Mi colega Javier Toret, colaborador de la Universitat Oberta de Catalunya e investigador de Datanalysis 15M, ha publicado en su cuenta de Twitter un diagrama que resume de maravilla la realidad de lo que llama la tecnopolítica. No su promesa, sino la realidad, a partir de la cual la promesa primera se multiplica y diversifica a gran velocidad.
Personalmente prefiero llamarla ciberpolítica. El prefijo "ciber" refleja la singularidad de esta forma de política mucho mejor a mi entender que el de "tecno", más antiguo (en su uso actual), más ambiguo e impreciso que el prefijo "ciber". Los dos son de origen griego, pero el "tecno" refleja un modo de hacer, mientras que el "ciber" supone un modo de avanzar, de dirigir. El "tecno" estaba ya en la venerable tecnetrónica y aparece en la famosa obra de Zbignew Brzezinski, Entre dos épocas. La función de América en la era tecnetrónica, de 1970, empapado del espíritu de la guerra fría. Parte importante del libro trata de un fenómeno que hoy es historia: el comunismo. Brzezinszki, además de ser un notable estudioso, era un asesor de política exterior de la Casa Blanca. Un asesor sin duda más valioso que los tropecientos de Rajoy todos juntos. Pero un asesor. Su empeño era propiciar y justificar el triunfo de un bando sobre otro, finalidad honorable en sí misma (según de qué lado se esté) aunque limitada.
El "ciber" es también venerable (lo usa hasta Platón) pero se consagra como especie de paradigma científico a partir de la no menos famosa y clásica obra de Norbert Wiener, El uso humano de los seres humanos. Cibernética y sociedad hacia 1948 o 1950, no estoy seguro. Menudo título, por cierto. Wiener y otros colegas cuyas investigaciones coincidían más o menos, como Ross Ashby o el infortunado Turing, sin duda trabajaron para las fuerzas armadas y los gobiernos aliados durante la guerra caliente, pero no eran asesores ni políticos, sino matemáticos. Su postulado esencial (que ya venía de antes, del siglo XIX), los sistemas autorregulados, se extendió por todas las ramas del saber y el hacer, desde los proyectiles autodirigidos a los ecosistemas. Luego, hubo un renacimiento de lo cibernético con la aparición de la red, sistema de sistemas y abierto, con mecanismos de retroalimentación pendientes de identificar porque, al ser la red mundial (World Wide Web) es la primera vez que la razón sistémica tiene que gestionar el planeta entero y más allá. Es cuando más falta hace un piloto, un kybernetes que oriente en el ciberespacio, que ya está poblado de ciborgs (¿cuántas veces nos obligan en la red a demostrar que no somos máquinas?), hay ciberpunks y hasta ciberguerras y ciberterrorismo. ¿Por qué no ciberpolítica?
En fin, cuestión de nombres. Lo importante es la cosa. Y la cosa queda reflejada en todo su alcance en el diagrama de Toret quien, prudente y modestamente, avisa de que es una versión 1.0. Ya estará viendo la 2.0. De todas formas merece la pena mirar con atención el cuadro, observar la multiplicidad de cosas que la tecnopolítica hace, no hace, acelera, desvía, cataliza, resume, integra, etc. Es una descripción palmaria de la eficacia de la tecnopolítica esto es, de la política hecha en la red. Abrumador. Es absurdo debatir sobre si las redes condicionan la política. Una parte importante de la política (información, debate, opinión, organización de la acción) se hace en las redes. Los políticos se sacuden mutuamente, se apoyan, se critican en las redes. Cada vez se debate más en la red, que es un universo en expansión.
He aquí un diagrama muy parecido al de Toret y complementario al suyo. Se encuentra en el Dorai's Learn Log y versa exclusivamente sobre las fuentes de información en internet, un aspecto que no toca Toret porque su diagrama es de acción; pero la acción es inseparable de la información. Por eso, el diagrama de Dorai es muy ilustrativo de la multiplicidad de fuentes de información que moviliza luego la acción ciberpolítica. Aquí, el que está desinformado es porque quiere. De todas formas, aunque actualizado en 2009, el cuadro de Dorai (de 2007) está increíblemente anticuado. Basta ver que el enlace "Blogs" solo remite al centro, no se distribuye y, por supuesto, el microblog, o sea Twitter, no aparece. Pero lo que está, está. No es una invención. Wikipedia tenía en 2009 2,9 millones de entradas en inglés de alta calidad (en nada inferior a la de las enciclopedias de papel más afamadas), siete millones en otras doscientas lenguas. Gratis. Costes mantenidos por los usuarios cuando Jimmy Wales sale pidiendo pasta. Si esto no es cambiar el mundo, se le acerca.
Los dos diagramas son de estrella. Pero el de Toret ya señala que una de las funciones de la tecnopolítica es multiplicar las redes distribuidas. La orientación en las redes distribuidas es el reto político del futuro por excelencia. La ciberpolítica rules ok, es la política de nuestro tiempo. ¿Que habrá política después de la ciberpolítica? Sin duda. Pero, como la vida después de la muerte, está por ver.
Una última palabra sobre la "acusación" de ciberutopía. Ciertamente, la ciberutopía alienta en la ciberpolítica por la misma sencilla razón por la que la utopía alienta en la política. Todas las utopías juntas (y son una pila) no pudieron imaginar lo que hoy es una realidad. Aquí y ahora.
Una última palabra sobre la "acusación" de ciberutopía. Ciertamente, la ciberutopía alienta en la ciberpolítica por la misma sencilla razón por la que la utopía alienta en la política. Todas las utopías juntas (y son una pila) no pudieron imaginar lo que hoy es una realidad. Aquí y ahora.