Quizá sí, pero debe de ser muy difícil. Cuando el exfalangista y neofranquista Aznar trató de colgar a ETA el atentado del 11-M con el único fin de ganar las elecciones tres días después, no sólo dio la bajísima medida de su calaña moral (que luego ha corroborado al ir por el extranjero hablando mal de su país) sino que sentó un ejemplo que muchos otros, igual de abyectos han seguido, aunque esta vez no con el fin de ganar las elecciones, sino de vender periódicos.
Si querer ganar elecciones mintiendo descaradamente sobre 200 cadáveres es repulsivo, prolongar durante años la misma patraña, la misma superchería sólo para vender periódicos es todavía peor. Es condición humana que el sufrimiento de unos sirva para el enriquecimiento de otros. Pero no suele darse de un modo tan evidente, directo y claro: alimentando las estupideces de la conspiración del 11-M, El Mundo hace caja.
Lo de menos es aquí que, en el camino, se arrastre por el lodo un proceso judicial que fue modélico y se atuvo a todas las garantías, que se difame y calumnie a las fuerzas de seguridad del Estado y a los jueces que no ceden al matonismo de los conspiranoicos. Lo de más es que, aparte de vender periódicos, la contumacia en la propalación de este bulo sin consistencia alguna revela la condición psicótica de quienes lo alientan. Estos mendas son unos megalómanos con fantasías de omnipotencia infantil que debieran ponerse en manos del psiquiatra en lugar de amenazar con reventar la confianza de los españoles en sus instituciones.