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dimecres, 26 d’octubre del 2016

Desobediencia civil

En Cataluña se dibuja un horizonte de desobediencia civil generalizada alimentada no tanto por el afán de la población por buscarse problemas como por la obstinación de la derecha de considerar que el independentismo catalán es un problema de orden público que se resuelve con cuatro guantazos o, como dicen en público, aplicando la ley. La ley de la porra, se entiende. En este actitud, tan autoritaria y absurda, la derecha cuenta con la entusiasta complicidad del PSOE, capaz de suicidarse al pie de la gloriosa nación hispana. O de lo que queda de ella después de que la la inepta y corrupta oligarquía española haya ido dejándose a lo largo de los siglos jirones del mayor imperio que vieron los tiempos, hasta quedar reducido a una parte de una península en la periferia de Europa y a punto, además, de perder su propia periferia. Porque "Castilla miserable ayer dominadora...", etc. De eso trata mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado, Comença el ball y cuya tradución al castellano viene a continuación.


Comienza el baile

Mientras en Madrid el PSOE obedecía al destino, en Vic, un concejal de la CUP obedecía a su conciencia. Por su parte Rajoy aseguraba que lo que hay que obedecer es la ley, de la que él es y será legítimo guardián.

Cualquiera ve que este es el inicio de una actitud colectiva que, probablemente, irá a más. Cuando un concejal actúa según su conciencia y, con ello, se sitúa fuera de ley despierta más simpatías que otro que, por ejemplo, se haya puesto fuera de la ley por haberse apropiado indebidamente unos cuantos millones. Con el primero se solidarizan muchos ciudadanos y algunos hasta lo manifiestan; con el segundo no suele solidarizarse nadie ni manifestarse, aunque a veces pasa, pues España es un país peculiar.

La insistencia de Rajoy en obedecer y hacer obedecer la ley es una perogrullada. Los gobiernos están para eso. Pero también están para aplicar soluciones políticas, negociadas que permitan mejorar la ley cuando esta es cuestionada por medios pacíficos por una colectividad con sus instituciones a la cabeza. De eso, sin embargo, no hay nada en el discurso de la derecha. Y no lo hay porque, para ella, los actos movidos por la conciencia independentista son un mero problema de orden público. Y el orden se mantiene con la aplicación estricta de la ley.

Este criterio convierte toda la política del Estado en relación al independentismo catalán en política represiva. Se moviliza la policía, los tribunales y, si es, necesario, se preparan las cárceles. En ese hilo procesal se encuentran ya un diputado de las Cortes, un expresidente y dos exconsejeras de la Generalitat y la actual presidenta del Parlament. Es difícil no ver que estas actuaciones son contraproducentes para el objetivo de hacer desistir a los independentistas. Cada nuevo acto de represión generará mayor respuesta de desacato y desobediencia, con más frecuentes llamadas a las fuerzas del orden autonómicas a desobedecer a su vez.

Teniendo en cuenta que el gobierno de la Generalitat tiene propósito de seguir con la hoja de ruta, como ha manifestado Homs al Rey y que el bloque independentista en el Congreso votará “no” a Rajoy, lo que se prevé es una escalada de acción (represión) – reacción (desobediencia) de consecuencias imprevisibles. Alguno de los posibles escenarios es que se produzca algún tipo de intervención exterior en forma de mediación, cosa que beneficiará a los independentistas y enfurecerá a los nacionalistas españoles.

De hecho, estos ya han cavado sus trincheras gracias a la abstención del PSOE y formado una línea defensiva de los partidos de la “unión nacional”. Una gran coalición disimulada como gobernabilidad de España. Y con eso se prueba que la situación está tan bloqueada como siempre. Esta vez no por un enfrentamiento entre la derecha y la izquierda, sino entre España y Cataluña.
Imposible abordar esta cuestión con el código penal en la mano. No es un problema de legalidad, sino de legitimidad, que requiere soluciones políticas negociadas y pactadas. La más evidente de todas, la que lleva planteándose desde el inicio es la realización de un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Es algo tan evidente, sobre todo después del ejemplo de Escocia, que no se explica por qué no se ha realizado ya.

Pero el hecho es que no se ha producido y la situación sigue tan bloqueada como antes. Hay una evidente crisis constitucional. Está claro que los políticos llevan el asunto a la confrontación. A lo mejor sería razonable que interviniera el Rey. Al fin y al cabo, está para eso, para arbitrar y moderar el funcionamiento de las instituciones. Y quizá una buena forma de conseguirlo sea sugerir a los partidos nacionales españoles la idea de que es mejor un referéndum pactado que uno sin pactar.

divendres, 2 de setembre del 2016

Cataluña: legalidad vs. legitimidad


Palinuro comparte un vídeo muy ilustrativo sobre los argumentos del independentismo catalán. Es el quinto de una serie didáctica que trata la cuestión en sus diferentes facetas. Quien quiera ver completa la obra de Xavier Climent, la encuentra aquí. Esta quinta entrega plantea la cuestión de la legitimidad de la desobediencia civil en Cataluña. Cada cual puede pensar lo que quiera -incluso habrá quien opine que este debate es ilusorio, imaginario, absurdo, desvariado y hasta delictivo-, y es muy bueno que la cuestión se plantee. Las decisiones colectivas de envergadura deben ir acompañadas de debates de envergadura. Y he de añadir que es una suerte vivir en un tiempo y un lugar en los que se discute sobre alternativas que afectan a la estructura misma del con-vivir y, por lo tanto, del vivir personal de cada cual.

Legalidad y legitimidad son conceptos referidos a situaciones que pueden o no coincidir. Cuando coinciden de hecho, no hay discusión. Cuando hay discusión es porque no coinciden. Y la discusión es compleja. Para unos, los positivistas, la legitimidad es irrelevante pues no es otra cosa que la legalidad vigente. Para otros, los "negativistas", lo irrelevante es la legalidad cuando no coincide con la legitimidad.

"¡Ah! -Dicen los positivistas- pero la legitimidad es lo que cada cual quiera inventarse".

"Sí, -responden los negativistas-  y la legalidad lo que cada cual quiera interpretar".

De esos asuntos trata el didáctico vídeo de Xavier.

dimecres, 6 d’abril del 2016

Desobediencia civil

Esto es de manual.

La alcaldesa de Berga, de la CUP, desobedece una citación judicial y argumenta que lo hace porque su organización propugna la desobediencia a las decisiones de las autoridades españolas. Para el próximo 7 de mayo, la misma organización ha convocado una manifa en apoyo de los cargos imputados-investigados. Porque ya prevé que habrá más. Y, en efecto, sin duda los habrá. La desobediencia civil es un comportamiento contagioso y que tiene un valor de estímulo o incitación moral. Empieza uno en un pueblo; siguen tres en dos plazas; se suman 14 en varios campos y paseos; acuden doscientos en diversas localidades.

Imparable.

¿Para qué queremos gobernantes, a ser posible que se enteren? Muy sencillo porque, en nuestras sociedades muy complejas y fragmentadas, nadie es responsable del conjunto de la acción salvo, precisamente, el gobernante. La juez solo puede volver a citar a la alcaldesa de Berga; el policía solo podrá detenerla o acompañarla; el carcelero, chaparle la puerta; el periodista, únicamente dar la noticia; la gente, limitarse a mirar y, quizá, prepararse para seguir su ejemplo. Nadie tiene ni puede tener una visión de conjunto, que entienda todas las facetas; nadie es responsable de la totalidad; solo de la parte que le corresponde.

Únicamente el gobernante tiene una visión de gran angular, es responsable de lo que suceda, debe considerar todos los aspectos, sopesar todas las circunstancias y tomar la decisión más acertada para el conjunto.

El gobernante, la persona con visión, decisión y liderazgo.

No un botarate bulbuciente que no entiende nada ni se considera responsable de ninguno de los desastres que ha provocado con su incompetencia.

dilluns, 16 de desembre del 2013

Cuando solo queda la desobediencia

"Cuando un gobierno encarcela a la gente injustamente, el verdadero lugar de un hombre justo es la cárcel." Eso decía Henry David Thoreau, teórico de la desobediencia civil, hace más de ciento sesenta años. Y así sigue siendo a día de hoy.

Cuando un gobierno injusto, tiránico y arbitrario reprime a la población, coarta sus libertades, la castiga con leyes desproporcionadas, confiscatorias e inicuas, cuando persigue la disidencia, trata de silenciar la protesta y de acallar las críticas, cuando ciega todo cauce de manifestación pacífica y suprime la libertad de expresión e información, a los ciudadanos no nos queda más remedio que recurrir a la desobediencia civil.

Cuando ese gobierno comete las iniquidades a fin silenciar toda manifestación de disconformidad frente a sus políticas rapaces, ladronas, esquilmadoras, que empobrecen a la ciudadanía, la despojan de sus medios de vida, la cargan con exacciones ficales abusivas e injustas, privan a la gente de su sustento diario, le arrebatan su vivienda y en no pocas ocasiones también la vida, los ciudadanos no tenemos otra salida que la resistencia pacífica, entre otras cosas porque este poder tiránico está armado hasta los dientes con los medios represivos que adquiere con el dinero de todos los contribuyentes. Probablemente no haya espectáculo más repugnante que esos policías antidisturbios pateando bestialmente a ciudadanos indefensos que son quienes, con sus impuestos, pagan los salarios de esos animales coceadores.

Además de tantas iniquidades el gobierno es ilegítimo de origen y ejercicio, carece de todo crédito y autoridad moral al estar dirigido por un embustero compulsivo y sospechoso de corrupción y compuesto por ministros posiblemente tan corruptos como su jefe así como apoyado en un partido que, según los papeles a disposición del juez, es más una banda de malhechores que un verdadero partido. Por todo ello, la desobediencia a esta iniquidad es, además de una actitud ética, también estética. Que no se nos confunda a los ciudadanos con una banda de truhanes.

