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dijous, 6 d’agost del 2015

El CIS pepero.

Algunas consideraciones breves sobre el barómetro del CIS en vídeo. El texto, más abajo.
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El barómetro del CIS de julio coincide como un guante con los deseos del gobierno del PP. ¿Casualidad? No puede descartarse, desde luego. También es posible que haya burros voladores, aunque escasamente probable. En todo caso, conociendo el percal que aquí se vende, la casualidad puede descartarse con la conciencia tranquila. Digámoslo con claridad: un país gobernado por un partido que hasta los jueces presumen pueda ser una asociación de malechores (y ¡qué malhechores!), que se inmiscuye en todo, que todo lo manipula, desnaturaliza e instrumentaliza, que controla los medios de comunicación, los tribunales de justicia, que falsifica todos los datos, los utiliza torticeramente o se los inventa, ¿iba a permitir un organismo demoscópico independiente? Un partido que contrataba delincuentes para mejorar la reputación de sus dirigentes en las redes, ¿va a pararse en barras a la hora de respetar la independencia del CIS y no imponerle lo que tiene que decir?

Eso no se lo cree nadie. Hoy todos los periódicos especulan sobre los datos de ese baremo, dándolos por buenos no solo contra lo que muestra la experiencia sino contra el mero sentido común. Los resultados del CIS me merecen tanto crédito como las afirmaciones y promesas de Mariano Rajoy, el de los sobresueldos, de cuyo gobierno depende el Instituto en cuestión. Y no se trata solamente de que la famosa cocina realmente apeste que, por supuesto, es hedionda. Se trata también de los datos brutos, de su acopio,  procesamiento, hasta de los números de los folios, de todo. Todo lo qe estee gobierno toca lo falsea, como suele pasar con esta gente carente de escrúpulos y de frenos morales de ningún tipo a la hora de mentir en su provecho para seguir saqueando el país como reconoció la señora Cospedal, la única vez que ha dicho la verdad por equivocación.  Y si el gobierno del PP no ha hecho otra cosa que mentir en cuatro años, ¿por qué iba a decir la verdad un organismo de él dependiente? Sobre todo tratándose de la verdad en un terreno muy sensible: las expectativas de voto.

Todavía con mayor claridad: el PP no se vale del CIS para pronosticar tendencias de voto sino para fabricarlas en su provecho. Que el partido de la corrupción, la Gürtel, la Púnica, etc., etc., el que nadie quiere ver gobernando, el que presenta mayor índice de rechazo, dirigido por un político desprestigiado, con la más baja puntuación popular, del que nadie se fía, vaya a ganar las elecciones con casi un tercio de los votos es tan verosimil como  la serpiente del lago Ness. Así que ahórrense las cavilaciones. Ese barómetro no sirve para nada, salvo para saber qué resultado le gustaría al PP que dieran las próximas elecciones.

Puestos a fabular no solamente resulta que el PP ganará las elecciones según sus doctrinos demoscópicos sino que el apoyo al independentismo catalán está de capa caída. Vamos que si las elecciones fueran el año que viene en lugar del mes que viene, la opción ganadora en Cataluña sería la del Estado centralizado que es el que más gusta en La Moncloa. 

Solo hay algo más necio que tomarse en serio a unos sinvergüenzas: votarlos.

dijous, 7 de juliol del 2011

Crónica de la revolución indignada (XVIII).


Lo que piensa el pueblo.


Muy oportuno el último barómetro del CIS, correspondiente al mes de junio. Tiene mucha miga. Por cierto, hay que felicitar a la casa por tener la flexibilidad y sensibilidad precisas para preguntar por el 15-M que no es otra cosa que un movimiento puesto en marcha por un estado de opinión, al fin y al cabo el material con el que trabaja el CIS: la opinión. Podían haberlo omitido pretextando que es muy reciente, muy impreciso o que puede ser efímero. Pero no lo han hecho y han levantado acta de lo que la gente piensa de él, lo que es muy útil.

Algo más de la mitad de la población dice haber seguido el 15-M con mucho o bastante interés y un cuarto con poco interés. El otro cuarto no ha tenido ninguno. Entre los interesados el 70 por ciento tiene una impresión positiva del movimiento y sólo el 12 por ciento la tiene negativa. Esto coincide con lo que es perceptible en la calle: la gente simpatiza con el 15-M y, cuando se le ha pedido que muestre esa simpatía, lo ha hecho masivamente, como en la manifa del 19-J. Además, cerca del 40 por ciento cree que el movimiento perdurará y otro 20 por ciento piensa que desaparecerá pero volverá a surgir.

