dijous, 12 de novembre del 2009

El espíritu español.

El Museo del Prado alberga una exposición de Juan Bautista Maíno que tiene mucho interés por varias razones. Es la primera muestra que se ha hecho nunca de este pintor español del Siglo de Oro y, con tal motivo, se han reunido algunas de sus escasas obras (no pasó de pintar arriba de una cuarentena de cuadros, muchos de ellos de pequeño formato) desperdigadas en museos, conventos y colecciones particulares. Además, porque, dado el modo de ser del artista y su biografía, la muestra es muy representativa de las grandezas y miserias españolas de la época.

Efectivamente, Maíno, nacido en Pastrana, Guadalajara, era hijo de un italiano y una noble portuguesa. De joven viajó por Italia, aprendiendo su oficio y se instaló luego en Toledo. Ingresó en la orden de los dominicos y fue profesor de dibujo de Felipe IV, el penúltimo Austria, y bienquisto en la corte de este monarca. Estos breves datos sirven para entender el fondo de la pintura que se expone en el Museo del Prado. En primer lugar el cosmopolitismo de un país que era entonces el centro del mundo y al que acudían gentes de todo el orbe conocido en procura de sustento. De hecho sus padres estuvieron al servicio de doña Ana de Mendoza y de la Cerda, princesa de Éboli y duquesa de Pastrana. En segundo lugar, la vida errante y el viaje formativo e iniciático a Italia, como lo harían Velázquez, Ribera y otros, pioneros de lo que después, en el Romanticismo, será un tránsito obligado de toda persona culta, el viaje a Italia. En tercer lugar, un espíritu muy religioso y un acendrado catolicismo con fuertes elementos místicos. Y en cuarto lugar su relación directa con la corte, en la que y de la que vivió al final de su vida.

Todo lo anterior impregna una forma especial de entender el arte que, combinada después, con las aptitudes específicas del artista en cuestión, explican el carácter de una obra que, sin ser de primera línea, tiene mucho interés no sólo en sí misma (Maíno no es un gran creador, pero es un hombre de muy notable buen gusto) sino para entender el movimiento más amplio de una cultura como la española del Siglo de Oro.

En efecto, Maíno conoció y trató en diversas situaciones vitales a algunos de los pintores más grandes de su tiempo: Michelangelo Merisi ("Caravaggio"), Orazio Gentileschi, el padre de Artemisa, y Annibale Carracci en Italia, y el Greco, de quien se dice que fue discipulo y Velázquez, a quien protegió, ya en España.Tanta y tan cruzada influencia exterior, unida a la falta de una personalidad creadora de verdadero peso da al arte de Maíno una factura ecléctica muy agradable porque rompe con la obligada monotonía de los estilos personales muy acusados, sobre todo si, además resalta sobre una innegable competencia en el oficio.

La influencia personal más acusada en Maíno es la de Caravaggio, pero no en su tenebrismo, que es lo fácil, sino en el dibujo, los volúmenes, la composición de las figuras. También son discernibles las influencias de Carracci, Gentileschi y algunos alemanes afincados entonces en Roma. Pero el dato más característico de la pintura de Maíno y el más novedoso en la española de esa y de las demás épocas es el aspecto italianizante general. Así se observa en el tratamiento de los paisajes, prácticamente ausentes en la pintura religiosa española de la época y que alcanzan protagonismo en la obra de Maíno, como puede comprobarse en ese estupendo san Juan Evangelista más arriba, que formaba parte del famoso retablo de las Cuatro Pascuas, presente por separado en esta exposición. Igualmente en esta línea, la sorprendente aparición del desnudo, mejor semidesnudo, insólito en la pintura española de todos los tiempos excepción hecha del siglo XX. La excusa para ello, la representación de María Magdalena, a la que Maíno representó varias veces, como lo hizo con Santa Catalina de Alejandría, aunque esta sí con un estilo acendradamente español.

La influencia del Greco se observa en los retratos de Maíno, algunos prácticamente muy difíciles de distinguir de las obras del pintor cretense, de factura sobria y muy realista y que el pintor trasladó de la esfera civil a la religiosa. Los retratos de frailes son un regalo para la vista porque no tratan de imponer sobre el retratado misión religiosa alguna, como sucede con otros retratistas de clérigos, sino que sólo busca el lado humano del retratado.

Por último, la faceta de pintor de la corte, la menos abundante en la obra del artista pero no por eso la menos significativa. Se expone aquí una tela que normalmente se encuentra en el propio Museo del Prado en lugar prominente a la entrada, llamada La recuperación de Bahía del Salvador y que constituye un ejemplo acabado de programa ideológico iconográfico, una sublime pieza de propaganda de la casa de Austria. que la exhibía junto con otras obras que celebraban sus victorias en todos los frentes del mundo, como La rendición de Breda o La rendición de Juliers. Como puede verse en la reproducción de la derecha, el vencedor en la batalla por la que se recuperó el puerto de Bahía del Salvador, de pertenencia portuguesa, de manos de los holandeses, don Fadrique de Toledo, muestra a los vencidos arrodillados a sus pies una vera efigie del Rey Felipe en toda su gloria, coronado vencedor (él, que no pisaba los campos de batalla y jamás estuvo en América) por el Conde Duque de Olivares y Palas Atenea. Felipe pisotea las cabezas de la ira, la herejía y el engaño, convencionalmente pintado con dos rostros. Los vencidos deberán el perdón a la magnificencia del Rey mientras que en la parte izquierda del cuadro hay una preciosa interpretación de los desastres de la guerra. El mensaje de comunicación es claro: su Católica Majestad vence a los enemigos de España y de la religión, que son los mismos, les perdona la vida con misericordia y se cuida del amparo de los menesterosos y dañados por la guerra. El arte al servicio del poder terrenal que, a su vez, está al servicio del poder espiritual. La jerarquía de valores de la España Imperial, la que fue su timbre de gloria y origen de su destrucción está aquí clara.

dimecres, 11 de novembre del 2009

¿Qué fue de Rodríguez Zapatero?

Los críticos del PP preguntan con sorna cómo sea posible que el partido no tenga una mucho mayor intención de voto ni saque más ventaja al Gobierno en las encuestas a la vista de lo rematadamente mal que éste está haciéndolo. A su vez los críticos del PSOE quieren saber cómo sea posible que, con una oposición tan increíblemente mala, el partido del Gobierno y el propio Gobierno no remonten en las encuestas sino que, muy al contrario, vayan por detrás del partido de la derecha.

Tal es la situación desde hace meses, prácticamente desde las elecciones de marzo del año pasado: empate técnico; el PSOE ligeramente por encima del PP en intención de voto; el PP ligeramente por encima del PSOE en intención de voto; el PP consolidando su ventaja de tres puntos, reduciéndola a dos; el señor Zapatero ligeramente valorado por encima del señor Rajoy desde hace años y ahora, la sorpresa de que el señor Rajoy aparezca por delante. Tanto monta, monta tanto.

