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diumenge, 19 de febrer del 2012

Van por los sindicatos, por el derecho de huelga, por todo.

El programa oculto de la derecha está ya a la vista de todos y más que estará después de las elecciones andaluzas. Es una agresión, un ataque al Estado del bienestar, al derecho del trabajo, a los derechos de los trabajadores, a derechos fundamentales como los de expresión y manifestación. Envalentonada con su mayoría absoluta, la derecha quiere aniquilar todas las conquistas sociales (igualdad, justicia social, derechos de las minorías, etc) de los últimos cien años. Quiere retrotraer las relaciones laborales a las condiciones de sórdida explotación de los tiempos de la acumulación primitiva de capital. Y la sociedad, los trabajadores, la gente en general no puede permitirlo. Hay que luchar para impedir que la presente involución haga tabla rasa incluso con los tímidos avances de a Constitución de 1978. Hay que manifestarse y prepararse para cuatro (quizá ocho) largos años de defensa y de resistencia en pro de una sociedad más decente, más justa, más igualitaria.

Ciertamente. Pero antes corresponde un breve examen crítico de cómo hemos llegado hasta aquí. El triunfo electoral de la derecha se ha debido en gran medida a la desmovilización de la izquierda. Y esta, a su vez, a causas objetivas, externas (como la crisis), contra las que cabía hacer poco y también a otras subjetivas, internas (las explicaciones, los programas, las consignas) que sí se podían haber pensado mejor. La primera de todas, la más dañina, aquel enfoque de que el PSOE y el PP son lo mismo (PSOE-PP la misma mierda es) y que no había que votarlos. Ahora, cuando cualquiera puede ver que era mentira, no me cansaré de repetir que este disparate no es solamente producto de la estupidez sino, en cierta medida, del afán por conseguir el triunfo de la derecha.

Siempre que se decía que el PSOE y el PP eran lo mismo se levantaban protestas indignadas del lado de la socialdemocracia. ¿Alguien vio que también se levantaran del lado de la derecha? ¿Alguna vez la derecha protestó porque se la igualara con su adversario? No, ni una. ¿Por qué? Obviamente porque la confusión le interesaba. ¿Nadie vio que le interesaba? Por supuesto, pero se ocultaba ya que, en definitiva, había un objetivo común: acabar con la socialdemocracia. La derecha no dedicó ni un minuto de su campaña electoral a atacar la "verdadera" izquierda, la izquierda "transformadora". Esta, a su vez, tampoco dedicó mucho tiempo a atacar a la derecha del PP, pues prefería hacerlo a la "derecha" de la socialdemocracia.

Bien. Ahora hay que salir a la calle a defender derechos y conquistas básicas del conjunto de la sociedad y en una situación material muy mala, en condiciones de inferioridad. Se hará, desde luego. Pero que cada cual sepa en dónde está.

La agresión a los sindicatos es un ataque a la forma de organización y defensa de los trabajadores. Igual que la agresión a los derechos de las minorías es un ataque a la libertad de la sociedad. El gobierno es el comité ejecutivo de la patronal y de la iglesia. Su finalidad, despojar a los trabajadores de sus derechos, ponerlos a merced de los patronos e infantilizar al conjunto de la población. Para ello todo vale, desde el infundio hasta la fuerza bruta, según se ve en Valencia. Soraya Sáez exige a los sindicatos transparencia en las retribuciones de sus dirigentes con el argumento de que se benefician de dineros públicos siendo así que nadie nunca ha conseguido saber cuánto ganan los dirigentes del PP que también se beneficia de esos dineros.

El neoliberalismo se prepara para el último asalto al Estado del bienestar, la supresión o privatización de los servicios públicos, la confiscación del poco capital social que queda a la colectividad en provecho de las empresas privadas. Y para ello necesita decapitar el movimiento sindical, amilanar a la gente, hacerle ver que no tiene derechos ni garantías y que, si lucha por ellos, todavía lo pasará peor. Esta es la situación real.

dimecres, 11 de gener del 2012

El timo de las empresas de mensajería.

