El país está viviendo la crisis del PSOE con inflamado entusiasmo. Socialistas, no socialistas y hasta antisocialistas siguen los acontecimientos al minuto, discuten sobre ellos, aventuran resultados. El conflicto monopoliza los medios que apenas prestan atención a las explosivas declaraciones de Correa en la vista y las decisiones de los independentistas catalanes. Hasta hay quien sostiene que el conflicto en el PSOE es una "cortina de humo", para que no se hable de la Gürtel. No es probable porque la Gürtel tiene una trascendencia muy superior a los debates socialistas ya que, en realidad, es la cara delictiva del gobierno del PP. Ninguno de los dos asuntos tapa al otro, ambos son permanente noticia y solo la cuestión catalana, la verdaderamente seria, pasa a la sombra, a un segundo plano.
Los entreguistas han cometido dos grandes errores: de un lado, no esforzarse mucho en argumentar su posición porque dan por supuesto que las bases, la militancia, mantendrán la actitud de indiferencia, hastío y distanciamiento que adoptaron en los tiempos de Rubalcaba. Y no ha sido así sino que los dos años de la SG de Sánchez parecen haber servido para revivir el activismo de los militantes, la conciencia de su importancia y su propósito de hacerse oír democráticamente. El segundo error, aun más grave, ha sido infravolorar desde el principio la fuerza de esta movilización de la militancia.
Se extiende la especie, sabiamente manipulada por los medios de comunicación, todos ellos al servicio del PP, de que el golpe de mano del 1º de octubre fracturó el PSOE en dos mitades y esa fractura se mantiene. Pero se trata de un juicio interesado, un juicio de parte. El PSOE parece dividido, sí, pero no en dos partes iguales, sino entre los golpistas y los militantes, que no apoyan la abstención. Por supuesto, los golpistas cuentan con el apoyo de sus incondicionales, pero se enfrentan probablemente a la abrumadora mayoría de la militancia. Luego hay un grupo muy numeroso de equidistantes, que no ven con buenos ojos los enfrentamientos internos y lamentan la mala cabeza de las dos partes.
Palinuro opina que no hay comparación. El golpe de mano de los conjurados ha sido un desastre tan descomunal que, lejos de resolver problema alguno del PSOE los ha agravado al límite extremo de la destrucción. Federación tras federación, agrupación tras agrupación, los militantes están enviando a la Gestora un mensaje contundente: NO sigue siendo NO. Nada de abstención. Las agrupaciones o federaciones están divididas o en ellas predomina el NO. Por esta misma actitud se pronuncian miembros conocidos del PSOE, cada vez con mayor peso, como el alcalde de Jun, José Antonio Rodríguez, el de Valladolid Óscar Puente y, recientemente el exministro Borrell.
Sin duda, los golpistas harán mangas capirotes y preferirán no oír la petición generalizada de las bases. Pero va a resultar muy difícil explicar que un gobierno de la Gürtel, presidido por un político presunto cobrador de sobresueldos en B, es mejor que otro por encima de toda sospecha. Según parece, los conjurados sopesan cinco posibles fórmulas para dar el gobierno al PP y perder lo menos posible. Que si abstenerse unos pero no otros, si faltar unos mientras votan otros, si votar "en conciencia", etc., etc. Con todos mis respetos, estas fórmulas, por alambicadas que parezcan no son otra cosa que tamayazos de distinto jaez. Verdaderos fraudes.
La decisión del PSOE debe ser NO por muy diversas razones pero especialmente dos tienen el mayor peso: a) la abstención pone al PSOE literalmente en manos del PP y, lo que este deje lo aprovechará Podemos. El PP gobernará teniendo al PSOE uncido al carro de sus arbitrariedades y bajo amenaza de unas elecciones anticipadas. Es decir, el que no va a poder moverse durante la legislatura es el PSOE; b) la Gestora y el Comité Federal tienen la obligación moral de escuchar el parecer mayoritario de la militancia, contrario a la abstención y a favor del NO.
La Gestora pretende con su propuesta de vergonzante abstención que gobierne la Gürtel y el PP que parece ser su partido. Por este motivo puede decirse con razón que la rebelión de las bases del PSOE es el primer paso que se da en España en pro de la regeneración democrática.