En realidad lo verdaderamente nuevo aquí es el desplome del PSOE y, sobre todo, del señor Zapatero de algo más de un año a esta parte. El señorRajoy nunca salió muy bien parado y no hay gran diferencia entre cómo se lo valoraba en 2004, 2008 y hoy. Pero es el señor Zapatero quien da que pensar. Según los datos del barómetro del CIS, la valoración del señor Zapatero que en julio de 2008 era de 4,75 puntos baja en octubre de 2009 a 4,11, mientras que la del señor Rajoy lo hace de 3,99 a 3,55. En cuanto a la gestión del Gobierno del PSOE, los que la veían buena o muy buena eran el 19,9 por ciento en julio de 2008 pero sólo el 13, 6 por ciento en octubre de este año; una pérdida de 6,3 puntos. Mientras que quienes la ven muy mala o mala, que eran el 33,0 por ciento en julio de 2008 pasan a 46,6 por ciento en octubre de 2009, esto es, 13,6 puntos, una barbaridad. La valoración de la oposición es todavía más pobre: quienes la consideran mala o muy mala pasan del 45,7 por ciento en julio de 2008 al 53,4 por ciento en octubre de 2009; o sea, más de la mitad de los ciudadanos censura acremente a la derecha. Y los niveles de confianza cantan la misma canción: en julio de 2008, el 34,0 por ciento de los ciudadanos tenía mucha o bastante confianza en el señor Zapatero (28, 4 por ciento en el caso del señor Rajoy), cifra que baja al 25,9 por ciento, esto es, una merma de 8,1 puntos, un descalabro (25, 9 por ciento para el señor Rajoy, una baja menor de 2,5 puntos). Quienes en julio de 2008 no tenían ninguna confianza en el señor Zapatero representaban el 26,4 por ciento, cifra que se dispara al 36,1 por ciento, casi diez puntos más en octubre pasado. A su vez, el señor Rajoy pasa en este capítulo de un 39,4 por ciento de ciudadanos que no le profesa ninguna confianza en julio de 2008 a un 43,0 en octubre de 2009, esto es, asimismo una pérdida de 4,4 puntos. Por supuesto, los resultados en los barómetros intermedios (octubre de 2008, enero de 2009, abril de 2009, etc), son consistentes: todos a la baja, sin repuntes. La conclusion es que el señor Zapatero se ha hundido estrepitosamente en el aprecio de sus conciudadanos que, sin embargo, no pasan a depositar su confianza en la hipotética alternativa del señor Rajoy ni mucho menos. La situación es, pues, muy movediza y aquí es donde, a mi entender, aparece la creciente valoración de la figura de la señora Díez, que brilla tanto no por méritos propios que encuentro escasísimos por no decir inexistentes, sino por los garrafales deméritos de sus competidores.

Lo que presenta un rostro distinto es la estimación del voto del CIS que en julio de 2008 era del 39,5 por ciento para el PSOE y el 39,3 por ciento para el PP, esto es, un empate que se mantiene tal (más o menos, décima arriba o abajo) en octubre de 2008, enero de 2009, abril de 2009, julio de 2009 y repentinamente se rompe en octubre pasado con un 37,7 por ciento para el PSOE y un 41,0 por ciento para el PP.

Con independencia de estas proyecciones de voto que, dada la situación, son muy arriesgadas, lo que más llama la atención, al menos a mí, es el deterioro de la imagen del señor Zapatero sin que mejore la del señor Rajoy. Y aquí sí creo ver mar de fondo. A mi modesto entender, la segunda legislatura del señor Zapatero ha defraudado las expectativas que generó el comienzo de la primera y que quedaron un poco en suspenso al final de ésta, coincidente con el arranque de la crisis cuya catastrófica gestión desde el Gobierno seguramente pasará a los anales de lo que jamás hay que hacer en situaciones difíciles, redoblada por la serie de pifias del caso Alakrana, que parece administrado por los Hermanos Marx. Desde entonces entiendo que el señor Zapatero ha acabado haciendo aquello contra lo que el clamor popular lo previno en 2004, esto es, ha acabado fallando a la gente. Hay como una sensación de decepción en muy distintos sectores sociales, mezclado en algunos casos con sorda irritación: la crisis económica ha hecho muchas víctimas y la negligencia, abandono, falta de claridad, titubeos e indecisión de un gobierno que habla mucho pero no hace casi nada ha coronado la operación. El señor Zapatero tiene de uñas a los jóvenes, los mayores y las clases medias que son o debieran ser sus baluartes electorales pero ninguno de los cuales ve por ahora que la situación haya hecho otra cosa que agravarse mientras que las medidas de las autoridades, de favorecer a alguien, parecen hacerlo sólo a las clases privilegiadas.

Es cierto que ha habido una actuación espléndida en la lucha contra el terrorismo y que el gobierno de los partidos españolistas en el País Vasco está dando frutos óptimos pero, como suele suceder, las cosas que se hacen bien apenas cuentan o compensan por las que se hacen mal, regular o no se hacen. Al respecto, es llamativa la pérdida de empuje del Gobierno en las reformas de calado moral, su actuación contemporizadora con una Iglesia que no la merece ni corresponde como debe y, sobre todo, la percepción de que, en cuanto a la política económica, el país está abandonado a los vientos de la coyuntura internacional porque el poder político carece de un plan claro de cómo poner coto a una evolución que ya todo el mundo acepta resignadamente que aun irá a peor en el año que entra, en contra de todas las previsiones para los demás países.

Dejo para el final la guinda del pastel: el gobierno del señor Zapatero inició su primera legislatura con mucha fuerza en el terreno teórico. El Secretario General del PSOE, debidamente aleccionado en las ideas del civismo republicano de Pettit, miraba a los ojos (frase preferida por su mentor espiritual y él mismo) a los adversarios políticos y actuaba como el referente de la izquierda ideológica europea. De eso no queda hoy nada. El republicanismo ha desaparecido tragado por un comportamiento contemporizador con la monarquía, timorato con la memoria histórica, cicatero y cutre con los derechos de las mujeres, obediente y servicial ante las exigencias del capital a quien no se toca un pelo por vía fiscal, monetaria o de otro tipo y humillado ante una jerarquía eclesiástica desagradecida y montaraz.Y en cuanto al referente de la izquierda europea no hay ya ni rastro. Tampoco parece que la próxima presidencia de la UE, cargo en el que hay que acentuar los perfiles conservadores ajustados a esta desvencijada maquinaria de la Unión, vaya a dar lustre nuevo a aquella figura de misionero de la nueva izquierda que ya no existe.

En cuanto a sus apoyos, el señor Zapatero parece seguir contando con el del gremio del espectáculo y artistas relacionados pero da la impresión de haber perdido el de un sector importante de los medios y el de los intelectuales, cosa que me parece lamentable.

(La imagen es una foto de ferran pestaña, bajo licencia de Creative Commons).

La política de la difamación.

Lo que más molesta de esta derecha española ultrarreaccionaria, carcunda, meapilas, agresiva, nacionalcatólica, centralista, demagógica, neofranquista y corrupta es su desprecio por las formas civilizadas del debate político y su recurso permanente al insulto, la descalificación, los infundios y las difamaciones. Francamente no es de recibo que la señora Ana Mato, ex-esposa del ex-alcalde de Pozuelo de Alarcón a quien se imputan comportamientos de corrupción y rapiña que harían palidecer a los filibusteros del Caribe tenga el rostro de presentarse en televisión a poner en duda sin prueba alguna, sin nada en concreto, la honradez de un conciudadano y, en definitiva, a hacer realidad el viejo proverbio de que "cree el ladrón...". Porque parece mentira que haya que señalar estos extremos, pero la política, que es como la espuma de los días, no es nada distinto de la vida cotidiana de la gente e igual que no se puede ir a la televisión a decir que el vecino del cuarto atraca a los pasantes y viola a las mujeres en el parque sin prueba alguna, tampoco se puede ir a insinuar suciedades sobre un colega de oficio como el señor Chaves sin tener otro indicio que el hecho de que le extraña que el difamado no haya hecho lo que, según se colige de sus palabras, ella sí hubiera hecho como, al parecer, estaba haciendo su marido: enriquecerse ilícitamente en un cargo público.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 10 de novembre del 2009

El lugar de los crucifijos.

La decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de declarar que los crucifijos están de más en las aulas de las escuelas por cuanto suponen "una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones" así como un atentado contra "la libertad de religión de los alumnos" está muy puesta en razón y es de puro sentido común. Pero sólo es de la mitad del sentido común. Imaginémosnos que en alguna sociedad de Europa occidental, por ejemplo en España, se hiciera verdad el sueño de la Iglesia católica de que todos los habitantes, grandes y chicos, viejos y jóvenes, hombres y mujeres, gays y heterosexuales, todos sin excepción alguna nos hiciéramos católicos, apostólicos y romanos, ¿quiere eso decir que entonces los crucifijos serían aceptables en las aulas pues ya no violarían derecho alguno? De ningún modo y aquí es donde la decisión del alto Tribunal es sólo la mitad del pescado que había que vender, porque el crucifijo está de más en las aulas por otra razón tan poderosa como la anterior: porque simboliza lo contrario de lo que el aula en la escuela representa, porque ataca su espíritu, hace burla de él y lo niega.

Los centros educativos, los de todos los niveles, son lugares de ejercicio de la razón y de transmisión de conocimientos científicos. El crucifijo, símbolo de una religión que, como todas, está basada en creencias absurdas como la infalibiliddad del Papa y en una ristra de milagros que anulan la posibilidad del conocimiento de la naturaleza representa lo contrario del espíritu escolar. Los crucifijos deben, pues, abandonar las aulas no solamente porque violen la libertad religiosa sino porque son símbolo del oscurantismo y la superstición, que siempre se han opuesto al avance de la humanidad.

Enfrente del Tribunal Europeo, la jerarquía española, por boca del secretario general de la Conferencia Episcopal Española, el atildado monseñor Martínez Camino, ha hecho saber que está en contra de la decisión porque no es justa sino discriminatoria. Los razonamientos, por llamarlos de algún modo, del clérigo son verdaderamente impúdicos y sólo se entienden si la Iglesia cree que quienes administran el orden político y quienes actúan en él son tontos de baba. Dice Monseñor que el crucifijo es "símbolo de dignidad humana, de libertad". Poco me parece que tenga que ver la dignidad humana con la actualización permanente de la muerte horrorosa de Cristo; más bien estoy de acuerdo con las numerosas voces que avisan de que el cristianismo es la consagración de la indignidad, desde el sermón de la montaña hasta la pasión y muerte del Mesías; pero admito que podría discutirse sobre el asunto. Lo que está fuera de discusión es que el argumento de la libertad es de traca. ¿Podría el señor Martínez Camino ser más especifico y decir en qué momento y lugar de la historia de la especie humana ha aparecido el crucificado como símbolo de libertad? Símbolo de tiranía, de imposición, de fanatismo, todo lo que se quiera, hasta de enriquecimiento ilícito, pero ¿de libertad? ¿En dónde, cuándo, cómo?

Y, no contento con faltar a la verdad de modo tan clamoroso el mismo cura añade una afirmación que no solamente es mentira sino que parece un homenaje especial que Monseñor quiere dedicar al fundador del teatro del absurdo, señor Ionesco. Dice el obispo que la presencia del crucifijo es símbolo "de la distinción entre la Iglesia y el Estado". Siguiendo este "razonamiento" resultaría que el momento en que la Iglesia española estuvo más apartada del Estado fue durante el franquismo, cuando había crucifijos en todas partes, no sólo en las escuelas sino en las comisarías, juzgados, cuarteles, ministerios, universidades, cárceles, embajadas, etc. Dado que el señor Martínez Camino no parece aquejado de ninguna patología mental ni de achaque fisiológico alguno que pudieran mermar su recto razonamiento, habrá que concluir que dice lo dice con conocimiento de causa, sabiendo que es falso y precisamente por ello. Esto ya suena más a hipocresía católica, a Iglesia católica.

(La imagen es un crucifijo de Cimabue del siglo XIII)

La capital de todo lo posible.

Lo extraño de esta peli es que no se haya rodado antes. Responde al modelo suma de historias con un hilo común, de agregado de narraciones de distintos autores, al estilo de Historias de la radio sólo que aquí, el nexo, en lugar de la radio o el amor o la soledad (que de todo se ha visto) es la ciudad de Nueva York. Dado que mi afición a esa ciudad no conoce límites y que me parece la mejor del mundo, no podré ser muy crítico con la película, dedicada a cantar la excelencias de la "gran manzana" salvo en el hecho de que no lo haga suficientemente.

La suma de historias es un poco mareante porque son muy variadas y están contadas a un ritmo endiablado, el de la vida en Manhattan, por lo demás. Añádase a eso que están intercaladas con imágenes de los lugares más conocidos de la ciudad, tanto a título de escenario de las narraciones como en planos de postal, porque sí, para poder sacar panorámicas de los rascacielos, el Empire State Building o el edificio Chrysler, Grand Central, el puente de Brooklyn, Central Park, etc. En suma, una sucesión, un amontonamiento de imágenes, sonidos, relaciones humanas una amalgama de razas, colores, edades, ocupaciones y aficiones. La idea es contar historias pero que la protagonista absoluta sea la ciudad. Y está conseguido. Me apuesto algo a que ningún aficionado a la que fue "puerta de América" se sentirá decepcionado.

La calidad de las historias es otra historia. Hay algunas muy breves, brillantes e ingeniosas (un tipo tratando de ligar en plan romántico-literario con una puta, una pareja de ancianos parlanchines y discutidores en un paseo por Coney Island, la hija de un farmacéutico que simula ser paralítica en una salida por la noche, la muerte de un pintor sin fortuna en Chinatown, etc) y otras son más complejas; alguna difícil de entender. Pero todas tienen ritmo y tratan de captar lo que si no fuera una cursilería podría llamarse su "niuyorquidad", esto es, llaneza de trato, espontaneidad, proximidad, rapidez, flexibilidad, falta de convencionalismos; todos very cool.

Por supuesto, hay diferencias de trato en los episodios; unos directores tienen más personalidad que otros pero todos parecen haberse ajustado a unas normas comunes probablemente con la finalidad de que el producto sea homogéneo. De los muchos intérpretes sólo he reconocido a algunos, como Andy Garcia, James Caan, Julie Christie y Elli Wallach. Por cierto, los dos últimos están muy viejos. Sobre todo Wallach que, además, interpreta al anciano de Coney Island.

dilluns, 9 de novembre del 2009

Yes, we could!