Cuando se privatizaron algunos servicios de correos, en concreto los más lucrativos, esto es, la mensajería y la paquetería, la propaganda de las empresas privadas que querían quedarse con el negocio ya había acuñado una imagen destructiva, demoledora, del servicio postal: caro, lento, ineficiente, descuidado, las cartas se perdían, los paquetes se devolvían, etc., etc. Todo era mentira, como las demás "críticas" que se han estado haciendo a otros servicios públicos que el capital privado codicia. Porque en algo es realmente maestro este capital: en el arte de la publicidad engañosa y la propaganda. Frente a él, Correos no tenía nada que hacer porque, siendo público, no hacía publicidad de sí mismo.

Sin embargo, el servicio de correos, aquí y en todas partes en el mundo civilizado es mil veces mejor y más eficiente, que esos chiringuitos de mensajería que han proliferado como las setas en las ciudades. En las ciudades, claro es, no en los campos en los que el servicio ruinoso de llevar una carta al año al abuelo que vive en un pueblo perdido de la sierra recae sobre Correos. Y aun así, éste, el servicio postal, además de esta función encomiable, es más eficiente que las empresas privadas por no otra razón que éstas no están para prestar un servicio sino para lucrar a sus propietarios, darles cuantiosos beneficios. Y ¿de dónde saldrán estos sino de hacer que los clientes paguen el servicio de mil maneras además de la dineraria?

Veamos un ejemplo de cómo funciona una cualquiera de estas empresas: estás esperando un paquete importante; la empresa, sin consultarte, te lo lleva a domicilio cuando le peta. ¿Que estás? Tienes tu paquete. ¿Que no estás? Te has metido en un lío. Algunas de estas empresas te dejan un aviso escrito y te piden que vayas a recoger el paquete en persona a su sede, sita en las Chimbambas, con lo cual, ya me dirás qué has ganado con relación a correos, cuya estafeta suele estar a una distancia próxima de tu casa.

En la ausencia, otras empresas te dicen que llames a un número de teléfono en el que te espera un buen rato de audición de cualquier detestable musicanga repetida sin parar así como la gangosería habitual de "nuestros agentes están todos ocupados; por favor, espere" (y pague). Cuando alguno de esos ocupados se desocupa, te dice que pasaron a dejarte el paquete, que no estabas y que van a volver, si te viene bien, mañana por la mañana. Pides que sea por la tarde; por la tarde no trabajan. Fuerza es por la mañana. ¿A qué hora? No te lo pueden decir porque depende de sus trayectos; "a lo largo de la mañana". Lo cual significa que te quedas de guardia en casa, dejas de ir al trabajo y todo con el riesgo de que tampoco vengan. Es decir, tienes que regalarles tu tiempo porque sí, porque les da la gana y quieren hacer negocio a costa tuya.

Finalmente, otros te llaman ellos mismos y se produce un diálogo similar al anterior. Como gracia generosa te dirán que el repartidor te llamará una hora antes. Por supuesto, desde un "número privado", para que no puedas saber quién es ni puedas devolver la llamada ni llamar al repartidor por tu cuenta con algún cambio de planes. Lo tuyo es esperarte en casa hasta que a estos mendas se les canten las narices ir a entregarte un paquete que es tuyo, que has pagado o te has comprometido a pagar y que llevas días esperando.

¿A que le ha pasado a todo el mundo? Mi último caso son unos envíos urgentes pedidos el día 1º de enero, entregados por el proveedor, Amazon, el dos de enero a la empresa MRW, supuestamente especializada en esas urgencias, con una previsión de tres a cinco días de plazo y que, a día 10 de enero aún no me han sido entregados, ni lo serán porque tienen que hacer un trayecto de Madrid a... Madrid, nada menos. Sí me han estado volviendo loco en cambio con llamadas contradictorias y promesas falsas.

