falaces. Invoca el respeto a las víctimas en abstracto, sin partidismos ni condiciones. Lo mismo que argumenta el PP cuando las instrumentaliza políticamente, y lo hará quien se empeñe en ignorar el contexto político real de los actos simbólicos de homenaje. ¿O no ve Podemos que la presencia del Rey es, precisamente, la utilización partidista de un acto con el que el gobierno pretende escenificar una unidad que no existe y está impuesta por la fuerza y en la que quizá haya algún elemento relacionado con el atentado?

Porque Podemos apoya la propuesta de la presencia del rey del gobierno socialista. Este ha unido sus votos a los del PP y C's para impedir que se abra una comisión de investigación sobre el atentado. Siendo así que hay abundantes evidencias de que el presunto cerebro estaba en relación, puede que a sueldo, del servicio secreto español. Más partidismo (revestido de las hopalandas estatales) es imposible.

Con mucho sentido común, la CUP ha anunciado que no piensa acudir a ningún acto de homenaje en el que esté el rey de España, al que considera un rey extranjero. De inmediato, la prensa unionista se ha lanzado a hablar de ruptura de la unidad independentista. Están locos por conseguirla. Sin embargo es fácil de entender: la unidad indepe se refiere al logro del objetivo principal, la República Catalana independiente. En los demás asuntos de otra índole, sobre todo los originados en el vecino reino, cada cual hace como le parece. Estoy seguro de que la decisión de la CUP será sabiamente silenciada en Podemos, pero Espinar no se ha privado de lanzar un viaje al presidente Torra por su rechazo a la figura del monarca y en previsión de que, contra toda "razón de Estado", los indepes se salten el protocolo. 

Lo sucedido en las Baleares debiera servir de aviso. Es probable que los independentistas hagan patente y manifiesto su rechazo a la presencia del Borbón de alguna forma. También lo es que el gobierno recurra a movilizar unionistas para, dice, "arropar" al rey con lo que hará ridículamente visible el carácter partidista y unionista del acto. Es decir, montará el habitual espectáculo rojigualda a cuenta de las víctimas que, por lo demás, procedían de  diversos países.

El independentismo catalán ha hecho añicos el espejo mágico en que se miraba la izquierda española. Y en cuanto a la forma de Estado, ¿qué decir? El gorigori de Espinar en el Senado acompaña al toque de difuntos por la República española. Izquierda hay en Catalunya. República, también. Si va el rey con su séquito de izquierdistas y derechistas podrá comprobarlo sobre el terreno. 

Por último, una buena manera de honrar a las víctimas es evitar que haya más. Es urgente, pues, que la Generalitat ponga coto a los ataques fascistas contras las gentes, instigados, jaleados y muchas veces protagonizados por militantes de C's. La población tiene derecho a estar protegida en el ejercicio de sus derechos fundamentales, como la libertad de expresión, sin que lleguen energúmenos con antifaces y capuchas a agredir a sus adversarios.

dilluns, 23 de juliol del 2018

Así no vais a conseguirlo

Y de otras formas, tampoco. Pero estas, las de la provocación, la violencia, la agresión impune a las que estais acostumbrados, ya no van a funcionaros como siempre han hecho.

Según se suman los atentados españolistas en Cataluña, la cuestión va siendo más clara. Policías de uniforme extralimitándose en sus funciones y aporreando sin necesidad a gente pacífica; policías de paisano armados agrediendo a ciudadanos que no les ha hecho nada; agresiones a personas, inmuebles, símbolos; militantes y cargos públicos del PP y C's encapuchados o no, destrozando símbolos y amenazando a los transeuntes. Es un verdadero frenesí el de estos indeseables que cada vez va a más.

Todos los actos de provocación van indefectiblemente unidos al españolismo, al empleo agresivo de la bandera española y al destrozo de los símbolos ajenos. Son actos aparentemente espontáneos de elementos "incontrolados" que no son tales pues, en cuanto se escarba e investiga un poco, suele tratarse casi en el 100% de los casos de elementos de los cuerpos de seguridad del Estado, militantes de los grupos fascistas y ultraespañoles y militantes de los partidos dinásticos franquistas, PP y C's. Hay, sin duda, un elemento de dispersión. En algunos casos, estos animales no pueden contenerse y agreden a gente pacífica sin que esté previsto.

Pero, en su conjunto, es una operación coordinada, es una política pública premeditada entre los elementos señalados: fuerzas de represión del Estado, bandas de matones fascistas y  militantes de los partidos de derecha, una operación pensada, calculada con el fin de provocar situaciones de violencia en Catalunya que, de conseguir algún tipo de respuesta, permita luego elaborar el discursso del "enfrentamiento entre catalanes" o "fractura de la sociedad catalana" al que es tan aficionado Sánchez. Con ese falso discurso en marcha se justificaría la intervención política a incluso militar en Cataluña y el incremento de la represión hasta donde haga falta. 

Parte de esa deliberada política de provocación consiste en que las autoridades hagan la vista gorda (o hablen de enfrentamientos callejeros cuando se trata de matones amenazando y apaleando gente), la policía no investigue jamás y no detenga a nadie salvo si se trata de alguien de izquierdas y los jueces tampoco procesen a ningún agresor de esta calaña, pero sí a los de izquierda. El orden público y la seguridad ciudadana en la España de hoy recuerda mucho a la República de Weimar en los años veinte, cuando la policía actuaba solo en contra de la izquierda y los jueces impartían una justicia de clase, benigna con la derecha y durísima con la izquierda.

Y aun así, como decíamos al principio, no van a conseguir su propósito. La consigna de no caer en las provocaciones es general en Cataluña y se sigue al pie de la letra: los ciudadanos no responden con violencia a la violencia sino que miran, apuntan., fotografían y graban para denunciar después, aunque con pocas esperanzas dado el carácter cerradamente franquista de la judicatura española. Un ejemplo muy de aplaudir: la señora Inés Arrimadas, conjuntamente con un puñado de los agentes provocadores más conocidos en su partido, decidió dar un paseo por las calles de Tortosa en día de feria y profiriendo gritos extemporáneos con la finalidad de organizar algún tumulto que sirviera para justificar la represión y no obtuvo otra cosa que el silencio y la indiferencia de los vecinos, que la dejaron en ridículo. 

