diumenge, 14 de febrer del 2016
Delicias del patriarcado: mujeres, niños
dijous, 20 de novembre del 2014
Los Romanones.
divendres, 10 de febrer del 2012
Dicen los obispos.
Algunas de estas declaraciones vergonzosas ¿no son constitutivas de delito? ¿Negar el Holocausto no es delito? Si no son ilegales son profundamente inmorales. Está claro que estos pastores del pueblo de Dios han olvidado lo que dice Cristo en Mateo 18, 6: "más valiera a quien escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí atarse una piedra de molino al cuello y tirarse al fondo del mar".
Culpan a los niños de los abusos que sufren. Creyéndose Cristos, piden perdonar a los curas pederastas porque "no sabían lo que hacían". Justifican el abuso y violación de las mujeres que aborten. La tienen tomada con los homosexuales y vienen a decir que la condena a los abusos de los niños es una novedad frente a prácticas anteriores, se entiende, "legales" y "normales".
Teniendo en cuenta que la pederastia es una aberración predominantemente masculina, ¿no son repulsivas estas declaraciones de hombres, so pretexto de que no lo son?
(La imagen es una foto extraida de la página web de FB de Leontopodium Alpinum, bajo licencia de Creative Commons).
dimecres, 23 de març del 2011
La hipocresía de la Iglesia.
En estos días están debatiéndose en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en su 16º período de sesiones, asuntos relativos a la Declaración de las Naciones Unidas sobre derechos humanos, orientación sexual e identidad de género que se aprobó en diciembre de 2008 a instancias de la Unión Europea, presidida entonces por Francia. La han firmado unos 67 Estados, los Estados Unidos lo hicieron en 2009 ya con Obama porque Bush, lógicamente, se negó. Faltan los demás y de ellos se oponen decididamente 70 porque la declaración pide que se despenalice la homosexualidad en todo el mundo. Obsérvese: no que no se discrimine a los homosexuales o no se les nieguen unos u otros derechos sino que no se les encarcele o ejecute.
Pues bien, el representante permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas, el arzobispo Silvano M. Tomasi, se opuso ayer a que se despenalice la homosexualidad con el siguiente discurso, monumento al sofisma y a la hipocresía. Ya lo hizo su antecesor en su día, cuando se presentó la propuesta en 2008. Monseñor Celestino Migliore se oponía a la despenalización porque crearía nuevas discriminaciones... en concreto en los países que no reconocen el matrimonio homosexual, que es lo que procupa a la Iglesia, siempre tan atenta a lo que hace la gente en la cama.
Pero es que monseñor Tomasi ha mejorado a monseñor Migliore porque, en lugar de invocar una causa tan ridícula, hace una fina distinción sosteniendo que la Iglesia reconoce el derecho de la gente a tener sentimientos gay, pero no a que los traduzcan en comportamientos. Es decir: sé gay si quieres, pero ojito con lo que haces. Es inevitable acordarse del artículo 16 de aquel increíble Fuero de los españoles de 1945 que rezaba: "Todo español podrá expresar libremente sus ideas mientras no atenten a los principios fundamentales del Estado", uno de los cuales era que la religión católica era la del Estado. Como lo sigue siendo, según el vigente Concordato de 1953, acordado entre el Vaticano y el Estado español en nombre de la Santísima Trinidad.
Lo verdaderamente hipócrita de la declaración de Monseñor Tomasi es que viene precedida de una especie de jaculatoria en la que se recuerda cuán decididamente se opone la Santa Sede a toda violencia que se ejerza contra la gente a causa de sus sentimientos y pensamientos sexuales o sus comportamientos sexuales. Comportamientos. Bien, la Iglesia no puede ignorar que hoy hay 70 países en el mundo que consideran la homosexualidad como un delito penal y en once de ellos (Irán Arabia Saudita, Yemen, etc) penado con la muerte.
¿Cómo diablos, Monseñor, se puede estar en contra de despenalización de la homosexualidad y decir al tiempo que se condena toda violencia ejercida contra los homosexuales? La cárcel y la muerte, ¿no son violencia? El ahorcamiento ¿no es violencia?