Mi anhelo más ferviente es que Amazon vuelva a confiar en Correos entre otras cosas porque, de seguir haciéndolo en la gente de MRW, no volveré a comprar uno solo de sus productos y contaré a todo el mundo, como lo hago ahora, el trato sufrido por unas empresas que presumen de lo que no son ni tienen.

(La imagen es una foto de robin.elaine, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 12 d’octubre del 2011

Si Rubalcaba quiere ganar...

Parece que habrá debates. No se sabe cuántos ni en qué formato (esa idea del ciberdebate es espléndida; habrá que dedicarle un post) ni a quiénes enfrentará; pero habrá debates. En los debates, si se quiere ganar, hay que cumplir dos requisitos: es necesario tener ideas y que éstas sean claras, que se comuniquen bien.

Hasta la fecha es patente que Rajoy y el PP no cumplen el primer requisito. Rajoy no ha enunciado una sola idea en la Convención de su partido y tampoco en ese libro que acaba de publicar y del que ya hablaremos. Y si la hubiera enunciado, de inmediato la ha relativizado con su característica ambigüedad. Los ciudadanos no saben qué se propone hacer. Sólo saben que "las cosas tienen que cambiar", que "hay que hacer bien las cosas", que "las cosas se hacen como Dios manda". El sustantivo plural "cosas" en boca de Rajoy necesitaría un Umberto Eco de intérprete. Él mismo afirma que su reacción a las "cosas" dependerá, sin que la gente sepa de qué. Sus seguidores afirman muy ufanos que, ante tal o tal problema, Rajoy hará "lo que deba hacer". Esto no son ideas; esto es pedir a la gente que firme un cheque en blanco en las elecciones.

Frente a esta situación, Rubalcaba tiene ideas. Va desgranándolas por los páramos de España y quiso sistematizarlas en el programa de la Conferencia Política pendiente a su vez, creo, de un Comité Federal, pero ¿están claras? ¿Se comunican bien? ¿Las entiende la gente? Temo que no. El candidato está todo el día soltando propuestas, sopesando las ajenas, matizando y señalando al mismo tiempo que Rajoy no dice nada. Pero lo que él dice, ¿se entiende? Muy poco porque, por táctica o naturaleza, rehuye los pronunciamientos tajantes que quizá le enajenen electores. En opinión de Palinuro, sin embargo debiera hacerlos y debieran ser los siguientes:

Reformar el sistema electoral, no sólo desbloquear las listas, sino llegar hasta donde pueda.

Convertir el Senado en una cámara continua de representación territorial.

Garantizar la gratuidad y universalidad de los servicios públicos, la sanidad y la educación; esto es, frenar y revertir las privatizaciones.

Aprobar la dación en pago.

Luchar contra la corrupción y los privilegios de la clase política en todos sus niveles y, si se han de reducir cincuenta diputados que sean de los "territoriales" y no los proporcionales.

Suprimir el fraude fiscal y los paraísos fiscales. Ningún español que se valga de ellos o tribute en el extranjero puede ocupar cargo público alguno.

Elevar el tipo marginal del impuesto sobre la renta para que tributen más quienes más tienen.

Auditar el comportamiento de gestores, financieros y banqueros en la crisis y proceder por lo penal si fuera justo.

Garantizar el derecho al aborto en los términos de la ley.

Garantizar el derecho de los homosexuales a contraer matrimonio.

Aprobar de una vez una ley de libertad religiosa que separe por fin la Iglesia del Estado.

Luego ya se verá hasta dónde se puede llegar en cada caso, según el apoyo parlamentario que tenga, pero esas medidas deben anunciarse y hacerlo claramente, sin ambages.