Esa es la actitud que derrotará las provocaciones contra Cataluña: el silencio, la indiferencia. Y como esto ya está siendo así y el nacionalismo español no se dará por vencido hasta ser definitivamente derrotado, habrá que estar atentos a sus otros recursos, muy en especial los atentados de falsa bandera. Probablemente el de Ramblas fue uno de ellos, pero habrá que esperar más y de todo tipo. Por supuesto con la complicidad de los aparatos del Estado, sea el gobierno que sea.

PP y PSOE son lo mismo tratándose de Catalunya, ya lo sabemos. Pero merece la pena subrayar el sarcasmo de que un partido de izquierda, que estuvo (aunque poco) en la lucha contra el franquismo, recurra a los más sórdidos procedimientos de guerra sucia y cloacas del Estado, como ya hizo con los GAL, a base de atentados, trampas, montajes policiales y otros métodos delictivos para luchar contra un movimiento democrático, pacífico y de amplia base popular.

Un movimiento que encara ya el último tramo en el camino hacia su liberación, por lo que habrá de redoblar su vigilancia ante los criminales sueltos del nacionalismo español.

dissabte, 2 de setembre del 2017

La política del terror

La expresión de Turull no es muy afortunada: si alguien insinúa obviamente es porque no quiere decir. Prefiere dejar caer la sospecha y que sean los demás los que digan. Incluso como desafío, cual es el caso del Conseller. Pero se le entiende perfectamente: aquí hay quien lanza sospechas sobre los cuerpos de seguridad catalanes. Hay quien duda del recto proceder de las autoridades catalanas .

Desde luego, el descalabro del atentado fue inmenso. Y lo ha padecido la comunidad. Un atentado indiscriminado, a voleo, hecho por un poseído en amok, es un atentado contra la comunidad. Para reaccionar, esta tiene que mostrar su unidad. Y aquí reside el problema, en que estos enfrentamientos no se dan en una comunidad unida sino en una profundamente dividida.

En un muy perspicaz artículo, De Aznar a Puigdemont: trece años después la historia se repite, Ignacio Varela hace una melancólia reflexión sobre las causas de que España gestione, por así decirlo, tan mal estas cuestiones críticas, como los atentados. Establece un paralelismo entre las motivaciones de Aznar en 2004 y las de Puigdemont en 2017 que no me parece enteramente justa. Pero eso no es ahora decisivo, sino la analogía que traza el articulista entre 2004 y 2017. Lo cual es muy cierto y está bien visto, pero no cabe olvidar que ambas fechas tienen elementos distintos y también idénticos. En ambos casos el protagonista es el mismo, el PP en el gobierno. Lo que varia es la contraparte, en 2004 (y años subsiguientes), el PSOE; en 2017 (y los que vengan) los indepes catalanes. Y en ambos casos también se trata de la costumbre del PP de instrumentalizar los atentados sangrientos con fines políticos, cosa que no se puede poner en pie de igualdad con los actos de las contrapartes que, además, obedecen a factores distintos.

Análoga es también la función de los medios de comunicación, apoyando teorías conspirativas. La finalidad es siempre la misma: sembrar la duda sobre el comportamiento de los adversarios, insinuar ilícitos, posibles delitos con el fin de deslegitimar, atacar y, de ser posible, extirpar las opciones políticas ajenas. Relacionar el independentismo con el terrorismo yihadista es la finalidad de estas maniobras.Y lo que se persigue con ellas es extirparlo. Al coste que sea. Lo dijo un alto cargo de Interior en su comparecencia en la Comisión de investigación sobre su ministerio. Preguntado qué estaba dispuesto a hacer por la patria, respondió "todo". Añádase la reciente reflexión de García Margallo de que "Un ataque terrorista se supera; la disolución de España es irreversible" y se verá que ese "todo" del alto cargo de Interior quiere decir eso, "todo".

El próximo 26 Rajoy será recibido por Trump en la Casa Blanca. A saber lo que nos habrá costado esa entrevista. Quizá nos enteremos cuando se desclasifiquen los correspondientes papeles. Porque el de los sobresueldos lleva un objetivo concreto muy caro de conseguir: un pronunciamiento de Trump en contra del independentismo del que sin duda Rajoy insinuará que no lucha con suficiente denuedo contra el terrorismo que nos amenaza a todos.

divendres, 25 d’agost del 2017

A Barcelona en avión

El País se esmera en la prudencia monárquica. El Rey asistirá este sábado a la manifestación de Barcelona, así, como el que no quiere la cosa, ocultando el episodio de la negativa de la CUP a asistir a una manifestación encabezada por el monarca. Al final, el Rey irá en el séquito, mezclado con la plebe.A la cabeza, los héroes brechtianos del momento, los que se enfrentaron directamente a unos hechos que no esperaban y salieron airosos.

Maliciándose lo peor, el gobierno no ha querido dejar solo al Monarca y ha decidido acompañarlo en bloque en tan difícil momento. Es un gobierno servicial, aunque bien tratado pues ha fletado un avión para el desplazamiento, nada menos que un Airbus 360, un bicharraco. Como sobra espacio, se ha invitado a volar a los presidentes de las CCAA y a todo tipo de dirigentes políticos, incluida la oposición y cargos  variados. No va el presidente del gobierno, pero sí la vicepresidenta.  En ese vuelo viaja casi al pleno el gobierno del Estado y con el único fin de arropar Felipe VI que, al no encabezar la manifestación, necesitará una guardia pretoriana que realce su augusta persona, esforzados paladines de la causa borbónica, desde los obsequiosos cortesanos estilo Pío García Escudero a los cortesanos algo más protestones, estilo Pablo Iglesias. Así que allá va de telonera la clase política, toda ella lealmente monárquica,  a una tierra de fuerte sesgo republicano.

En el fondo de la confrontación Monarquía-República está la territorial España contra Cataluña. En su afán por proteger al Rey el gobierno y la clase política en conjunto no se dan cuenta de que están escenificando la enfrentada dualidad española con una nueva forma de imposición española está vez por aire. Un avión monárquico cargado de muchoespañoles que aterriza en un territorio a punto de realizar un referéndum para declararse República.

dimecres, 23 d’agost del 2017

La lucha por la foto

Guste o no en la Corte, el episodio terrorista de la Rambla-Alcanar-Cambrils, se ha resuelto gracias a la pericia de los Mossos. Lo que no quiere decir que haya terminado en el aspecto policial ni mucho menos, a pesar de las urgencias del pintoresco ministro del Interior por apropiarse del caso y cerrarlo, todo en uno.

