El desembarco de Lozano en el PSOE por arriba, como un dron, para caer en el cuarto puesto de la lista por Madrid levanta ronchas. Palinuro no tiene nada contra ella. Probablemente sea una mujer decidida, con ideas, con ambición de carrera política y cree que tiene algo que aportar. Todo ello muy legítimo. Quizá pudiera hacer una notable tarea en "regeneración democrática". No hay por qué dudarlo.
Como tampoco hay que dudar del ánimo recto y desinteresado de que aquellos militantes del PSOE que no admiten el ingreso en sus listas de alguien que hasta ayer mismo era flagelo de su partido. Es también muy legítimo. Es manifestación del poco invocado pero existente patriotismo de partido del que en el PSOE hay mucho porque tiene una más que centenaria historia. A diferencia de organizaciones surgidas de la noche a la mañana, diseñadas en despachos como operaciones electorales a plazo inmediato, el PSOE es una organización trabada por una ideología, por desvaída que sea y una forma de ver el mundo, una Weltanschauung que en muchos casos tiene raíces familiares, esto es, lo que cabe llamar una cultura política socialista.
No sé si Sánchez entiende de esto. No parece tener especial sensibilidad hacia las tradiciones de su partido. No es la primera vez que toma medidas tajantes, autoritarias, por iniciativa propia, consultándolas, si acaso, con sus colaboradores más íntimos y nada más. Esta actitud jerárquica y mandona se justifica seguramente echando mano de alguna teoría ad hoc a propósito del liderazgo fuerte. Sánchez no es un personaje autoritario y hasta despótico, sino uno persuadido de su función remediadora de un socialismo en crisis que tiene que convertir en un instrumento de gobierno.
El criterio que parece alentar en el fichaje de Lozano es el de la eficacia. Es competente, tiene las ideas claras, sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Se le puede encomendar la regeneración democrática. Ya el uso del término fichaje sitúa más el asunto en el terreno del marketing y las empresas que en el de los partidos propiamente dichos. ¿Cómo sabe Sánchez que en su partido no hay otra persona que supere aquellas cualidades de largo y a la que deberá otorgarse una prima de confianza por su más larga militancia socialista? No lo sabe porque no pregunta, porque designa a Lozano según su personal criterio de eficacia en el que hay siempre un cálculo electoral del poco elegante estilo de la leña del árbol caído. Pero ¿es ese cálculo suficiente para compensar por la decepción de sectores que se sienten heridos en su patriotismo de partido o en su cultura política socialista? La gente que se ha sentido insultada por Lozano ¿tiene ahora que aplaudir la gestión de quien la menospreciaba y ni siquiera considera preciso excusarse por ello?
Y ya no hablemos de los criterios democráticos de adopción de decisiones.