Hace unos años el empresario Jaume Roures, propietario del diario de papel Público, una publicación de izquierda, lo cerraba de golpe por motivos económicos y ponía en la calle a la plantilla a través de un ERE con el que los trabajadores quedaron muy descontentos. Algún tiempo después, el mismo Roures volvió a comprar la cabecera que salió a subasta o algo así, para hacer una publicación exclusivamente digital. Se trata del diario Público.es, prácticamente un órgano de prensa de Podemos. Roures es además el dueño de Mediapro, la empresa matriz (o algo así) de la Sexta, cadena de mucha audiencia igualmente al servicio de Podemos, cuyos miembros más significados se pasan el día en ella.
Ahora, Roures, el jefe, está de cumpleaños e invita a sus amigos, colaboradores y empleados. Entre ellos, a los de Podemos que acuden pero ruegan que no se les hagan fotos. Una gente que está permanentemente en la pantalla de televisión no quiere fotos. ¿Por qué no? Porque se trata de un asunto privado, sostienen. También los mítines en Vista Alegre son privados. Todo lo que no se hace mediante instituciones públicas, es privado. Las fotos pueden estar permitidas o no. Pero la privacidad de las personas públicas, sobre todo de los políticos, es cosa controvertida. Y la gente puede estar interesada en saber qué hacen sus políticos, esto es, quienes le dicen lo que tienen que hacer, cuando se relacionan en privado con quienes financian sus apariciones públicas y su política de imagen. Las fotos se hicieron con móviles y circulan por la red. Es inevitable.
La teoría central de Podemos es que hay que servirse de los medios para sobrevivir y prosperar. Su batalla es mediática. Disponen de un diario digital, Público, una cadena de TV, la Sexta, que no está mal. Su acción se desarrolla ensencialmente en los medios. En buena medida encaja en el modelo de media party. Cabe decir que ha convertido los medios en fines en sí mismos. Ya no se trata de que la revolución sea televisada; la revolución vive en la televisión.
Pero los medios son empresas y responden a la lógica empresarial del beneficio. Tienen una estructura jerárquica y manda el que paga, en este caso, Roures. Cuando Roures convoca, sus empleados acuden. Y no quieren fotos. Si no quieren fotos, lo mejor es no ir, como han hecho con la convocatoria del Rey el 12 de octubre. Las fotos dificultan la tarea de explicar que se está con los de abajo, pero los canapés se los toma uno con los de arriba.
Tampoco debe exagerarse el purismo. Además, la teoría de Podemos de convertir los medios en fines viene acompañada por una instrumental: hay que democratizar los medios-fines. Democratizar es término denso. De significar algo en el contexto de los medios será el hecho de permitir que a ellos accedan todas las opiniones y no solo unas cuantas o solo unas. Es una teoría fácil de comprobar en la realidad. Basta con tener ojos y oídos para ver cómo la Sexta sí parece admitir la discrepancia, incluso mucha, pero en los medios audiovisuales de Público, administrados por los de Podemos, eso no sucede. No dan acceso a voz crítica alguna. Sea la que sea. Igual que hacen las cadenas de televisión públicas y privadas que censuran. Como no vamos a pensar que lo hagan por espíritu censor habrá de reconocerse que lo hacen por falta de agallas.