Esa fatuidad, esa petulancia y pedantería, ese necio y hueco engreimiento.
¿A que sabemos de quién hablamos?
(La imagen es un grabado de Felicien Rops (1833-1898) titulada Hipocresía hacia 1879-1880, propiedad de la familia Babut des Màres, Namur.)
Por primera vez en más de medio siglo el final de ETA está a punto de ser una realidad. Si la banda cotizara en bolsa estaría ya descontado. El llamado Grupo Internacional de Contacto presidido por Brian Curry urge a ETA a declarar formalmente su disolución, cosa que también espera todo el mundo en España incluido el País Vasco salvas contadas excepciones, tanto en aquella como en éste.
Siempre que se llega al final de un trayecto la pregunta más frecuente es: ¿mereció la pena? Y la respuesta en este caso es "no". Resulta imposible que una actividad consistente en asesinar gente indefensa merezca jamás la pena, se invoque la causa que se invoque. ETA no ha hecho ni conseguido nada bueno para el País Vasco. Franco murió en la cama y la transición democrática, mejor o peor, fue obra de las fuerzas políticas legales. Desde un punto de vista independentista, la situación actual del Euskadi no es mejor que la de Catalunya; antes bien, es peor. Si en algo gana el primero a la segunda -los conciertos- ese algo es muy anterior a la actividad etarra. En el resto, está peor, pero con unos mil muertos y centenares de presos etarras diseminados por las cárceles españolas. Definitivamente no mereció la pena. ETA es un fracaso calamitoso, está derrotada, carece de cobertura social y cuanto más tarde en disolverse peor será su situación para negociar condiciones después de la disolución. ¿Por qué no se disuelve ya?
"Los viejos soldados nunca mueren", dice una venerable balada, "sólo se desvanecen." Desvanecerse lleva más tiempo que morir. Los cuerpos evanescentes luchan por perseverar. Así se entiende que ETA, según noticias, ponga condiciones, en concreto, la legalización de Sortu y soluciones para los presos. Es una pérdida de tiempo. Ambos requisitos dependen del Tribunal Constitucional (TC) (legalización de Sortu y revisión de la doctrina Parot), no de la voluntad política del Gobierno, algo que no entienden quienes no están interesados en entenderlo: el PP, que acusa a Zapatero y Rubalcaba de haber legalizado Bildu (a Rubalcaba lo acusa de cosas mucho peores y mucho más absurdas) y ETA que sigue anclada en el franquismo y cree que los procedimientos democráticos son una farsa porque para ella toda democracia que no permita tiros en la nuca no lo es.
Al poner condiciones ETA se arriesga a que el proceso de normalización en el País Vasco se tuerza. Es probable que el TC legalice Sortu pues la sentencia del Supremo que la rechazó, ahora recurrida, se aprobó por nueve votos contra siete, contando con el de calidad del presidente, Carlos Dívar. Pero también puede no hacerlo y no revisar la doctrina Parot. El TC es un órgano independiente. Y ¿qué hará entonces ETA? ¿Volver a matar? Está desmantelada, hundida, sin dinero, sin eco y sin apoyos. Si lo hiciera en atentados al estilo Grapo, por ejemplo, pondría las cosas mucho más difíciles y facilitaría la tarea a quienes quieren desandar lo andado e ilegalizar Bildu, volviendo a dejar a la izquierda abertzale fuera de las instituciones; la sociedad, frustrada; el nacionalismo, desorientado.
En esa lamentable perspectiva ETA no está sola sino que goza de la valiosa colaboración del diputado general de Gipuzkoa, Martin Garitano, especializado en actitudes y declaraciones provocadoras que alimentan las peticiones de ilegalización de Bildu. Sus gestos a favor de las familias de presos etarras y sus víctimas no son objetables en sí mismos pero sí lo son desde el momento en que no van acompañados de otros en favor de las víctimas de ETA. ¿Ignora este hombre que en democracia los gobernantes gobiernan para toda la colectividad? Parece que sí por lo que alguien debiera hacerle ver que esa forma de actuar es sectaria. La izquierda abertzale preocupada por el efecto negativo que tengan las provocaciones de Garitano tendrá que ponerle coto.
