Innecesario decir que el poder ideológico de la derecha acentúa el discurso unitario con pleno respaldo del poder económico y del militar. Eso hace que su poder político sea sólido, presentado como tal por los medios que controla el poder económico, que no sea nunca precario, ni siquiera cuando se encuentra en minoría.
dimecres, 12 d’abril del 2017
El poder político
Innecesario decir que el poder ideológico de la derecha acentúa el discurso unitario con pleno respaldo del poder económico y del militar. Eso hace que su poder político sea sólido, presentado como tal por los medios que controla el poder económico, que no sea nunca precario, ni siquiera cuando se encuentra en minoría.
dimecres, 12 d’octubre del 2016
El vacío de poder en España
dimecres, 13 d’abril del 2016
Vacío de poder en España
divendres, 8 d’abril del 2016
El pito del sereno
Porque, en el fondo, el Parlamento y el Tribunal Constitucional españoles son dos pitos del sereno.
divendres, 11 de març del 2016
Engaños del poder
dilluns, 16 de març del 2015
El conferenciante desdoblado.
Nunca he tenido muy claro lo de la identidad y la dualidad, por no decir la multiplicidad. Por eso frecuento la tertulia de Luigi Pirandello, en donde suelo encontrar a Italo Calvino y Franz Kafka tomando café y charlando animadamente sobre esa nueva promesa de Paul Auster. Son magos del "yo" que te ayudan a no tomarte muy en serio el tuyo.
dimecres, 10 de desembre del 2014
El gobierno, contra los jueces.
La conversión de la justicia en justicia del Príncipe, al servicio del poderoso, y en contra del débil destruye el fundamento mismo del Estado de derecho y la democracia que los gobernantes dicen defender. Lo dicen y también sin mucha convicción porque no les hace falta. Que Cospedal salga por la televisión afirmando que el PP es el partido que más ha hecho contra la corrupción no puede refutarse en el terreno empírico de los hechos porque la buena señora se obstina en asegurar que son lo contrario de ellos mismos con la misma cómica seguridad con que el Sombrerero Loco explica a Alicia que allí no se celebra una fiesta de cumpleaños sino de no-cumpleaños.
Paralizar el proceso de la Gürtel hasta después de las elecciones, como interesa al gobierno y su partido, presupone la idea de que, de aquí al día de la votación, la gente se olvidará de la corrupción y del hecho verdaderamente escandaloso de que sean sus responsables quienes le soliciten el voto. Suena absurdo, ¿verdad? Pero también suena absurdo que alguna vez haya podido oírse el grito de ¡vivan las caenas! Y se oyó. Él y alguna variante todavía más aleccionadora sobre la mentalidad del pueblo español como el de ¡Vivan las caenas y muera la Nación!
dilluns, 24 de febrer del 2014
Hablando de democracia
dimecres, 15 de gener del 2014
El Estado (presuntamente) delincuente.
(La imagen es una foto de La Moncloa aquí reproducida según su ”aviso legal”).
dissabte, 7 de desembre del 2013
Suma de poderes.
¿Que qué es "ofensas a España"? Lo que en tu tiempo se llamaba blasfemia.
dilluns, 18 de novembre del 2013
Poder y contrapoder.
El segundo aspecto retorna a un ámbito más especulativo, al manejar las diversas –y más citadas- concepciones actuales del poder, cruzando los las categorías de Steven Lukes, con el enfoque conductista de Dahl y Polsby y el selectivo de Bachratz y Baratz. En nueva manifestación de su espíritu pedagógico, Gil Calvo arma un nuevo cuadro con tres dimensiones del fenómeno y una típica coda comunicativa (p. 48) que nos permite abordar cuestiones reales y actuales. Así remite a la tercera dimensión de Lukes la formación de una “coalición dominante” española a la que atribuye la gestión de la transición, compuesta por “la élite del franquismo, la oposición antifranquista, el episcopado, el generalato y la oligarquía financiera e industrial”. Buena enumeración en la que solo cabría echar en falta los ideólogos, intelectuales y/o propagandistas cuya falta no puede deberse a irrelevancia, pues fueron decisivos (basta hojear la Constitución de 1978, texto clave, repleto de sabiduría profesoral), sino al descuido originado quizá en la familiaridad. Esa "coalición dominante", a juicio del autor, resultó funcional para el mantenimiento de statu quo hasta que el Diktat europeo obligó a una reforma servil de la Constitución en mayo de 2010 que ha puesto patas arriba el sistema. De ella surgió el “no nos representan” (p. 56) en donde ya se echa de ver a qué finalidad orienta el autor su obra: dar cuenta de la innovación y comunicarla, en un momento en que los intelectuales parecen haberse quedado mudos o balbucean consignas frentistas. Tarea de comunicación en la que Gil Calvo distingue los tres momentos decisivos que ya no abandonará y dan entrada a la mencionada metáfora cinematográfica del priming, el framing y el storytelling (p. 57), dicho sea en lenguaje castizo.
