El medio era el mensaje. Y el medio son las redes sociales, twitter en especial. El salvaje Oeste en 140 caracteres, en donde todo vale; aunque de vez en cuando interviene el sheriff y pone fuera de juego a alguno que va por ahí queriendo comerse los hígados de otro. Y ya tiene su literatura, admiradores gracianescos y sus detractores proustianos.
Reconozcamos, no obstante, que resolver cuestiones de fondo con tuits, a modo de pizzicato, es poco satisfactorio. Así, la cuestión de la unidad de la izquierda debe plantearse con mayor profusión de argumentos y enunciados que sean comparables. Nada mejor que dar una batida al sempiterno binomio teoría y práctica tan querido de la izquierda, y ajustarlo a los hechos de los dos partidos que compiten en el corral. Los dos tienen enfoques teóricos y prácticos que deben contrastar.
En Podemos, la teoría muestra un fuerte ramalazo ideológico. Las controversias internas se han resuelto en ese terreno, enfrentándose dos concepciones distintas del partido y la relación partido/líder así como la política de alianzas. Todo. El sector vencedor marca la línea general que es también ideológica porque, al dar igual o más importancia a la lucha contra el PSOE que contra la derecha, está tratando de ventilar una vetusta quiebra de la izquierda (entre la "verdadera" y la "traidora") que no tiene arreglo. Esa vigencia ideológica, por lo demás es muy simple, pues proviene del maniqueísmo de las "dos orillas": aquí, nosotros; allí, ellos. El empacho de esta teoría obstaculiza el entendimiento con la otra izquierda.
Esta, a su vez, teoría tiene poca y la poca que tiene se ventiló en un terreno pragmático de unas primarias. Implícitas estaban dos concepciones del partido y de la relación líder/militante: la de Díaz era institucional; la de Sánchez, de militantes. En ambos casos relaciones de caudillaje con respaldo corporativo el de la andaluza y democrático el del madrileño. También implícitas, dos políticas de alianzas: hacia la gran coalición la de Díaz y hacia la unión de la izquierda la de Sánchez. Es decir, lo mismo que en la confrontación interna de Podemos. Pero articulado más en terrenos personales y prácticos, menos cargados de nubes ideológicas. Lógico, por lo demás. Los principios ideológicos del PSOE son una especie de constitución no escrita con el nombre de socialismo democrático. Es difusa, pero funciona bien, como acaba de comprobar sobre sus costillas la candidata que trataba de suprimir las primarias y recortar lo que de democrático hay en el socialismo. En todo caso, este pragmatismo, esta falta de teoría e ideología del PSOE debiera ser un aliciente para un entendimiento entre ambas izquierdas, pues tiene el valor de un comodín.
La práctica también discurre por cauces divergentes que, sin embargo, podrían confluir. Podemos insiste en su política de radical enfrentamiento al PP en el Parlamento y en la calle. La moción de censura (MC) es el último torpedo al buque La Moncloa. Sobre la finalidad de la iniciativa ya está todo dicho. Y todo dicho, sigue siendo un error porque siempre será un error, por principio, querer comprometer a otro enfrentándolo con los hechos consumados. Y todas las melifluas ofertas para disfrazar un diktat de una invitación a bailar resultan patéticas. La MC debe llevarse al final, ser derrotada y formular ante el país una crítica general a la política del PP, con una oferta de alternativa (encabezada por Iglesias) que incluya un programa común al PSOE, ahora que este ha mudado de dirección.
La novedad esá precisamente ahí. El triunfo de Sánchez obliga a cambiar radicalmente la práctica de la Gestora. ¿O no? Esa es materia de acalorado debate estos días. Para algunos, al ponerse Sánchez incondicionalmente al pairo (por decirlo suavemente) del PP, está claro que no habrá cambio. Para otros, es pronto para pronunciarse y debe esperarse al Congreso a la vuelta de la esquina, en donde se decidirán estos asuntos. Parece ser (lo dicen las encuestas) que Sánchez recupera voto socialista emigrado a Podemos, lo cual tiene a estos preocupados, pero no debe olvidarse que ese voto emigrado está ideológicamente movido y Sánchez solo podrá asegurar su retorno si de verdad articula un programa de socialismo democrático, de izquierda democrática.
Unificar el partido está bien (le van en ello las elecciones) pero, para hacerlo, tiene que reducir laa ideología a cero, a fin de que quepan todos y, desde ahí, es difícil entenderse con la izquierda. Este nuevo PSOE necesita abundante doctrina de la "Nueva Socialdemocracia". Lo que parece más difícil y, por ende, improbable, es que también salga con una propuesta viable o, al menos, negociable con los almogávares catalanes.
Esta carencia tampoco sería obstáculo para un entendimiento entre las izquierdas porque una unidad de acción en aspectos concretos no obliga a una coincidencia absoluta en los programas.
Parece sencillo, ¿verdad? Se presenta una nueva MC previamente pactada entre PSOE, Podemos y quienes quieran sumarse, con la candidatura de Sánchez a la presidencia del gobierno. Según cómo voten los demás grupos parlamentarios, puede triunfar y España tendría un gobierno de izquierda. En minoría, sí; tanto como lo está ahora el del PP.
Pues ¿a que no sale? Los unicornios no existen.