dimarts, 31 de maig del 2016

Delirios patriarcales

Todo lo que sobra al cardenal Cañizares en la cola de su capa cardenalicia le falta en raciocinio. Desde lo alto del púlpito, su eminencia ha arremetido contra el "imperio gay" en defensa de la familia y en contra de las leyes basadas en la "insidiosa ideología de género". En defensa del Patriarcado (aunque él no lo llamará así sino que recurrirá a fórmulas como "esencia del ser humano", su "condición natural" o su "vocación divina") llama a la desobediencia a las leyes basadas en esas monstruosas ideas de considerar a los gays como personas con dignidad y derechos o a las mujeres iguales a los hombres.

Por favor, ¡las mujeres iguales al cardenal Cañizares! No sé quién debiera enfadarse más.

Desobedecer la ley. Si lo anuncian los independentistas catalanes se les dice que se les caerá el pelo. Lo propugna Cañizares y nadie se da por aludido. Porque la Iglesia en España es un Estado dentro del Estado. Un prelado pidiendo al personal que quebrante la ley. Desobediencia civil. Es muy fuerte, en principio, pero no tanto cuando se recuerda que hablamos del casuismo católico. Los católicos se oponen a la desobediencia civil, según y cómo. Aún está reciente una sentencia avalada por el Supremo que reconoce la objeción de conciencia a un farmacéutico que se negó a despachar a una cliente la píldora " del día después. O sea, la desobediencia en sí es inadmisible por ser mala, pero la Iglesia la admite cuando puede ocasionar un mal peor.  

Se dirá, siempre se dice, que la Iglesia tiene derecho a hablar a los suyos. Con nosotros no va y, si escuchamos, es porque somos unos cotillas. Piano, piano. Esa Iglesia desobediente se financia con el dinero de todos, creyentes y no creyentes, por tanto, está obligada a respetar a los no creyentes... o prescindir de su financiación. Ánimo, que pruebas más difíciles se han dado. Si los curas encuentran imposible dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César porque también quieren quedarse con esta parte, la del Cesar, tendrán que aguantar que los ciudadanos normales digamos lo que pensamos sobre la Iglesia cuando esta se expresa en lo que nos afecta, hágalo en un templo o en un partido de fútbol.

Esto sin contar con que los curas se afanan en difundir sus prédicas y doctrinas a los cuatro vientos, por encima de sus rebaños, a través de sus propios medios de comunicación. Esos medios hablan a todo el mundo, no solo a los miembros de la secta católica. Y lo hacen con el dinero de todos, tanto si no rellenan la casilla de la Iglesia en la declarción del IRPF como si lo hacen, cual es el caso, parece ser, de Pablo Iglesias, quien rellena la casilla de la Iglesia.

Por tanto, todos tenemos derecho a opinar sobre Cañizares ya que Cañizares se lo arroga para hablar de los deberes ciudadanos. Imáginese: lo que dice sería lo que dijera un conciliar de Trento de habérsele pasado por la cabeza que pudiera haber gays y en igualdad de derechos y no quemados vivos o que las mujeres reclamaran igualdad con los varones sin acabar de inmediato también quemadas vivas por brujas. 

Cañizares va contra el avance de las costumbres, las libres relaciones entre las personas, la emancipación social. Va contra la evolución de la sociedad a los efectos de que todo el mundo pueda realizar sus proyectos vitales y vivir una vida plena. Esta vida plena exige autonomía del individuo, libertad de elección y responsabilidad por sus actos. Nada que ver con las imposiciones fanáticas e intolerantes de un clérigo que, en realidad, no sabe de lo que habla.