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dilluns, 13 de juny del 2016

La locura es individual

A la vista de la matanza de Orlando, ¿tiene sentido acordarse de la perpetrada por Anders Breivik, el nazi noruego, en Oslo, en 2011 y por unos terroristas islamistas en París en 2015? Setenta y siete personas murieron en la primera ocasión. Eran, creo recordar, gentes de una organización juvenil socialdemócrata en un campamento de verano. En el caso francés unas gentes que estaban divirtiéndose en unas salas de fiestas, más de 120 muertos. Y nada que ver con un club gay en Orlando, Florida. Nada es nada. No hay pauta, no hay "método en la locura", como pensaba Polonio de Hamlet. No hay más que una persona toma una decisión que acaba con la vida de otras. Y esa decisión la toma por su cuenta y bajo su responsabilidad.

Para mayor complicación, aunque lo más sencillo y frecuente es que se considere locos a los asesinos, que "se les ha ido la olla", no tiene por qué ser así. Aunque fastidie reconocerlo. No podemos saber cómo era el autor Omar Siddique Mateen porque está muerto. Pero sí sabemos cómo está Anders Breivik. Por cuanto puede verse es una persona cuerda; parece ser autoritario, pero eso no es un delito; muchos lo son, sin llegar a abrir fuego sobre una muchedumbre. Puede estar poseído de una manía de erostratismo, pero eso no explica por qué le da por asesinar a sus semejantes en lugar de volar el Taj Mahal, por ejemplo.

El autor pude haber actuado siguiendo algún mandato que juzga superior. Es posible. En algún sitio he leído que uno de estos curas musulmanes anda diciendo a gritos que los gais deben perecer. También es posible. Algo similar dice el Cardenal Cañizares en España. Cierto que Cañizares no desea ni ordena la muerte de ningún gay, pero es que eso, por ahora, es delito. Habría que saber la opinión de Cañizares si no lo fuera. Y, en el caso de Breivik, quizá no habrá voz clerical alguna representante de la Valhalla que ordene expresamente acabar con los socialdemócratas en un campamento de verano. Como tampoco parece que a algún clérigo musulmán francés haya predicado la necesidad de dar muerte a la gente que se divierte en una discoteca. Pero el dicho Breivik puede creer que esa orden está implícita en su forma de entender la vida del nazi ario puro, como los ocho terroristas parisinos pueden pensar que solo se es verdadero creyente cuando se asesina a los no creyentes. Son conclusiones que alcazan por su cuenta. 

Haya o no haya las voces, molestarse en encontrar la justificación causal de un crimen en una ideología, religión o concepción colectiva del tipo que sea, es perder el tiempo. Sobre todo si se hace con ánimo de prohibir luego estas creencias colectivas. Las creencias no pueden prohibirse. Sí pueden sus manifestaciones prácticas, objetivas, pero no en su pura actividad subjetiva.

Los responsables de sus actos son en primer lugar (y muchas veces único, aunque no siempre) los individuos. Esto es, el terreno de lo desconocido. Nunca sabremos cómo van a reaccionar los demás a nuestros actos, incluso a nuestros no actos, a nuestra mera presencia en el mundo. En la inmensa mayoría de los casos sí decimos saberlo porque damos por bueno el instinto y sentido de supervivencia en nosotros mismos y en los demás. Pero eso no es saber y, además, no funciona siempre. La ruptura del sentido de supervivencia propio o ajeno no puede darse por imposible con aboluta seguridad. La baja probabilidad del asunto no quiere decir nada desde un punto de vista moral: un solo caso entre millones plantea el mismo problema de comprensión que si fueran muchos más.

El bajo índice de probabilidad del crimen, desde el punto de vista jurídico puede servir para calibrar la intensidad de la respuesta y dictar las normas generales que parezcan más adecuadas a la opinión pública.

Pero locos que aprieten el gatillo en una concentración de gente habrá siempre. 

dissabte, 28 de febrer del 2015

Mosul y el B.O.E.


De acuerdo con una interpretación estricta del libro santo, ese que las tres religiones más sanguinarias dicen seguir, la Biblia, los seres humanos no podemos representar en imágenes nuestras propias creencias. Es absurdo prohibir que sea físicamente visible lo que se empeñan en hacer mentalmente dominante: puedes creer un dios, imaginártelo en tu interior, pero no representarlo. Puedes rezar a tu dios y hablar con él en tu fuero íntimo, pero no pronunciar su nombre. De lo contrario, vienen los "verdaderos creyentes" con mazas y te abren la cabeza a ti y a tus criaturas. O te degüellan. O te queman vivo. Las tres religiones del Libro, mosaica, cristiana y musulmana, repletas de "verdaderos creyentes" son iconoclastas. La mosaica y la musulmana o ojos cerrados. Bien cerrados. La cristiana, más contagiada del mundo pecaminoso y las hechuras del diablo, oscila. Ha habido momentos iconoclastas y momentos iconográficos. Las distintas denominaciones protestantes tienden más a la iconoclastia, son más puritanas y austeras. No llegan ni de lejos al frenesí destructor de los bárbaros islámicos actuales, pero tampoco son el carrusel de estampitas de colores en que se ha convertido el catolicismo.

