Amenazas, amenazas, amenazas. El gobierno amenaza a la Generalitat con inhabilitaciones y otras penas (con confiscaciones patrimoniales incluso). El Fiscal general (o sea, el gobierno), amenaza con detener a los alcaldes indepes que no comparezcan a declarar. La policía (de nuevo el gobierno) amenaza a los ciudadanos con multarlos, por lo menos, si hacen campaña por el referéndum. Los medios de comunicación (otra vez el gobierno; todo en España es el gobierno) amenazan a los independentistas con campañas de difamación. Correos (el gobierno) con no tramitar los envíos indepes. La compañía de electricidad (más gobierno) con cortarles el suministro. Los jueces (gobierno, claro) amenazan a los justiciables catalanes si no desobedecen a sus autoridades legítimas. Lo que faltaba por ver era a jueces exigiendo no la obediencia, sino la desobediencia. Es extraño que los curas no amenacen también con la excomunión, quizá porque los curas catalanes simpaticen con la causa indepe.
Cataluña vive en el sobresalto de una amenaza permanente. Desde el president hasta el último pagès se juegan todo tipo de procesos y represalias. Y no de forma esporádica, sino de forma permanente y continua. Están prohibidos los actos públicos, las reuniones, las asambleas y cualquier tipo de actividad colectiva que sirva para cometer el nuevo delito que el PP se ha inventado de apología del referéndum. Están prohibidas las manifestaciones orales o escritas de apoyo al referéndum ilegal, que es ilegal porque así lo quieren quienes lo formularon. Es decir, está prohibida la libertad de expresión y hasta la invocación de esta. El PP ha recuperado los delitos de opinión como en los mejores tiempos del caudillo. Cualquier acto, por inocuo que parezca, estará prohibido si se orienta a promover el referéndum. Prohibido bajo todo tipo de amenazas. Como la derecha ya no puede echar mano de los militares, lo hace con los jueces y, una vez que estos parecen resistirse porque se han rebelado, con la Fiscalía.
El problema con las amenazas es que, si no se cumplen, pierden su eficacia. Y tal es la situación en que se encuentra un gobierno que recurre a ellas, pero no puede materializarlas porque el alcance del movimiento independentista y la vigilancia exterior no lo permiten. Puigdemont, al alimón con Junqueras, ha inaugurado la prohibida campaña por el referéndum ante más de ocho mil personas en un espacio público, sin que la policía haya dado cumplimiento a las amenazas de sus cargos políticos. Esa ha sido la señal de salida. De aquí al 1/10 se sucederán más actos públicos de todo tipo, todos ellos consistentemente declarados ilegales, pero que ninguna ley en vigor, ni la Constitución pueden ya evitar.
Interesante es observar que la autoridad y legitimidad de este gobierno de Rajoy y este partido socialista en la oposición son inexistentes. Un partido, supuesta asociación de malhechores, con más de 700 diputados imputados no está en la mejor posición moral para enfrentarse con éxito a la Satiagraha gandiana en contra la dominación española. Cada día que pasa, un nuevo escándalo de corrupción hunde aun más su ya inexistente crédito. Ayer se anunció que aquel devoto pájaro que pretendía salvar a las mujeres de la "esclavitud" del aborto prohibiéndolo en nombre de la dignidad femenina, Ruiz Gallardón es imputado por haberse llevado presuntamente los millones a puñados en el caso Lezo. A dios rogando y con el mazo robando. El otro partido dinástico lleva una temporada en el dique seco de la oposición pero, en donde ha podido, como en Andalucía, también ha metido la mano. Y estos dos partidos en tan reñida competencia, tienen que aliarse para conseguir un objetivo (eliminar el "problema catalán") que ni entienden, ni están en posición de acometer. Por último, lo que está viéndose claramente desde la recrudescencia del independentismo catalán es que la izquierda española específicamente considerada en su multicolor variedad de pretensiones (socialistas, podemistas, confluyentes, comunes, anticapis, izquierdaunidas, etc), es incapaz de encontrar una voz propia respecto a aquel y se limita a secundar vergonzosamente las medidas represivas del gobierno.
Se hundirá con él.
El dos de octubre toda esta gente se encontrará en el sumidero de la historia entre un país que emerge en la desobediencia y otro que se hunde en la obediencia a un poder tiránico y vociferante que, al final, resultó ser un tigre de papel.