Están preocupados. Están asustados. No les llega la camisa al cuerpo. Las últimas elecciones les han sido adversas y todos los sondeos auguran mayores desgracias, incluida la probabilidad de que pierdan el gobierno a manos de una coalición de partidos de izquierda, básicamente PSOE y Podemos. Esa coalición superaría la cantidad de escaños que correspondieran al PP aun siendo este la lista más votada. Y no quieren dejar el poder por nada del mundo, primero porque se quedarían sin posibilidades de seguir trincando mediante sus estructuras clientelares, corruptas y mafiosas. En segundo lugar porque el gobierno que llegara descubriría la cantidad de desaguisados y atropellos que han cometido en los últimos cuatro años y tienen ahora celosamente guardados gracias a un Parlamento inexistente, un poder judicial a su servicio y unos medios de comunicacion férreamente controlados. Todo ello con un estrambote: no toleran la idea de perder el poder porque creen que este les corresponde por derecho divino y los menos dados a la fe, por derecho de conquista, afirmado por sus antecesores en 1939.
En realidad, en estos cuatro años el PP ha convertido la democracia en un puro remedo y ha gobernado con procedimientos despóticos. Tanto que está convencido de que en ningún caso encontraría aliados para conformar una mayoría parlamentaria suficiente. Ni siquiera con Ciudadanos que, en principio, se creó para eso. La derecha piensa -y hace bien- que nadie quiere pactar con ella y solo podrá gobernar si consigue mayoría absoluta de diputados. Y, si no la consigue, la fabrica.
De esa forma, para evitar la alternancia democrática, pretende reformar la ley electoral en el último momento, a cinco meses de las elecciones, para asegurar una prima "de gobernabilidad" a la lista más votada que, siempre según sondeos, sigue siendo la suya. Y con sus solos votos, los de su partido. Es un golpe bajo, típica muestra de juego sucio, una charranada a ojos vistas, propia de fulleros y tramposos: cambiar las reglas del juego en mitad de la partida, aprovechando una posición de fuerza y sin que la otra parte pueda hacer nada. Probablemente es el resultado de los consejos de la señora Cospedal, quizá la política más autoritaria e insoportable de la política española, que hizo exactamente eso: aprovecharse de la mayoría absoluta de su partido para manipular la ley electoral de su comunidad con el fin de amañar los resultados a su favor.
El gobierno del Estado tiene similar desprecio por las formas democráticas y la opinión pública que Cospedal en Castilla La Mancha. Y, además, nada que envidiarle en cuanto a capacidad para destrozar acuerdos, destruir consensos, manipular, corromper y expoliar el capital público, tanto en metálico como en lo institucional. Aquí se depreda y se privatiza todo en beneficio de los propios intereses y los de los allegados porque el gobierno de Mariano "Sobresueldos" Rajoy considera el país un predio de los suyos, como Cospedal Castilla La Mancha.
Pero la Dueña fracasó en su intento de perpetuarse en el poder. Perdió las elecciones, a pesar del juego sucio. Lo mismo puede suceder al gobierno del Estado, como le pasó en similar situación a Berlusconi en Italia. Si Rajoy lleva adelante esta cacicada de última hora puede conseguir su objetivo, cuenta habida de que, contra las leyendas urbanas, el pueblo español es muy sumiso. O puede conseguir lo contrario, esto es, que gane la izquierda. Para ello, esta tendría que hacer lo que ha sido incapaz de conseguir nunca, una alianza con una lista única. Con una trampa como la que quiere perpetrar el PP, esa unidad sería cuestión de vida o muerte. Entra en lo posible que la lista del PSOE fuera la más votada. Entra mucho menos que lo sea la de Podemos. Pero lo más probable es que una unitaria obtuviera el triunfo.
Lo curioso, lo irónico de esta situación es que viene a ser como una vindicación del llamado "bipartidismo". Por obra y gracia del juego sucio del PP, las opciones electorales terceras desaparecerían y en el campo solo tendrían opciones reales dos grandes bloques (o "polos", por llamarlos a la italiana), el de la derecha y el de la izquierda. Dado que dentro de este habría de contarse a Podemos, al final resultaría que el partido de los círculos solo podría acercarse a su objetivo de ganar a base de constituirse en elemento del "bipartidismo" y de situarse en la izquierda, ese no-lugar que sus teóricos, todos de izquierda, aparentan no reconocer.
Una última consideración, ya casi de rutina: ¿tampoco tendrá valor el PSOE para presentar una moción de censura a un gobierno que está preparando una especie de golpe de Estado "legal"?