El mundo entero asiste pasmado a la exhibición de barbarie de los combatientes del ISIS cuando destruyen tesoros artísticos y bibliográficos incalculables que son patrimonio de todos, de la humanidad. Se ve cómo utilizan mazas y martillos eléctricos para facilitarse la tarea. Ni se les pasa por la cabeza que, si pueden utilizar estos medios es, precisamente, gracias al espíritu que llevó a conservar las estatuas. Para ser lógicos con sus creencias estos fanáticos debieran destruir el mármol con los dientes. Pero pedir lógica a tan feroces brutos es como pedírsela a las brutos nobles que, sin embargo, tienen mucha más.  

Quienes se duelen de estos espectáculos, ponen el grito en el cielo por tanta barbarie y piden que se detenga en nombre del arte, la tolerancia, la cultura y la civilización lo hacen mojando un croissant en el café mientras leen en la prensa que el Boletín Oficial del Estado de su país del 24 de febrero de este año contiene la Resolución de 11 de febrero de 2015, de la Dirección General de Evaluación y Cooperación Territorial, por la que se publica el currículo de la enseñanza de Religión Católica de la Educación Primaria y de la Educación Secundaria Obligatoria. Una resolución en la que, entre otras estupideces, se lee que:

No obstante, el ser humano pretende apropiarse del don de Dios prescindiendo de Él. En esto consiste el pecado. Este rechazo de Dios tiene como consecuencia en el ser humano la imposibilidad de ser feliz. Dado que su naturaleza está hecha para el bien, su experiencia de mal y de límite le hace añorar la plenitud que él no puede darse por sí mismo y busca de algún modo restablecer la relación con Dios. Esta necesidad del bien, el deseo de Infinito que caracteriza al ser humano se expresa en las religiones como búsqueda del Misterio.

Interpretación sin necesidad de grandes conocimientos de hermenéutica: que no está el horno para los deliciosos bollos de Mosul y que, por obra del sempiterno maligno, hoy no es posible imponer la religión católica a base de torturas y martillazos, no se puede quemar vivos a los herejes y no es posible prohibir que la gente piense, hable, escriba, pinte con un grado de libertad que, sin ser completo, resulta insoportable para los curas y sus monaguillos en el gobierno.

Pero no tenga nadie duda de que, si pudieran, estos nacionalcatólicos de rezo público, sucia conciencia y vicio privado, quemarían un buen puñado de libros y, de echarles mano, también a su autores.
 
De momento ya tienen publicado en el Boletín Oficial del Estado (sí, ese Estado secularizado, no confesional, de derecho, "desmitificado", burocrático, racional, blablabla), su programa de mano para imbuir en el tierno cerebro de los niños sus desvaríos de secta alucinada. Esa es una conquista que nadie ya podrá reñir al señor Wert, una pica en Flandes para contar a las generaciones venideras. Aquí empieza la recristianización de España, que pide a gritos el cura Rouco Varela desde su franciscana celda en un ático de 370 metros cuadrados en Bailén. De momento viene como asignatura no obligatoria pero evaluable. Parece poca cosa. Jesús nació en un pesebre y, ya se ve en dónde está ahora. La fe renació en un peñasco en Covadonga, pero reconquistó España. La verdadera religión de los auténticos españoles saldrá de esta norma esclarecida del BOE, aportación típicamente hispana a la tradición occidental de las luces y la Ilustración. Trento resucitado. Y a todo esto irá unido por los siglos de los siglos el nombre de esa lumbrera, antiguo tertuliano "progre" de la SER, Wert.
 
Nada me extrañaría que, antes del fin de la legislatura, su compañero de mesa, el pío Fernández Díaz, propusiera su beatificación y una medalla pensionada de la Virgen del Perpetuo Mohín.
 
 

dimarts, 3 de maig del 2011

Entre la mendacidad y la ignominia.

En mitad del jolgorio mundial por la muerte de Bin Laden a manos de los hombres de Barack, Esperanza Aguirre se apresuró a recordar que Bin Laden nunca ha reconocido el atentado de Madrid, una observación tan fuera de lugar y de sentido que sólo puede explicarse por un ataque agudo de conspiranoia, aunque calculada con la precisión de un pellizco de monja.

Es el caso, sin embargo, que el tal Bin Laden tuvo a bien declarar el 17 de abril de 2004 que El 11-M es la respuesta a las acciones de España en Irak, Afganistán y Palestina. Resumiendo, la declaración de Esperanza Aguirre es mendaz.

Y no sólo mendaz. Además es ignominiosa en comparación con la de Hillary Clinton en la que ésta recuerda los inocentes que murieron por culpa de Bin Laden en Atocha el 11-M, víctimas para las que Aguirre no ha tenido ni un recuerdo, ocupada como está siempre, sin parar, en todo momento y circunstancia, venga o no a cuento, en atacar al adversario y rebañar unos votos.

