Sánchez está muy contento de sus conversaciones sobre inmigración en Europa con la cancillera Merkel. Forjan, dicen, un frente común en este espinoso asunto. Será mejor o peor, pero nadie discutirá, supongo, que es un alivio tener un presidente del gobierno que habla con los líderes europeos porque, por lo menos, sabe hablar, a diferencia de su antecesor en el cargo.
También muy contento agradece "el tono" que va tomando la conmemoración del 17-A. Está dentro de su concepción de la "normalidad" y lo lleva a impartir teóricas del simbolismo del momento, la unidad democrática frente al terrorismo, etc. El presidente de un gobierno que ha impedido una comisión de investigación sobre el atentado. La unidad se simboliza; la verdad se oculta. Lo normal. El acto no debe ser, ni será, partidista.
Los del PP, siempre solícitos a la hora de poner palos en las ruedas, ya le avisan de que se arriesga a un acto de protesta e insultos contra el rey. Con ello, "quedará deslegitimado como presidente del gobierno", la conclusión a que llegan siempre estos lumbreras, se hable de lo que se hable.
Para echar una mano en la intención noblemente española, nacional, suprapartidista que presume en el presidente del gobierno, la Sociedad Civil Catalana (SCC), núcleo del unionismo catalán, se prepara para "arropar" al rey y, de esa manera, frustrar toda intención de instrumentalizar el acto. Para eso pide a sus seguidores y aliados (entre ellos, el PSC) que acudan de paisano, sin emblemas partidistas. Loable iniciativa. Si acaso aparecerán emblemas nacionales, siempre suprapartidistas, como la bandera rojigualda.
Ni la SCC ni sus seguidores y aliados, ni el gobierno caen en la cuenta de que, en el conflicto España/Catalunya, los símbolos del Estado son partidistas. No caen en la cuenta porque no pueden por disonancia cognitiva. Son patriotas españoles y en España solo hay una nación, siendo cualquier intento de separación una mezcla de locura y delito. Por eso, algunos de ellos proponen ilegalizar los partidos independentistas. La nación no es un partido. Ante el rey y la nación rindiendo homenaje a las víctimas del terrorismo, los partidos están de más.
Pero solo algunos. En concreto, los indepes parecen inclinarse por no participar en el acto junto al monarca. Renuncian a protestar por su presencia y se inclinan más por el modelo Tortosa: hacer su homenaje en otras partes e ignorar el acto del rey. No tengo claro que vayan a actuar así todas las fuerzas indepes, pero sí algunas significativas, como la CUP, la ANC y Ómnium. De los demás carezco de información. El presidente Torra irá a Lledoners a visitar a Quim Forn, pero no sé si también asistirá al acto de las Ramblas.
Ya solo con estas reacciones y las que puedan producirse de aquí al 17-A, sin descontar la probable intensificación de las agresiones callejeras de los grupos fascistas, queda suficientemente claro que el homenaje a las víctimas del 17-A será un acto partidista, de los partidos unionistas. Ya veremos qué sucede con los símbolos. La consigna es ocultarlos y manifestarse para "arropar" a las víctimas y al rey. En lo primero está de acuerdo todo el mundo; en lo segundo, no, pues se ha introducido por imposición y sin invitación como muestra de la idea de "normalidad" del presidente. Y será patente de mil maneras a lo largo de ese homenaje.
Su valor como elemento de "normalidad" y de "puentes tendidos" es nulo.