dimarts, 31 de maig del 2016
Delirios patriarcales
diumenge, 12 d’abril del 2015
El aborto como pretexto.
divendres, 3 d’abril del 2015
Otra mujer asesinada.
dimecres, 17 d’abril del 2013
La ofensiva contra las mujeres.
La defensa de los derechos de las mujeres es la primera línea de la defensa de los derechos fundamentales.
dimarts, 13 de març del 2012
Violación.
¡Cómo avanza la civilización! En la Argentina ya se permite que las mujeres violadas aborten. ¡Vaya por dios! Hasta ahora estaba prohibido, como en todos los demás lugares en que rige la moral (y la ley) patriarcal/machista que privilegia al hombre e ignora a la mujer, la trata casi como un semoviente y no tiene una pizca de compasión por las manifestaciones concretas de un sufrimiento y una humillación que duran siglos. Es necesario ser realmente un granuja, un ruin granuja, para no entender la tortura que acarrea el gestar un ser producto de la brutalidad de una violación pues la elección es siempre agónica: o se aborta (y, encima, con la penalización de una ley injusta) o se tiene el hijo del enemigo y, haciendo de tripas corazón, se es una madre para él, en bastantes ocasiones, además, arrostrando la hostilidad de los allegados.
Porque muchas veces la violación es un crimen aislado, esporádico, individualizado; pero muchas otras es una política deliberada del mando que ordena a las tropas vencedoras en una guerra que, tras exterminar a los vencidos, violen en masa a sus mujeres para implantar en sus senos la semilla de la etnia, la raza, el color de los violadores. Política deliberada de destrozo desde tiempos inmemoriales y que recientemente se ha visto aplicar en el Congo o en la antigua Yugoslavia.
Si este aborto por violación está aun prohibido en muchos sitios es porque sigue pesando el repugnante parecer de esos curas de tres papadas, orondos eunucos sobaniños que predican cómo la mujer violada, es decir, la mujer atropellada en lo más íntimo de su ser, debe sobrellevar su infortunio con resignación y parir y criar al inocente fruto de su vida destrozada. Y estos son los caritativos curas occidentales o sus devotos doctrinos al estilo de Gallardón. En el mundo musulmán, en donde los curas son todavía más brutales e imbéciles que los cristianos, la violación se echa en cargo de la víctima y esta no solo queda deshonrada sino en peligro de perder la vida.
Quizá haya cosas tan odiosas, crueles e inhumanas como una violación pero, desde luego, no más. El forzamiento deja siempre secuelas terribles en quien lo sufre, físicas y psíquicas. Y solamente desalmados y descerebrados, como esos policías que -ya no tanto, afortunadamente- solían reírse de las mujeres que se atrevían a denunciar una violación diciéndoles que eso sería lo que ellas quisieran. ¡Cuánto canalla ha vestido y sigue vistiendo uniforme de policía, bata de médico, toga de juez! La solidaridad machista presenta siempre un frente cerrado para obligar a las mujeres a hincar la cerviz y aguantar los atropellos, desde el chulo de discoteca hasta el intelectual semiculto y pedante, de vuelta de todo, que describe en su columna periodística cuán harto está ya de la tiranía feminista, de la queja continua de las mujeres, de la sobreprotección de que gozan, de la falsa igualdad de que se aprovechan, frente al sufrido varón al que, a priori, se hace culpable de todo. Luminarias de la estupidez que confunden el ruido de sus tripas con el sonido del ingenio.
La falta de sensibilidad del machismo dominante en nuestra sociedad es abrumador y, en buena medida está sostenido por mujeres, enajenadas por los curas y sus propias frustraciones que defienden la causa que las oprime. Por ejemplo, esa inefable alcaldesa de Madrid que prefiere que la igualdad tarde más a que haya "atajos" porque no se atreve a decir que no quiere que haya igualdad en absoluto ya que, si la hubiera, ella no habría llegado a donde ha llegado pues lo ha hecho gracias a su marido y no a los méritos personales que sin embargo pide a las demás.
Realmente, la hipocresía social que rodea al patriarcado es repugnante y para removerla no basta ese terrible caso de la adolescente marroquí que se ha suicidado porque los criminales que la rodeaban bajo el nombre de familia (sacrosanta, desde luego) la obligaron a casarse con el otro criminal que la había violado, una niña en la flor de la vida a la que el machismo brutal sobre el que se permiten hacer bromas los señoritos de la derecha (y muchos de la izquierda), prefiere ignorar pues no puede ridiculizar directamente a la víctima que es lo que les pide el cuerpo castrado con la "contracorrección política" que les imbuyeron de niños. Esa noticia que subleva el ánimo, enciende la sangre y clama al cielo debiera ser primera en todos los periódicos y telediarios. Pero no, ni siquiera aparecerá. Al fin y al cabo, una injusticia cometida con una menor, marroquí, africana, mujer..., nada. Lo importante es lo que dice esa enchufada, engreída e hipócrita, Ana Botella.
(La imagen es un grabado de Castelao de 1937, titulado Atila en Galicia y refleja uno de los muchos crímenes que los fascistas cometieron con la población civil y que sus herederos ideológicos no quieren que se investiguen. La base del terror franquista, que llega hasta hoy).
dimecres, 9 de març del 2011
El antiguo segundo sexo.