En cuanto al debate público, no solo no ha terminado sino que está empezando en ese ámbito cruzado de declaraciones institucionales, relato de los medios convencionales y trituración en las redes sociales. Que son las que mandan. La respuesta del mayor de los Mossos a un periodista que se quejaba de que hablara en catalán, Bueno, pues molt bé, pues adiós se hizo viral y se convirtió en TT, lo cual es una señal de los derroteros por los que va el debate. Cuestiones identitarias, sobre todo, de nacionalismo y patriotismo, pero también de aportación de información que ayuda a hacerse juicio propio sin brumas de propagandas.

Las instituciones, a la greña. Acusaciones cruzadas de juego sucio, ocultación de información, boicoteo, etc. La descoordinación de los cuerpos de seguridad es evidente y eso es sobre todo culpa de la administración central que es la responsable de esa coordinación. Habrá agravios por ambas partes pero, a la larga, la más perjudicada es la catalana por su situación de dependencia.

El hecho de que, a pesar del handicap del gobierno central y sus ministros, la Generalitat haya resuelto la emergencia con tanta eficiencia tiene una dimensión política imposible de ignorar: Cataluña es autosuficiente; el Estado estorba. Por supuesto, una simplificación, pero una simplificación de una realidad que ahora se consagrará de modo simbólico admitiendo que la manifestación del sábado no la presidan las autoridades del Estado. De producirse esa foto de una manifestación encabezada por taxistas, mossos, sanitarios en la que los grandes dignatarios del Estado forman parte del séquito, será lo más destructivo para la Corona, a falta de un referéndum sobre la Monarquía. 

Si este mes de agosto está siendo decisivo para el futuro inmediato del sistema político español, excuso decir el próximo de septiembre.

dimarts, 22 d’agost del 2017

Del Rey abajo, todos

Los de la CUP son muy doctrinarios. Pero cuentan con la ventaja de su imprescindible aportación parlamentaria. Esta obliga a los otros a tomarse en serio el doctrinarismo en lugar de rechazarlo displicentemente, metiéndolo en el saco del "radicalismo", como suele suceder. Como hace Rajoy, quien rechaza por radical todo aquello que no comprende.

En el caso del Rey, el doctrinarismo ha saltado como un resorte, impulsado también por esa escenificación de pompa rosa a costa de los heridos hospitalizados para consumo de masas. El Rey no está (ni falta que hace) en los momentos difíciles, pero sí aparece a hacerse fotos con los damnificados. Añádese a ello la consideración doctrinal del sentido de una manifestación de protesta (y unidad y etc.) contra un terrorismo financiado por Estados con los que hace negocios el Jefe del Estado que la preside. El asunto no es muy lógico pues la monarquía saudí no pasa las armas que compra en España a los terroristas del Daesh, sino que los financia. Pero, en todo caso, de negocios se trata con quien no respeta los derechos humanos y financia terroristas. Y realizados por quien, siendo Rey, contradice el espíritu republicano no solo de la CUP sino del conjunto del independentismo.

La doctrina parece haber vencido y el Rey no irá a la manifestación o, de ir, no la encabezará. Dadas las circunstacias, es lo más sensato que puede hacer. Pero, al mismo tiempo, la Casa Real y el gobierno no parecen calibrar la conclusión obvia de que la monarquía ha dejado de existir en Cataluña. Durante el atentado y sus turbulencias posteriores el que hizo acto de ausencia fue el gobierno y, con él, el Estado en su dimensión institucional. Los catalanes se bastaron para gestionar la crisis con eficacia y rapidez y los ministros del gobierno central -buen ejemplo ese Zoido de Interior- se limitaron a hacer el ridículo. 

Ahora, el que se declara ausente es el Estado en dimensión simbólica. Cataluña es una República y el Rey de España asiste a sus actos como un ciudadano. Algo absurdo desde el punto de vista monárquico. Pero es que el punto de vista monárquico cuenta ya poco o nada. 

Esa es la conclusión del doctrinarismo de la CUP: el cuestionamiento de la institución monárquica que lleva años bajo mínimos en la opinión pública. Solo sostenida por el compromiso de los dos partidos dinásticos y casi todos los medios de comunicación. Carece de legitimidad, no tiene prestigio ni es eficaz. 

¿Por qué se mantiene? Esencialmente por la inercia de un sistema político en crisis y la cobardía de una izquierda que nunca ve llegado el momento de plantear la necesidad de una República mediante un referéndum. 

Justamente, ese es el resultado del doctrinarismo de la CUP: señalar que el Rey está desnudo y abrir de paso un debate sobre el sentido de la Monarquía actualmente en España. En Cataluña está ya decidido. La atrocidad de la Rambla puede haber puesto en marcha el desmantelamiento del sistema político de la tercera restauración.

dilluns, 21 d’agost del 2017

El interés general

La política no es una profesión. Los políticos detestan que les digan "políticos profesionales". Pero casi siempre intentan hacer carrera en la política. Rajoy lleva más de treinta años. Y así siempre que pueden. No tienen otra actividad que la política. En principio, la justificación es el servicio al bien común, al interés general. Eso ya es harina de otro costal. En la inmensa mayoría de los casos están al servicio del interés general pero interpretado por los de su partido, corriente o facción. Y en algunos, ni eso, pues están al servicio de sus intereses personales y los de sus allegados. Lo llaman privatización y han invertido fortunas en convencer a los votantes mediante poderosos think tanks de que ese es el progreso, el bienestar de la colectividad.

Es una patraña, por supuesto pero, aun así, lo menos que cabe pedir a los políticos profesionales es que sean competentes. Es de risa que ese ministro, antiguo juez, luego alcalde de Sevilla por el PP y hombre de partido dé por terminada una operación que sigue abierta. No ya porque la pifia no sea llamativa, sino por el desconcierto orgánico que delata. O la operación la planeó el ministerio y los mossos que desmienten se han injerido en donde no les corresponde, lo que no  coincide con los hechos, o la operación es de los Mossos y el ministro no sabe ni lo que dice. Cosa grave, tratándose de un ministro del interior. responsable del interés general de la seguridad ciudadana.

Al llamado de este patinazo sale a la luz una serie de prácticas del gobierno central en cuanto a coordinación de las fuerzas de seguridad, dotación de plantillas, etc., que en lo relativo a Cataluña induce a pensar en una mala fe rayana en el boicoteo de la acción de los cuerpos de seguridad catalanes.