Ahora que en España toma nuevos bríos un movimiento laico a propósito de la lucha contra las capillas en las Universidades y (es de esperar, otros espacios públicos: ¿qué pasa con los aeropuertos?), conviene saber de qué y de quién se está hablando. Se está hablando de gente que pide libertad para imponer sus creencias en donde no corresponde pero aplaude que se ejecute a otros por tener (y practicar) creencias distintas en cuanto a su vida sexual; es decir, gente a la que parece bien el asesinato.
Como la capacidad para la hipocresía y la mixtificación es fabulosa, debe recordarse que quienes pedimos la despenalización de la homosexualidad, en realidad pedimos la despenalización de todas las relaciones sexuales entre adultos que saben lo que hacen y consienten libremente. No estamos pidiendo la despenalización de la pederastia. Aunque a muchos curas les vendría de miedo.
Por último, la causa por la despenalización universal de la homosexualidad necesita cuantos apoyos pueda conseguir. Quien quiera colaborar, puede hacerlo.
(Las imágenes son un dibujo de Felicien Rops de 1879-1880, titulado Hipocresía, y una foto del sitio web de apoyo a la despenalización universal de la homosexualidad en las Naciones Unidas en la que se ve a dos adolescentes homosexuales a punto de ser ahorcados por homosexuales).
dissabte, 13 de novembre del 2010
¡Ay, Benedicto XVI!
¡Ay, ese cura párroco de un pueblito de Castellón al que han detenido por un asunto de pornografía infantil!
Asustadas, las autoridades han procedido con sigilo máximo y actuado en secreto. Las informaciones periodísticas no dan el nombre del detenido, ni siquiera con las socorridas iniciales. Sin embargo lo saben todos los vecinos del pueblo con lo que no tardará en estar en la red. La jueza lo ha puesto en libertad a pesar de que el fiscal pedía prisión comunicada.
¡Ay del Papa que no hace diez días vino con la fusta moral para azotar a este pueblo de apóstatas al decir de monseñor Rouco que no se anda por las ramas de la diplomacia vaticana!
Los ánimos están muy caldeados con la pederastia en la Iglesia En estas circunstancias la presunción de inocencia no se abre camino así como así. Hay una manifiesta tendencia a convertir las acusaciones y sospechas en certidumbres incuestionables. Antes de condenar al cura hay que ver si es culpable.
¡Ay de la Iglesia que aparece ligada a incontables casos de pederastia y todo tipo de abusos! Ya empieza a ser difícil convencer a la gente de que las personas morales no delinquen, que la Iglesia no delinque, que delinquen los eclesiásticos, los curas, las personas físicas. Nada extraño por lo demás: también habría que convencer a monseñor Rouco de que las sociedades no apostatan, que apostatan los individuos que es a los que se puede quemar vivos por herejes. Nadie ha quemado jamás una sociedad.
Pero el obispo de la diócesis, dada la decisión que ha tomado de suspensión cautelar del ministerio y sus declaraciones, viene a admitir la veracidad de las acusaciones.
¡Ay del clero cuyo voto de castidad se rompe con tanta facilidad como frecuencia! ¿No debiera replantearse la disparatada regla del celibato? Por supuesto que eso no remedia la pederastia; pero alivia la presión. De hecho los abusos son una cuestión básicamente católica.
¡Ay de una religión tan inhumana, injusta e hipócrita! Una religión que niega la igualdad entre el hombre y la mujer; que no se atreve a condenar también expresamente la homosexualidad pero despoja a los homosexuales de sus derechos como son el de contraer matrimonio o acceder al sacerdocio
El discurso eclesiástico es tan absurdo, tan anticientífico, tan ajeno a la realidad que la gente vive día a día que no se explica cómo le quedan seguidores. ¿Qué base hay, fuera ya de la pura alucinación del perturbado, para afirmar que se dé una relación entre la homosexualidad y la pedofilia distinta de la que haya entre la pedofilia y la heterosexualidad?
Un aspecto monstruoso de este delito es su carácter tecnológico industrial. Dice la autoridad que el párroco (supuesto que haya sido él) no grababa los archivos. Parece obvio pues es harto difícil grabar 21.000 archivos pedófilos en un pueblo de 2000 vecinos de los que, como mucho, 300 estarán en la edad que los pedófilos valoren y que, además, no se note. Porque dice la alcaldesa del lugar que en quince años de ejercicio no habia habido motivo alguno de queja. Pero los 21.000 archivos, según la policía, ocupan 600 gigas, que es mucho. Los discos duros de los PCs normales andan entre los 250 y los 500 gigas. Es un ordenador potente, que mueve mucha información. Es decir, esa computadora probablemente es un centro de reparto; ya no es consumo de pornografía infantil sino distribución.