Con motivo del ocho de marzo, día de la mujer trabajadora, El País traía una entrevista con Nawal el Saadawi, una resplandeciente mujer egipcia de 79 años, psiquiatra, escritora, activista y, dice el periódico, "feminista". Claro ¿qué otra cosa puede ser una mujer inteligente? Y el Saadawi lo es en profundidad. Lo de que "La mujer no puede liberarse bajo ninguna religión" es una de esas verdades apodícticas, axiomáticas, evidentes en sí mismas. Le ha faltado decir que el hombre tampoco. Pero se sigue de su interesante discurso cuando señala que la liberación de la mujer necesita la del hombre y viceversa. Nadie puede liberarse con religión alguna. Las religiones se han hecho para atar, para sujetar, para religar.
Lo que esta egipcia está viviendo y lo que cuenta de lo que está viviendo es impresionante. Las mujeres levantan la cabeza en el Islam arábigo, una koiné estrictamente masculina en la que aquellas están ocultas. No digo ya que no lleguen a la dignidad de madres de dioses, como María de Nazaret o a heroínas liberadoras del pueblo elegido, como Judit o Esther; es que no aparecen, no tienen nombre, ni rostro. Solo existen para el placer de los hombres. Y ni siquiera mutuo porque para eso se practica la castración femenina. Esas costumbres son aberraciones, atentados incalificables contra la dignidad de las personas. Privarlas de rostro, que es el espejo del alma, es privarlas de alma puesto que esta sólo florece en contacto con los demás. Esa mujer uzbieca pintada por el gran Vasily Vereschagin en Tashkent en 1873 equivale a un tratado de antropología filosófica. ¿Ha mejorado la condición femenina en estos lugares? Escuchando a Nawal el Saadawi, algo sí, desde luego, pero prácticamente nada, visto el lugar que el Código Civil egipcio, que no puede contradecir a la Sharia, reserva a las mujeres.
Las revoluciones árabes están haciendo visibles a las mujeres y, cuando todo pase, seguramente será imposible obligarlas a volver a casa. Igual que, después de la primera guerra mundial fue imposible desalojarlas de la primera línea de producción y hasta hubo que reconocerles el derecho de sufragio. Y en ese aspecto de género o sexo las redes están ayudando mucho. La blogosfera tiene una intensa presencia femenina. Son tiempos extraordinarios.
Tanto que la Unión Europea, que es de género femenino y esencia masculina, indignada consigo misma al ver la desmayada situación de las políticas de igualdad, amenaza con obligar por ley a incorporar mujeres a los consejos de administración de las empresas. Esto es, el aterrizaje de estas en el poder económico y financiero que es el verdadero poder, el que está en la sombra, el que maneja a los otros dos, el político y el militar, a su antojo. Otro reducto masculino.
Porque la condición de las mujeres en las sociedades occidentales es mejor que en el Islam pero aún deja mucho que desear. Está además enredada en algunas discusiones ridículas en las que muchos intervienen con la aseveración de "yo soy feminista, pero...", que recuerda el "yo no soy racista, pero...". Los dos peros más frecuentes al feminismo son el de la lengua y el del Estado de derecho. Según el primero, las/los feministas se pasan cuando chocan con el espíritu, la estructura, el genio, el yo qué sé sacrosanto de la lengua, herencia de nuestros antepasados que prohíbe decir "miembra" so pena, entre otros horrores, de que algún necio diga que hay que decir también "fantasmo". Como si la lengua fuera una armadura rígida, inquebrantable, venida de fuera, impuesta y no la pasta moldeable con la que las generaciones han ido entendiéndose, a base de innovar, romper esquemas y crear otros. En español (probablemente en todas las lenguas porque el patriarcado ha sido universal) el género masculino comprende a los dos pero el femenino no. Eso tiene que acabarse y tiene que acabarse también en la lengua, que es un medio y no un fin en sí mismo; un medio al servicio de la superación del ser humano; de todas.
El otro pero es el del Estado de derecho, al que han salido defensores acérrimos desde que el feminismo se abre paso normativamente por medio de la discriminación positiva. Somos feministas, sí, pero toda discriminación, sea positiva o negativa atenta contra el principio fundamental del Estado de derecho que es la igualdad ante la ley. Tiene gracia. Cuando las mujeres no votaban, al parecer el principio de igualdad ante la ley no estaba afectado porque Estados de derecho eran Inglaterra, Francia, los Estados Unidos (en donde los negros tampoco votaban). El Estado de derecho puede, pues, admitir considerables excepciones a sus principios sin merma de su perfección. Y la discriminación positiva no parece muy dañino. Y eso si no se quiere justificar la discriminación positiva con razones morales, que las hay.
En el fondo los dos peros coinciden en uno general: la incapacidad para admitir que el lenguaje, las instituciones, las costumbres y tradiciones, son construcciones humanas, sociales, convenciones a nuestra mayor conveniencia, sempiternas en comparación con la vida de cada uno de nosotras pero efímeras en comparación con la especie. El espíritu que ha animado esta construcción en todo el mundo hasta ahora es el del patriarcado. Se trata de que admita otro. El del matriarcado. Aunque cada vez que aparece el poder, el mando, el arché el asunto se complica.
(La imagen es una foto de Duke Human Rights Center, bajo licencia de Creative Commons).