Mi artículo de elMón.cat de hoy, así titulado,
La dictadura espanyola y la democràcia catalana. La putrefacción del absurdo régimen español puesto en pie durante la transición es hoy evidente a los ojos de todo el mundo. Lo que ha pasado será objeto de numerosos estudios de historia. Cómo un régimen dotado de una Constitución hecha por sesudos legistas, que contaba con un apoyo social multitudinario y las simpatías del exterior, se ha convertido en una sórdida dictadura unipersonal de un indeseable al frente de una banda de ladrones dedicada a saquear el país. Una organización que empezó beneficiando al Rey anterior, (cuya fortuna de 1.800.millones de euros nadie ha explicado todavía) y ha seguido hasta el último concejal pepero de pueblo que se llevaba las cucharillas de los banquetes. En medio, todos los dirigentes del PP, empezando por M. Rajoy (a)
el Sobresueldos. Cómplice de este expolio a cargo del crimen organizado, de una mafia que se cobra sus venganzas, los partidos de la oposición, especialmente el PSOE que también tiene lo suyo robado en Andalucía a cuenta de los EREs, razón por la cual no solamente no hace oposición sino que apoya activamente a este gobierno corrupto, lo protege e impide que se investiguen sus crímenes.
Así ha sido posible llegar a esta situación insólita en el mundo occidental: un presidente corrupto, unos ministros reprobados que van dando lecciones de ética, un gobierno implicado en todo tipo de ilegalidades y juego sucio contra los adversarios, unos medios de comunicación literalmente a sueldo del gobierno y dedicados a mentir sin pudor alguno y un poder judicial indigno de tal nombre, compuesto por jueces siervos de los caprichos de los políticos que están instruyendo una causa política contra el independentismo y contra los principios elementales de la justicia.
Algún día coseguiremos poner nombre a esta desgracia de sinvergüenzas que ha caído sobre España como una plaga de Egipto: dictadura fascista es poco. Acabaremos consiguiéndolo. Y, por cierto, si lo conseguimos, será gracias a los catalanes porque a miseria moral e intelectual, cobardía, egolatría y estupidez no gana nadie a la izquierda española.
Aquí, el texto del artículo en castellano, un intento de ofrecer un cuadro de conjunto de esta catástrofe de España gobernada por auténticos sinvergüenzas.
La dictadura española y la democracia catalana
El conflicto en marcha sobre la investidura de Carles Puigdemont como legítimo presidente de la Generalitat pone de relieve la muy distinta naturaleza de los contendientes y sus recursos
La condición de España como Estado de derecho nunca ha sido muy clara pero, al día de hoy, es inexistente. Gracias a la aplicación del 155 y circunstancias concomitantes, España es una dictadura, porque dictadura es el régimen que concentra todo el poder en el ejecutivo (y en la voluntad de su jefe o presidente que lo es de una auténtica banda de malhechores), anulando el legislativo y el judicial, que está a sus órdenes. La dictadura se apoya además en un control absoluto de los medios de comunicación, al servicio incondicional de la política del gobierno.
La dictadura goza del apoyo de la oposición. Apoyo activo en el caso del PSOE, convertido en el botones del PP; así como de C’s que es la cara falangista de la derecha oligárquica; y pasivo en el caso de Podemos, cuya fraseología revolucionaria se detiene en el umbral del “todo por la Patria” de los cuarteles de la derecha.
Su método de acción interior es la asfixia económica y la persecución política del adversario. La guerra sucia del ministerio del Interior, la continuas amenazas a los adversarios políticos, las prohibiciones arbitrarias, las manipulaciones de los medios, van a la par con las medidas restrictivas de la Hacienda Pública que, no solo permite y ampara el fraude sistemático de los ricos al erario sino que hurta los dineros propios de la Generalitat catalana para penalizarla económicamente e impedir que sus organismos realicen su función.
