diumenge, 14 de juny del 2015
Contextos.
dimecres, 10 de novembre del 2010
Memoria sobre la memoria.
Cosa complicada esa de la memoria. Los cristianos la consideran una de las potencias del alma desde San Juan de la Cruz, siendo las otras el entendimiento y la voluntad. Santo Tomás reconocía dos del alma racional, memoria y entendimiento. De forma que la voluntad será añadido del carmelita. La memoria es no menos determinante del ser humano que el entendimento. Sospecho que son inseparables. Platón la hacía base misma del saber puesto que conocer las cosas no era otra cosa que recordarlas. Por eso hay una rama de la filosofía contemporánea no estrictamente postmoderna que insiste en que la filosofia misma es la facultad de recordar, de no olvidar. Con lo que se confirma una vez más el viejo dicho de que la historia de ésta es una serie de glosas a Platón.
Lo mismo pasa con la literatura. La fabulosa estructura narrativa de la Odisea consiste en relatos de Ulises a base de sus recuerdos. También podría decirse que la historia de la literatura es la Odisea mil veces narrada. Que se lo digan a Joyce. En realidad la memoria es la provincia indiscutible de la literatura, su jurisdicción propia en la que eleva monumentos barrocos como En busca del tiempo perdido que en inglés se llama Remembrance of things past, o estatuas grotescas como Funes el memorioso. La memoria y la ficción están tan unidas que la segunda se cuela cuando la primera quiere ser objetiva, por ejemplo, cuando toma la forma de las memorias como género autobiográfico. En la entrevista de Millás a Felipe en El País que los dioses parecen haber echado como un hueso a los perros para que tengan algo en qué morder, aquel le pregunta si no piensa escribir su autobiografía y Felipe responde que las memorias se escriben para justificarse uno y atacar a los demás y que no piensa hacerlo. Y es cierto: raro es el político o estadista que, habiendo cesado en el cargo y conservando las suficientes facultades mentales, no se ponga a escribir sus recuerdos, contando la feria según le fue en ella. Algunos las han escrito por tandas, como Fraga o, incluso, las han repetido, como Willy Brandt; unos las encargan a plumas mejor preparadas, como Ronald Reagan; otros llaman memorias a la publicación de sus diarios, como Truman; y otros las revisten de consideraciones eruditas y académicas, como Kissinger. Pero prácticamente todos mezclan la realidad y la ficción.
La memoria es punto esencial también en la Psicología. Una rama de ésta, el Psicoanálisis, descansa en su aspecto clínico en la tarea de la recuperación de la memoria reprimida y desfigurada, basándose en la idea de que el hombre es su memoria. La cuestión es saber si, además de ser el hombre como individuo, lo es como especie, si se puede hablar de que haya una memoria colectiva. Si lo entiendo bien, la llamada memoria histórica quiere decir en el fondo memoria colectiva. Porque si puede haber una potencia del alma colectiva será porque puede haber un alma colectiva y eso ya suena raro y amenazador. Como no sería capaz de dilucidar tan oscura cuestión, me limito a pensar que por memoria colectiva se entiende el agregado de las individuales que, lejos de refugiarse en la soledad de la existencia del individuo, se conciertan, se aúnan para hacerse visibles y convertirse así en experiencia de los demás, aunque no lo hayan vivido del mismo modo.
Creo que eso es lo que con toda justicia han hecho los judíos con el Holocausto, aunque luego no sigan las enseñanzas que de él se derivan, lo que ha hecho Claude Lanzmann con su Shoah, que no me cansaré de traer aquí:
Salvando todas las distancias sociales, políticas, culturales (que, en el fondo, son lo mismo), si el Holocausto fue un genocidio, un genocidio fue el franquismo. Y, si con el Holocausto se ha erigido un monumento, un memorial para meditación de generaciones actuales y futuras, lo mismo puede hacerse con la llamada Memoria Histórica referida al franquismo, que no se debe ocultar ni reprimir ni soslayar, sino que hay que integrar en el imaginario colectivo de los españoles, una vez encontrados los que por decenas de miles aún yacen enterrados en las cunetas y restituidos a la memoria de sus allegados. Hay ya dos datos que parecen incontrovertibles: a) la recuperación de los restos de los asesinados por los franquistas y enterrados en cualquier parte es una oleada imparable, como lo será la búsqueda de los niños robados; b) la reconciliación empezará el día en que quienes simpatizaban con aquella atrocidad la repudien y ayuden activamente a la reparación de las víctimas. Cuanto más tiempo tarde la derecha en comprender que esto es así, más tardará en ganarse la confianza de la gente. Y sin confianza, las elecciones se pierden.