La votación del sábado en la Cámara gringa de Representantes del primer plan de cobertura universal de salud en los Estados Unidos, en reñido cómputo de 220 votos a favor y 215 en contra, es un hecho histórico aparte de una sonada victoria para el presidente Obama que ve cómo está a punto de cumplirse la promesa más importante y significativa de cambio en su programa electoral. A punto porque todavía está pendiente la votación en el Senado y no se descarta algún disgusto, dado que la mayoría exigida en la Cámara alta es de 60 senadores que son justos de los que dispone el Partido Demócrata (58 escaños propios más otros dos de independientes que votan con los demócratas) sin que sea seguro de momento que todos secunden la iniciativa ya que cuando menos uno de los independientes, Joe Lieberman, se opone a ella.

Por ahora, sin embargo, momentos de euforia. Los Estados Unidos dejan de ser el pato feo de las democracias occidentales en cuanto a cobertura de salud por carecer del sistema universal que acaba de aprobarse. Éste vendrá a garantizar la atención suficiente a los más de 46 millones de personas sin atención médica alguna así como los otros 26 que la tienen muy deficiente. Este plan universal y obligatorio crea un seguro público (Public Option) que funcionará para todo el mundo que quiera acogerse conjuntamente con los planes previos de Medicaid (para los pobres de solemnidad) y Medicare (para los mayores de 65 años) y que se financiará con un impuesto extraordinario sobre las grandes fortunas y las compañias aseguradoras que, como es de suponer, están que trinan y han acentuado sus bien pagadas campañas de propaganda en contra de la reforma, acusando al señor Obama de bolchevique, terrorista, despilfarrador y negro. Todos los trabajadores deberán apuntarse a un seguro de salud so pena de ser penalizados fiscalmente si no lo hacen y financiado asimismo en buena medida con las cotizaciones de los empresarios. La cobertura es universal y gratuita y sólo han quedado al margen de ella los abortos que no vengan obligados por razón de violación o incesto en lo que ha sido la necesidad de ceder a la presión de los republicanos y un grupo de demócratas sureños, virulentamente opuestos a la interrupción voluntaria del embarazo y, desde luego, a financiarla con dineros públicos.

En resumen, de un plumazo y en menos de un año de mandato el señor Obama ha puesto en marcha (con un poco de suerte la ley puede entrar en vigor antes de fin de año si la votación en el Senado no se tuerce) el puntal básico del que aún carecía el Estado del bienestar gringo que, al respecto, aparte de ser el reino de la despiadada explotación mercantil de las necesidades humanas, dejaba al primer país del mundo por muchos conceptos en lugares vergonzosos en comparación con todos los Estados europeos occidentales en los que hace años que hay sistemas nacionales universales y gratuitos de salud.

Supongo que a partir de ahora arreciarán las críticas al presidente desde los dos campos que suelen cruzar sus fuegos para ir en contra de los avances reales en el bienestar de la gente. Los izquierdistas de salón, los radicales que afirman ser la verdadera izquierda pondrán de manifiesto las debilidades de la reforma, la inexistencia de financiación pública para abortos distintos de los mencionados, las concesiones a las aseguradoras y acabarán dictaminando que la reforma es puramente cosmética, que el señor Obama es un bluff y que la cobertura será un fracaso en un terreno que será monopolizado por las aseguradoras. Desde la derecha y en plena coincidencia de objetivos con los anteriores se subrayará el carácter intervencionista del proyecto, su ataque a los fundamentos del libre mercado y la libre empresa, su fuerte aroma socialista y su financiación con cargo a unos impuestos confiscatorios. Son las dos Casandras que llevan decenios clamando en contra del Estado del bienestar (aunque oficialmente digan que lo apoyan): la "izquierda" sosteniendo que es un mal remedo de la revolución y la verdadera justicia social, un artilugio de la burguesía y sus aliados los socialdemócratas reformistas y la derecha cavernícola, al estilo del señor Aznar para quien la culpa de la actual crisis del capitalismo la tiene el fementido intervencionismo socialista que hace años que no se da en ningún país del mundo por cuanto, como señalan los mencionados "izquierdistas" los socialdemócratas han adoptado políticas neoliberales.

Entre tanto el presidente Obama ha avanzado un paso importantísimo en la consolidación de los Estados Unidos como un Estado del bienestar, la única conquista sólida, duradera de la izquierda en el siglo XX, la única transformación real del capitalismo en pro de la justicia y el interés de las clases más desfavorecidas.

(La imagen es una foto de C4Chaos, bajo licencia de Creative Commons).

Marfil y caoba

Supongo que todo aquel que decida escribir una novela sobre el Congo belga en tiempos del Rey Leopoldo II tendrá que soportar las comparaciones con Heart of Darkness. Claro que tampoco es muy de prever que los autores vayan a probar su mano en tal tiempo y lugar con la alegría con la que escriben novelas históricas sobre Nefertiti o Giordano Bruno. En cualquier caso la de Bernardo Atxaga (Siete casas en Francia Madrid, Alfaguara, 2009, 255 págs.) no solamente no desmerece en nada frente a la de Conrad sino que, si fuera posible compararlas (hipótesis que niego vehementemente) saldría ganadora con toda comodidad.

Atxaga tiene esa virtud de los escritores de raza de crear mundos propios y de hacerlo por medios estrictamente literarios, esto es, la palabra, el estilo, los recursos narrativos, y en esta novela, a mi modesto entender, se supera incluso en sus momentos mejores, como en Obabakoak que fue en su día como una luz fulgurante. Sin duda el medio, el tiempo, el lugar, los factores sociales, las costumbres se reflejan de modo satisfactorio y sin torpezas. Pero a ellos se añade la fabulación de una historia magnífica, perfectamente administrada, el retrato de unos personajes muy bien trazados en unas relaciones típicamente humanas y verosímiles en el contexto en que están narradas. Una obra maestra de la literatura que, además, es también como una especie de reportaje de las conocidas condiciones de inhumana explotación en que el citado Rey Leopoldo mantuvo la colonia del Congo como finca privada. Las actividades paralelas de corrupción a las que se dedica la pequeña guarnición de Yangambi, de exportación fraudulenta de marfil y caoba para los mercados de lujo europeos es la variante literaria de una de las formas del proceso de lo que se conoce como acumulación de capital que, como todo el mundo sabe, no suele hacerse si no es a base de explotación, crueldad, crimen y rapiña.

Todo lo anterior está presente en la novela de Atxaga, incluso abrumadoramente presente por el procedimiento caro a Lovecraft de la referencia indirecta. No hay descripciones detalladas de malos tratos, vejámenes o torturas a la población autóctona; es más, con excepción de algún personaje intermedio, un nativo encargado del bar a quien llaman "Livo", apócope de Livingstone, los negros están clamorosamente ausentes en la narración sobre la vida de una guarnicion que rige una explotación de caucho: viven en chabolas en torno a las casas de los blancos, todos oficiales pues los suboficiales, los askaris, tambén son negros, o en sus aldeas y constituyen la mano de obra de la extracción del caucho y de lo que los colonos quieran. Tenemos conciencia del trato que esa gente recibe a través de dos prácticas recurrentes que dan idea del talante moral de los colonos: el secuestro de chicas jóvenes vírgenes en los mugini (aldeas) de la región para satisfacer los deseos sexuales del capitán de la guarnición y la costumbre de practicar el tiro al mono con mandriles en competiciones de destreza.