A pesar de todo, la respuesta de estos cuerpos y del conjunto de las instituciones catalanas en la emergencia del atentado ha sido universalmente alabada por su rapidez, contundencia y prudencia. Parte importante de esta pronta reacción ha sido la actividad inmediata de las instituciones y los políticos catalanes que han aparecido desde el primer momento al frente de la situación. Las autoridades del Estado llegaron con retraso, se reunieron con los organismos que no intervenían en la operación y se concentraron en los aspectos protocolarios. Por descontado, todo ello hubiera sido mucho más difícil, incluso imposible, sin la colaboración directa y en masa de una población que ha sabido responder de forma ejemplar.

El Estado no ha hecho acto de presencia de utilidad alguna para el interés general, salvo, según parece, poner palos en las ruedas y hacer declaraciones ridículas. Cataluña funciona como Estado de hecho en su propio territorio. Sus consejeros hablan y actúan como ministros y, por cierto, con bastante más soltura y pericia que los del gobierno central, algunos de los cuales no han interrumpido las vacaciones y otros hubiera sido mejor que tampoco las interrumpieran.

Y la batalla se traslada ahora al protocolo. La CUP dice que no va a la manifa si la encabeza el Rey porque representa el negocio de armamento a las tiranías islámicas que luego financian a los terroristas. Está en su derecho. Puigdemont lamenta la decisión de la CUP y le pide que la reconsidere. ¿Qué va a decir? Es el presidente. Y la CUP la reconsiderará o no. Forma parte de las naturales discrepancias políticas entre gentes que están aliadas pero no son lo mismo. Claro que si no reconsidera y convoca su propia manifa, la CUP pondrá a muchos ante un dilema de conciencia y una división de la respuesta ciudadana que contradice el universal y un poco empalagoso deseo de unidad.

Por lo demás, el Rey estará ya informado de que no goza de universal simpatía entre sus súbditos. Algo que no le extrañará pues está siempre hablando de "nuestra democracia", que es cosa de acuerdos y desacuerdos, obediencia y desobediencia. En Cataluña hay una fuerte opinión republicana. A lo mejor sería sensato que la Casa Real excusara la presencia del Rey en la manifa pretextando un resfriado, por ejemplo.

Al fin y al cabo, la pareja real ya ha hecho el recorrido de los hospitales y ha distribuido abundante material fotográfico de sus majestades con niños, de esos que nadie quiere instrumentalizar para actos de mayores. Ya hay para varios reportajes de ensueño.

El interés general pide eficacia en la actuación de las instituciones al servicio de la población. Las manifestaciones afectan al terreno simbólico. Muy importante, desde luego. Pero lo decisivo es lo otro. Lo decisivo no es aparentar, sino ser.

Y Cataluña es.

diumenge, 20 d’agost del 2017

Las reacciones

Dudo de que haya otro lugar del planeta en que un atentado como el de la Rambla provoque tal alud de respuestas inhumanas, crueles, inmorales, estúpidas o ruines. Algo deben de tener Cataluña y los catalanes para suscitar reacciones tan repugnantes y sacar lo más bajo que muchas personas llevan dentro.

Y no es nuevo. Es motivo permanente. Cada vez que hay un accidente o desgracia con víctimas catalanas aparecen en la redes comentarios catalanófobos generalmente delictivos. No, no es nuevo. Cuando algún mal castiga Cataluña, mucha gente en España -que envidia y odia a los catalanes- se alegra y hace chistes sobre ello. Muchos, supongo, son los que luego se lamentan de que los catalanes quieran independizarse, están en contra de la idea y, si les dejaran, matarían a todos los independentistas con el sacro fin de preservar la unidad de esta patria en la que da asco vivir con gente como ellos.

Tres observaciones sobre tres tipos de reacciones, sin ánimo de ser exhaustivo entre los cientos de declaraciones, gestos y actitudes que se han prodigado en las últimas horas.

La hipocresía oficial. Tanto el Rey como el Sobresueldos y la Ratita Hacendosa y el pintoresco ministro del Interior, tardaron horas y horas en comparecer, dejando así bien claro que España y Cataluña son dos países distintos y sin grandes relaciones entre sí. El de Exteriores no se dignó interrumpir sus vacaciones en la embajada del Ecuador, sufragadas por partida doble por todos los españoles. El Rey, que estaba en otro país, no ha aclarado en cuá, y el Sobresueldos compareció finalmente a balbucear las habituales vaciedades mientras no podía evitar que fueran filtrándose noticias sobre el boicot a que el gobierno de España viene sometiendo a la consejería de interior de Cataluña por razones políticas poniendo en peligro la seguridad de los catalanes. Todos a una clamaron por una unidad que no existe, que se han inventado y que ellos han roto siempre que han podido cuando dicha unidad podía beneficiar a Cataluña.

Una reserva a este respecto. Habrá que exigir responsabilidades y estudiar cuáles hayan sido los fallos, los errores o las medidas de sabotaje mal intencionadas. Pero, mientras no haya pruebas fehacientes, nada, absolutamente nada autoriza a culpar del crimen a ideas o personas distintas de los autores materiales. Por eso los fascistas que pasan por periodistas y demócratas en los lamentables medios españoles y que acusaban ya desde el primer momento al proceso independentista o a la CUP lo único que están haciendo es justificar que otros culpabilicen directamente a la guerra sucia del gobierno y lo hagan responsable de lo que se llama un "atentado de falsa bandera" para buscar un pretexto que le permita intervenir y militarizar Cataluña. ¿Sacado de quicio? Es posible, pero, que yo sepa, la "operación Cataluña" de las cloacas del Estado no la organizó la CUP sino el ministro meapilas entre virgen y virgen.

La canalla de derechas. Las redes se llenaron de comentarios delirantes en los que los periodistas a sueldo de la derecha vertían ignorancia y odio contra todo lo que les molesta en un intento de criminalizarlo. Isabel San Sebastián relacionaba el atentado con el cuento de la reconquista  que siempre ha servido a la derecha para falsificar la historia de España con sus patrañas nacionalcatólicas y atizaba el odio contra el islam con un hediondo hálito de cruzada. Alfonso Rojo se metía con los "progres" por su manía de distinguir entre una confesiones y otras cuando a él, probablemente, lo único sensato debe de parecerle meterlas a todas en el mismo barco y hundirlo, ya que la sola religión que debe de aceptar este elemento es la de la pastuqui por programa . El inefable Tertsch hacía una amalgama juntando en un solo tuit la Rambla, Podemos, la CUP, el Gulag, etc., en el mejor estilo estalinista que, en realidad, es el suyo. Escenificación de esta farsa cavernaria,  un editorial de El País y un artículo de Lluís Bassets en el mismo medio relacionando el terrorismo islamista con el independentismo. Por no hablar de la velocidad de todos los fantoches de la tele -Quintana, Griso, Ferreras- en interrumpir sus vacaciones para darse un baño de morbo y pujar el share, que es lo que importa.