dilluns, 30 de setembre del 2013
Lección inaugural en la UNED.
Actualización a las 20:30 de hoy. Ya está subido a la red el vídeo completo del acto de inauguración: aquí. En él se encuentram las intervenciones completas de la secretaria general de la UNED, un servidor, el secretario de Estado de Universidades y el rector, Alejandro Tiana Ferrer. Igualmente el texto completo de la lección inaugural que en la exposición oral hube de resumir por razones de protocolo.
dissabte, 16 de febrer del 2013
Frenos y contrapesos.
dissabte, 11 de febrer del 2012
¿Para qué sirve el poder?
Está clarísimo: sirve para conseguir que los demás hagan o dejen de hacer lo que el poderoso quiere o deja de querer. Es una facultad de obligar a los otros a un comportamiento que, de no ser así, no tendrían. Esa facultad se puede ejercer, según quiere la sabiduría popular, por las buenas o por las malas. Es un modo claro y llano de enunciarlo que, a veces, toma formas coloquiales ("yo, por las buenas, soy muy bueno; pero, por las malas...") y, a veces, se reviste con egregios ropajes teóricos, aunque en esencia sea la misma reflexión. Así Joseph Nye, distingue entre poder blando, soft power (las "buenas") y poder duro, hard power (las "malas"). Es la última racionalización y tampoco muy original pues ya los romanos, como todo el mundo sabe, distinguían entre la auctoritas (las "buenas") y la potestas (las "malas"). El poder, como el dios Jano, tiene dos caras, la amable y la hosca y un solo cuerpo, el armado, pues los dos rostros, que son máscaras, anuncian una misma realidad: la fuerza. El rostro hosco la evidencia; el amable, la cela. Pero el poder descansa siempre sobre la fuerza porque, cuando se hace "blando" no porque no quiera emplear la fuerza sino porque carece de ella, deja de ser poder y alguno de los que tendrían que obedecerlo, se impone en su lugar. El poder es siempre fuerza. Esta se reviste de la majestad de la ley. Pero la ley es siempre también fuerza. Así ha sido desde el comienzo de los tiempos y, por lo que sabemos, seguirá siendo hasta el fin de estos. Las formas prácticas de la fuerza varían. Al principio eran porras y hoy son drones; y siempre fuerza. El poder.
En nuestra sociedad el poder se conquista ganando elecciones. También puede conseguirse de otras formas, pero hoy por hoy no se estilan. Se han impuesto las elecciones que cumplen una función legitimatoria a la que el poder es siempre muy sensible. Se ganan las elecciones y se avoca el poder del Estado, se toma posesión de este, se decide lo que publica el BOE, como dicen los castizos, que es el pasquín del poder. Es lo que ha hecho la derecha al ganar las elecciones del 20-N, ocupar lo que los marxistas althusserianos llamaban los "aparatos represivos e ideológicos del Estado" y valerse de ellos para formular un discurso socialmente hegemónico, imponer sus criterios, sus puntos de vista, sus opiniones, su ideología. Viene acompañada asimismo de unos aparatos ideológicos de la sociedad civil (los medios de comunicación, la iglesia católica, las universidades y think tanks conservadores) que la han catapultado al gobierno. Y no ha perdido ni un segundo, sino que ha pasado al ataque directo: el ministro de Cultura ha puesto en marcha la "Ley Sinde", ha elevado los toros a la categoría de patrimonio cultural o cualquier otro dislate y ha suprimido la Educación para la ciudadanía. El de Justicia restringirá el aborto y ya veremos qué sucede con los matrimonios gay. La ministra de Sanidad saca de la libre circulación la píldora del día siguiente. El de Industria se carga las energías renovables. El de Agricultura va a reducir el medio ambiente a mitad de cuarto de ambiente y los ministros económicos, con el Presidente a la cabeza, prácticamente han implantado el despido libre, después de haber subido los impuestos directos y el IBI.