(La imagen es una foto de Denis Collette...!!!, bajo licencia de Creative Commons).
dimarts, 14 d’octubre del 2008
El niño con el pijama a rayas.
¡Qué gran película la de Mark Herman que acaba de estrenarse! Está basada en una novela del mismo título del irlandés John Boyne que no he leído pero pienso leer. Y no porque crea que sea necesario para el mejor entendimiento del film. En absoluto. El film está muy bien como está y no le falta nada. La leeré solamente para revivir una historia tan sorprendente, tan original, tan bella, tan terrible y tan triste. Porque eso es lo esencial de la peli, la historia que cuenta cuya fuerza es tan arrolladora que puede con todo, con la ambientación, la dirección, la interpretación, la banda sonora, el guión y todo. Y conste que la película es muy buena como película; pero es porque la historia que cuenta es extraordinaria. Y ha salido directamente de la cabeza del novelista John Boyne al que han visitado felizmente las musas y le han inspirado eso, una historia magnífica que él ha sabido contar de modo sobrio y sin concesiones, como de modo sobrio y sin concesiones, sin cursilerías, con toda la sencillez, la belleza y la brutalidad de la vida la ha contado el director Herman.
Un alto oficial del ejército alemán, casado con dos hijos (un niño de ocho años, Bruno, el protagonista de la historia y una niña de doce, Gretel) es nombrado comandante del campo de exterminio de Auschwitz en los últimos tiempos de la guerra y tiene que trasladarse allí con su familia. Alemanes, nazis, Berlín, militares, guerra, vida de familia, campo de exterminio, judíos, brutalidades, crímenes, canalladas, etc. No falta nada. Parece mentira que en una historia en la que ya nos conocemos tan de memoria los ingredientes que basta con insinuarlos para que el público nos hagamos perfectamente cargo de lo que se trata, se pueda introducir todavía un punto de vista, una perspectiva tan nuevos y originales que tiñan con otro tinte moral nuestra experiencia de lo que fue la "solución final", la Shoah.
Ese es el ingenio del novelista, el logro magnífico del arte, que nos abruma con un cúmulo de sensaciones nuevas, de experiencias insólitas prácticamente sin decir nada. ¿Creíamos saber mucho de los campos de exterminio porque hemos visto, leído y oído de todo sobre ellos? ¿Pensábamos habernos situado en todas las perspectivas, la de las víctimas, los victimarios, los liberadores, los enemigos, los combatientes...? Siempre hay alguna novedosa, alguna que se despliega antes nuestros ojos atónitos en un paisaje que podríamos dibujar con los ojos cerrados y nos obliga a verlo como si fuera la primera vez que lo hiciéramos, donde todo adquiere dimensiones insospechadas. El punto de vista de un niño. Pero no de una víctima, sino de un niño hijo de victimario en una situación sorprendente y terrible.
Ese golpe de ingenio del novelista nos obliga a rebobinar nuestro discurso más o menos asentado sobre este siniestro periodo de la historia de Europa y a replantearnos muchas cosas: cómo veían el mundo que los rodeaba los niños de ocho años, qué les enseñaban, qué les decían, cómo reaccionaban ellos, como se hacía para vivir una vida de engaños y mentiras con niños que no entienden de los unos ni de las otras. Pero, sobre todo, lo que nos anonada con la fuerza del destino y la fatalidad es el terrible efecto que tiene la fantasía del autor que al final ha jugado con la idea de qué pueda suceder cuando se transgrede la regla de oro de la moral. Y no digo más para no fastidiar a nadie una película tan emocionante.
(La imagen, la cubierta de un DVD, procede de Wikipedia, y está acogida a la declaración de Wikipedia: non-free content por no haber ninguna alternativa libre disponible, servir para ilustrar el comentario y tratarse de una imagen de baja resolución).