La canalla de izquierdas. Cuando se trata del independentismo catalán, ya sabe, las tenues diferencias entre la izquierda y la derecha española se difuminan y todo es derecha; derecha patriótica, nacional. Así que toda la sedicente "izquierda" española murmuró unas atribuladas jaculatorias unitarias, copiando, como siempre,  a la derecha, y en algún caso, hizo el habitual alarde de catalanofobia de rigor. Sirva como ejemplo la viñeta de Peridis ayer en El País en la que se insinua fariseamente una relación causal entre el independentismo catalán y el atentado. Ese dibujo es un juicio moral innoble que necesariamente tiene que provocar indignación en quien sepa dos cosas: a) el atentado no tiene nada que ver con el proceso; b) el proceso parecerá bien o mal a distintos públicos, según sus objetivos, pero es pacífico, democrático y mucho antes víctima (ya lo está siendo, perseguido por los amigos de Peridis) que victimario.

Ante  la oleada de reacciones contrarias a esta mala baba del dibujante, su jefe en el periódico, Antonio Caño, sacó un tuit defendiéndolo con una arrogancia tan extrema y necia que uno se pregunta si el hombre está en sus cabales y sabe de lo que habla. Decía Caño: Con todos los respetos, no voy a permitir que se denigre de forma tan ruin una ejemplar trayectoria profesional. No se sabe con qué medios materiales cuenta Caño para conseguir su objetivo, aparte de la manipulación y la censura, sus favoritos. No se sabe cómo impedirá que el propio Peridis destruya esa "trayectoria profesional" demostrando lo que es en el fondo. Por último, ¿acaso cree él que su propia trayectoria profesional al servicio del PP, la caverna y los intereses personales de Cebrián, le dan autoridad para defender a alguien?

Y si Caño, periodista del régimen, lanzaba sus bravatas en defensa de su obediente plumilla, el genio del socialismo que entretiene sus ocios en el Parlamento Europeo, Elena Valenciano, coincidía con el sucio espíritu de Peridis y se deshacía en elogios: Del maestro . Inteligente, agudo y -sobre todo- humano. y no

Que los dioses nos libren de estas lumbreras que ven inteligencia, agudeza y humanidad donde no hay más que estulticia, bastedad e inhumanidad.

¿Se entiende por qué el independentismo catalán es tan fuerte? 

Y más que será.

divendres, 18 d’agost del 2017

diumenge, 4 de juny del 2017

El terrorismo, el azar

Esta nueva forma de terrorismo multiplica sus efectos hasta lo inimaginable. Un coche que atropella viandantes en una circunstancia concurrida, un paseante que acuchilla a otros al azar, son hechos de la vida cotidiana, contra la vida cotidiana. El acto terrorista no es un acontecimiento lejano, único, extraordinario, sino que se convierte en algo normal, ordinario, aunque, claro, inesperado.

El efecto multiplicador es que apunta, no a los poderes de la tierra, la banca, el ejército, la iglesia sino a algo tan difuso como la opinión pública. Esa en la que la xenofobia y el racismo crecen a ojos vista. Lo que buscan es provocar reacciones colectivas que acaben con la democracia.

Sin duda hay muchas explicaciones en las que se mezclan todos los conflictos de la era contemporánea y muy distintamente valorados: la política exterior de los países occidentales, las contradicciones dentro del pluriverso islámico, la presencia de Israel, las consideraciones geopolíticas que incluyen a Rusia y la China y varias más. 

Nada de eso hace al caso para la vida cotidiana de la gente que ahora incluye una posibilidad de morir atropellado, o acuchillado o quemado vivo sin saber por qué.

dissabte, 18 de març del 2017

Todo se acaba, hasta lo malo

Magnífica noticia, aunque redundante. ETA ya había anunciado hace años el fin definitivo de sus actividades. Pero, al no desarmarse por entero y sin condiciones, justificaba la intransigencia de las autoridades. Por fin parece haberse dado cuenta y realiza el acto simbólico que debiera cerrar del todo este siniestro capítulo de la historia de España y el País Vasco.

Podía haberse dado cuenta antes y de algo mucho peor: ETA no ha servido para nada salvo para causar muerte y sufrimiento, deteriorar la fibra moral de la sociedad vasca y obstaculizar el logro de los fines nacionalistas/independentistas que decía defender. Y, lo que es peor, no solo en su casa sino también en casa del vecino. Mientras duró la violencia, el discurso del Estado español fue "en tanto no callen las armas, no cabe hablar de nada. Cuando callen se podrá hablar de todo."

Era mentira, pero la actividad terrorista de ETA impedía que se revelara como tal. Silenciadas las armas en el proceso habido en Cataluña, una tierra en la que el independentismo es y ha sido siempre pacífico (exceptuado el breve episodio de Terra Lliure) la mentira se ha revelado mentira. No era cierto que sin violencia se pudiera hablar de todo. Hablar, claro, en un sentido performativo, práctico, no meramente especulativo. No se puede hablar de autodeterminación, ni de derecho a decidir, ni de independencia, ni de referéndum, ni de muchas otras cosas.

España supo enfrentarse a la violencia porque lo hizo con violencia, en cuyo uso es ducha. Pero no sabe enfrentarse a la reivindicación pacífica, porque el diálogo y la negociación no están en su bagaje.

dissabte, 14 de gener del 2017

El humor no delinque

Eso es algo que se alcanza a todo el que no esté cegado por prejuicios o fanatismos de cualquier condición o estofa. A bote pronto se vienen a la memoria dos episodios -los más sonados- en los que la publicación de dos caricaturas de Mahoma provocó sendos actos terroristas en los que murieron varias personas. Todo el mundo se echó las manos a la cabeza por lo que se consideraba un depravado disparate: asesinar a alguien por un chiste.

En España, país civilizado, no se asesina a nadie por un chiste, faltaría más: se le encarcela.

La causa que se sigue contra la tuitera Cassandra V. y la petición fiscal de varios años de cárcel, más inhabilitación y libertad vigilada por unos chistes sobre Carrero Blanco es tan alucinante que casi parece otro chiste. Incluso lo es, si se piensa en el nombre que se ha puesto la tuitera : Cassandra, aquella que profetizaba desgracias pero nadie la creía. 