En definitiva, el 15-M tiene un grado alto de apoyo social, lo que significa que tendrá que acometer la tarea de su progresiva institucionalización. Ya sé que esto fastidia mucho a quienes confían en las virtudes de la espontaneidad y desconfían de toda forma de organización, especialmente de los partidos. Pero no se me ocurre de qué forma puede ser eficaz el 15-M si no es organizándose. (Por cierto, ya ha quedado claro que el 15-M se desvincula clara y oficialmente del partido MAC2012). Cabe pensar que pueda serlo sin organización, a base acción política asamblearia, por ejemplo. Pero, mientras las asambleas no estén provistas de poder legislativo, que no parece vaya a ser el caso, las decisiones habrá de tomarlas el Parlamento. Si éste toma en consideración las propuestas asamblearias de los indignados actuará como cuando toma en consideración otro tipo de propuestas de otros ámbitos y todos ellos lo harán como "grupos de presión". O se es partido o se es grupo de presión. A veces se es ambas cosas como suele suceder con la Iglesia.

Lo fundamental del 15-M, se dijo más arriba, es que es un estado de opinión. Y el examen del barómetro del CIS ilustra mucho acerca de qué caldo de cultivo ha tenido. La pregunta por el grado de satisfacción con el funcionamiento de la democracia en España es reveladora. Hay un 40 por ciento en la gama de los insatisfechos y un 32,8 en la de los satisfechos mientras que el resto, un 23,9 por ciento es ni fu ni fa. Es decir, en España hay una mayoría de desafectos a la democracia, lo cual explica la exigencia y el título de uno de los componentes del 15-M, Democracia Real Ya (DRY).

Muchos dicen que eso se nota en el hecho de que los políticos se hayan convertido en el tercer tema de preocupación de los ciudadanos, por detrás del paro y los problemas de índole económica, pero no estoy muy seguro, primero porque la magnitud es muy baja comparada con la del paro más los problemas de índole económica y segundo porque sospecho que ese índice de preocupación por los políticos y los partidos está habitualmente en ese orden. Por lo demás, puestos a examinar, cabría decir algo acerca de ese magro 0,7 por ciento que cosecha el terrorismo y ETA; algo bueno obviamente. ETA ya no es una preocupación para los españoles, como no lo es el estatuto de Cataluña, el terrorismo internacional, o el funcionamiento de los servicios públicos.

La desafección democrática tampoco se basa en la percepción de la corrupción que se queda en un mísero 2,2 por ciento de respuesta espontánea. Resulta claro, a mi entender, que esa desafección viene producida por la crisis económica y se agudizará si ésta se agrava. Por eso es tan importante que el movimiento político suscitado por la crisis sea, a su vez, profundamente democrático y no violento. La crítica a la democracia se hace en nombre de la misma democracia, no de alguna de sus alternativas, aunque a la derecha le faltó tiempo al comienzo para calificar de totalitario el movimiento y, en un alarde de imaginación, compararlo con Hitler, Mussolini y Franco.

Aquí se abre una observación que tiene su interés: el 15-M nace en un clima de desafección con la democracia pero, a su vez, su misma existencia contribuye a esa desafección, al darle forma teórica. Un discurso que sostiene que los medios de comunicación manipulan, los partidos son nidos de corruptos, los diputados no nos representan, el gobierno obedece a los mercados y los jueces no cumplen con su deber genera necesariamente desafección democrática. La cuestión ahora es arbitrar un mecanismo de reforma que acabe convirtiendo a los desafectos en afectos. Algunos indignados proponen abrir un proceso constituyente, lo que no está mal, pero no parece pueda conseguirse a base de asambleas de barrio, salvo que éstas paralicen el país. Pero entonces se tratará de una revolución. Y eso es otra cosa.

(La imagen es una foto de PictFactory, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 5 de desembre del 2008

La opinión pública y el poder de los medios.

El barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas correspondiente al mes de noviembre de 2008 es muy revelador tanto del estado de ánimo de la opinión pública española como de la forma en que ésta se gesta. Pone de manifiesto que dicha opinión está condicionada por los medios de comunicación a tal extremo que si, en lugar de hacer el sondeo al modo habitual de preguntar a la gente, se hiciera vaciando los contenidos de los periódicos y los informativos de radio y televisión y analizándolos, el resultado sería el mismo que el que ha salido ahora. Preguntados los españoles que cuáles son los asuntos que más les preocupan, el paro aparece en primer lugar con una cifra record del 71 por ciento, lo que no es otra cosa que el reflejo directo del tratamiento de los medios de uno de los fenómenos concomitantes de la crisis económica que, ciertamente, también aparece entre las preocupaciones ciudadanas en segundo lugar pero relativamente distanciado, con un 58,1 por ciento, fiel trasunto del lugar que dan los medios al fenómeno de la crisis, que es el que más les interesa a ellos y no necesariamente el más lógico. En efecto, dado que el paro es efecto de la crisis económica y que ésta es la causa de aquel, el tratamiento mediático lógico habría de ser el inverso. Pero es el que es porque los medios tienen, todos y siempre, un elemento componente mayor o menor de sensacionalismo lo que los lleva a cargar sobre el paro que afecta directamente a las personas en lugar de la crisis que puede considerarse como cuestión más alejada. Y la opinión pública refleja mansamente esa opción mediática. Porque, cuando se pregunta a la gente que cuál de las circunstancias es la que más le afecta personalmente, la relación primera/segunda preocupaciones se invierte: el 50,2 por ciento asegura que los problemas económicos y el 34,8 que el paro

La tercera causa de preocupación es el terrorismo, pero a una distancia abismal, con el 21, 7 por ciento, esto es, a 49,3 y 36,4 puntos porcentuales de diferencia respecto de las preocupaciones primera y segunda. Ello porque el barómetro se hizo antes del último atentado de ETA; si se hubiera hecho después, la diferencia hubiera sido mucho menor o quizá hubiera sido a la inversa.

Pero en donde más se observa esta influencia sobre la opinión de los medios de comunicación es en las respuestas a las cuestiones políticas, específicamente dedicadas a la Constitución cuyo treinta aniversario se celebrará mañana. Un mísero 2,6 por ciento cree que los españoles conocemos bien la constitución, un 21,9 cree que la conocemos "por encima", un 46,2 que "muy poco" y un 24,6 que "casi nada". Con todos mis respetos para las habilidades semánticas del CIS, "por encima", "muy poco" y "casi nada" son casi sinónimos de "nada". Hubiera sido más práctico (aunque quizá no muy diplomático) preguntar: "Los españoles ¿conocemos la Constitución, sí o no?" Es realista pensar que creemos que no la conocemos, es decir, que el 92,7 por ciento no la conoce. Y es verdad. La cosa se comprueba cotejando estas cifras con las respuestas acerca de si el encuestado en concreto la conoce: el 11,4 por ciento sostiene que sí que la conoce bien y esa cifra bien pudiera ser cierta. Pero luego, el 28,3 por ciento dice conocerla "por encima", el 33,9 "muy poco" y el 25,8 de los más sinceros, "casi nada". En resumen, un 88 por ciento viene a admitir que no conoce la Constitución.

Pero eso no le impide pronunciarse sobre ella. Un 48,1 por ciento declara sentirse bastante satisfecho con ella y un 29,7 por ciento, poco satisfecho. Es decir, estamos satisfechos o insatisfechos con algo que no conocemos porque nos dejamos guiar por el parecer de los medios, que son nuestros ojos, ya que son los medios quienes mantienen esta preferencia de casi 2/1 de "bastante" y "poco" satisfechos con la Constitución.

El fenómeno de mediatización se hace patente cuando se pregunta a los ciudadanos si reformarían la Constitución, una Constitución que un 88 por conoce mal o poco y un 52,7 por ciento responde que sí, lo que es sorprendente. Y de los que son partidarios de la reforma, la cifra más alta, un 11,5 por ciento dice que lo que hay que reformar es lo relativo a la justicia, reflejando así al hecho de que en el momento en que se hacía el trabajo del barómetro, la justicia estaba en el centro de mira de los medios por muy diversos y graves problemas. Si, como sucede con frecuencia, los asuntos de interés mediático hubieran sido los relacionados a las autonomías (consulta de Ibarretxe, pretensiones de Carod Rovira, etc), la opinión pública hubiera cambiado de modo acorde.