¡Ay del Papa! ¡Ay de la Iglesia! La Inquisición, los autos de fe, las excomuniones, los interdictos, la guerra santa... todo en pro de una organización corroída por el nefando delito de la pederastia.
¡Ay del Papa, antiguo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que encubrió los delitos! ¿Cómo pueden los obispos estar avergonzados y humillados y seguir siendo obispos? La vergüenza y humillación ¿es ajena o propia?
Y, en todo caso, ¿es lo propio de quien se siente humillado y avergonzado venir a zaherirnos, a recriminarnos nuestras decisiones y costumbres, a regañarnos y, para colmo, a reevangelizarnos desde una superior estancia moral?
"Dejad que los niños vengan a mí" (Mc., 10, 14), dijo aquel de quien hablan los Evangelios.
¿No son los curas los que han de reevangelizarse? ¿No es el Papa?
(La imagen es un cuadro de Jean Paul Laurens, titulado Sixto IV y Torquemada, 1882).
dissabte, 30 d’octubre del 2010
Sigue la dragomaquia.
Sorprendente la indignación y el escándalo públicos que ha suscitado el episodio de las lolitas japonesas que cuenta Dragó en su último libro en colaboración con Boadella. Y el primer sorprendido parece ser él mismo pues, aunque en algún otro lugar se ufana de que su madre lo comparara con el héroe de con él llegó el escándalo, no ha aguantado la arremetida y ha dado todo género de confusas y timoratas explicaciones, desdiciéndose y rebajando su relato al nivel de una baladronada sexual de sobremesa de machos o billar de barrio. Se ha demostrado una vez más que en estos casos el reconocimiento de los hechos, el repliegue, el arrepentimiento (aunque sea indirecto y por deducción) no solo no tranquiliza los ánimos sino que parece cebar el ultraje.
Hay voces en los medios, grupos en Facebook, iniciativas en otras redes, un clamor en las ediciones digitales de la prensa pidiendo que se expulse a Dragó de los diversos lugares en los que trabaja, que se retiren sus libros y que se le procese por pederasta. Estos designios suelen ir acompañados de acaloradas diatribas en contra del personaje a quien a estas alturas ya han llamado de todo. Y la verdad es que uno siente ante ello no solo cierto cansancio por lo exagerado de la escandalera pública sino también la incomodidad íntima de estar siendo arrollado por una oleada de hipocresía y falsedad al estilo de La letra escarlata.
No presumo de original y confieso que me sucede como a muchos de mis compatriotas, que encuentro a Dragó insoportable a causa de su narcisismo, su exibicionismo y la vacuidad de sus propósitos. Algo de esto debe de haber en la indignación generalizada en su contra: muchos le tenían ganas por sus provocaciones, el carácter desinhibido de su actuación pública y han aprovechado la circunstancia para cargar contra él, liberando así su resentimiento. Otros tendrán otras motivaciones pero, en definitiva, da la impresión de una gran desmesura entre el hecho en sí y la repercusión que está teniendo.
Por más que lo acusen y, en su ignorancia, se acuse él mismo de haber cometido un delito (si bien éste ha prescrito a decir del autor), no hay tal. Si las chicas con las que Dragó hizo lo que hiciera, pues a estas alturas ya ni está claro si llegó a saludarlas, tenían trece años cumplidos, no hay prescripción porque no hubo delito ya que los trece años es la edad que marca el código penal para reconocer la del llamado consentimiento. Follar con un chaval o una chavala de trece años no es delito si media su consentimiento.
No obstante, se insiste, ese impresentable confiesa haberse acostado con dos menores, presume de ello, las maltrata verbalmente, en definitiva es un pederasta que no merece estar en la tele, en la feria del libro ni en parte alguna. Pero esto no es tan sencillo. Lo del maltrato verbal, la burla y el tono zafio es marca de la casa de este mitómano compulsivo pero el problema reside en la fijación de una mayoría de edad "de consentimiento" que está muy por debajo de la mayoría de edad civil y penal. Así que, efectivamente, lo de Dragó fue con unas menores, pero no con unas menores sexualmente hablando y esto hace que su comportamiento pueda tildarse de inmoral pero no de ilícito o delictivo.
