No será por el tamaño de las palabras. Según el PP, el comportamiento de Gordillo es golpismo y totalitarismo. Nada menos. Da gusto la finura, la elegancia del debate público en España. Y solo le llaman "golpista" y "totalitario". En las redes, el alcalde de Marinaleda no baja de hijo de siete perras. Por cierto, se me ocurre que en esto de detectar golpismo y totalitarismo, en el PP debe de haber gente avezada. La derecha española tiene puesta una pica en Flandes (¿en dónde, si no?) en punto a golpismo y totalitarismo. No obstante debe recordarse que, según la Real Academia de la Historia, el régimen de Franco no fue totalitario. No, no, en modo alguno; fue autoritario, eso sí, pero no totalitario.
En resumidas cuentas, para la derecha, Franco no fue totalitario pero Gordillo, sí. ¿Recibido? Adelante.
Gordillo es incómodo; es un incordio; se lleva a la gente de carretera; hurta o induce a hurtar comida en los supermercados; ocupa tierras baldías; hace sit ins (qué caramba, cómo me suena eso) en sacrosantos espacios bancarios; se chapuza indebidamente en las piscinas de lujosos palacios-hoteles; quebranta la ley y, además, no para de rajar diciendo cosas tan claras, evidentes y gruesas que soliviantan al personal. Definitivamente, Gordillo es una amenaza al tranquilo orden de la plaza en donde los pocos ricos gobiernan en detrimento de los muchos pobres.
El PP, furioso, lanza epítetos como obuses y le gustaría hacer un escarmiento en el rebelde para saludable ejemplo de generaciones futuras. Al PSOE, desgarrado entre su teoría izquierdizante y su práctica decididamente institucional, se le ha puesto el rostro impenetrable del ama de llaves en las novelas de Agatha Christie. Prefiere no hablar del asunto; pide la aplicación de la ley y mira ceñudo al audaz Gordillo.
Hay también una opinión muy extendida de que, en el fondo, este Gordillo es un narcisista y está encantado de concentrar la atención de los focos sobre su persona; que es un histrión. Tendría derecho a serlo, pero no es el caso. El caso es que él desvía la atención mediática de su persona a los problemas reales de la gente y, gracias a él, el respetable ha podido enterarse por los medios de que en España la situación para mucha gente es límite y que los hay que pasan hambre.
Sin embargo hasta los suyos, en Izquierda Unida, están incómodos con él, sobre todo los que tienen responsabilidades de gobierno que, ya se sabe, consisten en mantener el orden púbico y no saben qué decir cuando los del PP los acusan de incitar o, cuando menos, tolerar los desmanes gordillianos. No se preocupen, aquí van algunos consejos.
De acuerdo, lo de Gordillo es un fastidio para todo el mundo, la ilegalidad no se debe consentir, no es tolerable que se incomode o perjudique a la gente, habitualmente, propietarios y quienes están en su onda. Ciertamente. Estoy seguro de que el primero en pensar así es Gordillo, a quien no hará mucha gracia caminar a cuarenta y tantos grados por esas carreteras del Sur, sudando la gota gorda, megáfono en mano. A él probablemente le gustara más descansar al fresco en el cigarral de Cospedal o en el ático de De Guindos, mirando la sierra con un gin tonic en la mano. Pero está en donde está por un asunto de conciencia y contra eso, amig@s, hay poco que decir, sobre todo quienes, como Fray Mariano, tocado por la fe de la Virgen del Rocío, anuncian que pensamos demasiado en lo material.
Las actuaciones de Gordillo no son un problema sino un síntoma de un problema que está en otro lado, oculto, silenciado, reprimido, un problema que el propio Gordillo ha definido con perfección gracianesca o ramoniana: "La crisis consiste en que los ricos roban a los pobres". Y ha llegado un momento en que los pobres ya no tienen nada. Frente a esto, ¿qué proponen hacer el PP y su gobierno, aparte de llamar golpista y totalitario a este semianarquista?
Nada.
Rajoy prometió en campaña electoral -lo hacen todos- que gobernaría para todos los españoles, cosa que ha cumplido exactamente igual que ha hecho con todos y cada uno de los puntos de su programa electoral, esto es, haciendo lo contrario. Hoy es ya evidente que Rajoy gobierna para la banca, la iglesia y la gran empresa, por ese orden y siguiendo directrices que le dictan fuera otros banqueros. Si no quiere uno molestarse en analizar el carácter y contenido de las medidas adoptadas hasta ahora por el gobierno y que son clamorosas, échese una ojeada a su composición. No es que no haya un solo sindicalista o trabajador en el sentido más lato del término, por ejemplo un abogado, un arquitecto, alguien con ejercicio profesional real a su espalda, no. La composición es cerrada: representantes de la oligarquía y la iglesia y sus correveidiles entre los funcionarios y cargos del PP. ¿Cómo va este gobierno a cuidarse de todos los españoles si ni los ve?
Rajoy ha entendido su mayoría absoluta como una licencia para matar. Gordillo representa la dignidad y la defensa de las víctimas.
Lo suyo se llama legítima defensa y desobediencia civil. Una esperanza.
(La imagen es una foto de Audiovisuales Acampadazgz, bajo licencia Creative Commons).