Palinuro, siempre comedido, ha dejado pasar unos días desde el congreso extraordinario de Sevilla, para pulsar reacciones. Ha habido pocas, la mayoría de círculos del PSOE y la mayoría de la mayoría reticentes cuando no abiertamente hostiles. Excepto en Andalucía, en donde Díaz alcanzó una cantidad de votos de las llamadas búlgaras, el 98,7%, todos los emitidos, pues no hubo votos en contra ni constan en blanco. El 1,3% restante estaría en el excusado. Rubalcaba, casi en éxtasis, hablaba del poderío de Susana Díaz. Curiosa palabra, aunque entendible en alguien que entre los suyos gana con un cincuenta y algo por ciento raspado. Claro que en su elección había contrincante y Díaz competía con el tiempo. No sé si es poderío o adocenamiento. Al fin y al cabo, Díaz es la candidata de Griñán, como Griñán lo fue de Chaves. Es una forma de transmisión del mando de carácter típicamente cesarista. Es verdad que Díaz se había impuesto en unas primarias pero, probablemente, porque era la candidata oficial. Tanto es así que los mismos vencedores acordaron rebajar a partir de entonces la cantidad de avales exigida para que pudiera presentarse alguien más, aparte del tapadx.
¿En dónde reside el poderío? ¿En el discurso? El de Susana Díaz es muy voluntarista, rotundo, determinado; en el tono, pero no en el contenido. Invoca fines generales sin tasa, algunos excesivos para sus competencias (y son muchas, pues viene investida del máximo poder en Andalucía), como la unidad de España, los pactos con el gobierno, con la vista puesta en el Estado, la inaplicación de los recortes en Andalucía. Ahora hay que ir a la letra menuda. A cómo se conviertan en realidad los decididos propósitos de la recién elegida. En eso no hay muchas indicaciones. Casi ninguna. Y la situación es especialmente peliaguda. Díaz hereda una comunidad que siempre ha estado gobernada por el PSOE, lo cual, aparte de muchas ventajas, ha terminado cristalizando en un anquilosamiento de las estructuras del partido y las instituciones, pobladas de intereses creados, muy reacias a renovaciones y cambios que supone un tremendo peso muerto de inercia. Tiene un trabajo por delante.
Pero el poderío puede venir también del hecho de que el PSOE de Andalucía es decisivo en el calendario que se ha marcado Rubalcaba. Las primarías serán cuando diga el comité federal y este dirá lo que digan los andaluces. Y lo que van diciendo ya, al menos Griñán, es que toca retirada a la generación mayor, los restos del felipismo, rescatados por Rubalcaba tras el paréntesis arco iris de Zapatero. Aquí el poderío es el de la guadaña, que no deja mies sin segar.
Díaz se ve mandataria andaluza y se excluye de la carrera a la dirección española. Ahí siguen postulándose prudentemente, en fintas y escarceos algunos nombres. Cuando las primarias se convoquen puede haber un alud de candidatos. Lo cual está bien, es más democrático que las elecciones con uno solo. Pero puede sembrar el desconcierto. Eso si no se lanza algún espontáneo como en su día lo fue Rosa Díez.
La cuestión es que, si aparece media docena de candidatos es porque ninguno destaca lo suficiente puesto que todos están a lo que mande la dirección. Pero a la gente le interesa saber qué piensa cada uno de ellos de cuestiones substantivas que ya tendrán reflexionadas, salvo que se presenten candidatos con ánimo de tener las ideas después. Y eso es lo alarmante. Ninguno dice nada; ninguno matiza la política oficial del partido, ni discrepa de ella.
No se explica por qué son media docena. O sí.
(La imagen es una foto de Sevilla Report, con licencia Creative Commons).