El ministro del Interior, miembro del Opus Dei, y más atento a los delirios de esta secta siniestra que al bien común de los ciudadanos, dice, con esa desfachatez que caracteriza a esta banda que su Ley Mordaza, pensada para amedrentar a la población, silenciarla e imponerle multas absolutamente desproporcionadas, confiscatorias mejora el derecho de manifestación. Es el mismo criterio, la misma falta desvergonzada de sinceridad y honradez que lleva a lo lacayos del diario ABC a sostener que, con su censura férrea y su trato de favor a los lameculos, La Moncloa ha devuelto la libertad de expresión a las ruedas de prensa.

Todo pura neohabla de esta asociación de presuntos malhechores que mienten cada vez que abren la boca. Mienten en el Parlamento (y al Parlamento), mienten a los jueces, mienten en los medios de comunicación, engañan y mienten sistemáticamente en sus declaraciones, a la par que agreden a insultan a los discrepantes.

En esas condiciones, ¿qué sentido tiene que los demás hagan como si el país no estuviera dominado por esta banda que lleva años robando y cumplan la función que les correspondería en el caso de que todo funcionara normalmente? ¿Qué sentido tiene que la prensa acuda a unas ruedas protagonizadas por un trilero que decide quién hace las preguntas e incluso las pacta de antemano para llevar las respuestas escritas pues él es incapaz de hablar sin chuleta? Ninguno, salvo que los periodistas quieran que se rían de ellos.

¿Qué sentido tiene que la oposición acuda a un parlamento que es un cuartel de obediencia cerrada al gobierno y en el que no le dejan cumplir función alguna en defensa de los intereses de los ciudadanos y, al contrario, se les convierte en objeto de injuria, cuando no de amenaza de agresión física, como ya ha intentado alguno de ellos, especialmente matonil y chulo? Ninguno, salvo justificar este remedo de democracia que no es sino una dictadura de hecho.

¿Qué sentido tiene que los ciudadanos cumplamos nuestras obligaciones cuando los gobernantes no cumplen las suyas? Y no solamente que no cumplan las ya mencionadas, sino ninguna.

Hemos de mantener nuestra dignidad ciudadana frente a los desmanes de un poder tiránico y arbitrario que, no teniendo suficiente con emplear a la fuerza pública como una partida de la porra al servicio de sus intereses, ahora se propone enrolar mercenarios privados, probablemente para "ajustar las cuentas" a los ciudadanos más críticos o díscolos. O sea, a los que tienen dignidad.

La desobediencia general y universal frente a la tiranía es la única salida.

(La imagen es una foto de Insumissia, con licencia Creative Commons).

dimecres, 29 de maig del 2013

Sobre la desobediencia civil.


La magnífica revista Yorokobu publica un artículo sobre la desobediencia civil, de Mar Abad, basado en una entrevista que me hizo el otro día. Mar estuvo hace un par de meses en Sol, en la jornada de la Universidad en la calle, asistió a mi exposición y, no pareciéndole muy aburrida, decidió pedirme que la ampliara en su publicación. Dado que la revista, como se habrá observado, es exquisita, y presta una gran atención a la estética y el buen gusto, encuentro lógico que Mar no la estropeara poniendo alguna foto del entrevistado. Hace bien. Una cosa es la desobediencia civil, noble empeño moral, y otra ponerse a cultivar el feísmo a las primeras de cambio. Quien mire el artículo verá que está ilustrado con unos dibujos preciosos estilo Corto Maltés que hacen más grata la lectura del texto que si viniera ensombrecido con la imagen del hablante. Felicidades, Mar. Te agradezco, además, que me dejaras largar a destajo. Decía Tierno que las personas, hasta los treinta años, estudian; de los treinta a los cuarenta, escriben; y a partir de los cincuenta, hablan. Pues eso.

Ahora bien, como ya se sabe que Palinuro tiene escaso o ningún respeto mundano, aprovecha una estupenda foto que nos hizo Celia, presente en la entrevista, para que los lectores se forjen una idea del clima distendido de  esta y, de paso, para hacer un poco de publicidad de las jornadas de Ciberpolítica que entonces estaba terminando de organizar y hoy entran en su tercera, última y muy interesante sesión, ya saben, en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, plaza de la Marina Española, 9, justo pegando al edificio del Senado. Sí, ahí en donde, entre otras cosas, nuestros representantes, según parece, se ponen ciegos a gin-tonics subvencionados mientras los representados, como se verá si se examina la foto, nos arreglamos con un café exprés de máquina a 0,50 cts. y sin subvencionar. 

Hoy por la tarde intervendremos, entre otros, Luis Arroyo, Óscar G. Luengo, Víctor Sampedro y un servidor, que hablará sobre Ciberorganizaciones y Ciberpartidos. Tod@s invitad@s.

divendres, 11 de gener del 2013

El € por receta o la doble desobediencia.

¡Quién iba a decirlo! Ignacio González se declara de antemano en desobediencia del Tribunal Constitucional. Sin conocer la decisión de este está decidido -y así lo afirma- a no devolver lo recaudado y eso antes de saber si la sentencia le ordena hacerlo. Es desobediencia civil. Casi rebeldía. Eso:  ¡quién iba a decirlo! Un hombre tan conservador, tan atildado, tan de orden ¡en desobediencia civil! Autoridad no tiene mucha. Ha regalado también de antemano (es un gobernante expeditivo, resuelve los problemas antes de planteados) 1.300 o 1.800 millones de euros de todos los madrileños al gringo de Eurovegas y quiere recaudarlos tacita a tacita, urillo a urillo. Para ello no duda en declararse desobediente civil. Como Martin Luther King.
Lo curioso es cómo esta desobediencia civil se enfrenta a otra multitudinaria, generalizada, la de quienes se niegan a pagar el € por receta. Como esto siga así, González no devolverá lo recaudado porque no habrá recaudado nada. Resulta un pelín ridículo del lado de los dineros. Algo así como el ahorrativo despilfarro del consejero Lasquetty. Además de ridículo es perfectamente necio porque si los madrileños se creen legitimados a desobedecer la norma del pago del €, mucho más y con razón se creerán si quien la dicta anuncia por anticipado que se declara en rebeldía frente a los tribunales. Da así lugar a una desobediencia a la desobediencia o doble desobediencia. En verdad, estos políticos son de desecho de tienta, por utilizar metáfora querida por la cultura patria. ¿Quién le mandaba decir esa machada? ¿Por qué hace algo tan innecesario? ¿Por parecer el gallo del corral?
En fin. También es cosa de maravilla ese recurso al Constitucional del gobierno. Se entiende en el caso de CiU porque es otro partido y de catalanes, siempre fastidiando. Pero frente al propio partido tiene algo de misterioso. Y se basa ¿en qué? No será en términos de derecho a la salud porque el gobierno lo trata igual o peor que la Comunidad Autónoma. Tampoco en cuestiones de competencias porque es competencia de la Comunidad. Menos en cosas de Hacienda, pues el gobierno apremia al cumplimiento del objetivo del déficit autonómico. Entonces ¿en qué? Pues, por increíble que parezca, viene de la pelusa de preeminencia, de aquí mando yo y de la demagogia: yo os obligo a repagar hasta las cataplasmas pero a este socaliñas de González lo meto en cintura.
¿Y los socialistas? Muy bien: van a recurrir invocando el principio irrenunciable de la gratuidad de la sanidad, que es un derecho. Pero han aprovechado para pegarse entre ellos. Speedy Gómez contra Smartie Rubalcaba. El uno es la brigada ligera y el otro la división acorazada. Pero bueno, lo importante es que el recurso llegue y el alto tribunal se pronuncie antes de los JJOO de 2020 en Madrid.
Por cierto, una última observación. Ayer, la capital estaba sumida en una nube negra, densa, claramente tóxica que estará causando más muertes que el Madrid Arena. Pero estas no son tan mediáticas. Sin embargo, revelan la auténtica razón de por qué debe dimitir la alcaldesa Botella: porque, absorbida en la tarea de salvar su pellejo político, tiene la ciudad abandonada y sus millones de habitantes condenados a respirar ponzoña a causa de su desgobierno.

diumenge, 28 d’octubre del 2012

La revolución cotidiana.

