Curiosa esta nueva versión de King Kong. El fondo último de la historia, la bella y la bestia, permanece aunque más comedido que en las otras dos versiones que conozco. Permanecen asimismo otros elementos que así pasan a la leyenda de Kong: la tribu de indígenas, sin contacto con ninguna otra vida humana, en un mundo aislado, poblado por criaturas monstruosas. El antiparaíso terrenal, el dominio de Kong.
El resto es una variante muy oportunamente actualizada a la retirada de las tropas de los EEUU de Vietnam en 1973. Todo lo demás cambia también. La motivación del peligroso viaje ya no es el alegre espíritu empresarial estadounidense de ir por Kong para traerlo a Nueva York y exhibirlo en público ganando así una fortuna. Ahora tiene una finalidad científica confusamente explicada en el comienzo e involucra una decisión política por la que se envía una unidad de helicópteros, destinada en Vietnam, a acompañar a la expedición al lugar desconocido. El jefe de la unidad está rabioso por la retirada y acoge la nueva misión muy contento de poder seguir la guerra. La mayor parte es pues una película del Vietnam en la que el jefe pierde los estribos, probablemente la primera víctima del llamado "síndrome de Vietnam".
La película viene a ser una especie de codicilo al testamento de aquella guerra que los EEUU "no perdieron", según el chalado al mando militar de la expedición, sino de la que "se retiraron". Ahora tienen una misión nueva, no tienen que volver a casa con el rabo entre piernas. Toca salvar a la humanidad de un oscuro peligro que anida esa siniestra Isla de la Calavera. Como cuando tenían que salvarlo del Vietminh.
La película viene a ser una especie de codicilo al testamento de aquella guerra que los EEUU "no perdieron", según el chalado al mando militar de la expedición, sino de la que "se retiraron". Ahora tienen una misión nueva, no tienen que volver a casa con el rabo entre piernas. Toca salvar a la humanidad de un oscuro peligro que anida esa siniestra Isla de la Calavera. Como cuando tenían que salvarlo del Vietminh.
Un punto de divertida innovación es que los expedicionarios encuentran un robinsón del siglo XX, un piloto de la segunda guerra mundial en el frente del Pacífico, cuyo avión se estrelló en la isla y está loco por volver a casa, a ver un partido de baseball de su quipo favorito. El naúfrago explica a los expedicionarios que la isla es una utopía en la que no hay propiedad privada y da un giro a las relaciones de los humanos con Kong que ahora no es una bestia temible, sino un protector, un dios, el que los defiende frente a los demás monstruos de la isla. Kong es bueno y, a diferencia de las otras versiones, no solo porque se hubiera enamorado, sino porque es propicio a los seres humanos, es una divinidad tutelar.
Los efectos especiales (las luchas de Kong con animales monstruosos) están muy logrados aunque, como siempre, aburren, y la ambientación de aquella jungla primordial excelente. También se proyecta en 3D y debe de ser aun más entretenida. En 2D lo es.