Es decir, se prueba que en España la opinión pública es en buena medida opinión publicada.

(Las imágenes son la primera el anuncio de una revista satírica berlinesa de los años veinte y la segunda un óleo de Joaquín Sorolla llamado El Heraldo de Madrid).

diumenge, 3 d’agost del 2008

Más sobre el "empate técnico" PSOE - PP.

Al conocerse los datos del barómetro de julio del CIS, claramente desfavorables al PSOE en estimación de voto casi idéntica a la del PP, el presidente del Gobierno en rueda de prensa dijo eso que suelen decir los políticos cuando los sondeos les son desfavorables: que el verdadero sondeo es el día de las elecciones, cuando ya no es sondeo, pues la cosa va en serio. Al mismo tiempo atribuyó la escasa estimación de voto del PSOE (39,5% en julio de 2008 contra 43,87% de voto verdadero el pasado nueve de marzo) al "frenazo", vulgo crisis, de la economía. Ya dije ayer que era una interpretación mecanicista, que daba por supuesto que la gente penaliza al Gobierno por algo de lo que el Gobierno no es culpable; aunque no todo el mundo está de acuerdo con esta opinión ya que los gobiernos suelen atribuirse el mérito de las épocas de bonanza económica pero no el demérito de las épocas de crisis. En todo caso decía servidor que más parece que la gente, los votantes, el demos, como dicen mis colegas, el pueblo en fin castiga al gobierno por no hacer las cosas bien frente a la crisis, lo cual es una interpretación muy distinta. Veamos: en el barómetro del mes pasado, a la pregunta de cuáles son los objetivos que este país debe marcarse para los próximos diez años en primer lugar y en segundo lugar, la respuesta fue:

Eso el mes pasado. ¿Ha frenado el Gobierno los precios? No. Pues es evidente que lo hace mal. Si, en vez de los barómetros nos vamos a las series históricas del CIS, que muestran la evolución de los indicadores el asunto no ofrece dudas. En cuanto a los indicadores económicos el cuadro del CIS es el siguiente:

Es decir, la situación está negra hace ya más de un año. La crisis estalló hace ¡doce meses! con el pinchazo de la burbuja de las subprime. Con todos mis respetos hay que ser un poco merluzo para obstinarse en no llamar a las cosas por su nombre. Revela una mentalidad como vudú o algo así: la creencia de que si no nombro lo malo lo malo se va. Para exorcistas iban estos. La gente, que no es tonta (aunque todo gobernante parece acabar creyendo que sí; si no tonta tonta, cuando menos crédula), echa la culpa al Gobierno, valora fatal la situación política y peor la perspectiva. Véase:

El hundimiento de marzo de 2003 corresponde a la guerra del Irak. Si nos fijamos, hay una trasposición mecánica del pesimismo económico al político porque, en definitiva, la situación política hoy en sí misma está bastante bien: mucha menos crispación, pactos por doquiera, relativa estabilidad parlamentaria, sin conflictos exteriores, etc. Si embargo, el panorama es negro. Y tanto más cuanto que la misma gente que ve mal la labor del Gobierno, ve peor la de la oposición:

Obsérvese que hablamos de series históricas, de tendencias, no del aquí y ahora. Da miedo la diferencia entre la valoración de la gestión del Gobierno y la de la oposición. Y no es solamente en el tiempo del giro al centro del PP sino que esta distancia se mantuvo a lo largo de la legislatura 2004-2008, si bien parece que la distancia se ha aminorado útimamente aunque más por el descenso del PSOE que por el ascenso del PP. La interpretación es, en principio, que los españoles tienen en mal juicio al Gobierno (de hecho, el presidente suspende en popularidad, por debajo del 5 con 4,75 frente a 5,58 en abril, un descenso de 0,83 puntos; el Gobierno en pleno pincha) y también a la oposición (el señor Rajoy también baja hasta un 3,99, por debajo de 4,24 en abril, esto es, un descenso de 0,25, menor que la del socialista) lo que deja pocas opciones. Cuán desesperados deben de estar los españoles cuando el cuadro de estimación del voto es el siguiente:

La diferencia casi ha desaparecido pero no desde el comienzo de la crisis en agosto de 2007, sino desde las pasadas elecciones de marzo, cuando la gente se ha dado cuenta de que el Gobierno se limita a negar que haya crisis, no hace nada por combatirla y lo poco que hace, mejor fuera que no lo hiciese.

