Roto el diálogo social, llega el intercambio de recriminaciones. El Gobierno dice que los empresarios se han cargado las conversaciones, que no tenían interés en ellas y deja entrever que tal actitud está movida por el PP a la sombra con la finalidad de empezar el próximo curso político con un gobierno socialista contra las cuerdas, con tasas nunca vistas de paro, sin concertación social y con una deuda que tiembla el misterio. A su vez los empresarios sostienen que el Gobierno está muy beligerante pero que ellos no han roto las conversaciones. Se han limitado a presentar una contrapropuesta y en ella no piden el despido libre, según dicen, sino la rebaja de cinco puntos (dispuestos a dejarlos en tres o dos y medio) en las cotizaciones a la Seguridad Social y, desde luego, flexibilizar el despido, cuestión poco menos que innegociable. Flexibilizar, en realidad, quiere decir hacer gratuito. Los empresarios no piden el despido libre sino el despido gratuito. Nada de indemnizar a los obreros por los años trabajados. Ya se beneficiaron bastante con el mismo trabajo. Ahora, a descansar. Pero que se paguen el descanso de su bolsillo.
En el PP no están interesados en seguir directamente el diálogo social (que el Gobierno se las apañe), sino en convertir el caso Gürtel en una causa general Rubalcaba-PRISA-Policía Nacional-juzgados. Está claro que los estrategas de la derecha creen que la mejor defensa es un buen ataque por lo que han cursado multitud de demandas, querellas, denuncias a los medios judiciales en contra del Gobierno, el Ministerio de Justicia, la Dirección General de la Policía y los propios jueces por las supuestas filtraciones de un sumario secreto e incluso de un secreto que no está en el sumario al periódico del postfelipismo, su radio y TV. Esto es completamente descabellado porque equivale a sujetar a sospecha a las instituciones de gobierno de una comunidad civilizada: si los partidos, la policía y los jueces delinquen, el orden social es imposible. En el caso Gürtel ya poco más debe de quedar todavía por ahí así que el interés del PP es que se sepa todo cuanto antes, los culpables sean condenados y que el tiempo haga borrosos los recuerdos de los Jaguars, el Curita, el Bigotes, el Albondiguilla, el Cabrón, el cuarteto del trinque, con Camps y Bárcenas de galanes y la señora Aguirre, la cojonuda, de Reina de corazones de Alicia.
Puede que sí, que el señor Camps vaya de Beau Brummel a cuenta de un beneficiado de sus dádivas contractuales, como también puede ser que el señor Bárcenas se haya forrado gracias a los donativos del bueno de San Gervasio Conseguidor. Pero ¿por qué se sabe si el sumario es secreto? Porque hay una conjura del Gobierno con los jueces para machacar inmisericordemente al PP filtrando a El País o Público escándalo tras escándalo. Es una táctica muy vieja: si los jueces te procesan sostén siempre que prevarican. Y procesa a los procesadores, para que escarmienten y aprendan de una vez que el Estado de derecho funciona hasta que topa con los intereses de la gente bien, hoy toda ella liberal.
En la división del trabajo de la derecha, junto a la oposición económica de la CEOE, y la querellante del PP, la escatológica y trascendental corresponde a la Iglesia que amenaza con la excomunión a quien practique un aborto o coadyuve a su realización. La derecha cierra así el círculo. Por la mañana habla el patrón de la necesidad de trabajar gratis para resolver la crisis. A mediodía sigue el edecán, señor Rajoy, azote de las instituciones del Estado de derecho, debelando conjuras chequistas y en vísperas sale la Iglesia pidiendo el arrepentimiento de los pecadores y oponiéndose hisopo en mano a todo lo que alivie el destino del ser humano en este valle de lágrimas. Sí señor; eso se llama unidad de acción. Como en los mejores y más plácidos tiempos del nacionalcatolicismo. Sólo falta la fanfarria militar. Mecachis.
(La imagen es una foto de Jaume d'Urgell, bajo licencia de Creative Commons).