Es un ataque en regla, coordinado, en todos los frentes. Y el gobierno lo ha hecho, lo está haciendo, sin precuparse poco ni mucho en consensuar nada a pesar de lo que Rajoy decía en la campaña electoral porque, con su mayoría absoluta, no le hace falta. Tiene el poder. Tiene todo el poder. Y lo ejerce. Y legiones de comentaristas, tertulianos, plumillas, analistas lo justifican día a día.
En estas condiciones aquellos sectores sociales que se sienten más cercanos a las concepciones conservadoras, considerándose amparados por el poder, se crecen y actúan con el mismo aplomo y falta de escrúpulos que aquel. La iglesia cuestiona no ya los matrimonios gays sino la legalidad de la misma homosexualidad y, si puede, suprimirá el aborto y (ya sería tocar el cielo de San Pedro con la mano) el divorcio. Tengo para mí que la decisión del Tribunal Supremo sobre Garzón no hubiera sido tan dura de no sentirse los magistrados de antemano amparados por el poder político. Igual que el famoso jurado valenciano absolvió a Camps y que se le andan buscando las cosquillas al juez instructor del caso Urdangarin.
Y ¿qué decir de la Real Academia de la Historia? Los académicos se retractan de su compromiso de revisar las tergiversaciones más groseras y, con una mentalidad infantil que maravilla en personas de tan avanzada edad, creen que conseguirán imponer su visión de la realidad en un mundo en el que hay pleno acceso a la información. Es ridículo pues, se pongan como se pongan y escriban lo que escriban, el franquismo fue una dictadura totalitaria, criminal y genocida y su diccionario la última muestra de su aparato de propaganda.
Porque ese es límite del poder, el que este nunca llega a pasar ya que puede obligar a hacer pero no a pensar. Ningún poder puede imponerse al pensamiento ni al juicio. Por eso la oposición al poder, en este caso la izquierda, se formula siempre en el terreno del pensamiento. La izquierda es fundamentalmente teórica, especulativa. Se enfrenta a la realidad, trata de comprenderla, de criticarla, de conseguir formas de mejorarla y superarla. Pero las teorías son múltiples (basta con observar cuántos sentidos del término "izquierda" maneja la izquierda), forman cacofonías ensordecedoras en las que no hay manera de ponerse de acuerdo porque se basan en opiniones, en juicios de valor entre los que no es posible decidir racionalmente sino solo por un acto de fuerza, de poder.
Y ahí está el problema, en que la izquierda no tiene poder si no está en el gobierno, pues carece de la batería de "aparatos ideológicos" con que cuenta la derecha. Y, cuando está en el gobierno tiende a ejercerlo no en beneficio exclusivo de su hegemonía sino en el del conjunto de la colectividad. Suele así decirse con cierto amargo cinismo que, cuando la izquierda está en el gobierno, tiene el gobierno, pero no el poder. Pero mucho peor está cuando no tiene el gobierno, cuando, como ha sido el caso, pierde las elecciones, cosa que le sucede por esa situación de fraccionamiento que la caracteriza, ese antagonismo interno que la corroe, esa generalizada animadversión que la divide en una miriada de organizaciones a la gresca, tanto más pequeñas e irrelevantes cuanto más radicales, según la ley que tan brillantemente se expone en La vida de Bryan. Se genera así una situación de impotencia en la que unos aceptan estar más expuestos a los ataques de la derecha con tal de que también lo estén los otros.