(La imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 29 de gener del 2011

Alá juega al dominó.

Está claro que los acontecimientos de los países árabes tienen una importancia extraordinaria, de alcance mundial. Una importancia similar a la que tuvo en su día la caída del comunismo. Por supuesto sin querer establecer más paralelismo que el hecho de que se trata de un fenómeno político revolucionario que afecta a una serie de países que tienen una especial ligazón entre sí, el comunismo en el segundo caso y el islamismo en el primero. La similitud es obvia: la caída de varios países en un efecto dominó. Para no repetirme remito al lector a una entrada anterior, La i-revolución islámica prende en la que se reflexiona sobre la posibilidad de que algo así pudiera pasar.

Desde luego se confirma la hipótesis de que se trata de movimientos espontáneos, sin previa organización ni planificación, movilizaciones de la sociedad civil, especialmente de los jóvenes que en un porcentaje altísimo están en el paro. También convalidada ha quedado la suposición de que, en la medida en que quepa hablar de algún tipo de organización o comunicación, se trata de la red, de internet, cuya presencia en las revueltas ha sido determinante. La mejor prueba reside en las reacciones de los gobernantes. En Túnez se bloqueó Facebook; en Libia, Youtube; en Egipto fue primero Facebook, luego Tuenti y, finalmente, el Gobierno ha cerrado la red en pleno, en un acto insólito de cuyas consecuencias, evidentemente, no tiene ni idea y que, además, no parece vaya a refrenar la movilización de la gente. Porque si se cierra la red es como si se cerrara una parcela importante de la actividad económica y social y se desconectara a Egipto del mundo. Y eso, ¿es posible? ¿Por cuánto tiempo?

Y no es esta la única reacción de unos gobiernos acorralados. Tienen otras: anuncian reformas; lo hizo Ben Ali en Túnez y lo ha hecho Mubarak en Egipto en actos tan falsos como el famoso dicho de Fernando VII, "marchemos francamente y yo el primero por la senda constitucional" y, es de esperar, con menor eficacia. Mubarak ha sacrificado al Gobierno en pleno, incluido el ministro del Interior que por la mañana anunciaba que no permitiría más manifestaciones y al que las manifestaciones han dejado a su vez sin mañana como ministro. Un sacrificio para salvar la propia cabeza (que es la que piden los manifestantes) ofrendado al nuevo dios de la multitud.

Ese es el concepto que la teoría política moderna emplea, retrotrayéndose a Hobbes y Spinoza, un concepto anterior al marxista de clase pero que ha resultado mucho más certero en estos casos, como en los del hundimiento del comunismo. Nosotros somos el pueblo decían los ciudadanos de la República Democrática Alemana cuando cayó el muro de Berlín. En realidad, piensa la nueva teoría política, querían decir la multitud. Queda la sospecha de si, al tratarse de países árabes islámicos, el factor religioso tiene especial relevancia. No fue el caso en Túnez y tampoco lo parece en Egipto, aunque aquí están siendo muy activos los "hermanos musulmanes". Sin duda su impronta se está haciendo sentir en la mayor violencia callejera, pero no da la impresión de que este grupo ni ningún otro integrista esté dirigiendo o determinando el movimiento. Éste tiene reivindicaciones económicas y sociales, es decir, laicas. Si triunfa, puede ser el comienzo de la modernidad en el mundo árabe.

Añádase a todo ello la presión internacional. Las cancillerías occidentales no han estado muy rápidas en la comprensión del fenómeno, han tardado en reaccionar y se han limitado a decir obviedades del tipo de que se debe evitar la violencia y hacer reformas. Hay mucho apoyo a los regímenes corruptos y autoritarios que revisar, hay mucho que cambiar. Porque, a su vez, la cuestión geopolítica que se plantea es grave: ¿qué sucede si la oleada de protestas, la revuelta, prende en el bastión del islamismo, estrecho colaborador de Occidente, Arabia Saudí? Todo el equilibrio del petróleo puede verse afectado. Y eso no va a ayudar a resolver la crisis global.

A partir de aquí los escenarios son muy variados. Por ejemplo: el efecto dominó no se detiene en los países árabes, ni siquiera en los islámicos, sino que pasa a los cristianos. Ganas no faltan en Grecia, en Italia, España, Portugal, Francia o Irlanda. Islandia es ya hace meses un ejemplo de revolución de multitud, pero está muy lejos y los islandeses son muy pocos. En el continente puede ser otra cosa.

dilluns, 17 de gener del 2011

¿Revolución en el Islam?

Parece que se confirma la idea que Palinuro adelantó el viernes, 14 de enero, antes de que el déspota Ben Ali y su familia de ladrones abandonara Túnez en una entrada titulada Túnez, internet, la multitud, de que la revuelta tunecina era sobre todo cosa de internet, las redes sociales, el ciberespacio, y que la oposición de izquierda iba a remolque de los acontecimientos, con la lengua fuera. Así, Público decía ayer que las protestas estaban movidas por los sindicatos y Facebook. Facebook en concreto (pero no sólo) sirvió para que se difundieran por la red los vídeos hechos con móviles que demostraban la brutalidad policial en la represión de manifestantes. Un paso más en la suposición de que la revolución será digital o no será, sobre todo en países como estos árabes, que no son todo el Islam pero sí parte importante de él. Una veintena de Estados que van desde el océano atlántico al golfo pérsico, casi todos regímenes autoritarios, muchos corruptos, algunos semiteocráticos y todos con unas sociedades civiles que parecen ancladas en edades bárbaras.