((Pequeña digresión: este indicador permite ver lo falso de la idea de que las elecciones de marzo de 2004 las decidieron los terroristas, que fueron quienes cambiaron el gobierno de España. De eso nada: el Gobierno de España hubiera cambiado aun sin terrorismo.))

Para saber hasta qué punto la gente no solamente no es tonta sino que tiene un ojo crítico tremendo, véanse las puntuaciones de los distintos miembros del Gobierno, recordando, además, que todos bajan:

¿Hay alguien en desacuerdo con esas cantidades? Empiecen por la cola que es donde está la gracia. Ese 3,62 de doña Bibiana Aído traduce la opinión general más o menos corroborada por los hechos hasta la fecha de que se trata de una enchufeta del partido al frente de una responsabilidad que la desborda. Lo cual es lógico y era de esperar: uno no pone al frente de un ministerio de nueva planta a un bisoño sin experiencia alguna cuando está todo por hacer, empezando por convencer a la opinión de que ese ministerio que no es de nada concreto sino de una relación social, tiene sentido.

El 3,90 de la ministra de Fomento, una veterana, traduce una desesperación generalizada frente a una gestión en la que las chapuzas (heredadas, desde luego, de las del PP que fueron monumentales) han resultado ser norma con una ministra sandunguera que dice que ella no dimite mientras el presidente del Gobierno le mantenga la confianza, lo que es una perogrullada y una pequeña infamia (sin duda involuntaria) al mismo tiempo. La perogrullada porque si el presidente le retira la confianza, ella ya no dimite sino que la destituyen. La pequeña infamia: ¿quiere decir la señora ministra que si su conciencia le dijera que debía dimitir pero el presidente le mantuviera la confianza, no dimitiría?

El tercer peor valorado, don Mariano Fernández Bermejo (4,05) paga, quizá con algo de injusticia, la mala opinión que genera su talante campechano y hasta un poco vivalavirgen con un cargo que se supone revestido de especial prosopopeya. De todos modos, tampoco parece que él haya hecho más que algunos malos ripios y muchas buenas promesas. Y lleva ya un tiempito.

La cuarta por la cola, con un 4,07, es la ministra de la Vivienda, doña Beatriz Corredor que se ha iniciado en el cargo en marzo mucho más como ministra al servicio de los señores del ladrillo que de la Vivienda. Para un país en el que los jóvenes llevan años manifestándose al amargo grito de: No vas a tener una casa en tu puta vida, esta ministra es una desgracia.

Del quinto por abajo, señor Sebastián, con un 4,21, hay poco que decir salvo extrañar que no esté parejo con la señora Aído, aunque con dos planes más miríficos y arbitristas improvisados como el que acaba de presentar (y el Gobierno de aprobar, hay que fastidiarse) para ahorrar tropecientos miles de millones de barriles de crudo dentro de siete años con una bombilla el hombre lo consigue.

Los demás ministros pueden darse por aprobados, teniendo en cuenta que le gente es muy rácana, muy hueso a la hora de calificar; y muy exigente. Por eso tienen especialísimo mérito las notas de la señora Fernéndez de la Vega (5,35), Carme Chacón (5,24) y Alfredo Pérez Rubalcaba (5,09). La gente premia a los de la cachiporra, pero porque lo hacen bien; estos, incluso, muy bien y el resto de sus colegas aceptablemente bien.

Lo peligroso aquí es el descenso en la valoración del Presidente que quiere decir que la gente personaliza con bastante exactitud la rsponsabilidad por la mala gestión y lo hace en una cabeza del ejecutivo que, por algún motivo poco comprensible, no parece tener las ideas claras., aunque quiera dar la impresión de que sí. Si este mensaje de la oposición cala, que está calando, el Gobierno sin mayoría parlamentaria va a encontrar problemas.

dissabte, 2 d’agost del 2008

Altar y Trono.

En un solo día el presidente del Gobierno se ha echado a la cara a las dos instituciones que rigen el mundo desde tiempo inmemorial, el trono y el altar. Es un acontecimiento que requiere un doble comentario; uno genérico, sobre la naturaleza de la democracia, y otro específico, sobre la de la izquierda.