El caso es que el asunto no tiene arreglo. Es obligado fijar unas edades (13, 14, 16, 18 años) para los distintos tratamientos jurídicos de las personas afectadas. En estas condiciones, cuando la gente piensa en que la edad de consentimiento es de trece años, una de las primeras cosas que hace es personalizar la experiencia: ¿qué haría yo si mi hija de trece años se liara con un tipo como Dragó? Es fácil adivinar las respuesta unánime; de hecho es la que hay. Y sin embargo esa hipotética hija estaría en su derecho y el tipo también. No habría otro remedio que rebajar la mayoría de edad civil a los trece años o subir la de consentimiento a los 18 y ambas medidas son, fácilmente se ve, sendos disparates. Quien piense que un chaval de trece años tiene discernimiento para celebrar un contrato, por ejemplo, vive en el limbo. A la inversa, quien crea que puede obligar a los chavales a no tener relaciones sexuales antes de los 18 años no ha tratado con adolescentes. Así que, sea lo que sea lo que Dragó haya hecho con las lolitas (en su primera versión todas las locuras que quepa imaginar; en la segunda nada que no pueda contemplar una honesta familia del Opus cargada de hijos), no hay delito. No habiendo delito, Dragó puede hacer lo que quiera y quienes lo llamen "perverso" o "degenerado" que tengan la gentileza de explicar más detenidamente qué quieren decir esos términos. En mi opinion, nada; carecen de sentido.
Pero es que tengo la intuición de que tanto ultraje público, tanto rasgarse la vestiduras y clamar al cielo justiciero, delatan un grado elevadísimo de hipocresía que produce tanto rechazo como la pedestre vanidad del interesado. Una intuición fundada en datos firmes, en estadísticas muy reveladoras. Veamos: las páginas pornográficas son las más numerosas y las más visitadas de la red. En 2006 había más de cuarenta millones de sitios web de sexo y más de cuatrocientos millones de páginas web de sexo (Internet Pornography Statistics); hoy serán el doble. El consumo, acorde con estos datos: hay 75 millones de visitas mensuales a las páginas de sexo. De esas, a su vez, más de 13 millones van a páginas de sexo con adolescentes, de las que había más de dos millones. La pornografía y la pornografía juvenil son negocios boyantes en la red. Y eso sin contar el consumo de vídeos pornográficos de los que, por cierto, España es el cuarto fabricante mundial, después de los Estados Unidos, los Países Bajos y el Brasil.
No creo exagerar si digo que una parte alícuota de esos millones es española y muchos de los que la componen se contarán entre quienes se manifiestan en público indignados, pidiendo todo género de castigos para Dragó.
Luego está ese argumento según el cual la literatura no delinque y al que se ha apuntado la derecha a toda velocidad para tratar de exculpar a Dragó según su invariable procedimiento de que los suyos no desbarran. Lo han hecho Esperanza Aguirre, aprovechando su gran saber literario que le viene de ser pariente de Gil de Biedma y el portavoz del PP, González Pons al que han soplado que un tal Nobokov tiene mucho de culpa en esto. Desde luego que la literatura no delinque y quien crea que una novela es una guía para la acción práctica no sabe de qué habla. Sobran por tanto las referencias a García Márquez y a Bukowski (que es a donde llega la cultura literaria del momento) como sobrarían las de Mandiargues, Borroughs, Henry Miller, D. H. Lawrence o Sade. Y sobran porque las baboserías de Dragó sobre las lolitas no están en contexto literario alguno sino en libros de memorias y confesiones. Y, lo dicho, mientras sus manifestaciones respeten el límite que marca la ley, no delinquen pero sí pueden enjuiciarse a la luz de la moral, el buen gusto, la elegancia y la agudeza de ingenio y tratándose de un hombre que está en nómina de una tendencia política como los bufones en la corte de los Austrias, ¿había alguna duda de que serían inmorales, zafias, groseras, romas y ásperas como la piedra pómez? Y eso sin contar con que, a tenor de otras manifestaciones en otros terrenos, el pavo alcanza las máximas cotas de cobardía y estupidez.
(La imagen es una foto de Rafel Robles L., bajo licencia de Creative Commons).