El PSOE tiene ya cabeza de lista para las europeas. La Comisión Ejecutiva Federal ha respaldado por unanimidad a Elena Valenciano, la segunda a bordo. La interesada lo ha anunciado en la sede del PSOE, exultante, por cierto. En el mes de marzo, un Comité Federal decidirá el resto de la candidatura. Quizá también por unanimidad. Es un procedimiento estatutario, correcto, legal. Pero en los tiempos que corren de inquietud, desánimo, desconcierto y exigencias de mayor apertura y participación, chirría. Parece de antes, de cuando las decisiones se tomaban en los cenáculos del poder y se anunciaban luego al pueblo llano para su regocijo. Es la costumbre. Ni las formas se guardan.
Beatriz Talegón protesta en El Plural y habla de decisiones a dedo. Probablemente su queja de que "la dirección" del partido no haya consultado con la militancia carece de substancia. Si la "dirección" está para algo, será para dirigir y si cada vez que ha de decidir tiene que consultar, no es dirección sino seguidora. Pero la protesta traslada al interior del PSOE algo del descontento general en la ciudadanía. Talegón invoca el decálogo enunciado por el Foro ético (un grupo de socialistas con tintes regeneracionistas), los diez requisitos que debe cumplir una candidatura socialista al Parlamento europeo. Seguramente Valenciano reúne muchos de ellos y añade experiencia directa de dos legislaturas en Estrasburgo/Bruselas. Por eso mismo, tiene razón la joven socialista, ¿por qué no anunciarse un poco antes en lugar de aparecer como un hecho consumado? Porque estaba ya apalabrado con los barones. Procedimientos del aparato, de circulación interna que diría un teórico de las élites, de reacomodo de mandarines.
Tiene uno la impresión de asistir a una doble representación de escenarios alternativos. De un lado vivimos en un país agitado, casi convulso, con infantas ante los tribunales, una insurrección nacional catalana, inmigrantes muertos por docenas, ministros abucheados, represión policial, manifestantes apaleados, ciudadanos desahuciados, estadísticas de espanto, corrupciones diarias, incompetencia gubernativa, protestas de todos los estamentos, intervencionismo y autoritarismo de los poderes públicos, control agobiante de los medios, prepotencia de los políticos, ruina de los servicios públicos y desafección popular lindando en la insubordinación general. Esa es la realidad.
De otro lado aparecen estos personajes bien vestidos, casi atildados, en tranquila rueda de prensa con todos los emblemas del partido -en suya sede se producen- arropándolos. Por cierto, ojo a la imagen y la comunicación. Ojo a las combinaciones de colores. Parecía un acto de la Coca-Cola. La rutina. Hay unas elecciones, se presenta una candidatura, se hace una campaña y se coloca a veinte o veinticinco conmilitones en el Parlamento europeo a defender una política que son incapaces de explicar a sus electores porque ni ellos la tienen clara. Así lo prueban las manifestaciones de Valenciano en la impoluta rueda de prensa: las derechas llevan diez años haciendo y deshaciendo en Europa. Ahora nos toca a nosotros hacer y deshacer. ¿Quiénes? Los socialdemócratas. Y de ahí no sale. Propone presidente de la Comisión al alemán Martin Schulz, un socialdemócrata de la socialdemocracia que gobierna en Alemania en coalición con la derecha.
Y conste que me parece una ventaja. Entre ser gobernado por la derecha a secas a serlo por una alianza de derecha e izquierda socialdemácrata prefiero lo segundo. Pero ¿es posible en España? Dos circunstancias, una objetiva y otra subjetiva la impiden. La objetiva: la derecha tiene una sólida mayoría absoluta, lo que no es el caso con la CDU/CSU alemana. La subjetiva: ya quisieran los socialistas españoles tener tan claras las cosas como los socialdemócratas alemanes quienes, en menos de un mes de gobierno han impuesto varias medida reformistas de izquierda, entre ellas, la fijación del salario mínimo y el adelanto de la edad de jubilación.
El único significado de estas elecciones europeas es ser preparativo de las del año próximo. Pero no parece concentrarse mucho en ellas quien de antemano prescinde de su mano derecha enviándola a lejanas tierras.