El diario ABC se hace escandalizadas cruces de que en el Guardian de Londres se compare a Sánchez Gordillo con Gandhi. ¡Hábrase visto mala fe! ¡Comparar una gloria de la humanidad con un vulgar robaperas! Lo extraño es que no haya salido alguno de sus ingenios hablando de Gordandhi o de Gandhillo.
El artículo en cuestión, titulado Five examples of civil disobedience to remember, de Richard Seymour, en efecto, compara a Sánchez Gordillo con Gandhi y, además, pone cuatro ejemplos más de desobediencia civil, no todos muy bien escogidos porque el autor tiende a diluir la separación entre la resistencia no violenta y la violenta. Aun así, sitúa en un contexto muy interesante la acción del SAT y Gordillo. El ejemplo que pone del Mahatma Gandhi, la campaña contra el impuesto de la sal de 1936, es particularmente afortunado e ilustra mucho la del alcalde de Marinaleda.
A Palinuro le fastidia en el amor propio que ni se mencione que esa comparación Gordillo-Gandhi ya la hizo él en una entrada hace dos semanas titulada Gordillo y la desobediencia civil. Allí se hablaba de la Satyagraha o no violencia que es el punto de apoyo de Gordillo: se quebranta la ley, se resiste, pero pacíficamente. El propio Gordillo ha mencionado a Gandhi entre sus modelos, también a Cristo y a los anarquistas. Sí, hay mucho venero con el que Gordillo puede conectar, aunque no le guste a la derecha que prefiere ver en él la pesadilla del señorito del bandolerismo andaluz. En fin, qué le vamos a hacer. Aquí no nos enteramos de lo que decimos nosotros mismos en tanto no nos lo cuentan en inglés. Y como la traducción suele ser mala...
Gordillo es un símbolo. Un gran símbolo. Lo es ya. Es el símbolo de un pueblo que arranca, una esperanza. Creo haber leído en algún sitio unos de esos habituales artículos de la derecha pidiendo, exigiendo, que la policía actúe de una vez, sin contemplaciones, que los encarcelen a todos y que qué está haciendo Fernández Díaz. Impetrando, supongo, la inspiración divina de cómo resolver con la policía un problema de conciencia colectiva.
Porque, cada día que pasa, la imagen de Gordillo peregrino con sus seguidores bajo un sol ardiente, recuerda más la del Galileo dándole a la sandalia por los caminos polvorientos y, en los tiempos de la televisión en que los milagros de los panes y los peces no son probables, habrá que acudir a la solidaridad forzosa de los supermercados y, llegado el caso, a pedir su pan "de puerta en puerta", como el negro de Guillén el negro.
La fuerza de Gandhi, que destruyó un imperio, se basaba en la idea-fe de que, cuando lo único que puede oponerse a la razón es la fuerza, el de la fuerza está perdido. Por supuesto, es una guerra (aunque solo de una parte) y nunca se sabe cómo terminará una guerra. Eso concede a quienes entran en ella pacíficamente, renunciando a practicarla, un plus de legitimidad y de moral.
Lo mismo pasa con Gordillo. ¿Por qué no actúan las fuerzas de represión del Estado, también llamadas cariñosamente Fuerzas de Seguridad del Estado? Porque saben que no se enfrentan a un problema de orden público, sino a una manifestación de descontento popular, a una indignación moral que comparte ampliamente la ciudadanía; a un símbolo.
¿Y como se combate un símbolo? Obviamente, con otro. De acuerdo, ¿cuál? ¿La injusta distribución de la carga de la crisis? ¿La privación de los derechos de los trabajadores? ¿El retorno a las formas más oscuras del nacionalcatolicismo? ¿La amplísima corrupción de la clase política? ¿La bellaquería de los medios de comunicación? ¿El lujo y el boato en el que viven los ricos y privilegiados, entre ellos varios gobernantes?
No hay símbolo que oponer al que encarna Gordillo, que es el de la justicia; y frente a la justicia solo puede alzarse una u otra forma de injusticia. De ahí que se estará considerando el empleo de la fuerza. Pero el resultado puede empeorar la situación. Un Gordillo entre rejas es una bomba capaz de incendiar España entera. Por eso renuncia al aforamiento.
El gobierno, además, tiene el país en estado de permanente insurrección: los mineros en el Norte, los funcionarios en el Centro, los jornaleros en el Sur, los catalanes en el Este y los vascos, prontamente, de nuevo en el Norte, con el concurso de los miles y cientos de miles de afectados por los recortes de todo tipo en todas las condiciones, actividades y empleos, excepto en la iglesia y en la banca. Dios y Mamón, que niegan la coyunda pero la tienen. Son lo mismo.
(La primera imagen es una foto de Duncan~; la segunda, otra de Flickr, ambas bajo licencia Creative Commons).