La presentación de Podemos ha revolucionado la izquierda. Uno piensa que ha de ser grato para esta verse en tal situación, como al pez le gusta nadar y al pájaro volar, pero no parece ser el caso. En tiempo record -todo cuanto tiene que ver con esta iniciativa sucede aceleradamente- ha habido variedad de reacciones, desde las hagiográficas hasta las iracundas y agresivas. Es así porque la decisión demuestra la existencia de una necesidad sistemáticamente ignorada. Lo lógico no es ponerse a insultar, sino pararse a reflexionar y, probablemente, dialogar. Lo digo porque he visto en Twitter tuits y en otras redes comentarios con una extraordinaria agresividad personal hacia los impulsores de la plataforma
Eso es impropio de la izquierda. Por supuesto, Podemos es una iniciativa fundamentalmente mediática y viralizada en las redes sociales, gracias a la personalidad casi carismática de su rostro visible, Pablo Iglesias. Pero eso no es un demérito, sino al contrario. Ya es hora de que la izquierda deje de ofrecer la figura del agrio sermoneador y se adapte a las nuevas vías y formas de comunicación. Mahoma tiene que ir a la montaña. La crítica más habitual es que lo mediático anula la fuerza, el fondo, del mensaje, como si los discursos en las plazas de toros los contuvieran. En la era digital la política es digital, tiene códigos nuevos y su propia iconografía, plenamente conseguidos en la figura de Iglesias. En los ataques a este hay mucho de envidia. A ver este parvenu que no se ha chupado mili y ya lo conoce todo el país. En lugar de estudiar sus modos y procedimientos para ver cómo se obtienen tan óptimos resultados, cuestionan sus intenciones que, por lo demás, hasta la fecha, bien claras son. Ojalá esta situación imprevisible pero esperable sirva para debatir cuestiones pendientes y encontrar vías nuevas sin insultarse y sin agredirse.
Palinuro aprovecha la ocasión para cuestionar el nombre, Podemos. Chupa rueda del Yes we can. Hay que rascarse el magín y ser más originales. Este Palinuro es un impertinente.
El problema de la izquierda es la fragmentación. Se perfilan varias candidaturas a las elecciones europeas. Ahorro las consabidas monsergas sobre el carácter de estas consultas. Tengan el carácter que tengan, el problema de la izquierda es la fragmentación. A resolverlo debiera dedicar todas sus fuerzas. Y no es difícil.
Carece de sentido, se dice, fundar una opción nueva y hacerlo en nombre de la unidad. Parece cierto. Pero también (o más) es lo contrario: para llevar a la unidad conmigo a una fuerza, lo mejor es mostrar la misma fuerza. Así puede establecerse un diálogo de igual a igual, una negociación de mutuo provecho. Alguien objetará qué tenga que negociar una organización consagrada, como IU, institucional, respetable, con respaldo electoral con un grupo de advenedizos que solo son un fenómeno mediático. Podrá decirse eso y podrán decirse muchas otras cosas, pero, a la postre la cuestión sigue siendo sí o no; se dialoga o no se dialoga sobre la unidad de la izquierda, un objetivo que ambas partes dicen compartir. Sí o no. Las cuadernas del viejo aparato chirrían pero: ¿sí o no?
Si al final es sí, como parece razonable, el diálogo tendrá que versar sobre propuestas concretas y viables, no sobre fórmulas retóricas. Cada parte habrá de hacer explícito su discurso. Y aquí es donde van a manifestarse los problema porque si IU carece de una alternativa específica, claramente identificable que no se agote en la negación del PSOE, Podemos tampoco tiene un discurso propio distinto de la negación del PSOE y de IU. Ese es el fondo de la cuestión para una perspectiva de izquierda y el que nos corresponde considerar.