El genérico: aquí está el plebeyo, el abogado, hijo de abogado de provincias, investido de la única legitimidad que hoy cabe aceptar que es la del voto mayoritario de la gente, negociando con la máxima jerarquía eclesiástica española por un lado desde una posición de fuerza, por insólito que parezca, e informando (que no rindiendo cuentas) por deferencia al Rey, cuya relación con el poder efectivo está mediada por este plebeyo que es el que manda hasta el punto de que es él el nexo de unión entre los dos viejos aliados del trono y el altar. El Rey no tiene por qué recibir a la jerarquía (salvo ocasiones excepcionales) y la jerarquía, celosa de su tiempo, no lo pierde ya tratando de acceder al trono directamente.

El específico. Como el gobierno de España es de izquierda, de izquierda moderada, nada radical (diga lo que diga el señor Aznar que normalmente no sabe lo que dice), reformista, pactista, a veces un poco timorata, su presidente, el señor Rodríguez Zapatero, ha estado muy bien en la entrevista con el Cardenal. Sabiendo lo importante que es el protocolo para la Iglesia (cuya naturaleza en lo esencial es litúrgica) no salió a recibir a Monseñor Rouco a la escalinata del palacio de La Moncloa y, una vez in media res, le negó el pan y la sal en su pretensión de manipular la asignatura de Educación para la Ciudadanía (EpC). Acostumbrado como está el prelado a actuar mediante decisiones unipersonales y arbitrarias (por ejemplo, renovando los contratos de los locutores de la COPE a espaldas de la Conferencia Episcopal) pretendía ahora que el Gobierno lo autorizara a meter mano al contenido de la EpC, habida cuenta de que su estrategia de cargársela a la brava ha fracasado y de que la Federación Española de Religiosos de la Enseñanza (FERE) ya la ha aceptado. Dicho pues a las claras, el presidente del Gobierno ha dicho "no" al intento de Monseñor Rouco de engañar a sus propios fieles; y lo ha hecho, muy convenientemente, invocando la ley. Que la trague de una vez.

El señor Rodríguez Zapatero ha pedido "respeto y lealtad" al prelado, cosa muy necesaria puesto que él ni sus colegas han mostrado nada parecido al Gobierno en la legislatura anterior en que este mismo Monseñor Rouco, especie de Savonarola vaticanista, se permitió decir que el Parlamento había aprobado leyes en contra de la democracia y de los derechos humanos. Y sin un asomo de vergüenza. Ante la reprimenda, ahora, ha contestado que la Iglesia siempre tributa respeto y lealtad al "gobierno legítimo de España". Conociéndolo es posible que, con esta contestación, esté poniendo en cuestión la legitimidad del Gobierno español. Supongo que no porque, en definitiva, a pesar del corte que le han dado y la reprimenda posterior, la reunión también ha sido un éxito para la Iglesia ya que ha conseguido lo que Monseñor venía a buscar: dinero para el acontecimiento previsto en 2011. Roma y el Papa bien valen un sofocón.

En lugar del señor Rodríguez Zapatero, además de anunciar al prelado la reforma de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa, yo le hubiera anunciado la denuncia de los Acuerdos de 1979 con la Santa Sede, pero yo sí soy un radical y el señor Rodríguez Zapatero y su Gobierno, no. Y quizá sea mejor así, aplicar la táctica llamada fabiana con la que Quinto Fabio Maximo ("Cunctator", también llamado "el verrugas") derrotó a los cartagineses en la segunda guerra púnica: nada de grandes batallas a campo abierto, sino pequeños ataques aquí y allí, escaramuzas, ir poco a poco hasta derrotar finalmente al poderoso enemigo.

La otra entrevista, la del Rey, protocolaria y meramente informativa, adquiere relieve político de izquierda en la rueda de prensa posterior del presidente del Gobierno, mientras el Borbón se eclipsaba prudentemente. Los dos momentos cruciales de esa rueda de prensa fueron las referencias al señor De Juana y al barómetro del CIS. En cuanto al ditto De Juana, doctrina oficial que los políticos podían ahorrarnos consistente en el sonsonete de despreciable sujeto pero la ley es la ley. Comprendo que, interpelado, el Presidente no pueda callar pero está claro que lo de "despreciable De Juana" es una redundancia y lo de "la ley es la ley", una tautología. Le ofrezco una fórmula más clara y rotunda: los asesinos también tienen derechos que la ley protege. Y Santas Pascuas.