El PSOE ha perdido mucha intención de voto por la izquierda, tanto que Cayo Lara llama a sus "desencantados" y hace bien porque son un pellizco. El único modo que tiene el PSOE de restablecer sus expectativas es presentar un programa claro de izquierda. Claro no quiere decir radical. Las propuestas de más arriba no son extremosas ni radicales; son de izquierda, sí, pero moderadas. Las comparte mucha gente, incluso en el PSOE. Este tiene además el problema del crédito que sus propuestas ofrezcan, pero más problema tendrá si, además de la falta de crédito, no las formula o no son claras.

Son propuestas que entiende la clase media, casi tan castigada por la crisis como la trabajadora. Las entiende y las aprueba porque, en definitiva, es la clase media la que más se ha beneficiado siempre del Estado del bienestar.

Así que, si Rubalcaba quiere ganar, tiene que presentar ideas y hacerlo de modo diáfano, conciso, inteligible, que se quede. Le van a dejar poco tiempo para hablar en los debates en los que todos va a atacarlo blandiendo el paro. Tiene que aprovechar sus intervenciones para dejar claras y breves sus propuestas: dación en pago suena bien a todos los oídos excepto los de los banqueros; eliminación del fraude fiscal también, excepto a los de los defraudadores; eliminación de los privilegios de los políticos igualmente a todos menos a los políticos. La mayoría entiende que homosexuales y heterosexuales somos iguales en derechos y que también es un derecho el aborto. Como entiende que ya es hora de que la Iglesia se meta en sus asuntos. Si quiere ganar tiene que atreverse a decir lo que la mayoría quiere oír.

Ciertamente, Palinuro puede estar equivocado y no ser ese el criterio de la mayoría. Se verá el 20N si el PSOE adopta este discurso. Al menos, hay una posibilidad frente a lo que todos auguran como una derrota segura, empezando por muchos socialistas. En el fondo es un ejemplo clásico de teoría de juegos: ¿Qué prefiere la gente, una probabilidad de 1/2 de ganar diez euros o una de 1/10 de ganar mil? ¿Una probabilidad 1/2 de ganar 120 diputados o una de 1/10 de ganar trescientos cincuenta y uno? Recuérdese que en política el primero de esos "ganar" en realidad es "perder".

(La imagen es una foto de psoe extremadura, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 28 de setembre del 2008

Hasta las narices de los taxistas.

Leo en 20 Minutos que los taxistas de Barcelona van a pedir al Ayuntamiento que los coches particulares paguen un peaje para acceder al centro de la ciudad. Sí señor, con dos narices. Como si la ciudad fuera suya. Y que el peaje se lo den a ellos, como complemento salarial. Y, si el Ayuntamiento no accede a esta demanda, que lo impongan ellos; nada más fácil: se sitúa a un par de matones en las entradas a la ciudad y se cobran unas bonitas cantidades. El caso es hacer realidad el sueño de siempre de los taxistas de circular ellos solos y que todos los demás estén obligados a utilizar sus "servicios" (por decir algo) y, si no tienen dinero, que cojan el autobús y, si no les da para el autobús, que vayan andando, que es muy sano y pongan cuidado en que no los atropellen los taxis.

No conozco ciudad del mundo en la que los taxis no sean un abuso y una cruz para el resto de los conductores. Tienen todo tipo de privilegios como estacionamientos reservados en infinidad de lugares urbanos, lo cual no quiere decir que no utilicen también los que no tienen reservados cuando les place y tampoco supone que los clientes sólo puedan coger el taxi en tales estacionamientos sino que, al contrario, cargan parados, en marcha, en cualquier parte, obstaculizando el tránsito, sin limitación alguna. Tienen carriles reservados (conjuntamente con los transportes públicos colectivos o por su cuenta) en una cantidad ingente de vías, incluso en aquellas en las que tales reservas dificultan y entorpecen excesivamente la circulación particular. Y tampoco se abstienen de circular por los carriles de los demás. Todo lo contrario: como acostumbran a cargar y descargar en mitad de la vía pública suelen hacerlo en los carriles de todos para no obstaculizar los suyos.

