Aún es pronto para calibrar los resultados de las elecciones europeas de ayer pero algunos datos apuntan ya tendencias. El más llamativo de todos, el del permanente aumento de la abstención que en esta ocasión ha alcanzado un máximo de casi el 57 por ciento. Desde el 33 por ciento a que llegó en 1979, en las primeras elecciones directas al Parlamento, ha aumentado en veinticuatro puntos porcentuales y eso de modo continuo, sin oscilaciones, como puede verse en el gráfico más abajo. En consecuencia, nada dice que la abstención haya de detenerse en estos últimos datos sino que puede seguir descendiendo. No es mi opinión pero hay mucha gente que sostiene que las altas tasas de abstención deslegitiman a los sistemas políticos. Obviamente, es el caso de la Unión Europea.
En segundo lugar, no se confirma la idea de que en las elecciones europeas se castigue al gobierno. Mirando los resultados y, salvo error por mi parte, me salen doce países en los que es el (o los) partido(s) del Gobierno quienes han ganado las elecciones (Bélgica, Chequia, Eslovaquia, Finlandia, Francia, Italia, Lituania, Luxemburgo, Países Bajos, Polonia, Portugal y Rumania), once en los que ha ganado la oposición (Austria, Bulgaria, España, Estonia, Grecia, Hungría, Irlanda, Letonia, Malta, Suecia y Reino Unido), tres en los que Gobierno y oposición han empatado (Chipre, Dinamarca y Eslovenia) y el caso especial de Alemania que, al formar los dos grandes partidos coalición de Gobierno y habiendo ganado uno (la Demcoracia Cristiana) y perdido el otro (Partido Socialdemócrata) no cabe hablar de Gobierno y oposición.
Al margen de la cuestión de la abstención, el tercer dato es el triunfo de las candidaturas de derecha y extrema derecha. En el Parlamento anterior, la distancia entre los diputados del Partido Popular Europeo (286) y los del Partido de los Socialistas Europeos (215) era de setenta y un diputados. En el que se eligió ayer puede llegar a ser de ciento diez a favor de los primeros. El resultado para el Partido de los Socialistas Europeos ha sido bastante malo. Es verdad que sube el grupo de los Verdes pero bajan los demás como el de los liberales, el Unitario de izquierda o la Unión Europea de la naciones, mientras que aumentan los de los euroescépticos y la extrema derecha. Parece como si, con esto de la crisis y las incertidumbres institucionales europeas, la gente se echara más a la derecha, a las opciones conservadoras.
En lo que hace a las elecciones en España, el resultado sigue la tónica general europea aunque con algunas variantes específicas. En primer lugar destaca que la participación haya sido substancialmente la misma que en 2004, aproximadamente un cuarenta y cinco por ciento y dos puntos por encima de la media de los veintisiete. Triunfa la oposición del PP y pierde el Partido Socialista en el Gobierno, pero en cantidades más reducidas a las de las medias europeas. De hecho, los socialistas se consuelan de su derrota diciendo que son el grupo nacional de los suyos más numeroso en el seno del Parlamento europeo, cosa cierta luego del fracaso electoral del socialismo europeo. Es opinión extendida que el Gobierno español ha pagado los destrozos de la crisis ecónomica. En contra de este razonamiento suele formularse el de que si el PSOE ha pagado los excesos de la crisis, el PP también debe de haber pagado por los casos de presunta de la corrupción recientemente descubierta. Seguramente. Lo que sucede es que la crisis tiene en España un efecto mucho más destructor que en los otros países europeos, cosa que se deja ver en la tasa de desempleo, el doble que la media europea y la más alta del continente (18,1 por ciento). Inmediatamente detrás vienen los países bálticos: Estonia, 13,9 por ciento; Letonia, 17,4 por ciento y Lituania, 16,8 por ciento, así como Irlanda (11,1 por ciento) y Eslovaquia (también 11,1 por ciento). El resto de países está por debajo del diez por ciento.
Lo interesante de España es la interpretación que los partidos hacen del resultado. Para el PSOE se trata de una advertencia que han dirigido los ciudadanos con ánimo de conseguir que el Gobierno se emplee más a fondo en las políticas que viene aplicando para salir de la crisis. Para el PP, en cambio, el resultado es un portento del ánimo favorable al "cambio" que hoy es imprescindible en España. Conociendo el estilo de la derecha española nos esperan meses escuchándola que hay que hacer elecciones anticipadas.
Ciertamente si lo que el PP quiere es substituir al PSOE en el Gobierno, más rápido y directo que las elecciones anticipadas tiene a su alcance la moción de censura. Esta es harto improbable porque, si bien quizá se encontraran votos suficientes (ha de ser mayoría absoluta) para echar al señor Zapatero, es muy poco probable que los haya para apoyar al candidato contrario. De ahí que los del PP seguramente preferirán la política de la reiteración, y la contumacia. Y pueden llegar a ser más pesados que una vaca en brazos.
Quizá para evitar una situación de bloqueo lo más recomendable fuera que el presidente del Gobierno decidiera someterse a un voto de confianza. Es la única forma segura de averiguar qué respaldo parlamentario real tienen sus políticas.