En España hay unos 46 millones de habitantes. De ellos, aproximadamente 35 millones son electores y, descontada una abstención en torno al 25%, unos 26 millones de votantes. Entre 26 millones de personas tiene que haber de todo en punto a ideas políticas, confesiones religiosas, convicciones filosóficas, lealtades territoriales, aficiones deportivas, etc. Es una sociedad compleja, abierta, un mosaico, caracterizada por lo que Isaiah Berlin llama el
pluralismo de valores. La coexistencia de estos es democracia. Lo contrario, el
monismo de la sociedad cerrada, la dictadura, la uniformación, lo inhumano.
En 2011 casi once millones de ciudadanos votaron al PP. Una mayoría. ¿Están hoy de acuerdo casi once millones de personas con un gobierno cleptocrático, corrupto, nacionalcatólico, incompetente, autoritario y represivo? Muchos de ellos parece que sí. Muchos otros, casi la mitad, según los sondeos, están dispuestos a votar otras opciones o ninguna. Procedimentalmente, la democracia consiste en constituir mayorías alternativas. Y la forma de hacerlo es consiguiendo que bloques enteros de electores cambien el sentido de su voto, abandonando una mayoría para constituir otra. Ese es el punto fuerte de Ciudadanos que, presentándose como una derecha menos corrupta y depredadora, quiere atraer los votos de los electores menos ultras del PP, liberales, liberales-conservadores, democristianos. Por eso C's representa un peligro para el PP pero también para el PSOE que, como opción de izquierda moderada, puede beneficiarse de muchos de esos votos centristas.
Por supuesto, aquí se sostiene que el PSOE es un partido de izquierdas dado que estas, como la sociedad en la que viven, son plurales y diferenciadas. No sé si es la verdadera izquierda. Tras haber escrito tres libros sobre esta ideología, confieso no saber qué sea la verdadera izquierda. Eso lo saben mejor los tuiteros que despachan el asunto en 140 caracteres lapidariamente con la necedad de que el PP y el PSOE son la misma mierda. Puede que sean mierda, eso es muy subjetivo, pero, desde luego, no la misma. El PSOE es un partido socialdemócrata, o sea, de socialismo democrático, moderado, reformista, como los que hay en los demás países europeos y que todo el mundo considera también la izquierda en ellos, los laboristas británicos, los socialdemócratas alemanes, los nórdicos, los socialistas europeos. En dichos países la verdadera izquierda (según ella misma) no existe o es insignificante. El PSOE es un partido con vocación (y experiencia) de gobierno. Por su centralidad, es un partido "atrapalotodo" (término que me gusta más que el de "partido de todo el pueblo") que aspira a conseguir votos en la izquierda, el centro-izquierda, el centro y el centro-derecha, como ya lo ha hecho en otras circunstancias. Nuestra sociedad es plural y las mayorías han de forjarse por agregación y consenso. Y si los cielos se toman por asalto (que está por ver), el gobierno democrático solo se consigue por consenso, por el asentimiento de la mayoría de los gobernados, según nos enseñó Locke. Es, además, un partido institucional; no lo fundó una dinastía hace unas lunas, como el PASOK, producto familiar de los Papandreu, sino que lleva camino de celebrar su sesquicentenario. Es, como el PP, una fuerza con una sólida base real que no va a evaporarse de la noche a la mañana por mucha batería mediática que lo castigue.
Luego está IU, los antiguos comunistas refugiados bajo otro nombre para sobrevivir tras el hundimiento del comunismo de los países del Este y su absoluto descrédito en todas partes. Los antiguos comunistas con sus antiguas manías, la más obsesiva de todas y en la que llevan treinta años fracasando, la del sorpasso a los socialistas por la tremenda, tratando de aniquilarlos, incluso a costa de facilitar el gobierno de la derecha. También esta opción de izquierdas tiene un núcleo de votantes, aproximadamente entre el 5 y el 10%, a todas luces insuficiente para influir en la gobernación del Estado y mucho menos de transformarlo. Es obvio que si quiere mermar votos a otras opciones e incrementar los suyos tendrá que cambiar algo. Pero no sabe qué porque el comunismo latente es una losa.
Surge así Podemos, mezclando dos procedencias: IU y el movimiento del 15M y aportando dos promesas que tuvieron un impacto enorme. La primera, el abandono, el olvido del comunismo. La segunda, la formulación de la teoría de una nueva izquierda, distinta de la tradición comunista y la socialdemócrata. El resultado fue llamativo en las elecciones europeas de mayo de 2014 y, sin estar a la altura de las expectativas generadas en aquellas, se ha mantenido por encima del voto tradicional a IU. La consecuencia fue la fagocitación de IU cosa que Palinuro lleva más de un año diciendo. No hay sitio para dos izquierdas radicales. También mordió algo en el ala izquierda del PSOE, pero no mucho. IU, en cambio, de hecho, está triturada. Podemos le gana incluso en su búsqueda del Grial de la hegemonía frente al PSOE. Los comunistas (entreverados de movimiento 15M) ven posible cumplir su sueño, sobre la base de dejar de decirse comunistas. Y lo mejor que puede hacer IU es disolverse en Podemos.