Efectivamente, el Código Penal castiga el delito de "descrédito, menosprecio o humillación de las víctimas de los delitos terroristas o de sus familiares". La cuestión es averiguar si los chistes de los tuits encajan en ese tipo. Si así se admite, también habrán de ser delito los chistes sobre Dato, Canalejas, Cánovas o Prim. Aunque se recurra a la ridícula excusa de que han prescrito. El problema es que eso de la humillación es muy resbaladizo, como la falta de respeto a esto o a aquello o el "enaltecimiento" de aquello otro. Se aplica la vara de medir del juez, que suele ser la del poder... Y se llega a la situación de encarcelar a una persona por haber tuiteado unos chistes sobre un atentado hace 45 años, unos chistes que se habrán contado miles de veces en las sobremesas a lo largo de estos 45 años hasta que se han ido olvidando.

¿O es la persona misma del almirante Carrero la que justifica esa dureza penal? ¿Por qué? ¿Porque era el presidente del gobierno de un dictador, un títere a las órdenes de este durante toda su vida?

El humor no delinque, como no lo hace la poesía, ni la creación en general, sea de orden mayor o menor.

diumenge, 13 de desembre del 2015

Un personaje indigno.

La caridad de la prensa con Rajoy es incomprensible. Sus declaraciones falsas del jueves sobre el atentado de Kabul no fueron errores. Fueron mentiras. Hay una diferencia substancial. Y no solo fueron mentiras, falsedades a sabiendas, embustes con fines indignos, sino que no es la primer vez que el personaje recurre a esos procedimientos y siempre con los mismos indignos fines.

Cuando el hundimiento del petrolero Prestige frente a las costas de Galicia produjo la mayor catástrofe mediambiental de la historia, en buena medida por la fabulosa incompetencia de los gobernantes, Rajoy, que era uno de ellos, salió minimizando el desastre y hablando de unos hilillos de plastilina.

Posteriormente, con motivo del peor atentado en España el 11 de marzo de 2004 en la estación de Atocha, producido por la canallada del gobierno de Aznar de meter al país en la inicua guerra del Irak, Rajoy, que también estaba en el gobierno y era candidato en las elecciones unos días después, escribió un artículo en El mundo el día de reflexión, afirmando que tenía la convicción moral de que el atentado era obra de ETA. Fue la mentira que intentó colocar el gobierno español a toda costa para no perder las elecciones.

Ahora comparece el mismo día del atentado, precipitadamente, casi salta sobre el asunto, porque estamos otra vez en período electoral y teme que le pase lo que le sucedió en 2004 y, para evitarlo, miente de arriba abajo: niega que sea un ataque a la embajada de España, niega que haya muerto alguien (llevamos ya cuatro muertos, dos policías españoles y dos afganos) y termina, como siempre, con una patochada, sosteniendo que "no es una mala noticia".

La pauta es siempre la misma: ocultar información, tergiversarla, engañar a la gente para no perder las elecciones porque lo único que preocupa a este desalmado no son las vidas humanas sino sus miserables ambiciones.

A todo esto, los candidatos de las otras formaciones han decidido no criticar esta nueva indigna mentira del presidente de los sobresueldos. Seguramente aplican la doctrina de que en cuestiones de Estado no caben debates políticos. Si lo hacen son cómplices de las mentiras del gobierno. Efectivamente, con el terrorismo debe hacerse política de Estado, no de partido. Pero si el primero que se salta esa obligación e instrumentaliza el terrorismo y la vida de sus compatriotas para sus fines electorales es el gobierno, los partidos de la oposición no pueden seguir su ejemplo, pero están obligados a denunciar esa sucia instrumentalización.

Están obligados a señalar que el país no puede seguir un minuto más gobernando por un sujeto tan indigno como detestable.

dijous, 26 de novembre del 2015

Imposible caer más bajo.

Según mis noticias, Mr. Sobresueldos se fue ayer a la COPE a hablar de fútbol -su dedicación intelectual- tras haberse negado a participar en un debate con los candidatos de otros partidos apadrinado por El País, al que piensa enviar a la ratita hacendosa, vicepresidenta de eso que llaman gobierno. La vulgaridad y la ordinariez de este hombre son verdaderamente bochornosas. Y no le va en zaga el dirigente del principal partido de la oposición, Sánchez, que se fue a otro programa de TV a hacer el ganso porque alguien le ha dicho que eso da votos y estos tipos, carentes de enjundia intelectual, de personalidad, de ideas, hacen lo que les dicen sus asesores... o lo que les pide el cuerpo.

Los otros dos dirigentes de los muy impropiamente llamados "partidos emergentes" (impropiamente porque C's, de "emergente", al cabo de diez años, no tiene nada), Rivera e Iglesias, tampoco pierden ocasión de regresar al nivel que, en el fondo, es el suyo. Rivera estuvo haciendo gracias en un programa por el que ya había pasado también el de Podemos. Es época electoral y hay que mostrar el lado "humano" de los líderes. Como si tuvieran otro. Comprensible, por lo demás. Es la fuerza de eso que los analistas llaman el "infoentretenimiento". Y, caramba, los analistas también tienen que vivir.

Con todo, hay escalas y proporciones y no todo el mundo alcanza el mismo grado de necedad. Mr. Sobresueldos es el presidente de gobierno de un país europeo en un momento especialmente grave para Europa, cuando esta está siendo golpeada por el terrorismo. Al margen de lo que cada cual piense sobre el origen y las causas de ese terrorismo, lo evidente, palmario, patente es que hay que contrarrestarlo, hay que garantizar la seguridad de la población porque para eso esta elige a los gobernantes y los paga: para que la protejan. Ya Hobbes señalaba que la razón de ser de los Estados y los gobiernos era que los ciudadanos pudiéramos librarnos del miedo. Pero lo dijo en inglés, uno de los numerosos idiomas que Mr. Sobresueldos ignora. Resultado: así como Hollande, Valls, Merkel, Juncker, Cameron, en fin los políticos de verdad, están cumpliendo con su deber y haciendo lo que se espera de ellos, él se va a hablar de fútbol a la emisora de los obispos. Porque en este país, los obispos tienen una emisora de radio, entre muchas otras armas que en sus manos son de estupidización masiva.