Porque los desatinos de este insólito personaje van realmente muy allá. Sus declaraciones sobre Catalunya, en el sentido de que los atentados de ETA allí fueron algo más que un error y que las víctimas en el Principado merecen un respeto especial de la izquierda abertzale son sucias moralmente e intelectualmente estúpidas. Hasta Garitano podría comprender que si no se hacen distingos entre victimas por razones profesionales (por ejemplo que no fuera lo mismo matar a un guardia civil que a un viandante) menos podrán hacerse por razones territoriales. Su intento de justificarse aludiendo a la consabida descontextualización es el típico recurso del político ramplón. Por eso cabe aplaudir que la fiscalía anuncie que vigilará de cerca el comportamiento del diputado general. Una de la finalidades de toda provocación es calibrar la disposición a responder del provocado. Conviene que Garitano sepa que aquella es completa. Si hay indicios racionales de enaltecimiento de banda armada (y en camino está don Martin de que los haya) se le acusa, se le procesa... y no pasa nada.
También es muy buena la propuesta del presidente del Senado, Rojo, de presentar una moción de censura contra Garitano. La aritmética parlamentaria lo permite y pondría de manifiesto la voluntad unitaria de los partidos democráticos de no dejarse impresionar por los desalmados que quieren hacer descarrilar la normalización en el País Vasco. Sería una nueva muestra de que la democracia funciona en todo tiempo y circunstancia.
El final de ETA es una esperanza a punto de realizarse que no debe frustrarse porque un mandarín independentista quiera hacer méritos reavivando las llamas de un conflicto a punto de acabarse. La izquierda abertzale, ni los presos, ni la misma ETA (deseosa de terminar de una vez) pueden respaldarlo. Y no deben.
(La imagen es una foto de www_ukberri_net, bajo licencia de Creative Commons).
Mal negocio el que ha hecho el PP permitiendo que dos personas tan señaladas como Francisco Camps y Luis Bárcenas sigan en sus cargos porque representan munición para los ataques del adversario sobre la trama de corrupción y, además, no tienen razones que justifiquen su comportamiento cuando en otros casos de cargos y/o militantes bajo sospecha ha actuado de modo contundente. Precisamente esa irritante diferencia de trato ante el comportamiento de personas presuntamente implicadas en ilegalidades, lejos de clarificar la situación la está complicando mucho.
En el Parlamento valenciano, preguntado por quinta vez acerca de los comprometedores asuntos, algunos con una innegable vis cómica, en los que se ve mezclado, el señor Camps se limita a decir que las acusaciones son falsas y un montaje y que él arde en deseos de explicarlo todo donde corresponda. Un buen sitio sería el Parlamento valenciano, sin perjuicio de las aclaraciones que este singular y escurridizo personaje tiene pendientes en sede judicial.
A medida que pasan los días y van conociéndose nuevos elementos incriminatorios de las personas imputadas por Garzón, la situación de éstas se hace más insostenible. Y en nada ayuda la conocida doble o triple moral del partido que toma represalias con unos pero deja a otros en paz, pide que se respete la presunción de inocencia y respalda por entero a los imputados. Además de estar descalificada esta actitud a causa de la doble moral citada, es un error porque cada vez que se conozca algo nuevo sobre los imputados, será noticia de primera de todos los medios lo que quiere decir que el PP está hipotecando el resultado electoral.
Es tan inexplicable y suicida esta actitud del partido que suscita la idea de si es que el señor Rajoy y sus asesores tienen miedo a su tesorero por lo que éste pueda largar.
(La imagen es una foto de Público, con licencia de Creative Commons).