Pero IU se niega a tal cosa y, empujada por la necesidad, trata de actualizarse tardíamente copiando la fórmula de organización ómnibus bajo el nombre de
Ahora en Común, cuya única finalidad, a juzgar por las veces que sus dirigentes lo niegan, es ir contra Podemos. No contra el partido, sino contra su propósito de presentarse en solitario a las elecciones enarbolando la bandera de la
unidad popular expresión a la que todos rinden culto y no quiere decir nada. El caso es mantener IU y por eso salía al quite el maestro ciruelo, Anguita, hace unos meses profetizando con su habitual prosopopeya que
Podemos pagará caro menospreciar a Izquierda Unida. Vamos que, como no haga caso a su enfático verbo, será "flor de un día". Sobre todo si se hace realidad la bicha que él más odia: una colaboración entre el PSOE y Podemos.
Por fortuna, Podemos se mantiene en su criterio. Se cumple la primera de las promesas antes señaladas: nada que ver con el comunismo o su triste sombra. Sin embargo flaquea, y mucho, en la segunda promesa, esto es, la formulación de una teoría de la nueva izquierda. La patente falta de profundidad de sus análisis y sus errados enfoques, muestran una pobreza doctrinal inversamente proporcional a las aseveraciones retóricas. Esa insistencia en disparar contra la dicotomía izquierda/derecha es casi inercial: por separarse del comunismo, tiran el niño con el agua sucia. Sustituyen la dicotomía por otra mucho más pobre, la de los de arriba y los de abajo pero que permite refugiarse entre las brumas de conceptos genéricos, como el pueblo o la gente. La sociedad es plural y no solo hay en ella una dicotomía izquierda-derecha, sino muchas otras que se entrecruzan: creyentes de diversas religiones y ateos, nacionalistas de una u otra nación, monárquicos-republicanos, centralistas-federales, feministas-machistas, conservacionistas-negacionistas, evolucionistas-creacionistas, etc. En realidad eso es el pluralismo, un entrecruzarse de dicotomías. La acción social son opciones colectivas en disyuntivas. Y la política aun más porque en ella se da también la muy importante dicotomía schmittiana de amigo-enemigo.
Los conceptos del pueblo (que parece ser el que ha de legitimar la mítica "unidad popular") y el de la gente son categorías abstractas. El "pueblo" no existe, salvo en las simplezas de Laclau y el empacho gramsciano. Como no existe "la gente". Las decisiones las toman las colectividades, pero las propuestas las hacen los individuos. Así es y ha sido siempre. Solo la mentalidad romántica del siglo XIX dio en imaginar un Volksgeist, un "espíritu del pueblo" que, por la magia del idioma alemán también pasa por "espíritu de la nación". Las consecuencias de estos delirios se padecieron en el siglo XX. No está bien volver a las andadas y caer de nuevo en el monismo, presumiendo que puede haber un único espíritu dominante. El espíritu es atributo del individuo. No existe la creación "popular". Como demostró Menéndez Pidal hablando del Poema del Cid, no existe la "poesía popular". Toda poesía es de autor. Otra cosa es que, al ir como rolling stone, reciba aportaciones distintas, cual sucede con la llamada "materia de Bretaña", y acabe considerándose obra colectiva. Pero no lo es. Su comienzo es de autor y sus modificaciones, asimismo de autor. El pueblo ni la gente pueden sustituir a los dirigentes. Así que, por debajo de estas consignas vacuas, Podemos tiene pendiente una teoría de la nueva izquierda. Y, desde luego, habrá de ser de la izquierda y dejar de hacer distingos artificiosos para ocultar la indigencia doctrinal.
Las dos fuerzas de la izquierda para las elecciones son PSOE y Podemos, las dos que tienen la obligación de ganar las elecciones por mayoría en una sociedad compleja, plural, fraccionada, conflictiva. Están obligadas a imponerse a una derecha que, como se ha visto en esta legislatura, está dispuesta a todo por mantenerse en el poder; dispuesta a vaciar la democracia de contenido, instrumentalizar las instituciones con fines partidistas, poner los medios de comunicación a su ciego servicio y, si llega el caso, cometer todo tipo de desafueros, incluso delitos. Dispuesta a todo. En la campaña electoral, cuya precampaña ha empezado ya de hecho, las dos fuerzas mayoritarias de la izquierda debieran concentrar sus críticas en el desgobierno de la derecha y la necesidad de restablecer la democracia y los derechos sociales, económicos y algunos políticos de los ciudadanos. Al mismo tiempo es lógico y legítimo que compitan entre sí. Es de esperar que en buena lid y sin golpes bajos porque son contraproducentes. Cuando el señor Mayoral, de Podemos, se tira el farol de que a quien teme Rajoy es a Podemos, no solo dice una falsedad sino también una tontería. Es obvio que Rajoy no teme a Podemos ni al PSOE por separado. Lo que teme es que se unan. Y teme con razón. Y por eso es por lo que ambos, PSOE y Podemos, sin abandonar sus singularidades, deben dejar de hacerle el juego atacándose entre sí para hacerle el contrajuego, atacándolo a él. Son cosas elementales.
Las elecciones dirán cuál de las dos fuerzas cuenta con mayores apoyos en la sociedad. Es importante saberlo aunque, para Palinuro, indiferente, pues confía en que ganará aquel de los dos que lo haga mejor. A continuación, habrá una unidad de acción de la izquierda, de toda la izquierda, la moderada y la radical, pues ambas se precisan mutuamente. Y no solo por razón de la cantidad de escaños, sino por la beneficiosa influencia que cada una de ellas ejercerá sobre la otra en el supuesto de que en ninguna de las dos anide esa estúpida pretensión de encontrarse en posesión de la verdad, única y absoluta.
Eso o cuatro años más de gobierno corrupto, neofranquista, nacionalcatólico y depredador.