Los de C's están cubriéndose de gloria. Su comportamiento en las últimas fechas es estrafalario. En las redes -esas corralas tecnológicas del sarcasmo- abundan las opiniones de quienes dicen que el ultimátum es un paripé, término muy frecuente hoy día que según eel DRAE procede del caló "paruipén" y significa "cambio", "trueque". El hecho de que sea trueque engañoso le viene, probablemente, de que es caló. Con el ultimátum, que suena casi a cañonazo, se quiere vestir la más que acordada claudicación de C's ante el inmovilismo del PP.
No será Palinuro quien avale esa interpretación sin más. Seguro que todos los intervinientes están tomándose las cosas muy en serio. Pero admitirán los seguidores de Rivera que en unas negociaciones en las que ni siquiera quienes proponen las medidas aquilatan su alcance, hay poco margen para lanzar ultimátums. Un ultimátum equivale a un "aceptas está resolución en x horas" o rompemos las negociaciones. Lo primero debe ser que la resolución sea clara y no ambigua, ondulante y vagarosa. Si, además, el que ha de aceptar no acepta nada ni tiene intención de hacerlo y sabe que puede permitírselo, habremos de admitir que el ultimátum es algo fuera de sentido. Si los de C's quieren que los del PP los tomen en serio lo necesario no es lanzar un ultimátum. Es dar un portazo. Si los del PP quieren llegar a un acuerdo, ya llamarán a la puerta.
El otro ultimátum es por pasiva y consiste en el chantaje de Rajoy de "me votáis o hay elecciones el día de Navidad", cosa que tiene al personal sublevado porque es una jugarreta infame. Por eso, un acierto la propuesta del PSOE de reformar ipso facto la LOREG para acortar la campaña electoral a una semana. Agradecimiento eterno: la gente no tendrá que ir a votar con la servilleta anudada al cuello, nos ahorraremos un dineral y se reducirá a la mitad el fastidio de los mítines, las declaraciones, entrevistas, tertulias, debates en los cuales los cuatro mismos líderes que ya han fracasado dos veces tendrán que ingeniárselas para que alguien les preste atención.
La propuesta es una diana, además, porque deja a Rajoy de pronto ante la disyuntiva de mantener el 25 de diciembre (mediante medidas dilatorias) o tragar con el adelanto. Es decir que, como siempre con este gobernante tan parecido a varios personajes del cine cómico, en este caso del inspector Clouseau, su intriga se le ha vuelto en contra.
Por lo demás, se vote cuando se vote, votar está perfilándose como la decisión más acertada, antes de perder el tiempo en nuevas negociaciones con Podemos y C's que tampoco llegarán a nada porque ni el PSOE parece dispuesto a revisar su actitud contraria al referéndum, ni Podemos a sentarse con C's. En realidad, los dos emergentes han resultado un fiasco por pura inexperiencia.