Lo del CIS es más peliagudo: empate en intención de voto entre el PSOE y el PP, con una bajada llamativa del primero y un ligero repunte del segundo que, en realidad, no tiene mayor significado ya que, como señala con fruición Libertad Digital La mitad de los votantes del PP no confía en Rajoy.

A tono con la mayoría de los medios y como ya hizo la señora Fernández de la Vega después del Consejo de Ministros, el Presidente ha atribuido el descenso en intención de voto del PSOE a la crisis económica a la que, con cabezonería inexplicable, sigue llamando de otra forma. Este supuesto se apoya en el hecho de que, según el barómetro citado del CIS, el 58,6% de los ciudadanos considera que la situación ecónomica es mala o muy mala, que el 65% cree que todavía estará peor dentro de un año, que el 53,2% dice que el principal problema de España es la economía y que el 35,7% sostiene que es también el problema que más le afecta personalmente.

Pero esta interpretación, a mi juicio, es mecánica y presume que la gente culpa directamente al Gobierno de la crisis económica, lo que es mucho presumir ya que el personal no está tan en el limbo que no vea que la crisis económica es un fenómeno mundial. A mi entender lo que refleja el descenso en la intención de voto es la conciencia de que, aunque no sea responsable de ella, el Gobierno no ha hecho nada por atajar la crisis, salvo intentar negarla con subterfugios lingüísticos que, como hemos visto, se mantienen. Y me atreveré a decir más: refleja la manifiesta decepción de la gente con un Gobierno que, siendo de izquierda, aplica políticas de derechas. Para poner un ejemplo que conozco muy bien pues se trata de mí mismo. El barómetro traduce la intención de voto si las elecciones se celebraran hoy día; pues bien, si las elecciones se celebraran hoy día no tengo nada claro que un votante socialista como yo fuera a votar al PSOE. Muy claro tengo en cambio, pues ya lo dije a raíz de la aprobación de la directiva de la vergüenza en el Parlamento europeo que si en las próximas elecciones a ese órgano el año que viene el PSOE presenta en su lista a los eurodiputados que cometieron tal felonía, no votaré la lista del PSOE. Y como yo imagino que habrá más gente. Gente a la que no nos da la gana de respaldar políticas xenófobas las justifiquen como las justifiquen y que tampoco queremos que el Gobierno socialista acometa el "frenazo" económico favoreciendo a los empresarios del ladrillo, unos de los principales responsables de la crisis que nos castiga a todos.

(La primera imagen es un óleo de Carlo Maratti, Clemente IX, 1669, que se encuentra en el Hermitage de San Petersburgo y la segunda, La segrada forma, de Claudio Coello, en la Sacristía de El Escorial.)

divendres, 30 de maig del 2008

De mal en peor.

Antes de comentar los datos del barómetro del CIS correspondiente al mes de abril es oportuno volver sobre algo que afloró en la vista oral del proceso que se sigue al señor Jiménez Losantos por presuntas injurias graves y no he visto reflejado en parte alguna. Dice el citado señor, que ya habla como si fuera el oráculo de Delfos, que en la radio "es difícil separar la información de la opinión". ¿Por qué? ¿Hay alguna razón para que se dé esa curiosa circunstancia fuera del hecho de que él no sepa separarlas? No es más difícil que en la televisión o en la prensa escrita. Basta con querer diferenciarlas y advertir antes de hablar de cuándo se hará como informante y cuándo como opinante. Supongo además que en el caso del señor Jiménez Losantos aun es más sencillo por cuanto la información le es tan ajena como la velocidad a las tortugas ya que, cada vez que abre la boca es para opinar y para hacerlo de modo agresivo e insultante. Razón por la cual está sentado en el banquillo de los acusados en un proceso por injurias graves.