El capitán de la guarnición, Lalande Biran, un oficial bien relacionado con la corte del Rey Leopoldo, casado con una señorita de buena sociedad cuya manía es adquirir siete casas en otros tantos lugares de Francia, se ve obligado a ocupar el puesto mientras acumula el capital necesario a base del comercio de marfil y caoba para que su mujer corone sus caprichos. Es un hombre complejo, refinado, poeta, un tipo sacado de los ejemplares de colonos europeos en el África a fines del XIX y primeros del XX. Los demás personajes, muy escasos, pues la acción es breve en el tiempo y sucinta en las dimensiones, como una pieza de teatro, tanto los que viven en la guarnición como aquellos en Europa con los que estos se relacionan, amistades, parientes, el cura de la aldea en el caso del protagonista, Chrysostome Liège, un joven campesino muy católico y formidable tirador, están también muy bien retratados.

La vida de la estación militar, hecha de pura rutina se ve alterada por dos acontecimientos: la llegada de un nuevo miembro de la Force Publique, Chrysostome, y el proyecto de un viaje del Rey Leopoldo a Yangambi y luego Kisangani (lo que se me antoja un anacronismo porque por entonces esa ciudad se llamaba Stanley, en honor de Henry Morton Stanley) que luego se va desdibujando y rebajando hasta convertirse en un desplazamiento de un obispo y un periodista para consagrar una imagen de la Virgen María. Ambos acontecimientos, especialmente el primero, la llegada de Chrysostome, desatan un conflicto típico de guarnición de provincias que termina de modo casi canónico en la literatura del del siglo XIX, con un duelo a muerte de dos militares y una tragedia.

Todo este bullicio, esta agitación tan distinta de las pautas morales ordinarias de los personajes que entienden allí su vida como un interinato en espera de retornar, ricos, a la metrópoli están narrados en el estilo conciso y exuberante al mismo tiempo de Atxaga que lo hace tan cautivador. Conciso porque la narración es casi periodística, huyendo de hipérboles y tropos diversos, exuberante porque se vale de recursos mezclados: narración directa, diálogos, monólogos, memorias, referencias y crónicas de corresponsal.

Por lo demás la historia, el conflicto que se plantea tiene los elementos de pasión, odio, envidia, venganza, amor y tesón que pueden alcanzar las grandes episodios del existir humano con independencia del tiempo y el lugar en los que se den.

Asalto de Matas.

Leo en Escolar.net el siguiente texto titulado Lujo y miseria

"En el palacio de Jaume Matas cada escobilla del retrete cuesta 375 euros, y hay cuatro baños. No es la única obscenidad escatológica de una mansión de 657 metros cuadrados donde todo lo que reluce está lleno de mierda. En esa casa deshabitada hay 8 televisores Bang & Olufsen y sólo el del salón cuesta 12.000 euros. Hay una bodega con 500 botellas de vino, 50 Vega Sicilia. Hay un enorme ropero con 40 bolsos de marcas de lujo, a 1.500 euros de media cada uno. Hay 38.000 euros gastados en cortinas, casi dos años de sueldo de un Guardia Civil como los que registraron el palacete hace unos días. Hay madera de roble y mármol: una reforma que, según el arquitecto municipal, costó dos millones de euros. Hay 40 felpudos a 800 euros cada uno. Hay 30 obras de arte de gran valor, aún por calcular. Hay un joyero casi vacío, porque lo más valioso se lo llevaron a Nueva York: un reloj Cartier de 12.894 euros, un anillo de oro de 5.000, un Rolex de 23.000… Hay una tasación de la Agencia Tributaria que dice que el palacete –sólo el edificio, sin la reforma ni la decoración– vale 2,47 millones de euros, a pesar de que Matas dice que pagó por él 980.000 euros en el año 2006, en plena burbuja.

Hay una explicación imposible sobre cómo lo pudo comprar, siquiera a ese precio: su sueldo era de 84.000 euros al año y, cuando llegó al gobierno balear, en 2003, todo el patrimonio familiar sumaba 152.805 euros. Hay también otra casa en la playa y un piso de lujo en Madrid. Hay un Partido que se llama Popular y permanece en silencio –al menos ya no lo defiende–. Y hay un temor en Génova 13: que el ex ministro Matas no vuelva a España a declarar. Que se fugue, como Luis Roldán."

Añado yo: si lo traen a declarar, que venga esposado porque, a la vista de lo visto, éste se lleva las cámaras de TV.

(La imagen es una foto de Jaumeperellop, bajo licencia de Creative Commons).

diumenge, 8 de novembre del 2009

Deslealtad y felonía.

La derecha española se pasa la vida hablando de su respeto al Estado de derecho, de su apoyo a la eficacia e independencia de la administración de justicia, de su compromiso con los principios de imperio de la ley e igualdad ante ella y proceso debido. Hablando, que es gratis. Otra cosa y muy distinta es lo que hace: desde que comenzó el escándalo del caso Gürtel, el PP no ha cejado en la tarea de obstaculizar la acción de la justicia. En lugar de acatar las decisiones judiciales en todas sus etapas y ponerse a disposición de la policía y de los tribunales para esclarecer cuanto antes unos hechos que apuntan a una situación de práctica corrupción del partido entero, ha hecho cuanto ha podido por impedirlo: ha mezclado y confundido deliberadamente los conceptos de responsabilidad penal y responsabilidad política con el fin de que sigan en sus cargos personas imputadas como el señor Bárcenas o de más que dudosa moralidad, como el Curita, cuya presidencia de Generalitat convierte a Valencia en el dominio de los hampones, al estilo de la Opera de tres centavos; ha cargado contra la instrucción del proceso, difamando al juez instructor, señor Garzón, acusándolo falsamente de prevaricar; ha cuestionado todos los pasos procesales y todas las actuaciones de las fuerzas se seguridad, dando pábulo a cualquier bulo o patraña que pudiera debilitar la legitimidad de la actuación de las instituciones del Estado; ha llegado a acusar a éstas de instalar en España un "Estado policía" sin una sola prueba. Actualmente está empeñado en cuestionar un mecanismo tecnológico de acopio de pruebas con el fin de pedir la nulidad de las actuaciones en el caso Gürtel. Es decir el PP no trata de que los asuntos se aireen y ventilen en procesos públicos sino de que triquiñuelas procesales, dilaciones y otras artimañas, obliguen a anular lo actuado (como sucedió con el caso Naseiro) o a reconocer la prescripción del delito (como en el caso Cañellas y como se pretenda ahora en el del señor Fabra). Es decir, se trata de impedir que se haga justicia.

A eso le llaman respeto al Estado de derecho cuando, en realidad, es una actividad más destinada a reventarlo, una actividad que, al minar los fundamentos de ese mismo Estado de derecho, pone a la derecha española en el mismo vehículo antisistema en que pueda encontrarse Batasuna. Pero con una diferencia muy notable: los de Batasuna atacan el sistema porque quieren cambiarlo por otro que consideran más justo; los del PP únicamente para garantizar la impunidad de los corruptos. Diferencia muy notable a nivel moral y humano aunque no lo sea al jurídico.

