dissabte, 6 de gener del 2007

In memoriam.


Carlos Alonso Palate

Diego Armando Estacio

Habían venido a España a trabajar en la esperanza de una vida mejor y han encontrado la muerte en un conflicto que les era ajeno y del que, probablemente, no sabían gran cosa. Víctimas colaterales. Y tan colaterales, como que a nadie le importan un pimiento. Muestras de sentimiento hipócrita, las que se quiera: lxs de Batasuna han expresado su "condolencia" a las familias; lxs dirigentes de la oposición han ido corriendo a hacerse una foto in situ, para demostrar cuánto les preocupa el aciago destino de estos seres humanos, no vayamos a creer que siguen tomándose estas cosas a beneficio de inventario y el Gobierno se ocupa de repatriar los cadáveres y de otorgar la nacionalidad española a lxs familiares supervivientes. Como para dar saltos de alegría.

¿El valor de la vida humana? Venga, ya. Hagan una prueba: pregunten quién, en definitiva, ha matado a estos dos seres humanos y vean si obtienen una respuesta. El Gobierno dirá que ha sido ETA por poner bombas. ETA dirá que el Gobierno por no negociar. El PP dirá en voz alta que ha sido ETA y, por lo bajinis (y no tanto), el Gobierno por querer negociar y no machacar. No sigo, ¿para qué? Los hemos matado todxs por no ser capaces de resolver un conflicto que rezuma sangre por los cuatro costados. Sangre inocente.

Cuando se reconstruya la T4, que se erija algún tipo de monumento a la memoria de esos dos hombres que vieron truncada su vida por la vesania ajena. La nuestra.

(En la imagen, una de las varias versiones de La isla de los muertos, de Böcklin)