Ya hay quien señala que la revuelta tunecina está directamente ligada a las revelaciones de WikiLeaks sobre la corrupción de un régimen mafioso y cleptocrático, hasta el punto de que se habla de la primera revolución de WikiLeaks. Como era de esperar. Ese maldito Assange ha causado muchos dolores de cabeza en los países occidentales y en los Estados Unidos lo odian por chivato y seguramente les gustaría tenerlo en Guantánamo y sin wi-fi. Pero tales disgustos son nada comparados con la que se puede armar en los países árabes ya que en estos las revelaciones no son de si los ministros se ponen de alfombra de los EEUU o los fiscales y jueces actúan según interesa al embajador gringo, que ya es grave, sino sobre cómo los gobernantes, los "príncipes de los creyentes" o los "líderes fraternales y guías de la revolución" se lo llevan crudo. Pues ¿no resulta que el tunante tunecino emprende el camino del exilio con una tonelada y media de oro? Nada de extrañar que los hechos de Túnez estén sacudiendo otros regímenes árabes, países como Egipto, en donde Hosni Mubarak lleva treinta años en el poder, un par más que el bueno de Ali, o Libia, en donde el incombustible y pintoresco Gadafi lleva de hecho 42 años. El mismo Gadafi que ayer ordenó bloquear Youtube. Estos déspotas se enteran de por dónde viene el enemigo; pero hay que ver si no se han enterado demasiado tarde. Porque no basta con cerrar Youtube; hay que bloquear las redes sociales, Facebook, Hi5, Flickr, LinkedIn, buscadores como Google y, sobre todo, hay que cerrar Twitter, que se propaga como la pólvora a través de los móviles. La capacidad de la gente de comunicarse es casi infinita y eso no puede combatirse con mazmorras, policías o guardias pretorianas. Son medios inservibles. Y esto sin contar con que el cierre del ciberespacio sólo puede hacerse a un costo económico y comercial altísimo, probablemente prohibitivo. La red ha integrado la comunicación política con la económica, la financiera, la cultural, en un solo stream en el que ya no se puede interferir.

Los países árabes presentan además una característica que los hace terreno abonado para un movimiento en el ciberespacio, una revolución trasnacional, ya que forman una unidad cultural y civilizatoria, la Umma. Está muy gracioso ese ministro egipcio subrayando que cada país tiene sus epecificidades, como si Túnez fuera a Egipto como a Groenlandia. Muy gracioso, sobre todo, a la vista de la andanada de entusiasmo que la revuelta tunecina ha despertado en todo el mundo árabe, en donde se gloría a nuestros hermanos tunecinos.

La revuelta de Túnez, país tradicionalmente alabado por su sensatez, parece democrática, laica, popular, espontánea, no movida por partido alguno. Pero ese puede no ser el caso en otros lugares en que la oposición esté organizada y sea fuerte, cual suele suceder con esas organizaciones de fanáticos a los que llaman fundamentalistas, como los Hermanos musulmanes en Egipto. La revolución en el Islam puede ir hacia delante o hacia atrás. Y siempre se hará a través de la red porque ésta es un medio, no un fin; y, como medio o instrumento, rinde más a quien mejor sabe manejarlo, con independencia de la calificación moral de su finalidad. Que se lo digan a los israelíes, que han creado un virus para atacar el sistema de computadoras del Irán que controla su capacidad nuclear, para destruirla, claro.

Por lo demás, quien crea que el efecto WikiLeaks ha terminado en los países occidentales y que probablemente quedará anegado en un proceso por abusos sexuales y un litigio sobre extradición, cree erróneamente. Las próximas filtraciones de WikiLeaks van a afectar el meollo mismo del sistema económico y financiero, la banca. Es posible que, cuando la gente sepamos lo que ha estado haciendo la banca cunda ese ¡Indignaos! del nonagenario Stephan Hessel y prenda también en quienes no han organizado su vida según el espíritu caballeresco de la Resistencia. Bien por las generaciones.

(La imagen es una foto de Arab League, bajo licencia de Wikimedia Commons).

dissabte, 9 de maig del 2009

El Papa se ha hecho zapaterista.