Porque la felonía de la derecha alcanza niveles pavorosos. El comportamiento en el caso del atunero Alakrana no deja lugar a dudas. Según parece, gran parte de la responsabilidad por la situación recae en los armadores por no atenerse a los protocolos de seguridad y por saltárselos animados por el afán de lucro. Si esto es así deben afrontar las consecuencias civiles de sus actos porque el Estado español no está para proteger a quienes se saltan la ley. Pero, una vez producido el hecho y que tampoco los llamados piratas somalíes pueden tomarse la justicia por su mano, está claro que hay ciudadanos españoles en apuros y que nuestras autoridades deben protegerlos y castigar toda demasía que se haya cometido con ellos con independencia de que, más tarde, se depuren las correspondientes responsabilidades. En esta situación, la convención democrática manda que el (o los) partido(s) de la oposición hagan causa común con el gobierno porque se trata de un asunto de Estado. Al no hacerlo, al criticar en todo momento la actuación oficial, al torpedear sus iniciativas, al tratar de beneficiarse del desgaste que este problema cause al gobierno, el PP incurre en un comportamiento tan desleal y felón como el que tiene en relación con el caso Gürtel, es decir, pasa a ser el Partido Pirata pero no de los piratas suecos, que cuestionan las leyes sobre derechos de autor, sino de los piratas somalíes, que amenazan la libertad de navegación y van contra el Derecho del Mar con la también notable diferencia de que si los somalíes lo hacen por necesidad, los del PP lo hacen por complicidad con la corrupción y para encubrirla.

(La imagen es una foto de Contando Estrelas, bajo licencia de Creative Commons).

La vergüenza de aquel muro.

Se dice que la caída del muro de Berlín hace veinte años simbolizó el triunfo del capitalismo de libre mercado sobre las sociedades de planificación centralizada, de la democracia liberal sobre las llamadas "democracias populares" o dictaduras del proletariado. Eso es verdad sólo a medias.

El triunfo del capitalismo sobre el socialismo realmente existente se produjo no cuando cayó el muro sino cuando se erigió, en 1961. Los veintiocho años posteriores fueron años de un socialismo zombi, como diría Beck. Entre 1945 y 1961 habían huido a través del paso abierto entre los dos Berlines más de 3,5 millones de personas. Y no solo alemanes del Este. Los polacos y los checos aprovechaban también aquella apertura para abandonar sus países. El muro que se erigió en 1961 trataba de evitar que la población de los países liberados por los soviéticos votara con los pies. Aquel muro de la vergüenza era el testimonio palpable, hecho de hormigón, del fracaso de las sociedades comunistas (o socialistas) frente a las capitalistas; un fracaso incuestionable que se mide de la forma más contundente que cabe: si se deja a la gente en libertad de movimientos, la gente se va. Veintiocho años más tarde ese fracaso incuestionable tuvo una comprobación empírica aun más indiscutible porque el muro cayó desde dentro, fueron los propios alemanes orientales, los socialistas y comunistas los que lo derribaron, tratando de conquistar la libertad que los comunistas les habían negado.

Esto es así, es un hecho histórico que no cabe disimular ni tergiversar. Fueron las propias sociedades socialistas y comunistas las que elaboraron una imagen de sí mismas en perpetua competencia con las capitalistas; fueron los soviéticos y sus aliados quienes crearon toda una mitología de superación del capitalismo por el socialismo. Todavía Nikita Kruschev, con un zapato en la mano, aseguraba que el comunismo enterraría al capitalismo y los hacedores de la última Constitución soviética, la que entró en vigor en 1977, creían que a fines de siglo, la Unión Soviétiva habría dejado atrás a los Estados Unidos. Fueron pues los propios comunistas quienes crearon un clima de superación y de competencia que acabaron perdiendo.

De eso caben hoy pocas dudas.

Obviamente esto no quiere decir que como el capitalismo ha ganado de calle al comunismo sea aquel perfecto ni mucho menos. Simplemente es mejor y es mejor en todos los órdenes comparativos que queramos emplear, desde la productividad al respeto de los derechos humanos pasando por el medio ambiente como se demuestra con el hecho de que, cuando se deja a la gente elegir la gente, lo dicho, vota con los pies, abandona los paraísos socialistas (Cuba incluida) por los infiernos capitalistas.

Insisto, estos últimos no son perfectos ni mucho menos y en su haber figuran otros muros tan siniestros e inhumanos como el de Berlín: el del Río Grande, el de Melilla, el de Cisjordania... Odiosos muros de la nueva vergüenza, muros de la infamia y la injusticia que consagran la desigualdad entre los seres humanos, pero que tienen una diferencia substancial con el muro de Berlín nos guste o no: estos no se han erigido para impedir que la gente se vaya sino para impedir que venga. Es injusto, sin duda, pero es otro tipo de injusticia. El sistema económico, político y social del capitalismo no está estructuralmente en cuestión, como lo estaba el socialista. Lo está coyunturalmente, pero las coyunturas son cambiantes. El capitalismo se puede reformar. De hecho, entre el sistema de la acumulación primitiva de fines del XVIII y primeros del XIX, entre el capitalismo de los Robber barons y el Estado del bienestar de la segunda mitad del XX hay diferencias abismales, como puede comprobar cualquiera que vea la realidad y no sólo las consignas de su propaganda. Habrá quien diga que no, que el capitalismo es siempre igual a sí mismo y los cambios son meros apaños cosméticos. Es posible y cabe debatir sobre ello. Lo que está fuera de discusión es que el muro de Berlín se erigió para ocultar la derrota del socialismo en todos los frentes y su caída sólo expuso dicha derrota a los ojos del mundo.

También, por supuesto, cabe decir que lo que se hundió al otro lado del telón de acero no fue el socialismo o el comunismo verdaderos sino alguna forma pervertida de estos, el socialismo "burocrático", el "estalinismo", el "capitalismo de Estado" o, como llegué a escuchar en cierta ocasión, el "socialfascismo". De hecho hay mucha gente que lo dice con la misma razón y sentido con que alguien puede decir que el capitalismo de libre mercado no es un sistema injusto e inhumano que es preciso reformar sino el reinado sempiterno de la justicia universal y el amor entre los pueblos.

(La imagen es una foto de Hagens world, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 7 de novembre del 2009

Sin remedio.

Lo siento por las decenas, quizá centenas de miles de afiliados al PP que son personas honradas, que se toman en serio la idea de que la política es participar en un debate permanente orientado al bien común y que son leales a las instituciones; y lo siento porque el PP ya no es un partido en el sentido tradicional del término, sino una manga de indeseables minada por la corrupción y la deslealtad -con las excepciones de rigor-, más interesado en el "sálvese el que pueda" que en la adecuada realización de sus funciones de oposición que en democracia son esenciales. Por partes.

La trama Gürtel sigue extendiéndose sin parar y afecta a todos los órdenes del partido en todos los niveles de la administración pública. Ahora se sabe que puede que ni la dirección nacional presente y pasada si libren de la quema porque, según cuenta El Plural, Álvarez Cascos y Rajoy podrían haber viajado a las Canarias gratis total financiados por don Vito Pastuqui, esto es, el señor Correa que aparece hoy como el epicentro de un terremoto de corrupción que no va a dejar títere con cabeza en el PP. Y en donde no muestra su feo morro la trama Gürtel, encontramos corrupciones propias pero no menos destructivas políticamente hablando como la que parece haberse destapado en el o a cuenta del palacete de Jaume Matas en Mallorca.