El 27O fue un exitazo. Con lluvia, con frío, hubo manifestación. Miles de personas otra vez en la calle a decir "No" al gobierno. Y afirman que volverán las veces que haga falta hasta que aquel dimita. No es desagradable perspectiva, aunque se me antoja difícil de conseguir de una gente enrocada en su mayoría absoluta, casi ensimismada al modo orteguiano. Se consolida esta movilización social permanente que ya va para su segundo año y ha destrozado todas las agorerías de pronta crisis, escasa duración, falta de visibilidad. Y, no señor, el movimiento horizontal, espontáneo, organizado en red, sobrevive, se consolida, es una realidad con la que hay que contar y con un notable eco mediático, tanto que, a fuer de conocido, el movimiento empieza a no ser noticia. Es algo tan cotidiano que los periódicos ya no lo dan en portada. Lo darían si hubiera habido violencia.
Pero precisamente ahí está el triunfo incontestable de ayer. La multitud inteligente no se deja arrastrar por los agentes provocadores y su acción sigue siendo muy contundente pero pacífica. Es la victoria sobre la táctica intimidatoria y represiva de la gobernadora Cifuentes. Al comienzo de la jornada la policía reanudó sus tácticas de hostigamiento de parar autobuses con destino a Madrid a fastidiar un poco al pasaje y de molestar a la gente por la calle obligándola a identificarse arbitrariamente. Pero, al poco, cejó en ello y se limitó a estar muy visible en todo el trayecto y presta a cargar si se le daba la orden. La orden no se dio y, por tanto, no hubo violencia. Está bien que la autoridad desista de su actitud de bronca permanente, demuestra sentido común, aunque equivale a una derrota política..
A la par de la manifa de Madrid se dio otra de los yayoflautas en Barcelona. Los abuelos que, por cierto, iban en son de bastante guerra, a la toma de la Generalitat, como el que toma la Bastilla, dan a estas acciones un extraordinario valor simbólico, mucho más allá de lo meramente noticiable de que la tercera edad sea políticamente activa. La confluencia en la calle, además, no se debe solo a un móvil de solidaridad de los viejos con los jóvenes, sino que revela también movilización en interés propio. Los viejos son el segundo sector social, detrás de los jóvenes, en punto a vulnerabilidad ante los ataques del gobierno. El copago, el IVA, las pensiones, todo cae sobre ellos y ahora, tener que compartir su pensión con los nietos. El tercer sector víctima preferente de la vesania represora de la derecha es el de las mujeres, a las que se quisiera ver de  regreso a casa y con la pata quebrada. Acabará habiendo manifas específicas por las agresiones a las mujeres, acabará habiendo feminiflautas.
Al habernos acostumbrado tanto a la presencia cotidiana de este movimiento sin nombre concreto, se nos olvida que tiene una enorme importancia porque supone la irrupción de un actor hasta ahora ausente en un panorama dominado por los partidos políticos y los grupos de presión, las  patronales, la iglesia, la delincuencia organizada. Un actor que insiste en ser apartidista al tiempo que no apolítico, lo cual está cargado de sentido. Es un movimiento político pero no es partidista porque no pretende representar al pueblo ya que sostiene ser ese mismo pueblo. Ese nuevo actor, por tanto, tiene una enorme potencialidad cuanto que se presenta como el pueblo soberano, en cuyo nombre actúan, en teoría, los demás.
Y el pueblo soberano pide claramente la dimisión del gobierno (entiendo que también la del Parlamento) y la convocatoria de un proceso constituyente. El poder responde señalando impertérrito la ley. Eso de la ley es socorrido. Rajoy y el príncipe Felipe la blanden frente al irredentismo catalán. Y la ley no contempla proceso constituyente alguno. Claro. Porque este nunca puede ser un proceso legal sino político, de hecho, en definitiva, ilegal. Es ahí en donde está el punto de conflicto entre el poder y el movimiento. El primero blande la ley; el segundo, la desobediencia civil
A su vez, todo esto también pilla al PSOE ensimismado como, por otro motivo, lo está el PP. El PSOE tampoco escucha la calle, ni siquiera la sigue ni la comprende. Sacudido por su impresionante declive en votos y decisiones de votos, parece haber comenzado un periodo de agitación interna. Será poco probable que haya algún tipo de claridad antes de las elecciones catalanas. Pero si, como anuncian las encuestas, el PSOE obtiene otro revés en Cataluña, la agitación se convertirá en tumulto.  Será muy difícil que la actual dirección se mantenga en los cargos. Tendrá que abrir ese periodo dfe reflexión programática que le pide todo el mundo. 
Si lo hace, lo primero debe ser mirar el movimiento indignado, entenderlo, estudiar sus peticiones y adoptar aquellas que el partido considere compatibles con su ideario o programa, la dación en pago, la reforma del sistema electoral, etc.

diumenge, 30 de setembre del 2012

La noche no es suave.

Entre 11 y 12 de la noche la salida de la calle de Cedaceros a la Plaza de Neptuno que, por cierto, se llama de Cánovas del Castillo, presentaba este tenso aspecto. La coordinadora del 29S había dado por terminada la manifa cantando victoria y, dado que los antidisturbios (más conocidos como "prodisturbios"), venían por todas partes arreando estopa, recomendaba marcharse por la calle de Huertas, aún transitable, para reunirse mañana, domingo, en los jardines del Retiro. Pero ciento y pico manifestantes se negaron a irse y en un acto típico de desobediencia civil, un sit out, se sentaron con la espalda contra la valla metálica de la policía y quedaron encerrados entre los antidisturbios detrás de ellos y los que venían en las lecheras delante de ellos. La policía no debía de tener órdenes y no cargó, en espera de tenerlas. Después de una hora hubo unos parlamentos y los manifestantes abandonaron el lugar sin ser hostigados ni identificados.
Este hecho encierra la clave de la victoria del movimiento. Si la policía no identificó a estos ciento y pico con la que habían montado, ¿qué valor tienen todas las demás identificaciones a gentes que pasan por las calles? Así que, para resarcirse, más tarde los prodisturbios invadieron Lavapiés, entrando en los locales, sacando a la gente y apaleándola entre las lecheras. Puro terror urbano a cargo de unos funcionarios públicos que, según parece, cobran 200€ por cada noche que salen a aporrear a los ciudadanos. Si esto es cierto -y el ministro debe aclararlo en las Cortes- cabe decir que nuestra policía está compuesta por mercenarios, lo cual explica su saña y hace inútil razonar con ella.
Pero esa victoria vino al final de una jornada muy dura que comenzó en tonos bélicos, pidiendo la autoridad desde el principio a los periodistas que acudieran con cascos. La señora Cifuentes, cada vez más ciega en su furia represiva, declaró que la manifestación era absolutamente ilegal. No debe de tener asesores que la ilustren de que no es ella quien determina la legalidad o ilegalidad de los actos. A las cuatro de la tarde, la policía impidió que se instalaran estructuras para las cámaras de TV. El Ayuntamiento, o sea, Ana Botella, lo había prohibido sin que conste razón alguna para ello. No querían cámaras. No querían periodistas. No querían testigos que recogieran las marranadas del ¡que soy compañero, coño! y otras provocaciones. Querían la oscuridad y el silencio.
Pero justamente eso encendió las redes, en donde brilló de inmediato la inteligencia de las multitudes. Se empezó a pedir a los vecinos que fotografiaran y grabaran desde los balcones y terrazas aledaños y muchos de ellos los abrieron a que lo hicieran los manifestantes. Los periodistas aguantaron las amenazas de multas y se mantuvieron a pie firme, con lo que todos los periódicos trajern cumplida información de lo que estaba pasando en streaming, en directo, en tiempo real. Además, debidamente avisados, los medios extranjeros comenzaron a difundir la información y la autoridad, básicamente la delegación del gobierno, porque el ministro del Interior está escondido, se pensó dos veces su proyecto originario de disolver la manifestación por la violencia. Simplemente, no se atrevió.
La incompetencia de la delegada Cifuentes es fabulosa. Plantea el conflicto exclusivamente como una cuestión de orden público e intensifica el antagonismo hasta ponerlo en términos de guerra, que ya se sabe que es la continuación de la política por otros medios, como se echa de ver en sus amenazas, sus medidas preventivas, la difusión de mentiras e informaciones falsas para desmoralizar al enemigo, la última de las cuales fue cifrar la asistencia entre 2.000 y 4.500 personas cuando la BBC ya hablaba de 100.000. Y 100.000 entusiasmados porque había otros 100.000 en Lisboa exigiendo lo mismo: la dimisión de los parlamentarios, del gobierno, la apertura de un proceso constituyente.
El fracaso de Cifuentes es colosal. Es injusto que cargue ella sola con la monumental pifia que es de todo el gobierno. Porque resulta evidente que no pueden parar el movimiento. Y no pueden por su incapacidad para entender la política en la época del ciberespacio.
Por poner un ejemplo que entiende todo el mundo: hoy hay convocada una asamblea en el Retiro para decidir las próximas acciones en octubre. Empeñada como estaba anoche la policía en impedir que esta asamblea se produzca, ¿a quién o quiénes iría a detener esta madrugada a sus casas? ¿Quién dirige el movimiento? ¿Cuál es su estructura? ¿A quién se puede acusar?
¿Y lo de Mas, tanto como decían que el asunto del independentismo interesaba tanto al PP como a CiU para que así no se hablara de los problemas reales? Pues lo de Mas se ha quedado en una baladronada. Quería el mandato para sentirse como Sir Galahad en su empeño, pero no convocará el referéndum hasta estar seguro de ganarlo. O sea, nunca.
Un columnista del Telegraph dice que España debe abandonar el euro y ve a Rajoy como un muerto viviente. A mí me pasa lo mismo con Rubalcaba. Lo veo un poco zombie. Y, en general a la dirección del PSOE. Tan descolocada en el asunto de la resistencia popular extraparlamentaria como en el rebrote de la autodeterminación. Preguntado respecto a la primera convocatoria de ocupa el congreso, Rubalcaba dijo que le parecía mal. En esa respuesta laten al unísono el apoltronamiento del político profesional y el miedo a dar al PP una baza patriótica estilo don Pelayo. Las bases del PSOE están mayoritariamente, creo, con el movimiento (como lo está el conjunto de la sociedad, la mayoría silenciosa que pretende usurpar Rajoy entre caladas al Cohíba) y la dirección parece lamentablemente desorientada. No se atreve a repudiar un movimiento cívico popular pacífico tan obviamente cargado de razón y de moral pero, por otro lado, tampoco osa respaldarlo por dos razones: porque tiene demasiados intereses creados en el juego institucional que el movimiento cuestiona por inútil, corrupto y antipopular y, porque teme ser aniquilada electoralmente ante un potente discurso de la derecha centrado en el mantenimiento del orden público, la seguridad jurídica, el crédito exterior de España y ¡el respeto a la Constitución!.
Así que, en definitiva, nadie sabe qué hacer, excepto los de un movimiento que, por no tener, no tiene ni nombre.
(La imagen es una foto del streaming publico.es, bajo licencia Creative Commons).

dilluns, 24 de setembre del 2012

Democracia, derechos, tiranía, fascismo.