Sí, sí, zapaterista de tomo y lomo, zapatérico radical, partidario de este Zapatero al que las huestes papistas llamaban hace poco "el Anticristo", que no es moco de pavo por cuanto el Anticristo está poseído por Satanás. Pues cómo estarán las cosas que el Papa habla ya como si fuera Zapatero mismo. ¿De verdad? De verdad verdadera. Como el Anticristo. ¡Qué fuerte! ¿Como el Anticristo? Y ¿qué dice? Según L'Osservatore Romano dice que hay que llegar a una alianza de civilizaciones entre Occidente y el Islam . ¡La alianza del Anticristo! ¡La alianza de las civilizaciones! ¿Se habrá pasado al enemigo? No, no haya cuidado; sigue siendo el mismo perverso y agresivo de siempre. Fíjense en que habla de la alianza de civilizaciones "de Occidente" (no la cristiana) y el "Islam". ¿Y por qué Occidente? ¿Por qué no cristiana? Porque en Occidente considera incluida a la mosaica. Los judíos son parte de Occidente y los moros, no. Por eso, la alianza es con ellos y sólo con ellos. Éste va de peregrino a los Santos Lugares pero ya tiene partido tomado. Se le ve en la cara.

(La imagen es una foto de Mr. Heston, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 7 d’abril del 2009

Eso de las civilizaciones.

Con un poco de suerte, la doctrina del choque de las civilizaciones puede pasar a mejor vida gracias, sobre todo, a la iniciativa diplomática del señor Obama (Mr. Yeswecan) y en nada desdeñable medida, mal que pese a los agoreros del PP, a la muy temprana idea del señor Rodríguez Zapatero de la Alianza de las civilizaciones que, además de tener una excelente acogida en todo el mundo, ha servido de rampa de lanzamiento para la acción de Mr. Yeswecan.

Desarrollaré estos dos puntos algo más abajo. Antes, permítaseme un encuadre teórico que sirva de trasfondo para las consideraciones políticas posteriores. Durante los últimos ocho desgraciados años hemos vivido bajo las densas sombras mentales de los neocons gringos, uno de cuyos iconos preferidos era la teoría del choque de las civilizaciones del halcón Samuel P. Huntington, guerrero de la guerra fría y a quien dediqué una necrológica en su reciente fallecimiento titulada Huntington. Su teoría aparece sintetizada en el gráfico de más arriba cual figura en su libro. Como se ve, considera la existencia de ocho civilizaciones en el mundo interrelacionadas entre sí con distintos tipos de lazos. Cuanto más grueso es el trazo que las une, mayor nivel de conflicto entre ellas. Así, la civilización más conflictiva resulta ser la islámica que está enfrentada a la occidental, la hindú, la africana y la ortodoxa; a su vez, la ortodoxa y la japonesa se llevan mal, así como la occidental y la sínica. Parece que la única que no se lleva mal con nadie es la Latinoamericana pero quizá sea porque tampoco se relaciona con ninguna otra salvo con la occidental.

A la vista de esta clasificación se pregunta uno qué entiende Huntington por "civilización" y la respuesta es que no se sabe. La mayoría de las que enuncia harían pensar que el hombre identifica civilización con religión: islámica, ortodoxa, hindú, japonesa y, con reservas, sínica, africana y occidental. Con reservas porque la sínica incorpora varias religiones y la occidental varias confesiones de una misma religión y un porcentaje elevado de ateos. A su vez, la africana podría ser un potpurri y la latinoamericana sencillamente carece de sentido pues sus confesiones son las occidentales. En realidad, da la impresión de que este concepto de "civilización", siendo indefinido, es más un arma de conflicto que otra cosa y sirve para poner nombre a la dialéctica schmittiana del amigo/enemigo.

Nada del otro mundo. El concepto de "civilización" se presta a todo. De "civilizaciones" hablaba Gordon Childe, con gran conocimiento de causa, haciéndolas más o menos coincidentes con "culturas" como conjunto de artefactos humanos materiales y espirituales propios de alguna colectividad geográficamente localizada. Heredero de ese tratamiento childeano era el que aportaba Arnold J. Toynbee en su monumental Estudio de la historia en el que llegaba a distinguir veintiuna civilizaciones más cinco abortadas, en total veintiséis. De ahí a las ocho de Huntington es la distancia que hay entre un historiador y un guerrero frío reciclado en halcón con la finalidad de justificar la guerra contra el Islam.

Bien. Todo eso es lo que ha empezado a derrumbarse con motivo del inteligente despliegue diplomático de los Estados Unidos y de España ayer en Turquía. Incidentalmente, permítaseme subrayar la ironía de que, a pesar de la frialdad y tirantez en las relaciones entre Gringolandia y España por causa de la burramia del anterior presidente de los EEUU, Mr. Matorral, ambos países han venido a coincidir sobre el terreno como puntas de lanza de una ruptura y de un nuevo espíritu y enfoque que promete muy buenos resultados. Si lo hubieran podido coordinar mejor, seguramente Mr. Yeswecan no hubiera faltado al Foro de la Alianza de las Civilizaciones. Aun así, hizo lo que pudo porque la ocasión lo requería.

Sin duda la acción del señor Obama es políticamente más importante que la del señor Rodríguez Zapatero a causa del diferente peso internacional de los países que ambos representan. Pero la idea del español es de más largo alcance, mayor envergadura y promete resultados muy positivos.

