La nueva peripecia de Ruiz Mateos vendría a ser la enésima comprobación del manido dicho de que la historia se repite pero la segunda vez como farsa, de no ser porque en este caso, ya la primera fue una farsa.
La expropiación (que no nacionalización) de Rumasa el 23 de febrero de 1983, con la que prácticamente se estrenaba el primer Gobierno socialista, levantó suspicacias sobre el bolchevismo de la izquierda. Miguel Boyer, ministro de Hacienda entonces y ya por entonces converso al popperismo, pasaba por ser una especie de furibundo radical dispuesto a socializar los medios de producción en plan soviético. De demostrar lo contrario se encargaría doña Isabel Preysler. Pero los defensores del orden constituido llevaron el asunto al Tribunal Constitucional y, como éste dictaminara la constitucionalidad de la expropiación, cargaron contra el alto órgano jurisdiccional y su presidente, García Pelayo, que era un rojo venido del exilio.
Por supuesto, en la izquierda también pusieron verde a Boyer, presumiendo que la expropiación era una concesión a la banca comercial para que ésta devorara aquel intruso de la abeja que había tenido la audacia de hacerse con un banco, el Atlántico, pretendiendo entrar en el club de los grandes, él que era un parvenu por muy Marqués de Olivara que sea y grandeza de España que diga tener.
Casi treinta años después el propio Ruiz Mateos, que en el curso de su pintoresca vida llegó a propinar un mojicón al ministro de Hacienda que lo había expropiado, se ha encargado de probar que el apuñado ministro tenía razón. Ahora vuelve al proscenio con una historia que hace temer lo peor. Diez empresas del holding-no holding zozobran. Y, según parece, detrás están los ahorros de cientos de personas que los invirtieron con la promesa de intereses altísimos. ¿Suena esto a algo? ¿Suena a caso Madoff en ibérico? ¿A esquema Ponzi? ¿A alguien que da duros a cuatro pesetas?
Veamos: después de la expropiación y su batalla judicial con el Gobierno, Ruiz-Mateos se metió en política, creó una agrupación, buscaba la inmunidad parlamentaria contra el acoso de la justicia. En cierto modo un adelantado del método Berlusconi aunque no con tanta fortuna pues el jerezano sólo llegó a eurodiputado. Por eso hubo de acudir a otros recursos, como aparecer en público vestido de Supermán. Finalmente, dio con sus huesos en la cárcel. La flor y nata del empresariado patrio en la trena en una situación que quizá preludie la del exjefe de los empresarios, Díaz Ferrán.
Y aquí está de nuevo el héroe, rehecho por segunda vez y por segunda vez en situación comprometida. Comparece en público, sombra de lo que fue, con sus seis hijos varones pues en las familias de orden las mujeres se quedan en casa, a decir que, si no puede pagar, se pega un tiro... si sus convicciones religiosas se lo permiten; que no se lo permiten, ya lo sabe él de sobra, que es hombre pío ,como lo demuestran sus trece hijos.
Tan pío que no hace dos años el cardenal Tarsicio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, le imponía en Roma la medalla de la Orden de San Gregorio Magno que es "la máxima distinción y reconocimiento que otorga la Santa Sede a un laico por su contribución y ayuda a la Iglesia", dice La Razón. Hay que ver cómo ha decaído la diplomacia vaticana y su servicio de inteligencia. O quizá sea que la codicia ciega al clero. Pues será el momento de ver si el Vaticano está dispuesto a socorrer a su caballero en este difícil trance. Se admiten apuestas.
El pasado ha vuelto para dar la razón a Miguel Boyer que ya había calado al menda, a diferencia de monseñor Bertone.
(La imagen es la cabecera del blog de Ruiz-Mateos.)