La iniciativa de rodear el Congreso de los Diputados viene fraguándose hace un par de meses. Ha ido cambiando de nombre prudentemente para no dar pie a los aparatos de represión a yugular el movimiento antes de ponerse en marcha. Y ha hecho bien porque la maquinaria represiva a las órdenes de la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, no desdeña ocasión alguna de perseguir a la gente, amenazarla, hostigarla, intimidarla y detenerla con el fin obvio de sembrar el miedo y conseguir que los ciudadanos no protesten en contra de un gobierno que los esquilma, los expolia y, encima, los detiene.
Con el paso de las asambleas en la Puerta del Sol y otros lugares a la Carrera de San Jerónimo, el movimiento 15M ha conseguido un avance espectacular en la articulación de su lucha por un sistema democrático y justo en lugar de esta pantomima injusta. Ha sido un salto cualitativo y demuestra que la indignación ciudadana por esta estafa generalizada de la casta política con el pretexto de la crisis está tan viva como siempre y, poco a poco va encontrando sus formas propias de acción. Para el movimiento indignado, que es la forma más genuina, espontánea y viva que ha tomado la protesta social contra el atropello capitalista, esta acción es de una gran importancia y por eso la está preparando meticulosamente, manteniéndola dentro de una legalidad escrupulosa e insistiendo en su actitud pacífica, radicalmente no violenta, de estricta desobediencia civil.
Pero igual que los demócratas y los resistentes inician mañana una jornada decisiva en su destino, las fuerzas represoras de la derecha neofranquista y nacionalcatólica que se alzaron con el triunfo electoral hace diez meses mediante una sarta de mentiras, tratan de hacerla fracasar. Para ello se emplea a fondo la citada Cifuentes, un caso patente de actitud autoritaria, protofascista, que fía su éxito en las maniobras de intoxicación, mentiras, amenazas, calumnias y todo tipo de juego sucio más propio de la delincuencia que de las fuerzas del orden.
En lugar de encontrar a su marido, prófugo de la justicia por una presunta estafa, cómo no, la señora Cifuentes dedica las fuerzas de policia a sus órdenes a hostigar e intimidar por calles y jardines a los ciudadanos pacíficos, procediendo a identificaciones abusivas e inmotivadas y amenazando a los identificados con posteriores represalias si se les vuelve a ver en una manifestación. Entre estos métodos y los de los gángsteres de Chicago no hay gran diferencia.
Igualmente se procede a detenciones preventivas, probablemente basadas en unas listas ilegales de ciudadanos "peligrosos" que Cifuentes ha hecho compilar sin mandato judicial y por las cuales, si esto fuera una democracia, la citada señora debiera estar respondiendo ante los tribunales. Pero no solamente no es así sino que, en una muestra patente de justicia política, un juez de la Audiencia Nacional, la heredera del Tribunal de Orden Público franquista, se ha prestado a abrir diligencias contra varias personas detenidas por los policías cifuentescos, a las que acusa -se ignora con qué fundamento- de intentar atentar contra los altos organismos del Estado o algún otro cuento similar. Esta actividad indigna da a su vez cobertura para que los policías de Cifuentes sigan sembrando el miedo por las calles justificando sus identificaciones intimidatorias en que hay un procedimiento abierto en la Audiencia. Procedimiento que se abrió a petición de la policía. Es el círculo vicioso de la tiranía.
Pero no le basta con la represión física, directa, violenta, con las cargas, los palos, los gases, los tiros: todo eso lo tiene ya preparado y previsto Cifuentes y está deseando tener una excusa para desatarla. Por eso, quienes vayamos mañana al Congreso debemos mantener la calma a toda costa, no responder a las provocaciones de los agentes cristinos y filmar y grabar todas las actuaciones de la policía. Insisto: no le basta. Por eso, ademàs de los aparatos represivos con que cuenta, Cifuentes ha echado mano de la propaganda, la mentira, el engaño, la difamación. Aparte de la condigna ración de todo esto que cabe a los plumillas que tiene a sueldo en periódicos, revistas, radios y televisiones, dedicados a mentir las veinticuatro horas del día, demostrando su maestría en las tareas de propaganda, la propia Cifuentes ha añadido un buen puñado de infundios de su Minerva particular: que si rodear el congreso es ilegal y se impedirá por la fuerza; que si coaccionar a los diputados es un delito y actuará la policía; que si la manifestación de mañana es un "golpe de Estado encubierto" y se tomarán medidas. La técnica es siempre la misma: una mentira y una amenaza, a ver si consigue descabezar el movimiento porque, de ese modo, probablemente sus jefes la recompensarán con alguna bicoca. A lo mejor le prometen que, si entrega a su marido el prófugo, lo indultan. Y eso cuando no le da por rememorar su formación política de juventud e insinúa, por si cuela, que entre los convocantes del acto de mañana hay neonazis y gente de extrema derecha. Debiera reconocerlos mejor ya que los trata y les autoriza manifestaciones con ánimo de reventar las de izquierda; pero eso es igual porque lo que pretende es encizañar y boicotear los actos legales por ella misma permitidos porque no le ha quedado más remedio.
La derecha nacionalcatólica y neofranquista tiene miedo y, por eso, el flanco más reaccionario ha acudido en apoyo de Cifuentes. Cospedal, la presidenta de Castilla La Mancha, que cobra dos sueldos públicos indebidamente por unos 20.000 euros al mes, vive en una mansión de lujo custodiada por policías a cargo del erario público, sube los sueldos de sus asesores mientras despide a los trabajadores a miles y bebe agua embotellada a cinco euros la botella, Cospedal, digo, equipara el 25S con el 23F tratando de criminalizarlo. Pero ni yo ni nadie hemos visto, leído o escuchado en ninguna parte condena alguna de Cospedal y los cospedales a la intentona fascista de Tejero y sus compinches. Es más, dada la cercanía ideológica de los golpìstas al credo tradicional de la derecha "sin complejos" que los cospedales representan, más parece que, si lo hubieran condenado quizá habría sido por no triunfar, antes que otra cosa.
Así que ni caso a estas sayonas y mañana acudamos todos a demostrar que somos conscientes de nuestros derechos, vamos a defenderlos y no toleraremos que sigan despojándonos de ellos.
(La imagen es una foto de Popicinio_01, bajo licencia Creative Commons).

dijous, 23 d’agost del 2012

Gordillo como Gandhi.

El diario ABC se hace escandalizadas cruces de que en el Guardian de Londres se compare a Sánchez Gordillo con Gandhi. ¡Hábrase visto mala fe! ¡Comparar una gloria de la humanidad con un vulgar robaperas! Lo extraño es que no haya salido alguno de sus ingenios hablando de Gordandhi o de Gandhillo.
El artículo en cuestión, titulado Five examples of civil disobedience to remember, de Richard Seymour, en efecto, compara a Sánchez Gordillo con Gandhi y, además, pone cuatro ejemplos más de desobediencia civil, no todos muy bien escogidos porque el autor tiende a diluir la separación entre la resistencia no violenta y la violenta. Aun así, sitúa en un contexto muy interesante la acción del SAT y Gordillo. El ejemplo que pone del Mahatma Gandhi, la campaña contra el impuesto de la sal de 1936, es particularmente afortunado e ilustra mucho la del alcalde de Marinaleda.
A Palinuro le fastidia en el amor propio que ni se mencione que esa comparación Gordillo-Gandhi ya la hizo él en una entrada hace dos semanas titulada Gordillo y la desobediencia civil. Allí se hablaba de la Satyagraha o no violencia que es el punto de apoyo de Gordillo: se quebranta la ley, se resiste, pero pacíficamente. El propio Gordillo ha mencionado a Gandhi entre sus modelos, también a Cristo y a los anarquistas. Sí, hay mucho venero con el que Gordillo puede conectar, aunque no le guste a la derecha que prefiere ver en él la pesadilla del señorito del bandolerismo andaluz. En fin, qué le vamos a hacer. Aquí no nos enteramos de lo que decimos nosotros mismos en tanto no nos lo cuentan en inglés. Y como la traducción suele ser mala...
Gordillo es un símbolo. Un gran símbolo. Lo es ya. Es el símbolo de un pueblo que arranca, una esperanza. Creo haber leído en algún sitio unos de esos habituales artículos de la derecha pidiendo, exigiendo, que la policía actúe de una vez, sin contemplaciones, que los encarcelen a todos y que qué está haciendo Fernández Díaz. Impetrando, supongo, la inspiración divina de cómo resolver con la policía un problema de conciencia colectiva.
Porque, cada día que pasa, la imagen de Gordillo peregrino con sus seguidores bajo un sol ardiente, recuerda más la del Galileo dándole a la sandalia por los caminos polvorientos y, en los tiempos de la televisión en que los milagros de los panes y los peces no son probables, habrá que acudir a la solidaridad forzosa de los supermercados y, llegado el caso, a pedir su pan "de puerta en puerta", como el negro de Guillén el negro.
La fuerza de Gandhi, que destruyó un imperio, se basaba en la idea-fe de que, cuando lo único que puede oponerse a la razón es la fuerza, el de la fuerza está perdido. Por supuesto, es una guerra (aunque solo de una parte) y nunca se sabe cómo terminará una guerra. Eso concede a quienes entran en ella pacíficamente, renunciando a practicarla, un plus de legitimidad y de moral.
Lo mismo pasa con Gordillo. ¿Por qué no actúan las fuerzas de represión del Estado, también llamadas cariñosamente Fuerzas de Seguridad del Estado? Porque saben que no se enfrentan a un problema de orden público, sino a una manifestación de descontento popular, a una indignación moral que comparte ampliamente la ciudadanía; a un símbolo.
¿Y como se combate un símbolo? Obviamente, con otro. De acuerdo, ¿cuál? ¿La injusta distribución de la carga de la crisis? ¿La privación de los derechos de los trabajadores? ¿El retorno a las formas más oscuras del nacionalcatolicismo? ¿La amplísima corrupción de la clase política? ¿La bellaquería de los medios de comunicación? ¿El lujo y el boato en el que viven los ricos y privilegiados, entre ellos varios gobernantes?
No hay símbolo que oponer al que encarna Gordillo, que es el de la justicia; y frente a la justicia solo puede alzarse una u otra forma de injusticia. De ahí que se estará considerando el empleo de la fuerza. Pero el resultado puede empeorar la situación. Un Gordillo entre rejas es una bomba capaz de incendiar España entera. Por eso renuncia al aforamiento.
El gobierno, además, tiene el país en estado de permanente insurrección: los mineros en el Norte, los funcionarios en el Centro, los jornaleros en el Sur, los catalanes en el Este y los vascos, prontamente, de nuevo en el Norte, con el concurso de los miles y cientos de miles de afectados por los recortes de todo tipo en todas las condiciones, actividades y empleos, excepto en la iglesia y en la banca. Dios y Mamón, que niegan la coyunda pero la tienen. Son lo mismo.
(La primera imagen es una foto de Duncan~; la segunda, otra de Flickr, ambas bajo licencia Creative Commons).


dimecres, 22 d’agost del 2012

El totalitarismo de Gordillo.