Con las excepciones de rigor, los taxis tienen un comportamiento abusivo con el resto de los conductores y viandantes que está ya pidiendo a gritos que las ciudades se replanteen la organización de este sector en lugar de continuar acumulando privilegios sobre él en perjuicio de los ciudadanos ordinarios que pagan los impuestos de circulación pero se ven diariamente acosados por las autoridades y este poderosísimo grupo de presión que es el taxi.

Esta situación de privilegio viene dada en primer lugar por su condición de monopolio y éste se justifica por la de "servicio público" adjudicada al taxi con la placa "SP". Ahora bien, ¿qué quiere decir "servicio público" cuando se habla del taxi? Obviamente no que sea de uso colectivo como los autobuses porque el taxi es de consumo estrictamente privado: puede cogerlo el que puede pagarlo y no tiene por qué compartirlo con los demás. Se dice que es servicio público porque es de uso privado, sí, pero consecutivo: cuando un cliente se baja, otro puede subirse. Pero eso pasa con los sillones de las peluquerías y las butacas de los cines y los taburetes de los bares y a nadie se le ocurre que peluquerías, cines o bares sean "servicios públicos". ¿Por qué, pues, son los taxis "servicios públicos"? Claramente no por la naturaleza del servicio que prestan, que es como la de todos los demás, como las gasolineras, las tiendas de ultramarinos, los billares, etc, sino por el tipo de regulación a que están sometidos, una regulación por medio de licencia municipal con precios tasados e intervenidos. Es decir, los taxis no son servicios públicos porque presten un servicio público como el de los autobuses y distinto al de una joyería, por ejemplo, sino porque así lo ha decidido la autoridad, creando de paso un monopolio. Monopolio que hace justicia a su condición y abusa todo lo que puede.

En época de privatizaciones, desregulaciones y liberalizaciones, ¿por qué no se puede desregular el servicio del taxi? ¿Por qué no puede cualquiera convertir su auto en un taxi obteniendo únicamente los permisos que la administración exige para la explotación de cualquier otro negocio? ¿Por qué no son de precio libre? ¿Por qué no hay competencia entre los taxis como la hay entre casi todas las demás actividades, incluidas algunas que eran monopolios hasta hace bien poco como la televisión, los servicios postales, las universidades o las compañías de teléfonos? Los taxis llevarían indicativos exteriores claramente visibles por su interés en los que constaran las tarifas que cobran como hacen los restaurantes.

Y, por supuesto, circulando por la ciudad como el resto de los conductores, estacionando donde pueden, como personas en negocios privados que son y sin privilegios de carriles especiales que deben estar reservados al verdadero transporte público, esto es, los autobuses. Así sería menos sangrante el hecho muy frecuente de que los conductores particulares tengan que soportar embotellamientos eternos mientras ven que a su vera están libres y sin utilizar los carriles reservados a los taxis por los que circulan a toda velocidad los ciudadanos también privilegiados que pueden permitirse el lujo de desplazarse en taxi que, en definitiva, es el servicio público de los pudientes a un precio muy asequible para ellos a costa del común de los mortales.

La razón que suelen esgrimir los taxistas para justificar el uso de sus privilegios (y no quiero hablar ya de que los ayuntamientos accedan a ese atraco del peaje de los particulares) es que están trabajando, que para ellos el taxi es un instrumento de trabajo. Ciertamente. Y para el noventa y nueve por ciento de quienes se desplazan a diario en las ciudades en coche, los que los usan para ir al trabajo y venir de él y los que circulan en auto directamente por razones laborales, desde agentes de comercio a trabajadores y autónomos que tienen que ir a hacer reparaciones a domicilio. Tiene bemoles la ideita de que los fontaneros que hacen reparaciones en casa de los taxistas tengan que pagar peaje para entrar en la ciudad para que los taxistas puedan circular a sus anchas.

(Las imágenes son fotos de Rubén Marcos y de Didier Raboud, ambas bajo licencia de Creative Commons).