En su dejación de deberes, el hombre de los sobresueldos tiene el apoyo total de Sánchez quien coincide con él en que no hace falta mandar soldados a Siria ni tampoco tomarse en serio el resto del trabajo. Total, él tampoco se opone a nada. Es curiosa esta dejadez, teniendo en cuenta que nadie los obligó a ser políticos y que cobran muy jugosos sueldos que ahora otro de ellos, el tal Rivera, también conocido como Falangito, quiere multiplicar por cuatro. Hoy se amplia a C's el pacto antiyihadista que a Palinuro le parece una pérdida de tiempo, pero ellos, los políticos, lo celebran como la panacea contra el terrorismo. Y, sin embargo, ninguno de los dos, Rajoy/Sánchez, piensa asistir, mientras que Rivera, con algo más de sentido escénico sí piensa hacerlo.

Exactamente, ¿en manos de qué majaderos e incompetentes está este desgraciado país? Van a los programas de fútbol pero no a los actos que ellos mismos llaman "de Estado".

¿Y se extrañan de que los catalanes quieran largarse?

dimecres, 18 de novembre del 2015

Vamos a la guerra, pero poco.

Es como de Gila, para morirse de la risa sino fuera porque el triste destino de un país gobernado por un  incompetente invita más al llanto. No hace mucho que este buen hombre decía y repetía que España es una gran nación. Ahora, acongojado, recomienda a sus ministros que tengan perfil bajo y eviten opinar sobre el asunto. O sea, que se callen, que disimulen, que se hagan humo, se confundan con la cretona de las cortinas o, como dice el poeta, se disfracen "de noviembre para no infundir sospechas".

Caramba con la gran nación del Sobresueldos que se esconde como los conejos cuando empiezan los tiros.

Mientras la cosa fue de llamar por teléfono -intérprete incluido, claro- a dar el pésame, iluminar con la tricolor los edificios o hablar de solidarité face à la barbarie, todo sobre ruedas. En cuanto Hollande pide activar el protocolo de defensa común de los Tratados a los que España está obligada, el asunto vira a chungo y al genio de La Moncloa se le pone el inefable gesto de ¿y la europea? La petición de ayuda, además, es legal, según los franceses, y quiere cobertura de la ONU, pero el preclaro dirigente de la gran nación reza a alguna de las vírgenes a las que condecora su ministro Fernández Díaz para que no se le pida intervención militar directa en el asunto, soldados, aviones, bombas. La guerra, en fin. Espera que la participación de España se reduzca encender y apagar las luces y limpiar el local después de la función, que bastante tiene en Cataluña si la algarabía no cesa. Que no cesará.

¡Cómo cambian los tiempos! En 2003 Aznar metió al país en una guerra absurda, ilegal y delictiva en contra de la opinión de todo el mundo excepto de este mismo Rajoy. En terrible respuesta nos costó el atentado de Atocha que estos cuates siguen atribuyendo a ETA. Nadie quería guerras entonces y nadie las quiere ahora, así que el de los sobresueldos da orden en La Moncloa de que, si llama Hollande, le digan que no está, que ha salido a comprar unos chuches. Porque, si se ve obligado a participar en la contienda, le puede costar un disgusto en las próximas elecciones que es lo único que le importa.

Es mejor que Gila: "Oiga, ¿es el enemigo? Que no se ponga."

dilluns, 16 de novembre del 2015

Es la religión.

Disparaban fusiles Kalashnikov, hablaban en francés perfecto, llegaron en coches, se coordinaron con móviles. Son gentes civilizadas. No hirsutos pashtunes analfabetos de las montañas del Afganistán.

El mismo día del atentado, ese lumbreras que habita en La Moncloa, creyéndose llamado en tan grave situación a hacer alguna reflexión que diera su talla, soltó la habitual melonada:  No estamos ante una guerra de religiones, sino ante una lucha entre civilización y barbarie. El hombre se supera: en 15 palabras, dos mentiras y un insulto. Por supuesto que se trata de una guerra de religiones. Por supuesto que no tiene nada que ver con la civilización, concepto que más vale emplear en singular porque, en el fondo, solo hay una civilización: la humana. Esto de la guerra de las civilizaciones fue popularizado por Huntington a fines del siglo para definir la época de la postguerra fría, recogido con su habitual ligereza por Zapatero con fines propagandísticos y empleado hoy por este zote que confunde civilización con cultura. Y, de paso, insulta a los islamistas, pues la parte de "barbarie" de su diagnóstico les corresponde a ellos, mientras que nosotros somos los "civilizados". Dos mentiras y un insulto.

No me parece desmesurado insultar a unos asesinos. Pero con eso no adelantamos nada si los insultos y las tonterías sobre las civilizaciones no se sitúan en su debida perspectiva.

Desde luego que estamos ante una guerra de religiones. En concreto, las tres llamadas del Libro, las tres religiones monoteístas, la hebrea, la cristiana y la musulmana, que han sembrado la historia de odio, destrucción y crímenes de todo tipo. No tengo noticias de que las demás confesiones luzcan un palmarés tan prolongado de barbarie como estas, aunque alguna habrá, probablemente. Pero nada comparado con la escabechina que estas tres llevan siglos ocasionando. La cristiana (en sus tres ramas de protestante, católica y ortodoxa) y la musulmana de un modo concentrado hasta el día de hoy; la hebrea, que empezó muy lucidamente en el Antiguo Testamento, masacrando los pueblos en torno suyo, se vio luego obligada a hacer un alto de veinte siglos a causa de la diáspora pero, desde el restablecimiento del Estado de Israel, se ha propuesto recuperar el tiempo perdido, cosa que hace a conciencia con los palestinos.

Las tres religiones monoteístas, basadas en la convicción de que sus respectivos creyentes son el pueblo elegido por Dios, sienten un impulso incontenible de matar paganos, infieles o no creyentes a mayor gloria de aquel. La intención puede ser convertirlos a la fuerza y/o exterminarlos, pero es la misma en los tres casos. Solo que con diferencias en cuanto a los tiempos históricos en que viven sus conflictos. Teóricamente, en la actualidad, los cristianos -tras haber masacrado medio  mundo y haberse entrematado entre ellos durante siglos- no van ya por ahí evangelizando a sangre y fuego. Del mismo modo, los hebreos se especializan en machacar a los palestinos y solo ocasionalmente agreden a otros pueblos fronteriozos. Mientras que son los musulmanes quienes están lanzados a la guerra santa contra los infieles con todo tipo de barbaridades.

Es un conflicto religioso, el de siempre. Ciertamente se desarrolla en muy distintos escenarios, en frentes variados, incluso en ausencia de frentes, lo cual lleva a la legión de estrategas de salón a perorar sobre la IIIª guerra mundial atípica ya que ahora los combatientes a muerte pueden compartir el rellano de la escalera o encontrarse en la frutería. 