No será por el tamaño de las palabras. Según el PP, el comportamiento de Gordillo es golpismo y totalitarismo. Nada menos. Da gusto la finura, la elegancia del debate público en España. Y solo le llaman "golpista" y "totalitario". En las redes, el alcalde de Marinaleda no baja de hijo de siete perras. Por cierto, se me ocurre que en esto de detectar golpismo y totalitarismo, en el PP debe de haber gente avezada. La derecha española tiene puesta una pica en Flandes (¿en dónde, si no?) en punto a golpismo y totalitarismo. No obstante debe recordarse que, según la Real Academia de la Historia, el régimen de Franco no fue totalitario. No, no, en modo alguno; fue autoritario, eso sí, pero no totalitario.
En resumidas cuentas, para la derecha, Franco no fue totalitario pero Gordillo, sí. ¿Recibido? Adelante.
Gordillo es incómodo; es un incordio; se lleva a la gente de carretera; hurta o induce a hurtar comida en los supermercados; ocupa tierras baldías; hace sit ins (qué caramba, cómo me suena eso) en sacrosantos espacios bancarios; se chapuza indebidamente en las piscinas de lujosos palacios-hoteles; quebranta la ley y, además, no para de rajar diciendo cosas tan claras, evidentes y gruesas que soliviantan al personal. Definitivamente, Gordillo es una amenaza al tranquilo orden de la plaza en donde los pocos ricos gobiernan en detrimento de los muchos pobres.
El PP, furioso, lanza epítetos como obuses y le gustaría hacer un escarmiento en el rebelde para saludable ejemplo de generaciones futuras. Al PSOE, desgarrado entre su teoría izquierdizante y su práctica decididamente institucional, se le ha puesto el rostro impenetrable del ama de llaves en las novelas de Agatha Christie. Prefiere no hablar del asunto; pide la aplicación de la ley y mira ceñudo al audaz Gordillo.
Hay también una opinión muy extendida de que, en el fondo, este Gordillo es un narcisista y está encantado de concentrar la atención de los focos sobre su persona; que es un histrión. Tendría derecho a serlo, pero no es el caso. El caso es que él desvía la atención mediática de su persona a los problemas reales de la gente y, gracias a él, el respetable ha podido enterarse por los medios de que en España la situación para mucha gente es límite y que los hay que pasan hambre.
Sin embargo hasta los suyos, en Izquierda Unida, están incómodos con él, sobre todo los que tienen responsabilidades de gobierno que, ya se sabe, consisten en mantener el orden púbico y no saben qué decir cuando los del PP los acusan de incitar o, cuando menos, tolerar los desmanes gordillianos. No se preocupen, aquí van algunos consejos.
De acuerdo, lo de Gordillo es un fastidio para todo el mundo, la ilegalidad no se debe consentir, no es tolerable que se incomode o perjudique a la gente, habitualmente, propietarios y quienes están en su onda. Ciertamente. Estoy seguro de que el primero en pensar así es Gordillo, a quien no hará mucha gracia caminar a cuarenta y tantos grados por esas carreteras del Sur, sudando la gota gorda, megáfono en mano. A él probablemente le gustara más descansar al fresco en el cigarral de Cospedal o en el ático de De Guindos, mirando la sierra con un gin tonic en la mano. Pero está en donde está por un asunto de conciencia y contra eso, amig@s, hay poco que decir, sobre todo quienes, como Fray Mariano, tocado por la fe de la Virgen del Rocío, anuncian que pensamos demasiado en lo material.
Las actuaciones de Gordillo no son un problema sino un síntoma de un problema que está en otro lado, oculto, silenciado, reprimido, un problema que el propio Gordillo ha definido con perfección gracianesca o ramoniana: "La crisis consiste en que los ricos roban a los pobres". Y ha llegado un momento en que los pobres ya no tienen nada. Frente a esto, ¿qué proponen hacer el PP y su gobierno, aparte de llamar golpista y totalitario a este semianarquista?
Nada.
Rajoy prometió en campaña electoral -lo hacen todos- que gobernaría para todos los españoles, cosa que ha cumplido exactamente igual que ha hecho con todos y cada uno de los puntos de su programa electoral, esto es, haciendo lo contrario. Hoy es ya evidente que Rajoy gobierna para la banca, la iglesia y la gran empresa, por ese orden y siguiendo directrices que le dictan fuera otros banqueros. Si no quiere uno molestarse en analizar el carácter y contenido de las medidas adoptadas hasta ahora por el gobierno y que son clamorosas, échese una ojeada a su composición. No es que no haya un solo sindicalista o trabajador en el sentido más lato del término, por ejemplo un abogado, un arquitecto, alguien con ejercicio profesional real a su espalda, no. La composición es cerrada: representantes de la oligarquía y la iglesia y sus correveidiles entre los funcionarios y cargos del PP. ¿Cómo va este gobierno a cuidarse de todos los españoles si ni los ve?
Rajoy ha entendido su mayoría absoluta como una licencia para matar. Gordillo representa la dignidad y la defensa de las víctimas.
Lo suyo se llama legítima defensa y desobediencia civil. Una esperanza.
(La imagen es una foto de Audiovisuales Acampadazgz, bajo licencia Creative Commons).

divendres, 10 d’agost del 2012

Gordillo y la desobediencia civil.

Juan Manuel Sánchez Gordillo anuncia que habrá más acciones de desobediencia y, en concreto, planea ocupaciones de bancos. Es justo lo que decía en su entrada de ayer Palinuro, que a un acto de desbediencia civil seguirá otro, y otro; y si faltan Gordillos, otros Gordillos seguirán su ejemplo. Es la ventaja que tiene la desobediencia civil pacífica. Cuanto más se cebe el Estado en la represión, cuantos más policías, fiscales, jueces y mazmorras utilice, si la desobediencia ha prendido, nada podrá detenerla porque su fundamento y su motor es un principio moral que nadie, ni los que reprimen ni sus esbirros, se atreven a negar: que no es justo que el gobierno proteja a los ladrones de guante blanco y persiga a los trabajadores y parados cuando hurtan alimentos para que los hambrientos coman. Además de injusto es estúpido pues la desobediencia civil producto de una conciencia crítica, es inexpugnable y capaz de los mayores logros.
A primeros del siglo XX nadie daba un ochavo por la suerte del Mahatma Gandhi. ¿Cómo iba a desafiar -y aun más difícil- vencer un escuálido joven abogaducho hindú al poderoso Imperio británico? ¿Cómo iba aquel abogaducho a conseguir la independencia de un subcontinente frente al imperio sin recurrir a las armas ni la violencia? Gracias a la Satyagraha, la doctrina de la no violencia, la resistencia pasiva, la desobediencia civil que Gandhi había estudiado concienzudamente en sus dos máximos exponentes hasta entonces, Henry David Thoreau y Leon Tolstoy.
¿Cómo podrá un alcalduelo de tres al cuarto, medio visionario, populista, algo tocado, de imposible clasificación en los usos políticos civilizados, resolver la complicada y pavorosa crisis que nos azota¿ ¿Cómo conseguirá este pintoresco personaje al que los señoritos del gobierno miraban con desdén hasta que empezaron a verlo con pavor, restablecer la justicia de forma que se restituya al pueblo sus derechos y sus medios de vida, arrebatados por unos políticos corruptos literalmente a sueldo del capital?
Muy sencillo, mediante la desobediencia civil, la resistencia pasiva, algo cuya superioridad moral ignora el ministro del Interior, que será muy del Opus, pero no sabe distinguir el bien del mal. Quizá por eso se apresta a tipificarla como delito, exactamente igual que hace 2.000 años los Fernández Díaz de Galilea condenaban a Jesús y liberaban a Barrabás  que hoy podría llamarse Rato, Botín, etc. Esa evidente superioridad moral de la desobediencia civil, ya se sabe, saca de quicio a Esperanza Aguirre quien, a diferencia de Fernández Díaz, tiene la inteligencia suficiente para intuirla, pero no la entereza ni la honradez de reconocerla.
Sin embargo es muy sencilla y Gordillo lo muestra en toda su simpleza: basta con quebrantar pacífica y públicamente una norma no en beneficio propio sino para denunciar una situación injusta, inhumana, cruel y no rehuir luego el castigo que ese quebrantamiento suponga. Es cosa de regirse por la conciencia y no por el bolsillo, como hace la derecha. Y, en efecto, ahí está Gordillo, esperando que vayan a buscarlo porque, como dice él, es el hombre más localizado de España. Que luego declare o no en los juzgados que lo citan es otra cuestión que el alcalde de Marinaleda consultará con su sindicato. Y hace bien. Hasta esa declaración puede convertirse en un episodio más de su lucha por la justicia.
Una lucha que no es improvisada sino fruto de una reflexión cierta. Gordillo señala de modo rotundo a los responsables de la crisis, los Rato, los Botín en España y denuncia que, en lugar de perseguirlos, el gobierno los protege, ampara e indulta porque es su cómplice. Denuncia que la crisis es una estafa y una excusa para desmantelar el Estado del bienestar, arrebatar sus derechos a los trabajadores y oprimir (más) a las mujeres. Algo que todos pensamos (incluidos quienes así actúan), muy pocos decimos o escribimos y casi nadie cuestiona mediante la acción, como él.
Gordillo es el enemigo público número uno de las clases dominantes, los banqueros que estafan octogenarios; los grandes empresarios que esclavizan la mano de obra; los curas que viven como tales a base de engañar a la gente; los gobernantes lacayos que legislan lo que les ordenan sus amos; los periodistas e intelectuales que difaman y calumnian a quienes luchan por sus derechos. Es un combate muy serio, en el que estamos todos involucrados y, a pesar de todo, Gordillo, que tiene un atisbo de retranca socrática muestra un raro ingenio cuando pone en ridículo al presidente del gobierno quien, entre sus insufribles farfulleos, suele decir que no le gusta lo que hace, pero que no tiene otro remedio. Los mismo afirma Gordillo.
(La imagen es una foto de Audiovisuales Acampadazgz, bajo licencia Creative Commons).

dijous, 9 d’agost del 2012

Todos contra Gordillo.

