Por razones evidentes, Palinuro es muy sensible a las metáforas náuticas. Habiendo leído a Rivera que C's no solo tendrá la llave; tendrá el timón sintió curiosidad por averiguar quién sea este que amenaza dejarlo sin trabajo. Ciertamente, Rivera no dice que sea él quien tenga la llave o el timón, sino Ciudadanos.
¿Y qué es Ciudadanos? Un partido político emergente en España con experiencia parlamentaria en Cataluña. En Cataluña pasa por ser el alter ego del PP y, en materia de derecho a decidir, sobra el alter, pues el mismo PP del "una, grande, libre". En España, nadie sabe nada concreto sobre ellos, ni cómo se organizan, ni cómo adoptan sus decisiones, ni cómo se financian, ni qué proponen en las cuestiones prácticas. A la gente debe de antojársele tan insulso o falto de crédito lo que dicen los demás que parece dispuesta a votar a quien no dice nada. Porque, quien está dispuesto a pactar con el PP, con el PSOE y hasta con Podemos y probablemente de modo simultáneo en distintos territorios, según hayan sido los resultados electorales, en realidad, está dispuesto a cualquier cosa.
Ciudadanos tendrá la llave, es de suponer que de las coaliciones o la despensa. Y, además, el timón. Dirigirá la nave con pulso firme, ¿con qué rumbo? ¡Ah, eso dependerá de los pactos en cada caso! El timonel no conoce la derrota.
Bueno, tampoco es tan grave. A la postre ningún partido, ninguna organización colectiva puede estar a timón o gobernalle alguno. Eso es cosa de un individuo, de una sola persona, de un timonel, de Rivera. ¿Y qué sabemos de Rivera? Lo mismo que de su partido: nada. Pero ha acuñado una fórmula que parece ganadora a primera vista: "la gente quiere cambio tranquilo, no tumultuario, no traumático". Es el justo medio aristotélico, que goza de muy generalizada aceptación.
El centro, vamos, ese lugar que se quiere problemático porque no está fijo, sino que depende de los extremos. Pero se olvida que, además de un lugar incierto, posee una fuerza psicológica grande: el centro nos permite no significarnos en los conflictos políticos pero ser el centro, en torno a lo cual gira todo lo demás.
El timonel pasa a caudillo en el momento en que pide a la gente que confíe en él, en su capacidad para hacer siempre lo más conveniente pero sin decirlo de antemano. La confianza no es a un partido, ni a un programa, ni a una ideología, sino a una persona. A un caudillo. Un caudillo del centro, el representante de la gente del común, de los ciudadanos sin más, hartos de que los políticos no solo no resuelvan sus problemas sino que se los compliquen.
Este es el discurso, suficientemente líquido. Frente a él, el de Podemos ha empezado a hacerse gelatinoso. El del PSOE se anima algo más porque cree tener un derecho preferente de propiedad sobre el centro, pues lleva años hablando de sí mismo como centro-izquierda, eso que quieren reconstruir los laboristas ahora. El del PP exhala quiera o no los efluvios del pantano de la corrupción, lo que está bombeando votos sin parar hacia Ciudadanos. El PP contempla con disgusto la hipótesis de pactar necesariamente con Ciudadanos pero en un posición de subalternidad. Lo mismo que le sucedería al PSOE en relación con Podemos.