Es una situación lamentable para la izquierda, pero no se le ve solución pues, aun siendo seguramente mayoritaria en conjunto, no es capaz de impedir que las clases dominantes, las que han gobernado el país en el siglo XIX y casi todo el XX vuelvan a acupar el poder que consideran suyo por derecho divino, empleando una mezcla de dogmatismo y pragmatismo que la izquierda jamás consigue. La derecha impone su programa máximo: orden, disciplina, religión, autoritarismo, sacrificios, restricción de derechos en todos los campos, jerarquía, explotación del trabajo porque dice que es el orden natural de las cosas, el que está consagrado por la tradición y, llevado al extremo, la voluntd de Dios. La izquierda no admite el iusnaturalismo, la tradición no le parece respetable pues consagra la injusticia y la desigualdad y tiene a Dios por una quimera y a todo ello contrapone la razón. Pero la razón no existe sino que existen las razones en perpetua pugna que solo es posible resolver mediante un acto de fuerza, mediante el poder. Para eso sirve el poder; quien no lo tiene, no existe. Ha de recuperarlo si quiere volver a la existencia.
(La imagen es una foto de La Moncloa, correspondiente a la Pascua Militar de este año y está en el dominio público).
dijous, 6 d’octubre del 2011
La farsa del poder y el poder de la farsa.
Hace unos días se celebró en la capital del Reino uno de esos actos de boato y relumbrón que dan la medida de la altura intelectual y moral de nuestro tiempo y nuestro país. Se presentaba el último libro de Pedro J. Ramírez, una obra que, al parecer versa sobre los agitados y decisivos meses que van desde la ejecución de Luis XVI el 22 de enero de 1793 (el dos de pluvioso del año I de la Revolución francesa) hasta el reinado del terror del Comité de Salud Pública con la derrota de los girondinos a manos de los montagnards del 27 de mayo al 2 de junio de 1793 (8 al 14 de pradial del mismo año I). Según se dice es un ensayo de historia al tiempo que una especie de fábula sobre los peligros de la democracia a manos de las turbas radicalizadas, que dan un golpe de Estado e imponen un régimen tiránico. Una metáfora acerca de la amenaza que suponen los indignados (esa chusma de extrema izquierda, al decir de Aznar) para el funcionamiento de la democracia representativa española.
Pero lo importante del acto no reside en el contenido de la obra, que ya habrá tiempo de comentar, sino en la versallesca dinámica de grupo que se organizó en estos momentos de presumibles cambios en las relaciones de poder y la necesidad de la caterva de aduladores y tiralevitas de ocupar buenas posiciones de salida para la nueva época y los nuevos repartos de prebendas, cargos e influencias.
Que el libro no debe de tener mucho que ver con la historia lo atestigua la presencia en la mesa del Director de la real Academia de la materia, Gonzalo Anes, principal responsable de la edición de un Diccionario Biográfico Nacional a imitación del correspondiente de Oxford de 1885 (reeditado y actualizado en 2004) y en el que entre otras prestidigitaciones se oculta que Franco fue un dictador que es justamente lo único que fue.
Si la capacidad del historiador sobrevenido se acerca a la que muestra para manipular la realidad presente como adalid del periodismo amarillo, probablemente de la Revolución francesa quedará poco en el texto. Pero este asunto es aquí indiferente (hasta es posible que el libro esté bien) porque es esa posición de jefatura de la prensa amarilla la que, gracias al papanatismo y la ramplonería de nuestro país, sitúa al autor en una posición de poder que bastantes envidian, muchos temen y casi todos adulan con el espinazo doblado.
Al acto de glorificación del director de El Mundo acudió una nutrida representación del establecimiento político y económico, signo inequívoco del poder mundano. Pedro J. manda mucho y todos le rinden pleitesía. Es cierto que no asistieron historiadores de verdad ni intelectuales, salvo que se considere tales a los paniaguados que el presentado tiene a sueldo en su periódico, quienes se hicieron lenguas del escrito en un país en el que hablar bien de un libro de alguien que no esté muerto se entiende normalmente como un acto de adulación. Y normalmente lo es.
También asistieron Rajoy, Aguirre, Cospedal y la plana mayor del PP, así como Rodríguez Zapatero. Lo dijo emocionado José Bono, ese indescriptible político de la derecha socialista más beata en encendidos trémolos de admiración: que la presencia del jefe del gobierno ya en funciones y el jefe del gobierno in pectore demuestra el poder de Pedro J. Menudo ditirambo de cantamañanas. Sólo le faltó añadir -y no por falta de ganas, sino de imaginación- que el homenajeado había conseguido lo mismo que el Papa, esto es, que los dos políticos más importantes del país se prosternasen ante sus borceguíes rojos.
