dimecres, 15 de juliol del 2015

Dos listas únicas.


Ayer se firmó el acuerdo para la lista única entre CDC y ERC y, al mismo tiempo, la CUP se desmarcaba. David Fernàndez sostiene que esa lista es un 9N 2.0 y, en el fondo, un fraude de un acuerdo anterior en el que estaban involucradas la ANC y Óminum Cultural sobre lista única civil. La CUP no quiere políticos en la lista y menos a Mas. Insiste en ir por su cuenta con un objetivo doble y paralelo en el eje social y el eje nacional. Una Cataluña independiente con justicia social. Y advierte que competirá con todas las demás opciones.

Llegados a este punto, la opción de lista única soberanista aparece dividida. Teniendo en cuenta las diferencias, es una situación similar a la de la izquierda española. Quiere la unidad, pero se presenta separada. Queda tiempo hasta septiembre y puede haber sorpresas pero, en lo esencial, conviene hacerse a la idea de que, estando todos de acuerdo en la conveniencia de la unidad, no la alcanzan. Y si no la alcanzan, puede que sea por razones de peso. No es justo pensar que estas decisiones se tomen siempre por criterios personalistas o caprichosos. Por ejemplo, es bastante correcto que los de la CUP quieran una lista sin políticos por dos razones: primera porque los políticos tienen siempre partidos detrás que tratan de beneficiarse de los logros comunes; y segunda porque ellos no son políticos. Es verdad.

Pero también es legítimo que los políticos que han llevado el proceso durante estos últimos años quieran seguir liderándolo, con independencia de consideraciones sobre si CDC ha dejado de ser un verdadero partido y Mas se ha quedado sin apoyo partidario. Es aspiración legítima seguir liderando un proceso que se ha encarrilado y dirigido (o seguido) hace ya tiempo. La presencia de políticos añade una porción considerable de experiencia práctica que será necesaria en la gestión de las instituciones con independencia de para qué se gestionen. Además, incorpora una aureola institucional que, guste o no, influye en el comportamiento de sectores sociales y, cuando se está a ganar unas elecciones, no es recomendable ignorar los votantes a puñados.

Y ello sin contar con que, si la acusación de la CUP es que Mas, CDC, en cierto modo también ERC instrumentalizan el proceso para sus fines, la misma acusación cabe hacerles a ellos, que quieren imponer su criterio, en definitiva tan válido como el otro, aunque a ojos de quienes lo profesan lo sea más. Dicho en otros términos: el discurso de la unidad tiene un elemento nacional ante el que parece sensato aplazar, postergar, poner entre paréntesis fenomenológicos los criterios e intereses singulares. Un discurso al que todos rinden pleitesía pero de boquilla.

No obstante, el proceso sigue su ritmo. A estas alturas es bastante claro que las elecciones del 27 de septiembre van a ser decisivas. Pero no lo está cómo; precisamente se celebran para salir de dudas de una vez y saber cada cual a qué atenerse. La insistencia en que, adoptando un criterio de unos o de otros, los resultades van a ser más o menos favorables a la opción independentista no es disparatada. He visto un estudio demoscópico que da 67 escaños a los soberanistas si estos concurren con tres listas, 62 si lo hacen con dos, sin la CUP y 75 si hay una única lista única. Eso está bien, pero es tan convincente como lo contrario. Es predicción de comportamiento humano y no puede aspirar a certidumbre. Podrían ser esos los resultados u otros.
 
La lista única de CDC y ERC se propondrá también a las asociaciones civiles, incluida la AMI, Asociación de Municipios por la Independencia, que la apoyarán seguramente, con lo que se pondrá en marcha la gran plataforma independentista y, sobre todo, lo que es más importante, se despejará la incógnita de la convocatoria del 27 de septiembre que todavía no es fija. Cuando lo sea es probable que cambien algunas relaciones en el campo soberanista.
 
La segunda lista por la independencia de la CUP puede en principio restar algo del voto soberanista global, rebajando la superaditividad que se le supone, pero, por otro lado, funciona como un polo de absorción del voto de izquierda no independentista que, cuando menos, tendría un motivo para transferirse de Podemos a la CUP.
 
La lista única de siempre es lo mejor, pero no conviene caer en la trampa de perder lo bueno por obcecarse en conseguir lo mejor. Primero vamos a contarnos y luego veremos qué hacemos.