Y ahora, al barómetro del CIS de abril. El PP baja en estimación de voto (37,6% frente al 40,11% que obtuvo el nueve de marzo; 2,5 puntos menos) por sus desavenencias internas muy probablemente. Los desajustes orgánicos de los partidos desalientan mucho a los electores. Es el único partido que desciende mientras que los demás, incluido el PSOE, se mantienen más o menos en donde estaban el nueve de marzo. Es demasiado pronto para que los electores piensen en cambiar de parecer. Esa baja intención de voto al PP vendrá a echar leña al fuego de la polémica interna porque seguramente cada bando culpará al otro por ello. Es interesante, sin embargo, que la valoración del señor Rajoy haya subido (de 3,95 puntos a a 4,24), aunque ya veo a sus enemigos desde Libertad Digital argumentando que se trata de una sucia maniobra del CIS a sueldo del Gobierno para aupar la figura del presidente del PP en detrimento de los intereses de la Verdadera España y a favor de Prisa. Hay gente que "razona" en blanco y negro.

Lo más interesante del barómetro se me hace el realismo de los españoles a la hora de aquilatar la situación actual en el país. Para un 46,1% la situación económica es "mala o muy mala", el 52,0% piensa que es peor que hace un año y un 44,5% cree que dentro de otro año será peor. Opinión pública que registra con sensibilidad de sismógrafo la situación real en que la inflación ha subido al 4,7%, el paro también y la tasa de crecimiento desciende. Es un dictamen que refleja a las claras cómo la gente habla de la feria según le va en ella, cosa muy razonable. Preguntados los encuestados cuáles sean los asuntos más graves del país, los graduan del modo siguiente: paro (52 %), situación económica (48,4%), terrorismo (31,4%) y vivienda (25,6%). Ahí los españoles hablan según su percepción y las informaciones que reciben. Pero preguntados acerca de cómo los afectan estas cuestiones a ellos personalmente, el orden cambia de modo perceptible: la mala situación económica pasa a primer lugar para el 46,9%, viene luego el paro (24,2%), sigue la vivienda (21,6%) y, como es lógico, el terrorismo se desploma a ultimo lugar (6,8%). Efectivamente, los datos reflejan el realismo de la gente que, en este caso, toma los colores ominosos del pesimismo.

La imagen es una foto de fenriquedice bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 1 d’agost del 2007

Con el CIS en la mano.

Los datos del sondeo de julio del CIS posterior al debate sobre el estado de la Nación son muy gratificantes para el señor Rodríguez Zapatero. Los españoles le dan un aprobadillo (5,01), pero lo ponen por delante del señor Rajoy (3,81) que ocupa un sonrojante cuarto puesto, detrás de los señores Llamazares (4,24) y Durán i Lleida (3,94). Por cierto esa buena puntuación del dirigente de IU no parece vaya a librarlo de la oposición que suscita entre los dirigentes de su propio partido, el PCE. Para una vez que los comunistas tienen un dirigente bien valorado, quieren cargárselo porque dicen que contemporiza mucho con el Gobierno. Sin embargo, tiene una expectativa de voto de 5,9%, un punto más de lo que obtuvo en 2004. No quiero ni pensar qué sacará IU si lleva un candidato como, digamos, don Francisco Frutos.

En todo caso, las diferencias entre los señores Rodríguez Zapatero y Rajoy son llamativas. El primero suscita menos rechazo que el segundo; un 54,4% confía poco o nada en él, mientras que ese porcentaje se eleva al 74,6% en el caso del señor Rajoy. Sólo un 24,5% de los ciudadanos cree que la gestión del Gobierno haya sido "mala" o "muy mala", mientras que el 49,8% piensa que así ha sido la labor de la oposición. Y no cabe olvidar que hacer oposición es siempre más fácil que gobernar, porque no hay que ir pisando callos.

Con estos resultados, las elecciones están cantadas. Supongo que el señor Rajoy tiene la esperanza de "dar la vuelta a las encuestas" en el tiempo que reste hasta las elecciones, pero veo difícil que lo consiga reiterando el discurso que ha hecho hasta aquí y que le ha granjeado las calificaciones que se han visto. Parece que sea su intención, sin duda en aplicación de la doctrina del señor Fraga de que "el que resiste, gana". El señor Zaplana cerraba ayer el "curso" político dejando constancia de que su balance, inexplicablemente, es muy bueno y sosteniendo que, con unos datos del CIS como los de este barómetro de julio, ganaron las pasadas elecciones autonómicas y municipales. Pues nada, que los manes de Augusto los acompañen en el solaz veraniego pues, si ganan las elecciones generales como han ganado las municipales/autonómicas, no van a necesitar oposición porque serán ellos. La fe sin duda mueve montañas, pero no sirve para ganar elecciones.