Pero ya será en otra entrada porque esta debe concluir con una declaración de parte. Palinuro no considera que, caso de llegarse a un acuerdo en ese diálogo (que desea de todo corazón), se haya conseguido la unidad buscada porque, como es sabido, se niega a excluir al PSOE de la izquierda. Ya sé que, al llegar aquí, más de un lector sentirá deseos de retorcerle el cuello (a Palinuro, no a la izquierda), pero no estaría bien que el hombre no dijera lo que piensa. Los diálogos con reservas no son diálogos.
Palinuro siempre juzgó una aberración la consigna PSOE, PP, la misma mierda es. Una simpleza y un dislate bien patente, pues obliga a decir que tener derecho a abortar y no tenerlo es lo mismo. En fin. Como es un disparate sostener que el PSOE -uno de los hacedores del Estado del bienestar- es su enemigo porque se ha convertido en un partido neoliberal. Y otros errores de bulto que inducen a pensar que quizá no sean errores sino tácticas de propaganda para conseguir el ansiado sorpasso con los socialistas.
Por supuesto, aquí no se ignora el calamitoso estado interno del PSOE tanto orgánica como doctrinalmente. Los largos años de gobierno (en Andalucía, de por siempre) lo han burocratizado, anquilosado, poblado de intereses de capillas y oligarquías, corrompido. El pragmatismo del poder conjuntamente con la virulencia de la crisis lo ha hecho orientarse a la derecha a veces clamorosamente, hasta el punto de hacer lo contrario de lo que decía querer. El PSOE tiene grandes contradicciones internas, situación que, por lo demás, tampoco es nueva. Igual que hay partidarios de la Monarquía y de la unidad entre la iglesia y el Estado, hay corrientes que están en contra de ambas. Me atrevería a decir, la mayoría. Ya no estoy tan seguro sobre la cuestión catalana. Pero esa es otra cosa. El PSOE no es un partido de derecha. Es un partido de izquierda socialdemócrata. Dinástico, sí, pero solo accidentalmente, mientras dure esta dirección. Empeñarse en que la socialdemocracia no es social ni democrática, y hacerlo desde una perspectiva que abraza la tradición comunista tiene su pizca de complejidad.
En todo caso, para no perder mucho tiempo con los inmarcesibles principios, ese partido contradictorio, cuarteado, ambiguo, a veces oportunista, en primer lugar no se escinde y, en segundo, mantiene un suelo mínimo de intención de voto en torno al 27 por ciento, diez o más puntos por encima de IU. Estos datos son esenciales porque, que se sepa, nadie aspira a llegar al poder si no por las vías electorales. Ganar las elecciones es el objetivo prioritario de quien pretenda gobernar. Condición imprescindible, guste o no guste. Así pues, al modestísimo entender de Palinuro, la izquierda toda -entendiendo por tal el PSOE, IU y cuantas organizaciones quieran sumarse, quizá incluyendo las nacionalistas- debiera ser capaz de sentarse en una mesa y acordar un Programa Mínimo Común de la Izquierda con compromiso contractual firme. Que no dejará satisfecho a nadie, por supuesto; que obligará a las partes a insistir en pro de sus reivindicaciones específicas, también por supuesto. Pero dentro del marco de ese programa mínimo común de la izquierda. Mucha gente en todas las escuderías lo considerará un fracaso cantado. Cantado está el fracaso si no se intenta.
No es preciso acudir a la historia de los frentes populares, cuando los comunistas y los socialistas gobernaron juntos. Hoy basta con acudir al sentido común, que no es patrimonio de Rajoy aunque él piense que sí y que manda dejar a un lado los doctrinarismos, los narcisismos, los sectarismos, los seguidismos y presentar una plataforma con apoyo electoral mayoritario para un gobierno que: a) paralice y revierta todos los destrozos que ha causado la derecha; b) abra un proceso de reforma constitucional con participación de todos y sin exclusión de temas; y c) gobierne ampliando y consolidando la democracia en un sentido progresista.
Bueno. Todo el mundo tiene derecho a expresar su parecer.