El poder, ese atributo ante el que se rinden los bonos del lugar. El poder desnudo, crudo, sin preguntar por su legitimidad y su autoridad moral, el poder sin más, la fuerza. Ese poder fáctico que emborracha de tal modo a quien lo ostenta que acaba creyendo que sus fantasías y deseos son realidades. Ramírez piensa que es a él, a su persona y sus méritos a quien rinden pleitesía embajadores, banqueros, ministros y cortesanos, sin percatarse de que se la rendirían por igual a otro Ramírez, Pérez o Fernández que tuviera la misma falta de escrúpulos de valerse de un medio de comunicación para ensalzar su figura, favorecer sus intereses y ajustar cuentas con sus enemigos. Es una confusión intencionada entre el temor que su carácter agresivo y rencoroso inspira y un reconocimiento intelectual inane porque quienes lo prestan tienen menos valía que el que los recibe. Cosa que saben todos, pues necios no son. Pero escenifican la farsa entre luces, flashes y sonrisas porque es la farsa del poder.
Que al acto acudieran Rajoy y los suyos es lógico dado que representan una opción política que necesita el apoyo de los medios que controla el autor de la obra. Que también lo hiciera Zapatero, supuesto representante de una mentalidad progresista (de la que suelen hacer irrisión todos los allí presentes, empezando por Ramírez), abierta, democrática y tolerante no lo es y sólo se entiende como muestra de desorientación moral quizá producida por el fin de su mandato. De probar lo absurdo de la presencia de Zapatero en esa cuchipanda de ruedo ibérico se encargó el propio Ramírez por partida doble, la teórica y la práctica. En lo teórico alabó la categoría de Zapatero que, a diferencia de quienes sólo acuden a sus propios actos sectarios, es capaz de acudir a los actos sectarios de los demás. En lo práctico, al entonar estas alabanzas el director de El Mundo ya sabía que su periódico estaba a punto de iniciar una de esas campañas amarillas contra el gobierno, en concreto el ministro de Fomento, Blanco, a base de las acostumbradas acusaciones sin pruebas procedentes en este caso de un empresario procesado por supuestos delitos y que, probablemente, las usa como estrategia de defensa. Es decir, el presidente queda cornudo y apaleado si bien con una sonrisa que deja a sus electores preguntándose en qué estarían pensando cuando votaron por alguien así.
La humillación ante el poder es un círculo que produce pingües frutos a quienes la practican. El propio Ramírez, husmeando la próxima victoria de Rajoy, de quien hacía chistes no ha mucho, había anunciado su disposición a acudir en socorro del seguro vencedor; él y la opinión pública, de la que se piensa señor merced al uso que hace de sus medios. Un bonito carrusel de recíprocas reverencias en el que el director tira de la levita al presidente in pectore y éste al director. Algo así como aquellos grupos de saintsimonianos que sólo podían abotonarse sus mandiles por detrás, para lo cual precisaban formar un círculo, con lo que ilustraban que todos necesitaban de todos. El periodista del político y el político del periodista.
Esta farsa del poder no se limita a El Mundo. Unos días antes, Cebrián, otro poderoso con su correspondiente claque de tiralevitas en El País, dispuestos a afirmar que el académico es un genio de las letras y un figura del pensamiento, había descubierto que Rajoy sí entiende bien el valor de Prisa, el mismo Rajoy que formaba parte del gobierno que en 1996 intentó meterlo en la cárcel junto al difunto Polanco. El poder rendido ante el poder es como las aguas del Leteo: hace olvidarlo todo en nombre de la conveniencia, incluida la dignidad, convertida en abyección ante los de arriba y soberbia con los de abajo. Democracia en estado puro.
(La imagen es una reproducción del cuadro del pintor "africanista" Lucien Jorez, titulado El discurso).
dissabte, 26 de febrer del 2011
Tres hombres y un destino.