El señor Obama habló ante el parlamento turco y su discurso revela a un político de mucha talla y dispuesto a apostar fuerte. Usó a Turquía como altavoz para todo el mundo musulmán para decirle que los Estados Unidos no están en guerra con el Islam. Mr. Huntington quedó definitivamente enterrado y, con él, el señor Bush y la manga de salvajes neocons que han convertido este mundo en un infierno en los últimos ocho años. Por supuesto, estos no están tan enterrados como Huntington, pero desde ayer son zombies en el sentido de los conceptos zombies de Ulrich Beck.

Mr. Yeswecan fue más allá: reconoció la importancia de la aportación del Islam a la formación de los EEUU y confesó ser él uno de los ciudadanos gringos que tienen parientes musulmanes o se han criado en comunidades de mayoría musulmana: el parlamento turco lo ovacionó y, con él, entiendo, medio mundo musulmán. No hace falta recordar aquí que todas las bestias pardas que hay en los Estados Unidos dispuestas a asesinar a Mr. Obama, al que llaman "islamista" echaban espuma por la boca. Y lo mismo estarán haciendo los fanáticos asesinos de Al Qaeda. Nunca un presidente de los EEUU ha ido tan lejos en la diplomacia con el Islam. Ahora sólo falta ver si esta audacia se reviste de firmeza a la hora de tratar con los israelíes.

La acción del señor Obama coincide en el tiempo con la del señor Rodríguez Zapatero que animaba el Foro de la Alianza de las Civilizaciones, el otro paso importantísimo para romper el punto muerto en que se encuentran las relaciones entre Occidente y el mundo musulmán y hacerlo con respeto y voluntad de diálogo. Allí estaban el secretario general de la ONU y el de la OTAN, recientemente elegido. Nadie podrá decir que la Alianza de las Civilizaciones sea un vago enunciado buenista sin perspectiva de realización alguna.

Son dos buenas noticias que no cabe desmerecer sin mala voluntad y protagonizadas por dos políticos de talla, Mr. Yeswecan y el señor Rodríguez Zapatero que, además, parecen entenderse bien entre ellos, aunque el español no hable inglés.

Un par de observaciones finales sobre el discurso del señor Yeswecan ante el parlamento turco: volvió a pronunciarse decidido partidario del ingreso de Turquía en la Unión Europea, posibilidad a la que se oponen con uñas y dientes las señoras Merkel y Sarkozy, así como muchos otros europeos. Algunos comentaristas quieren ver en esto una ingerencia gringa en los asuntos internos europeos. No me lo parece. Antes bien, creo que ese compromiso de apoyo es la contrapartida que los turcos pidieron para aceptar el nombramiento del señor Rasmussen como secretario general de la OTAN de la que ellos son miembros. El señor Rasmussen es de Dinamarca país en el que, como se recordará, se faltó gravemente a las barbas del profeta hace un par de años.

El segundo puntazo de Mr. Obama en Turquía fue animar a los turcos a entablar conversaciones con Armenia sin mencionar la palabra "genocidio" (a propósito del genocidio armenio a manos de los turcos en 1915) en sede parlamentaria pero sin desdecirse de su conocida opinión de que, sí, se trató de un genocidio.

Finis: quien no esté reconcomido por la envidia tendrá que admitir que la semana ha sido redonda para el señor Rodríguez Zapatero y el doblete que tanto él como Mr. Yeswecan han hecho en Turquía, un exitazo que entierra la política belicista, agresiva, despótica y contraria a los derechos humanos de los Bush, Blairs, Aznares y otros pajarracos del pasado.

(El gráfico es una foto de injuMy Web Page, bajo licencia de Creative Commons).(La imagen de Obama es una foto de M.J.S. , bajo licencia de Creative Commons).(La imagen de Rodríguez Zapatero es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

dilluns, 18 d’agost del 2008

¿Tolerancia de la intolerancia?

Interesante este ensayo de Yves-Charles Zarka (Difícil tolerancia, traducción de Alejandro García mayo, Madrid, Escolar y mayo, 2008. Ed. original francesa, Difficile tolérance, PUF, París, 2004, 158 págs.) que aborda una de las cuestiones cruciales en las democracias contemporáneas, la de la tolerancia. El primer escrito en favor de este principio es la Carta sobre la tolerancia, de John Locke. El movimiento de Les politiques activo durante las guerras de religión en Francia no abogaba estrictamente por la tolerancia sino por un criterio pragmático de la conveniencia de no seguir con los enfrentamientos armados lo cual acabaría desembocando en la tolerancia. Pero el escrito más famoso y que más hizo por extender la idea y la práctica de la tolerancia fue el de Voltaire a propósito del Affaire Calas. Desde entonces la implantación de la tolerancia fue abriéndose camino en Europa apoyándose entre otras cosas en los decretos de emancipación de los judíos en el siglo XIX y la separación de la Iglesia y el Estado en los tiempos de la política radical. En el siglo XX en Europa ningún sistema democrático cuestionó el principio de tolerancia heredado de tiempos anteriores, hasta que el fenómeno de la inmigración y el multiculturalismo obligó a reflexionar de nuevo sobre él al descubrirse que su imperio no estaba garantizado. Y a este efecto se ha escrito este libro, para probar que la tolerancia hacia las minorías musulmanas en los países occidentales (singularmente Francia) es muy difícil porque éstas a su vez son intolerantes y tratan de establecer una tiranía de la minoría. .