Desde el comienzo del caso Gürtel el PP se ha dedicado en cuerpo y alma a impedir la acción de la justicia como fuera: cuestionando la imparcialidad del instructor, difundiendo dudas y sospechas sobre las fuerzas de seguridad del Estado y los tribunales de justicia, difamando al Gobierno, hablando de escuchas ilegales que no pudo probar pero sirvieron para hablar de "Estado policía" y otras barbaridades. La actual campaña tratando de tildar de ilegal de raíz el sistema de escuchas pretende conseguir una declaración de nulidad de todo lo actuado hasta la fecha y, por lo tanto, del caso "Gürtel", es decir, una especie de repetición del caso Naseiro. Lejos de ponerse incondicionalmente al servicio de la justicia para aclararlo todo, el PP ha preferido nadar en aguas turbias, sembrando sospechas no demostradas, deslegitimando las instituciones del Estado de derecho.

El último, inaudito, caso del Alakrana no deja lugar a dudas. A cualquiera se le alcanza que el secuestro de un navío español allende los mares es un acto de hostilidad y agresión hacia nuestro país. El Alakrana no ha sido secuestrado por llamarse Alakrana o por ser de pesca o por venir o no de Bermeo, etc. Ha sido secuestrado por ser un navío extranjero, español, objeto de actividad delictiva que nos perjudica a todos como connacionales. Lo último que espera cualquiera es que el partido de la oposición, en lugar de favorecer la acción del gobierno frente a una agresión, la critique y boicotee. Es repetición al pie de la letra de lo que se hizo frente al terrorismo de ETA también con el PP en la oposición: o se hace la política que él quiere o no se hace política.

A todo lo anterior hay que sumar este conflicto interno, descarnada lucha por el poder entre las dos fracciones del gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid y Madrid capital de la que no se comentará aquí mucho salvo que parece tratarse de una reyerta en la escudería.

El peaje de la libertad. Trolls.

Hasta en el feraz reino de los trolls funciona la distinción izquierda derecha. Tengo observado que hay trolls de derechas y de izquierdas. Es falsa esa idea que circula por la blogosfera de que los trolls son lectores u oyentes de medios de derecha que, recibida la consigna del día, se lanzan al ciberespacio a difundirla al precio que sea. En lo esencial, sí; pero no sólo. También hay trolls de izquierda que presentan alguna variante, claro, con los de derecha. Por ejemplo, no precisan su ración diaria de doctrina; a estos ya los adoctrinaron de golpe para toda la vida de adolescentes y jovencitos y ahí siguen. Su doctrina, por lo demás, es tan elemental como la de la derecha: lo que no sea alabar sin cuento ni medida lo que les parece bueno es una traición odiosa y una muestra de torpor mental y bajura moral. Otra diferencia es que mientras el troll de la derecha suele ser parsimonioso y aleccionador y desgrana sus argumentos pensando más en su nivel mental que en el de quienes escuchan, el troll de izquierda es rápido, sucinto, le basta con enunciar una consigna y condena a quien no la cumple con un insulto breve y lapidario como "embellecedor del capitalismo", lacayo del imperialismo y similares.
No obstante, aceptado, el troll por antonomasia es de derecha furibunda. Otra cosa es que lo diga ya que, como todo su razonar es instrumental al servicio de una causa, si cree que le interesa, se hace pasar por votante socialista "arrepentido", un especimen al que recurre mucho. Le apasiona entrar en las páginas de la izquierda, críticas, progresistas, etc a tratar de monopolizar el debate y, si puede, desviarlo. Por eso, muchas páginas llevan una advertencia que reza: "Don't feed the troll" (No eches de comer al troll). El discurso del troll reproduce fielmente los giros, expresiones y puntos de vista de sus gurús y alimentadores espirituales. He acabado rindiéndome a la evidencia de que con los trolls no funciona ese escrúpulo que tenemos otros mortales de formular a nuestro modo nuestros pensamientos; no al modo ajeno los ajenos pensamientos. Por sorprendente que parezca la disciplina es una actitud mental antes que un comportamiento objetivo.
El razonamiento del troll suele ser ad hominem contra el responsable o autor de la página que esté "trolleando" y amparado en el respeto a la libertad de expresión que la derecha invoca siempre siendo así que ha luchado también de siempre contra ella y que su propia acción como troll, en el fondo, lo que busca es precisamente eso, obstaculizar la libertad de expresión de opiniones que le digustan. La primero que cuestiona el troll es la condición personal del bloguero al que ataca, tratando de deslegitimar su razonamiento en función de presuntos intereses. De no conseguir su finalidad hace una valoración general del discurso que quiere torpedear lo empaqueta como "crítico con la oposición", por ejemplo, con independencia de sus razonamientos y de inmediato pide otro crítico con el gobierno porque da por supuesto que hay que equilibrar, ya que en ello está la virtud. Corona su operación planteando algún otro tema que nada tiene que ver con el de la entrada de la página que ha invadido, a ver si consigue desviar la atención. En el ínterin si puede insultar a algún comentarista previo para concentrar sobre sí la atención, no dejará de hacerlo.
Por último, el troll, cuya conciencia de la propia importancia (aunque firme como anónimo) es tan alta que es imposible compartirla, pretende denodadamente un engagement directo y personal con el bloguero al que parasita. Trata de singularizar la relación y entrar a ser posible en un "cuerpo a cuerpo" con el fin de agotar las energías del bloguero en debates insulsos, cuando no directamente absurdos; lo interpela y lo requiere de modo sistemático para tenerlo entretenido en el terreno que el troll escoge y en los términos, generalmente elementales y disparatados, que él dispone.
Pero la blogosfera no sería un territorio tan divertido si los trolls no existieran. Por eso, no los echéis de comer pero pasadlo bien con sus ocurrencias.

(La imagen es una foto de Thom Watson, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 6 de novembre del 2009

Crepúsculo rojo.

Público trae cumplida información sobre el XVIII congreso del Partido Comunista de España que arranca hoy en Madrid. El País en cambio, parece no haberse enterado del acontecimiento de la organización en la que antaño militaron bastantes de los que lo hacen.

El Congreso se abre en un momento cuajado de buenos propósitos, resoluciones firmísimas extraídas de pasadas (y amargas) experiencias, redoblados ánimos, confianza en que los aires de refundación funcionarán. En definitiva, buena cara al mal tiempo y deseo de que haya un nuevo florecer del depositario de la vieja tradición de lucha del proletariado combativo.

Hay dos o tres factores que parecen apuntar en la dirección de estas expectativas algo desbocadas a mi parecer. Son estos: el debate interno en Izquierda Unida ha concluido con el propósito de mantener la organizacion y darle un nuevo impulso para lo cual Cayo Lara, comunista, ha sucedido a Gaspar Llamazares, también comunista, como coordinador general de la organización de la izquierda autollamada "transformadora"; se han pacificado, de momento, los conflictos faccionalistas internos tanto en IU como en el PCE, aunque si se escudriña un poco aquí y allá, por ejemplo en Madrid, refulgen las navajas; en el PCE se producirá el relevo del señor Francisco Frutos, considerado "vieja guardia", por el señor José Luis Centella, considerado "nueva guardia", en la Secretaría General; cambio generacional.