Los países occidentales (todos ellos cristianos) llevan años, decenios, prosiguiendo su tradición de potencias coloniales en los del Islam, interfiriendo en sus destinos, en perpetua injerencia en su política, su economía, sus fronteras y sus relaciones. En un escenario geopolítico que ni ellos mismos entienden,  se arrogan el derecho a  bombardearlos, ocuparlos, partirlos o volverlos a unir a su antojo. Su política de alianzas a corto plazo (armando a unos, atacando a otros) se vuelve contra ellos en un medio extraordinariamente volátil. Su acción provoca verdaderas masacres, guerras civiles, destrucción de cientos de miles de vidas, destrozos de riqueza sin cuento, interminables columnas de refugiados que desbordan las fronteras occidentales y traen la inestabilidad y, como puede verse, el terror más ciego e inhumano. 

Tanta destrucción, tanta humillación, tanta masacre  de una confesión, la musulmana, que antaño fue un glorioso imperio, provoca reacciones desesperadas, un verdadero frenesí de locura, destrucción y venganza en sus sectores más combativos. Pero eso no preocupa a los gobernantes porque las víctimas somos siempre las poblaciones pacíficas, no ellos. Obviamente, cuando se produce algún monstruoso atentado como el de París, se oyen voces de musulmanes "razonables" que recuerdan que el Islam no es terrorismo, masacre y crueldad y que, por lo tanto, las sociedades cristianas deben refrenar sus impulsos más inmediatos de acudir a la ley del talión y empezar a masacrar  musulmanes o a expulsarlos. Ocurre con estos como con esos católicos que dicen no estar de acuerdo con las crueldades de su iglesia en el pasado o sus demasías y abusos en el presente y no hay que juzgar a todos los fieles por el mismo patrón.

Todos estos creyentes "moderados" y "razonables" de las tres religiones monoteístas están en su derecho de exigirnos respeto a quienes, no siendo confesionales, queremos vivir en órdenes sociales en los que los fanáticos de sus credos no se piensen con derecho a asesinarnos. Pero también estamos nosotros en el nuestro de exigirles una intervención más activa para apaciguar a los criminales que asesinan en nombre de sus dioses. Se dirá que solo asesinan los fanáticos musulmanes, mientras que nosotros, los cristianos, nos defendemos. Mentira. No es necesario recordar la siniestra pantomima por la que tres criminales en Las Azores planearon con detalle una guerra de rapiña y destrucción basada en engaños y falsedades y de la que, entre otras cosas, se deriva buena parte del desastre actual. La diferencia entre los crímenes de los terroristas yihadistas y los de los Estados cristianos es que nosotros los hemos institucionalizado. Ayer, el Papa de Roma, típica voz del establishment católico decía con una conciencia feliz ante una muchedumbre de fieles entregados que cometer actos de barbarie como los de París en nombre de Dios es blasfemia. Ese bárbaro concepto con el que se torturó y asesinó a tanta gente por estos pagos, sigue vivo en el imaginario de los creyentes. Da miedo.

No, no es un choque de civilizaciones. Es una guerra de religiones con elementos geopolíticos, de dominación estratégica, política y económica y de expolio de riquezas y recursos naturales. Como siempre en las guerras de estas tres religiones que llevan dos mil años (algo menos la musulmana) ensangrentando el planeta.

diumenge, 15 de novembre del 2015

La catalanofobia.

Monstruosidades como la de ayer en París, movidas por un fanatismo ciego, parecieran despertar en ciertos individuos los más bajos instintos, probablemente por mimetismo. Las redes, en las que circula todo tipo de noticias, bulos, informaciones, opiniones, comentarios, ataques y defensas a enorme velocidad, se han convertido en espacios para dirimir enfrentamientos de la más variada índole. Muchos autores las consideran las ágoras contemporaneas, las esferas del intercambio público por excelencia. Si antes se decía que lo que no estaba en la televisión no existía, ahora cabe predicarlo de las redes: lo que no salga en Twitter, no existe. 

Ágora, sí, pero con peculiaridades producto de su naturaleza tecnológica: las redes son ilimitadas, en principio, universales; son permanentes: lo ya debatido, denunciado, desmentido, puede volver a debatirse, denunciarse o desmentirse; son públicas, pero también privadas y hasta secretas porque los intervinientes pueden hacerlo identificándose o mediante anonimato o seudónimos. Si a cara descubierta las personas, movidas por las pasiones, somos agresivas, crueles, allí en donde es posible el anonimato, la agresividad, la crueldad suben de tono hasta llegar a lo inhumano.

En un caso como el de los atentados de París, explosión de una conflicto muy complicado, cabe esperar todo tipo de demasías, de falta de respeto por las víctimas y utilización espuria de estas en defensa de unas u otras posiciones políticas, lo cual moverá respuestas contrarias, lloverán los insultos, las amenazas, las barbaridades.

Luego aquí tenemos una variante carpetovetónica que produce especial bochorno e indignación: la de quienes aprovechan este tipo de horrores para soltar su odio, su veneno, su agresión hacia los catalanes. Pasa siempre. La última vez, que yo recuerde, con motivo de un accidente de avión de vuelo low cost en el que murió todo el pasaje. Hubo quien lamentó que este no estuviera compuesto por catalanes. Odio y catalanofobia a raudales en el ágora contemporánea. Se empieza con chistes de catalanes basados en puros prejuicios y topicazos y se acaba diciendo barbaridades sobre ellos, incluso cometiendo delitos de incitación al odio. Y no se trata de "casos aislados", como suele decirse. A veces son avalanchas. Precisamente una asociación civil catalana ha puesto en marcha un portal, drets.cat al que deben comunicarse los casos de odio, insultos, amenazas que se detecten en las redes para denunciarlos por la vía penal. 

En el caso de los atentados de París, la catalanofobia ha sido inmediata en Twitter. Quien quiera leer algunos de las ataques más repugnantes, puede hacerlo aquí. Cosas como: "Pues qué pena que no fuesen catalanes",  "tremendo lo de París y a pesar de esto los catalanes seguirán el lunes dando por ....", "si se independiza Cataluña a ver si tres o cuatro grillados de la falange hacen lo mismo en Barcelona que en París. A ver." 

Parece mentira, pero es verdad.

Entre esto y el señor Rajoy diciendo que quiere mucho a los catalanes oscilan los sentimientos españoles hacia Cataluña.

dissabte, 14 de novembre del 2015