Zarka sostiene que la tolerancia descansa sobre dos pilares, la separación entre lo político y lo religioso y el reconocimiento de la alteridad. Además su rasgo característico es la reciprocidad, la tolerancia de A hacia B requiere la de B hacia A. Y tiene un límite que Zarka expone con claridad: "...puede decirse que el límite absoluto de la tolerancia se encuentra en los principios fundamentales que definen una democracia constitucional" (p.80).

Para arbitrar y defender esa idea de tolerancia nuestro autor sostiene que hay que poner en pie un artilugio jurídico-político que está muy interesado en diferenciar de un mandato moral, al estilo en que lo hacía Kant cuando decía que podría haber un Estado republicano incluso en un pueblo de demonios. También ha de ser posible encontrar formas coexistencia incluso en una sociedad de demonios (p. 31); ese artilugio jurídico-político es lo que Zarka llama la "estructura-tolerancia".

La estrutura-tolerancia tiene que imponerse en un mundo desgarrado no ya por conflictos políticos, económicos y sociales, sino por los étnicos, de grupos, pueblos o naciones en el que ya han fracasado los dos intentos uniformadores anteriores, el del comunismo y el del "occidentalismo" por así decirlo, o sea la idea de que los valores occidentales sean sin más universales (p. 35). La imposición de la estructura-tolerancia se da en la medida en que se implante un reconocimiento sin reconciliación. En el debate sobre reconocimiento se identifican las dos posiciones dominantes actuales en la filosofía política: la liberal de la igual dignidad de las personas y la comunitarista de la diferencia (p. 40). Lo difícil de la situación es que si la primera no acierta a garantizar la tolerancia como institución práctica, la segunda acaba negando su necesidad.

El dispositivo fundamental de la estructura-tolerancia es la neutralidad del Estado y la laicidad (46) y descansa sobre cuatro principios, a saber: 1º) distinción entre las esferas de la autoridad política y la autoridad religiosa; 2º) laicidad del espacio público; 3º) igual dignidad de las religiones; 4º) protección de las libertades individuales. (p. 60)

En la aplicación de la estructura-tolerancia aparecen dos escollos, las tiranías de la mayoría y de la(s) minoría(s). La de la mayoría es muy conocida (y tratada) en la teoría política; no así la(s) de la(s) minoría(s), que empiezan a sentirse en nuestro tiempo siendo la más típica y conocida la de la minoría islámica. (p. 80). Para contrarrestar esta posibilidad, Zarka añade dos principios a los cuatro anteriors: a) el de imparcialidad y b) el de legitimidad de las diferencias culturales.

Defiende el autor su concepto de tolerancia frente al liberal de Rawls, al que no considera suficientemente kantiano porque si lo es en lo normativo no así en lo antropológico e histórico. Para liberar a la tolerancia de la perspectiva religiosa y la fundamentación teológica hay que hacerla derivar de la concepción kantiana de la ley moral como ley de la razón y de la libertad como autonomía de la voluntad (p. 90), nociones perfectamente ajenas al Islam.

La última parte de la obra de Zarka formula una crítica al concepto de ciudadanía multicultural y centra su atención en el problema de la existencia o no de los derechos colectivos. Para ello entra en polémica con el defensor de estos derechos, Will Kymlicka, para llegar a una solución: la de "fundar los derechos culturales o derechos a la diferencia en los del individuo con carácter indirectamente colectivo." (p. 110) Es decir, el asunto no es tan grave como parece ya que, frente a la dicotomía frontal entre derechos individuales y derechos colectivos que parecería no tolerar mediación alguna, se alza este tercer género de "derechos individuales indirectamente colectivos", muy apropiado para quien no admitiendo más que la teoría de los derechos subjetivos se ve en la obligación de explicar la existencia de minorías que reclaman derechos colectivos, como es el caso de las minorías islámicas. No hace falta decir que éste es el punto débil del libro, así como de casi todo el pensamiento de la tolerancia democrática: no sabe predicar la tolerancia del intolerante, pero tampoco es posible encontrar una teoría satisfactoriamente democrática para suprimirlo.

La otra parte del libro, escrita por Cynthia Fleury, llamada La crisis contemporánea de la tolerancia: Islam y Occidente es menos abstracta que la primera parte y muestra bien a la claras cuál su objetivo: afirmar que el Islam desconoce la idea de tolerancia. La vieja Dhimma no puede considerarse tal ya que no es más que el conjunto de los no creyentes vencidos y sometidos y carentes de derechos, lo cual tampoco es tan extraño ya que, según Fleury, el Islam no admite que los seres humanos sean titulares de derechos (p. 125) pues ese orden está reservado sólo a Dios. La Dhimma, en el mejor de los casos, es una garantía de derechos limitados y obliga a los dhimmi a diferenciarse por su atuendo exterior para que no se confundan con los musulmanes. Ahí es donde se encuentra el origen de la famosa estrella amarilla para los judíos (p. 135).