Los tres hombres, muy distintos entre sí son Gadafi, Berlusconi y Camps. Gadafi es un apuesto barbián cuartelero; Berlusconi, un exuberante galán latino; Camps, un cacique de piadosa catadura. Pero su destino es el mismo: dar cuenta de sus actos, de los que son responsables a fuer de hombres, ante los órganos correspondientes, como cada hijo de vecino.
Ese es su destino, o debiera serlo porque los tres se han sublevado contra él y pretenden esquivarlo. Para lo cual los tres se escudan en el poder del que se valen no en interés de la colectividad sino en beneficio propio, al dictado del más primitivo instinto de los seres vivos, la supervivencia. En el caso de Gadafi probablemente en sentido literal pues la guerra en que ha metido el país es, como todas las guerras, a vida o muerte. En el caso de los otros dos, más en sentido figurado. La vida de Berlusconi ni la de Camps corre peligro, pero sí su condición jurídica que puede pasar de ciudadanos honrados e inocentes a delincuentes. Una muerte civil.
El poder político es al que se aferran; el de hacer las normas por las que se rige el común. Y, como se ve, ese poder político anda siempre rozando la guerra y, desde luego, el conflicto. Porque, ¿qué es lo que pretenden los tres parapetándose en el poder? De hecho lo que pretenden es que se les considere irresponsables de sus actos. Pero eso no se puede decir; es indecible. Así que se declaran prestos a rendir cuentas pero se valen del poder para impedir toda rendición. Gadafi a tiros; Berlusconi dictando leyes personales; Camps ganando unas elecciones.
En los tres casos el dinero es un elemento esencial, aunque cumple funciones distintas. En el de Gadafi se trata de una supuesta fortuna depositada e invertida en diversas partes del mundo. Una de esas montañas de dinero que los gobernantes cleptócratas acumulan en sus años de tiranía. Mobutu Sesé Seko era uno de esos ejemplos, y Duvalier en Haití, y Teodoro Obiang en Guinea o Ben Ali en Túnez. Supermillonarios que, en algún momento, deciden que hay que defender su riqueza a cañonazos.
Berlusconi posee otro tipo de fortuna. Acumulada mediante actividades industriales que puede que no hayan sido siempre legales. El acceso, o asalto, de multimillonario al poder se da en anticipación de algún proceso judicial por supuestas prácticas delictivas de carácter fiscal, financiero, etc. El dinero allana el camino al poder, como en los tiempos de Julio César o de los Medici o de los Rockefeller. Y el dinero permite conservarlo. No es disparatado pensar que el dinero es la argamasa que tiene unida a esa veintena de diputados procedentes de todos los demás partidos que han constituido un grupo independiente que se llama algo así como responsabilidad y garantiza que Berlusconi gane votaciones estando en minoría.
Berlusconi no solo gobierna en beneficio propio sino que se permite despreciar a los políticos a los que encuentra venales. Lo sabe él en sus libros de contabilidad.
El caso Fabra tiene unas dimensiones menos épicas pero más bufas. No parece que Camps se haya enriquecido como un Gadafi ni que tenga un fortunón que defender como Berlusconi. Nadie lo acusa de eso. Las acusaciones son de unas minucias, unos cohechillos, pero gracias a los cuales presuntamente otros se han llevado millones ilegalmente. Camps no puede liarse a tiros como Gadafi ni dictar leyes como Berlusconi; le falta poder. Así que ha decidido someterse al veredicto popular. Si se pretende juzgarlo mediante jurado, ¿qué mejor jurado que un plebiscito? De ese modo, el curita lleva meses componiendo la imagen del Ecce homo para que, al final, sea el pueblo el que lo aclame. Al margen de que haya o no tal aclamación, que está por ver, conviene recordar que la más afamada vez en que se recurrió a este proceder, el pueblo eligió a Barrabás. Claro que también podría ser Camps.
Pero el destino es común y tarde o temprano los tres tendrán que rendir cuentas de sus actos ante los órganos correspondientes que no son el ejército, el parlamento ni los electores sino los jueces. Y lo harán porque los tres son presuntos delincuentes.
(La primera imagen es una foto de El País, que dice es una toma de la TV libia. La segunda una de By Shealah Craighead, en el dominio público por ser una foto del Gobierno de los EEUU vía Wikimedia Commons. La tercera es de Carlesmari, bajo licencia de Creative Commons).