La previsible coincidencia de todas las fuerzas vivas pone de manifiesto la podredumbre de nuestra sociedad y su falta de entereza moral. El gobierno muestra la rapidez de reflejos, la decisión y la clarividencia para ponerse a perseguir al alcalde de Marinaleda que no tuvo ni tendrá cuando los supuestos delincuentes son otros, los Ratos, los Urdangarines, los Matas, las Munares, los Camps, etc. En estos casos, al reconocerse en los protagonistas de la peripecia, los gobernantes piden calma, serenidad, presunción de inocencia, protegen, impiden que comparezca en Parlamento, se niegan a investigar, paralizan las actuaciones y esperan que escampe, si es que no acusan directamente a la policía y los jueces de delinquir por perseguir a la gente bien.
No así con Sánchez Gordillo y sus jornaleros. Con estos el Estado es de una celeridad ejemplar. Bandas enteras de fiscales, policías y juces, azuzados por el ministro del Interior, que dice no "aspirar a la paz de los cementerios", como si fuera una concesión graciosa, y el de Justicia, ese hipócrita para quien reprimir a las mujeres es progresista, andan persiguiendo jornaleros por los campos de Andalucía. Su intención es mostrar contundencia y eficacia para tranquilizar a la derecha que, histérica con las visiones de las masas hambrientas asaltando sus posesiones y viviendas de lujo, exigen a gritos orden público, obediencia a la ley, castigo ejemplar a los culpables, no sea que la cosa vaya a mayores...
...Y si la cosa va a mayores, puede ponerse muy fea porque, como sabe todo el mundo, los verdaderos ladrones, los estafadores, los corruptos no están en los cortijos esperando trabajo ni compran en Mercadona: están en las grandes empresas, en los bancos, en los gobiernos, en los medios de comunicación, repletos de sectarios al servicio del capital hasta la deshonra. Y si la sociedad entera cae en la cuenta en que ha caído Sánchez Gordillo y actúa como él puede ser un disgusto para los defensores y directos beneficiarios de un sistema injusto que premia a uno, persigue y castiga a 100 y explota y oprime a todos.
El coro de los partidos políticos es también monocorde con alguna escasa excepción. Todos pìden castigo para los culpables. UPyD exige que se expediente a Gordillo, con la misma furia con que pide que se ilegalice a los de Bildu y todo cuanto pueda obstaculizar su sueño de que el país esté dirigido por una mujer tan carente de principios como de sinceridad. El PP, ya se sabe, a degüello con los culpables, todos a  la cárcel, ni un paso atrás, la sacrosanta defensa de la legalidad que es igual para todos... excepto para él que, como se ha visto con al Ley de la RTVE, cuando le molesta, la cambia. Pero para eso hay que ganar elecciones diciendo lo contrario de lo que se iba a hacer y haciendo lo contrario de lo que se dijo. No como ese alcalde "comunista" (cuando la derecha tiene miedo utiliza mucho este artilugio de calificar de comunista cuanto le parece peligroso) que hace lo que dice y, además no cobra como alcalde. En el PSOE, el portavoz Hernando -se ve que los jefes no quieren pringarse en este asunto peligroso- pide que se proceda contra quienes han infringido la ley y olvidando de paso que si los socialistas, desde Pablo Iglesias en adelante, hubieran seguido sus recetas, ahora él no estaría en donde está. Por último, IU aparece dividida: hay quienes apoyan a Gordillo y quienes temen las consecuencias de sus actos y un posible retroceso de las libertades a costa de la seguridad. No es muy elegante, pero es lo que hay.
A Sánchez Gordillo lo defienden sus compañeros, la izquierda anticapitalista y aledaños, parte de IU, el movimiento 15M y dos o tres intelectuales, opinadores y comunicadores que, como Palinuro, no deben obediencia a partido, grupo, trama, empresa o periódico algunos y, por lo tanto, hablan con la fuerza que da la convicción y la libertad.
Los ataques vienen de todos los frentes y tienen la marca indeleble de los intereses que se defienden. Alguien en el PP reprochaba a Gordillo que su jefe de policía cobrara más que el presidente del gobierno. Una estúpida mentira por partida doble digna del espíritu servil de quien la haya proferido pues en Marinaleda no hay policía y mucho menos jefe de ella cobrando sueldo alguno. Pero, además, el correveidile mentiroso establece un término de comparación que también ignora pues, hasta la fecha, nadie sabe cuanto cobra al mes Mariano Rajoy porque, aunque se le ha preguntado alguna vez, no ha contestado y este país es tan calzonazos, tan miserable y tan lacayo que tolera ser gobernado por un sujeto que se niega a decir cuánto cobra al mes, existiendo indicios de que cobra por diversos conceptos grandes cantidades moralmente inaceptables. Una buena prueba es que no lo dice. Si cobrara lo que le corresponde ya lo habría declarado.
Y estos son los tipos que atacan a un hombre como Gordillo acumulando sobre él toda clase de insultos y descalificaciones, sin percatarse de que, cuanto más se apiñan en el intento de lincharlo, más parecen una piara impotente.
Tómese la acusación más frecuente -y ,la más benévola-, la que dice que el gesto de Gordillo no sirve para nada. ¿Para nada?  ¿Cree el PSOE que este gobierno de derecha señoritinga y profundamente antipopular hubiera respetado los 400 € de los parados gracias a sus jeremiadas? Esos 400 € los ha conquistado y conservado el miedo cerval que el gesto de Sánchez Gordillo ha inspirado a las clases dominantes. 
Pase que el personal que opina, habla, escribe y pretende dar lecciones a los demás no tenga ni puñetera idea de lo que sea la desobediencia civil en una democracia, qué la acción basada en criterios morales, qué las cuestiones de legitimidad y que repita como papagayo las consignas de la derecha más cerril. Pero, al menos, disimulen y no hagan más el ridículo.
(La imagen es una foto de Audiovisuales Acampadazgz, bajo licencia Creative Commons).

Legalidad y legitimidad.

Los términos en el título de la famosa obra de Carl Schmitt siguen acotando el campo del debate político esencial, hoy igual que ayer. Schmitt hizo una crítica despiadada de la República de Weimar y hasta tuvo en proyecto una propuesta de reforma de su Constitución que luego abandonó por la vía más expedita de los nazis, a cuyo partido se afilió en 1933, fecha temprana. Los hitlerianos dieron buena cuenta de tal Constitución dejándola fuera de juego de un plumazo con una ley de plenos poderes, la Ley para luchar contra el estado de necesidad de la Nación y el Reich, de 24 de marzo de 1933. De golpe se suprimía la legalidad y la legitimidad de la República y se instauraba la legitimidad de la Dictadura que descansaría sobre su legalidad.
Esa tensión está tan viva como siempre. Lo ideal, según parecer mayoritario, es que legalidad y legitimidad coincidan, esto es, que lo que sea legal sea también legítimo, es decir, justo. Pero eso es lo ideal. En la realidad, ¿puede haber leyes que no sean justas, que no sean legítimas? Cientos. Las leyes raciales de Nürnberg, por ejemplo, que Carl Schmitt aplaudió con entusiasmo. Radicalmente injustas. Nulas de pleno derecho. Pero estuvieron en vigor, fueron la legalidad, una legalidad ilegítima. ¿Se deben obedecer las leyes injustas?
Los legalistas no lo dudan. Las leyes en vigor no admiten desobediencia. No hay ámbito moral, de conciencia, en el derecho positivo. Las leyes se cumplen y el que tenga quejas, cumpla primero la ley y plantee luego sus cuitas en el negociado correspondiente.
Los legitimistas, en cambio (entendiendo por tales no los legitimistas monárquicos sino aquellos que postulan que el orden político, el legislador, debe tener un fundamento moral) tampoco dudan lo contrario. La obediencia a la ley está sometida al dictado de la conciencia. Si la ley es injusta o inicua, no debe obedecerse por muy en vigor que esté.
Es la tensión entre el positivismo de la legalidad y el subjetivismo de la legitimidad. Ningún orden político puede tolerar que se desobedezca la ley y toda desobediencia debe ser castigada. Pero es obvio que habrá y hay momentos en la historia en los que se darán desobediencias a la ley por razones de conciencia y tratar estas como delitos comunes es un error que tarde o temprano se paga.
La ley no puede tolerar la desobediencia civil. Pero, en ciertas circunstancias de necesidad, la desobediencia civil será una realidad, tanto más peligrosa para un sistema político cuanto que parte de una evidente superioridad moral. El desobediente civil, a diferencia del delicuente, no se lucra con su acto ni trata de evitar la pena que el ordenamiento prevé para su infracción.
Y, en afecto, ahí tenemos a Juan Manuel Sánchez Gordillo diciendo muy tranquilamente que se sentirá orgulloso de ir a la cárcel.
Sin embargo, un sistema que encarcela a Sánchez Gordillo pero indulta a un alcalde prevaricador, a un banquero convicto y confeso de no recuerdo qué ilícito, mantiene en la calle a malversadores condenados por los tribunales de justicia y amnistía a los grandes defraudadores, tiene un serio problema de legitimidad. El orden social es injusto y eso es lo que la desobediencia de Gordillo ha puesto de manifiesto.
La crisis-estafa sigue su curso, cada día un poco más negro y amenazador que el anterior. La desobediencia civil de Sánchez Gordillo abre la puerta a un debate sobre la legitimidad de las decisiones que están adoptándose. A eso apunta, entiendo, la petición de referéndum de los sindicatos. Los partidos también tendrán que pronunciarse. Y el asunto es delicado. Izquierda Unida va por la vía de solidarizarse con la desobediencia de Gordillo, como un acto simbólico con lo que parece querer limar importancia al hecho, si bien la tiene precisamente porque es simbólico. El PSOE a su vez no se ha pronunciado formalmente, aunque andan los jefes diciendo por ahí que la situación es muy mala pero que el asalto al supermercado, como si fuera el Moncada, no es la vía. Es pasmoso a qué velocidad pierden los socialistas el contacto con la gente. Si esta no es la vía, ¿cuál es? El PSOE está defendiendo con uñas y dientes los 400€ de los parados indefinidos, lo cual le honra. Si por casualidad fracasara, ojalá no, ¿cuál será la vía para las 200.000 personas que se quedarán sin ingreso alguno? ¿La mendicidad?
(La imagen es una foto de comcinco, bajo licencia Creative Commons).