La separación del mundo entre creyentes y no creyentes es total y no se rompe porque hoy se extienda el Dar ash-shahada que, al parecer, se traduce como "espacio del testimonio" y se refiere a los musulmanes viviendo en tierras de infieles, esto es, la colectividades islámicas en nuestras sociedades. Para Fleury no es nada parecido a una mundialización del Islam sino, al contrario, una especie de caballo de Troya musulmán en nuestras sociedades que trata de cambiar el carácter de éstas y de conseguir una estrategia de islamización (pp. 142/143).

El concepto de tolerancia implica el tránsito del "sujeto colectivo" al "sujeto individual" pero éste carece de status en el Islam que es un régimen totalitario: "No existe una sola faceta de la vida de un ser humano que no esté connotada, afectada o interpelada por el Islam. El Islam tiene respuesta para todo. Si fuese un sistema político, encajaría con el fascismo; si fuese una doctrina, sería totalitaria". (p. 146) Caso cerrado: el islamismo no puede ser tolerante.

Quizá resulte excesivamente radical el pensamiento de ambos autores pero, en lo básico, están en lo cierto: la convivencia con los intolerantes es muy difícil, si es que es posible.

dimarts, 11 de març del 2008

Cuarto aniversario.

Se cumple hoy el cuarto aniversario del mayor atentado terrorista en la historia de Europa. Un atentado de tal impacto que llevó al entonces gobierno del PP, responsable de haber metido al país en una guerra sumamente impopular en el Irak que lo había provocado, a la convicción de que, si se probaba que el crimen era obra de terroristas islamistas, perdería irremisiblemente las elecciones. Y de esta convicción saltó a la muy insensata conclusión de que tenía que escamotear los hechos a la opinión pública, mentir a ésta, engañarla, insistir en que lo que a todas luces parecía ser "A" porque era "A", en realidad era "Z". Un empeño tan inmoral como estúpido que no solamente le costó perder las elecciones sino que tuvo atrapado a su partido, el PP, durante cuatro años en una maraña de fabulaciones, embustes, más mentiras, delirios y puras mentecateces, tratando de ocultar su embuste originario y de dar un vuelco a la situación, desalojando al PSOE del gobierno.

Hoy, cuatro años después, los tribunales han hablado dejando clara la autoría de los crímenes de Atocha y enviando a los culpables que aun están vivos a la cárcel con largas condenas. Al mismo tiempo, el PP ha vuelto a pagar en las urnas el precio de haber pasado los últimos cuatro años dando pábulo a las estupideces de la llamada "teoría de la conspiración", es decir, ha vuelto a perder las elecciones.

Pues bien, los principales fabuladores de las patrañas sobre la "verdadera" autoría de los atentados de Atocha, siguen en sus trece si bien su eco es hoy infinitamente menor. No obstante, no tengo claro que, en una última pulsión suicida, el PP no se decida a alinearse de nuevo con estos charlatanes de crecepelo. Al fin y al cabo, algunos de los principales responsables del gigantesco intento de fraude de 2004, los señores Rajoy, Acebes, Zaplana, siguen en sus puestos. Que sigan.

Mientras tanto, los demás rendimos homenaje a las víctimas de aquellos crueles atentados.


dimarts, 3 de juliol del 2007

La muerte en el Yemen.

Cuando pasan estas cosas es poco lo que cabe decir. Abominamos del hecho, nos solidarizamos con los parientes de las víctimas, reclamamos que el peso de la ley caiga sobre los culpables y, si acaso, comentamos el fondo insondable del alma que humana, que lleva a cometer actos tan monstruosos, incluso al precio de la propia vida. Y poco más.

Es tan escaso lo que cabe decir que quizá por eso muchos aprovechen la ocasión para culpar a los adversarios políticos de lo sucedido. "Si Aznar no hubiera metido a España en la guerra del Irak...", dicen los partidarios del Gobierno. "Si Zapatero no hubiera sacado a España de la guerra del Irak..." dicen sus enemigos. Cuando las cosas se plantean así, casi parecería que hablar no sirviera para nada. Pero sí cabe adoptar actitudes. A la vista de lo sucedido en los últimos días con los soldados primero y los civiles después, parece claro que España está en el punto de mira de los asesinos islamistas. Estos, a su vez, son sumamente peligrosos porque no hacen distingos entre combatientes y no combatientes. No los hacen con los enemigos, pues atacan por igual a militares y civiles. No los hacen consigo mismos, pues están dispuestos a inmolarse si lo exige la acción que hayan emprendido. Y tampoco los hacen con los suyos, pues suelen ocultarse en campos de refugiados, en domicilios de civiles que funcionan como "escudos humanos".

Al día de hoy y mientras pasa esta oleada de locura, lo más sensato que pueden hacer los turistas es no viajar a los países islámicos.