En el exterior, la dictadura española se vale igualmente de todos los medios, legales o ilegales, para obstaculizar la acción de la Generalitat. El gobierno presiona bajo cuerda a las autoridades de la UE y las de Bélgica en concreto en contra de la presencia del president Puigdemont en Bruselas, lo persigue diplomáticamente, lo espía ilegalmente y trata de impedir que ejerza la función de que es titular legítimo en conexión con el Parlament que quiere elegirlo. Igualmente malversa ingentes cantidades de dineros públicos en sobornar voluntades exteriores para que no se solidaricen con el independentismo catalán y decir así que este está aislado internacionalmente. El caso más bochornoso, el de las tropas españolas desplegadas en la frontera de Letonia con Rusia y Bielorrusia para silenciar el apoyo letón a Catalunya.
La dictadura española corona su infame acción anticatalana valiéndose de unos jueces a sus órdenes para dar una pátina jurídica a lo que no es más que una persecución política. El independentismo no es un delito, por mucho que los jueces franquistas lo crean. Y tampoco lo son los actos que en su nombre se realicen siempre que no lleven violencia. Es injusto y prevaricador encarcelar independentistas por su ideología y pretender luego fabricar un delito con argucias leguleyas. En España hay representantes democráticos en la cárcel que no están protegidos por ley alguna sino directamente entregados al capricho de un juez de partido que toma las medidas que le da la gana por razones ideológicas. La dictadura española ha suprimido los principios fundamentales del derecho al juez natural, el debido procedimiento, el habeas corpus , la seguridad jurídica, el derecho a la defensa y a no declarar en contra de uno mismo. La judicatura española no solamente está al servicio del poder político sino que lo hace de mil amores y con el espíritu inquisitorial franquista que la caracteriza.
Enfrente, el adversario, la República Catalana, proclamada como resultado legítimo de unas elecciones impuestas por la dictadura y en una inferioridad de condiciones inmoral e ilegal. Los independentistas las ganaron claramente pero la dictadura española se niega reconocer y aplicar los resultados. Con la ayuda del PSOE y C’s, pretende pasar por encima de la voluntad democrática de los catalanes imponiendo la de un partido corrupto y sus ayudantes.
A la diáfana legitimidad de origen de la República Catalana añade esta una escrupulosa legitimidad de ejercicio. A pesar de la persecución política y judicial de la dictadura, todos los pasos de la República Catalana están amparados por la legalidad vigente. No obstante, es claro que siendo dictatorial esta legalidad vigente (que, por cierto, el primero que incumple es el gobierno de la Gürtel) en algún momento será preciso entrar en confrontación con los administradores de la dictadura y sus auxiliares. De hecho y a pesar del exquisito cuidado de las autoridades catalanas así debe de haber sido ya puesto que, en principio por algún motivo ignoto hay personas en la cárcel y en el exilio, aparte de por el hecho de que al juez Llarena el independentismo le parezca un delito. No lo es. Lo que es un delito es considerarlo delito y abusar del poder que la sociedad democrática le otorga para tratarlo como tal.
Las dictaduras se basan en el temor, el miedo, la incertidumbre, la inseguridad acerca de si un comportamiento es o no delito y en el hecho de estar en manos de la arbitrariedad judicial. En consecuencia, la legitimidad de ejercicio se mantendrá aunque sea preciso desobedecer leyes inicuas en atención al mandato democrático y el principio de equidad, ambos por encima de una legalidad de parte tan inicua como inepta,
La República Catalana, que está consolidándose en términos tan conflictivos como injustos cuenta con tres activos para salir adelante: la unidad del bloque independentista, el apoyo exterior y la movilización de la población catalana dispuesta a llegar a la desobediencia civil en apoyo a su dirigentes encarcelados, exiliados o presos. La primera y la tercera, la unidad del bloque independentista y el apoyo masivo de la población son alternativamente causa y efecto del propio movimiento. Este no sobreviviría de fallar alguna de las dos, que son como dos espejos enfrentados: la unidad del bloque refleja la unidad popular que viene movida por aquella.
El apoyo exterior, muy importante de momento a pesar de las actividades de las covachuelas diplomáticas españolas, se irá manifestando más y más abiertamente a medida que el conflicto consiga presentarse como lo que es.
Una lucha entre la dictadura española y la democracia catalana.