dissabte, 12 de maig del 2012

Compás de espera.

Ayer, volviendo a casa, puse Radio Clásica. En algún programa habían decidido transmitir el Alexander Nevski, de Prokofiev y sonaban los patrióticos sones folklóricos que llamaban al buen pueblo ruso a alzarse en contrapunto con el sombrío galimatías latino, especie de seudogregoriano, que viene entonando la invasora Orden Teutónica. Tuve que apagarla porque se oía fatal ya que no sé en dónde diablos tengo la antena. Pero seguí oyendo la cantata entera en la memoria, pareciéndome que narra sublimándolo un momento parecido al actual en España, en el día de hoy, 12-M en que la ciudadanía está convocada a tomar las calles y plazas en protesta contra el poder político en su conjunto y su maridaje con el económico y financiero. No se nos convoca en cuanto obreros, mujeres, jóvenes, estudiantes, jubilados, inmigrantes, homosexuales, víctimas o agricultores sino en función de nuestra común condición de ciudadanos en defensa de unos derechos básicos de todos, una sanidad y una educación públicas, viviendas dignas, empleo decentemente remunerado, en fin, una vida de ser humano y no de esclavo. Se nos convoca en cuanto pueblo, en cuanto multitud.
Enfrente se encuentra ese poder político (irónicamente visto como pretoriano del teutón) contra el que se protesta, pertrechado con el máximo título de legitimidad que hay, esto es, la mayoría absoluta en elecciones libres; y armado hasta los dientes, por si el argumento de la legitimidad no se impone. A su lado, el establecimiento económico-empresarial y financiero en pleno, encargados de vaticinar desgracias sin cuento si la gente se empeña en significarse socialmente. Por detrás, los fabricantes de ideología, sobre todo los medios afines, la iglesia católica, las fundaciones de la derecha y algunas universidades, especialmente privadas, todos demostrando que la sumisión a los dictados del capital a través de sus gobiernos es lo más racional que se puede hacer. Con tanta embriaguez de razón y fuerza, el poder político se enfrenta a la jornada de hoy en una actitud tensa, hostil, que hace temer lo peor y lo peor es que algo falle y se encienda la violencia.
Cosa que puede pasar en cualquier punto del país que, contra lo que piensan los gobernantes, no se reduce a Madrid, ciudad en la que han concentrado una cantidad considerable de agentes del orden. Hoy habrá manifas de perroflautas y no tan perros ni tan flautas en muchos puntos de España. Todas conectadas entre sí en tiempo real, a la velocidad de twitter. Cualquier cosa que pase en Barcelona se sabrá en Sevilla al instante. Así que hay que tener cuidado con Felip Puig. La policía también está preparada. Llevará cámaras en los cascos. Curiosa iniciativa que hay que calibrar porque ¿qué sucederá con esas cámaras y sus contenidos? ¿Se los llevarán luego los policias a sus comisarías para manipularlos y ocultar pruebas incriminatorias? En mi opinión todo ese material debe pasar ipso facto de terminada la manifa a disposición de juez, quien lo custiodará por si fuera necesario recurrir a él. Nada de dejar a los policías la base del relato.
Los dos bandos están preparados para entrar en acción. Es un momento tenso, la noche antes de la batalla en Alexander Nevski, la irrupción de los teutones al amanecer del 5 de abril y la batalla sobre el hielo. Vencerá el buen pueblo ruso. Vencerán los ciudadanos españoles. Pero hay por medio una batalla y no sabemos cuánto durará. Lo que es cierto es que, a partir de mañana, las cosas habrán cambiado en el sentido en que vienen haciéndolo desde el comienzo de la contestación del 15-M, al que muchos, impacientes, daban ya por muerto. En el sentido de la recuperación práctica de la soberanía de la ciudadanía. Ahora esta comenzará un proceso de indagación de las responsabilidades incurridas por políticos y financieros en la gestión de la crisis. Cada vez amplía más el marco de su acción.
La dificultad reside en hacer eficaces esas decisiones a través de las instituciones. En tanto se encuentra la forma de conseguirlo, una vía puede ser fomentar la unidad de acción del 15-M con la prensa crítica, de forma que esta sirva como punto de referencia para los partidos de la izquierda que pueden así articular su acción con la del 15-M, prestándose a ser sus portavoces.
Lo anterior va por el éxito de MasPúblico, mi periódico.
(La imagen es un grabado de Gert Arntz, de 1928, titulado La guerra civil. Merece la pena observarlo con atención).

dissabte, 6 d’agost del 2011

Entre bobos y no tan bobos anda el juego.

De cumplirse lo que los sondeos permiten augurar, en breves meses el PP habrá ganado las elecciones y estará gobernando España al igual que ya gobierna casi todas sus comunidades autónomas y municipios. Una abrumadora concentración de poder.

Pero se trata de una figura retórica, una forma de hablar, una metonimia. Los partidos no gobiernan nada; gobiernan las personas. Estas pueden ser más o menos fieles a sus partidos. No es infrecuente que haya también gobernantes independientes; en el Gobierno español actual varios/as ministros/as dicen serlo. Y sean fieles o infieles a sus partidos, dependientes o independientes, lo decisivo es que se trata de personas, individuos concretos con nombres y apellidos, con unos u otros caracteres, forma de ser, inteligencia, laboriosidad, moralidad, etc. Es la prueba de que la crítica habitual a la personalización de la política no está del todo clara porque la política es siempre una cuestión de personas en justa correspondencia con eso que suelen decir las/los feministas de que lo personal es político. Interesa, pues, sobremanera averiguar qué personas se aprestan a gobernar España o lo que quede de ella después de la crisis.

En cabeza aparece Mariano Rajoy, quien ya ha perdido dos elecciones generales y, en consecuencia, es muy conocido. Tan conocido como escasamente valorado. El último barómetro del CIS muestra que más del 77 por ciento de los ciudadanos tiene escasa o ninguna confianza en él. ¿La razón? Comienza por apuntarla el Economist con una mezcla de flema y "humor seco" típicamente británica al definirlo como el hombre que no tiene nada que decir. ¡Nada que decir un político, con lo gárrulos que son! Rajoy también: habla y habla sin parar. Lo que el Economist sostiene es que no tiene nada que decir de interés. Y, cuando cree que tiene algo de interés y lo dice, más valdría que se hubiera callado. En entrevista a Europa Press afirma el candidato del PP que no tocará el Estado del bienestar en lo esencial, esto es, sanidad, educación y pensiones, dice. Dado que no piensa subir los impuestos y que sólo puede reducir el déficit recortando el gasto, la afirmación es inverosímil. Al contrario, sostiene el candidato, se pueden aumentar ingresos sin tocar los impuestos. ¿Cómo? Creciendo y generando empleo. Y ¿cómo se crece y se genera empleo? Creciendo y generando empleo. No es malicia mía; es literal si se lee con atención el artículo.

Sin embargo, Rajoy hace un esfuerzo y desgrana medidas concretas, a saber, un objetivo prioritario que es contar con unos presupuestos cuyo objetivo prioritario sea acabar con el déficit y tres proposiciones de ley: 1ª) de estabilidad presupuestaria (que coincide maravillosamente con el objetivo prioritario); 2ª) de emprendedores (a los que propone bajar un cinco por ciento el impuesto de sociedades); y 3ª) de trasparencia de las administraciones públicas (muy de esperar de un partido minado por el caso Gürtel).

Y este hombre en concreto aspira a gobernar España. Claro que si lo hizo Aznar, ¿por qué no su ungido? Hay diferencias entre ambos. Aquel es un cool killer; éste es más dado a la mesa camilla, como Dios manda; es campechano, familiar y tiene un punto retorcido, pero no es un killer ni cool ni hot

Junto a Rajoy y como su equipo se presentan otras personas concretas que llevan un par de años batallando con el peor asunto que afecta al partido, el de la corrupción. Hay decenas de cargos públicos del PP imputados en la trama Gürtel y las adyacentes (caso Matas, caso Brugal, caso espías madrileños) que protagonizan de continuo espectáculos bochornosos. Francisco Camps, el Curita, recién dimitido de la presidencia de la Generalitat, se ha calzado un puesto en el Consell Consultiu y mantiene su escaño en las Corts valencianas con lo que conserva un sueldo público y otras canonjías y beneficios. Algo sorprendente, típicamente campsiano ya que, como diputado, tomará decisiones sobre las que habrá asesorado como consejero, con voz pero sin voto.

Lo de Camps, ya se ha dicho, parecer ser solamente la punta del iceberg con el que se hundió el Titanic. El otro día, un testaferro de Correa, Antoine Sánchez, manifestó por escrito al fiscal estar dispuesto a tirar de la manta si le desbloquean una cuenta de 9.000 euros porque dice que no tiene dinero. El tal Correa es el de la pastuqui que debe de ser tanta que el juez le mantiene la astronómica fianza de quince millones de euros. Y un hombre con tanta guita ¿no puede apartar unos milloncejos, como Sancho espumaba gallinas en las bodas de Camacho, y dárselos a su testaferro y primo para que calle la boca? Porque si el tal Antoine habla a lo mejor acaba saliendo aquí Fantômas.

Y si Antoine no habla otros lo harán porque la Gürtel no para. La fiscalía del caso pide que se impute al constructor Ulibarri por delito fiscal. Ulibarri ha tenido que ver con la trama Gürtel en Valencia, si para bien o para mal, la justicia lo dirá. Pero Valencia es un sitio pintoresco. Asegura allí el PP que no descarta llevar imputados en sus listas a las elecciones generales. Si salieran elegidos Rajoy podría echar mano de ellos para redactar la ley de Transparencia de las Administraciones Públicas. En fin, no hay que tomarse esta opción del PP valenciano como un intento de agraviar el sentido común moral de la colectividad. Según lenguas perversas (y seguramente falsarias) el problema es que no encuentran gentes sin imputar para las listas.

En todo caso, estas son las gentes que aspiran a gobernar España, vistas de cerca. Añádanse a ellas Trillo quien, como el holandés errante, arrastra una maldición por vida con el Yak 42; los suculentos sueldos del campeón Arenas, látigo de la corrupción y el despilfarro socialistas; la devoción del Corpus, los sueldos y las vacaciones de Cospedal, de cuya afición al trabajo queda agradecido recuerdo en el Senado; los aspavientos de Monago ante la foto de un Cristo que debió despertar en él el freudiano temor a la castración; la inimitable Aguirre con su toque castizo de aristocracia rabanera; el gazmoño Gallardón; González Pons de chupadita en chupadita.

Llegar estas personas al poder y resolverse la crisis en un santiamén será cosa antes hecha que dicha. De ello se encargará el intercesor con la divinidad, Benedicto XVI quien, imitando a Ecclestone, podrá anunciar que España tendrá el siguiente congreso mundial de lo que sea si gana el PP.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 18 de juny del 2011

Crónicas de la revolución indignada (II). En el templo de Mammon..

Por la retirada del Diccionario franquista de la Academia


Preparándose para el gran día, el showdown, del momento, la manifa del 19-J. Los indignados reiteran su pacifismo en términos casi angélicos, aunque no carentes del sentido del humor. Los indignats catalanes piden a los provocadores que se abstengan de ir. Eso recuerda la famosa anécdota según la cual cuando el ministro de la Gobernación de Franco llamó al embajador británico preguntándole si quería que le enviara más policías para contener una manifestación frente a su embajada, el diplomático, con flema, le dijo que prefería que enviara menos manifestantes.

El Gobierno, esto es, el ministro del Interior, que es ya el que habla por todos, anuncia que habrá firmeza si "alguien lo hace mal". Está claro, es una amenaza, pero es una amenaza prudente. Nadie está interesado en que en la manifa del 19-J en Madrid pase algo. Rubalcaba se juega su candidatura a la presidencia del Gobierno y el 15-M la legitimidad de su actuación.

En algún lugar he leído (cuando lo encuentre, pondré el enlace) que los indignados valencianos planean una marcha a pie hasta Madrid supongo que con fines de presencia mediática que, con su intensa vida y capacidad de improvisación el movimiento tiene asegurada. Por cierto, al hilo de la crónica, a lo mejor estoy equivocado pero en el País Vasco no veo indignados, seguramente porque los indignables vascos llevan indignados desde los tiempos de Sabin Arana.

Pero lo más notorio que este cronista debe reseñar es el hecho de que los indignados leyeran un manifiesto durante la reunión de la junta de accionistas del Banco Santander; un manifiesto en el que se acusa a los banqueros de destruir los sueños de la gente. ¿No es hermoso? Nada de ir allí en plan de experto, economista, sabelotodo, a explicar a estos tiburones por qué no deben seguir zampándose los peces más pequeños, sino en plan indignado, poético, radical. Lo bueno es que la intervención se ha producido porque un accionista ha cedido a un indignado su derecho de palabra. Eso es pragmatismo típicamente bancario. Hay que escuchar a todos. Luego se hará lo que nos convenga. Los políticos podrían aprender. ¿Qué costaría invitar a algún representante del 15-M a hablar en alguna comisión del Congreso? Se convoca a todo tipo de personas, ¿por qué no a un indignado?

Y dicen que no es una revolución. No hay más que ver la reacción de los partidos. Los de la izquierda extraparlamentaria (por ejemplo Izquierda Anticapitalista) pero también sectores de Izquierda Unida quieren sumarse a ella, si no dirigirla y eso provoca continuos conflictos. El PSOE no sabe qué hacer, entre otras cosas porque tiene la responsabilidad del orden público en buena parte del territorio. Y el PP y la derecha mediática están furibundamente en contra. O sea, es una revolución.

La derecha compara el 15-M con Hitler, Mussolini y Franco. Lo de Hitler es un obvio tributo pagado a la Ley de Godwin, lo de Mussolini debe de ser por la marcha sobre Madrid y lo de Franco es asombroso teniendo en cuenta que según la Real Academia de la Historia fue un gobernante autoritario, no totalitario y, además, católico, inteligente y moderado. Cunde el nerviosismo mientras los indignados apuntan ahora a la Monarquía.

(La imagen es una foto de RinzeWind, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 25 de març del 2011

Fuera capillas de la Universidad.


La profanación de la capilla de la Complutense ha traído cola y ha resaltado la necesidad de abordar el problema eternamente irresuelto de la separación entre la Iglesia y el Estado. La Universidad, como suele pasar, ha señalado el camino a un Gobierno que nunca tuvo intención de andarlo. Aplicó, sí, en la primera legislatura unas políticas sociales de igualdad de derechos que exasperaron a la Iglesia pero ésta no la tocó. Al contrario, contemporizó con ella, le incrementó el porcentaje de recaudación en la asignación del IRPF y finalmente se puso en sus manos, proponiendo como presidente del Tribunal Supremo a un hombre cuyo principal mérito es ser un fervoroso cristiano y como embajador en el Vaticano a otro que lleva el fervor casi al misticismo. El resultado ha sido que el Gobierno ha decidido postergar a las calendas griegas la pendiente ley de libertad religiosa. Asunto que, al parecer, no es urgente.
Pero el happening de la capilla muestra que sí lo es. La Iglesia debe abandonar todos los nichos y puestos de mando que aún mantiene en la estructura institucional del Estado o, cuando menos, renegociar con él su régimen. Es posible que deba haber capillas en los hospitales pero en las universidades, sobran. Y eso es lo que han puesto de relieve los estudiantes. ¡Ah! Pero es que el problema está en cómo lo hicieron, en que se desnudaron y atentaron contra sagrado y contra la moral pública. Lo del sagrado es muy dudoso, ya que ese sagrado está en donde no debe estar y quienes han protestado esgrimían un sagrado mayor: el de la propiedad de la colectividad, no de una parte de ella. En cuanto al escándalo público eso es muy elástico.
En todo caso, nadie pretende que no sea una infracción; pero lo será en una medida proporcional al alcance objetivo del hecho y su dimensión moral. Porque se trata de un acto típico de desobediencia civil que consiste en quebrantar públicamente una norma para llamar la atención sobre su iniquidad o la iniquidad de alguna otra. Ninguna sociedad civilizada puede ignorar el valor moral de la desobediencia civil y deberá tratarla con sanción proporcional al hecho. Es decir que a los asaltantes puede imponérseles una multa que todos los que reconocemos el valor moral de su acción contribuiremos solidariamente a sufragar.
Porque ese es el asunto, la performance de la capilla (me ha divertido mucho el término que es polisémico) no es un asalto, ni un crimen, ni una gamberrada, ni un atentado, sino una manifestación pública de una injusticia por unas gentes que son responsables de sus actos. Lo que sucede es que este razonamiento no hace mella en las huestes de la derecha mediática que plantean el hecho llamando "zorras" a las muchachas y hablando de coacción, violencia, en la antesala de un frenesí colectivo de matanza de curas y monjas y quema de iglesias.
Por otro lado, la Iglesia también ha reaccionado hiperbólicamente, convocando una misa de desagravio a la que acudieron unos mil fieles que, al no caber en la capilla, siguieron el oficio fuera, arrodillados en el suelo del campus. Eso es extraordinariamente simbólico. ¿Va la gente a la Universidad a arrodillarse? ¿O va a erguirse? Esa foto de los asistentes arrodillados es realmente lamentable.
Es imposible convencer del valor moral de una actitud a quienes reaccionan como energúmenos, de modo bronco o suave. No. Hay que cambiar de tercio y preguntar qué calificación debe darse al hecho de que, también en sagrado, se oficien misas por el eterno descanso de un dictador sanguinario, presunto genocida de su pueblo y se oficien, además, en lucimiento de la parafernalia simbólica de su régimen. Y si, como sostiene Palinuro, se trata de delitos, qué se piensa hacer y si la Fiscalía va a actuar de oficio en defensa del interés público.
Así que el acto de hoy, al que corresponde la foto, será de desagravio a la Universidad y no habrá nadie de rodillas sino que todos estaremos de pie excepto los que pillen asiento.