Sin embargo tengo para mí que, aunque los comunistas y sus aliados de la izquierda "transformadora" parezcan haber entendido que sus permanentes rencillas, broncas y escisiones que tanto los absorben importan una higa a los ciudadanos, la recuperación no va a darse ni las fortunas electorales de la coalición mejorarán porque el problema al que ésta se enfrenta es estructural. Expuesto en pocas palabras: el debate sobre la "autonomía" de IU es absurdo y engañoso porque ninguna organización que esté dirigida (llamarlo "coordinación" no pasa de ser un pobre subterfugio lingüístico) por un militante que obedece órdenes de otro partido puede prosperar. Si el coordinador general de IU es un militante fiel del Partido Comunista, IU no pasa de ser un apéndice de aquel; si el citado coordinador general va por libre, IU no puede funcionar.

Para un partido basado en una concepción filosófica que hace de la solución acertada de las contradicciones la vía del progreso, resulta irónico que deba la inviabilidad de su proyecto precisamente a una contradicción palmaria que no es capaz de resolver porque, a lo que parece, ni siquiera la ve. Y sin embargo es patente. Consíderese lo que dice el señor Felipe Alcaraz, presidente ejecutivo del PCE sobre la tarea de este XVIII Congreso que es “salir de la segunda clandestinidad”, apostar por la “visibilidad del PCE”. Y para apostar por la visibilidad del PCE no participan en las elecciones bajo sus siglas y sus emblemas sino que lo hacen arropados en las de Izquierda Unida. Se ocultan pero dicen que quieren ser vistos. ¿Está claro?

La trastienda de la creación.

La Fundación Juan March he tenido la gran idea de montar una exposición de dibujos de Caspar David Friedrich, muy útil para entender el arte de este hosco y solitario pintor del silencio, de la soledad, la trascendencia y la visión panteísta de la naturaleza. Son como treinta piezas, normalmente carboncillo con alguna cuarela sobre temas sacados directamente del natural. Como hay que verlas con una luz muy demediada para atender a las necesidades de conservación de los dibujos el efecto es así doblemente "friedrichiano": aquí están las imponentes rocas, los acantilados, los árboles esqueléticos en mitad del monte pelado, los cielos nublados del Báltico alemán en la isla de Rüge, los prados, los setos, las casas en los bosques. Son trozos, momentos de la naturaleza reproducidos con celosa exactitud y espíritu científico porque Friedrich no era un pintor de paisajes del natural. Toda su obra paisajística (que es como decir casi toda su obra) la creó en su estudio, valiéndose de sus recuerdos y de estas piezas que iba coleccionando y clasificando luego con mucho cuidado porque las insertaba en sus obras mayores, a veces en diversas ocasiones (cosa que sucede con algunas figuras humanas encuadradas en paisajes) con lo que parece que nos estuvieran diciendo: "vosotros que creíais que me he inventado estos paisajes, que no pueden existir en parte alguna, aquí los tenéis con elementos fidedignamente copiados de la realidad".

En sí mismos los dibujos no son gran cosa porque su función es la de bocetos, medios que remiten a un fin distinto y que son los cuadros luego pintados, los cruceros en el monte durante el crepúsculo, las figuras humanas de espaldas, como precediéndonos en la contemplación de algún misterioso paisaje. En algún sitio de la exposición se cita una expresión crítica e irónica de Friedrich sobre esos otros pintores tan sabios que tantas teorías conocen sobre la naturaleza y entre los cuales reconocía no estar. Las doctrinas de Friedrich se desprenden de sus cuadros que es como si hablasen porque reflejan una concepción simbólica, romántica de la naturaleza y los paisajes están siempre concebidos con unas luces que parecían sobrenaturales y que, sin embargo, como se ve en esta exposición, los había sacado de la naturaleza misma.

Otro de los puntos fuertes de la exposición son los estudios minuciosos que Friedrich había hecho para fundamentar su peculiar sentido de la perspectiva, esto es, el llamado "punto de vista del ojo" que es el que hace que los cuadros estén siempre a nuestra altura y se conviertan en una especie de ventanas que nos incitan a entrar en el paisaje.

Los dibujos de Friedrich se conservan como oro en paño. Lo son.

dijous, 5 de novembre del 2009

Sola ante el peligro.

A la vista de la imagen en la que se ve cómo la lideresa se hace acompañar por el zangolotino de consejero de Sanidad, autor o amparador de esas definiciones del llamado "diccionario progresí", repletas de memeces de críos borrachos y que tanto le jalea la prensa sectaria sobre gays y votantes del PSOE, siente uno deseos de decir que se tiene bien ganado todo lo que se le está viniendo encima. Porque obviamente el nivel mental de cada quién guarda alguna relación con el de sus colaboradores y el del consejero de Sanidad, está claro, es muy inferior a cero.

Pero ¿qué quieren que les diga? Por primera vez me cae simpática la figura de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM), resistiéndose al linchamiento general decretado en su partido por su presidente. No quiso hacer de víctima propiciatoria en un cónclave ritual que le habían preparado y en donde cada cual dejó ver bien su abyección moral, empezando por el señor Gallardón que proclamaba a los cuatros vientos la lealtad de su mancebo de botica, el mandado señor Cobo que ayer tuvo su momento de gloria, repitiendo en sede de partido sus acusaciones y chivateos. No ha querido doblegarse a la orden perentoria dada por la dirección de que aquí no pasa nada y mantiene enhiesta su voluntad de combate a pesar de haber sufrido una aparatosa derrota con el nombramiento del señor Rato para la presidencia de la Cajamadrid.

Es verdad que todo esto probablemente responde a una estrategia deliberada de la señora Aguirre de mantener su fuerza, su carisma, su pretensión a la jefatura del PP; que es el resultado de su ambición, de su voluntad de poder, de su capacidad de acción, que desbarata todos los planes excepto los suyos y que hace punto cadeneta con expresiones insulsas y vacías como "el interés general del partido" que no se les cae de la boca a los monagos, oblatos y legos que pululan por los pasillos del poder. Y ¿qué? Esto es precisamente la política. El enfrentamiento entre la señora Aguirre y el señor Rajoy cuyo efecto secundario es dejar al señor Gallardón de "victima colateral" tiene algo de profecía que se autocumple: el señor Rajoy no posee capacidad de arrastre ni convicción, no tiene empuje ni liderazgo. La prueba es que no consigue domeñar a la señora Aguirre que, con su actitud de fronda, es precisamente eso: la prueba viviente de la exactitud de lo que predica. ¿Que su predicción coincide con sus intereses y que en la persecución de estos la doña muestra muy escasos escrúpulos de todo tipo? Real como la vida, como la política misma. Si el señor Rajoy pudiera, habría hecho lo correspondiente. Si el señor Rajoy pudiera montar una comisión gestora en Madrid para separar a la lideresa, ya lo hubiera hecho.

Así que, cumpliendo con la función objetiva de todo analista, es obligado señalar que, con independencia de cualquier otra consideración sobre la autenticidad y sinceridad de las protestas liberales de la condesa consorte, su grado de respeto por las convenciones democráticas o su pertinencia o impertinencia a la hora de atacar dialécticamente a la oposición, la señora tiene verdadera madera de dirigente, audacia, decisión y coraje y su batalla por la preeminencia, muy digna de ser tenida en cuenta. ¿Cómo no iba a convertir al dirigente de la oposición socialista, señor Gómez, en una especie de absurdo muñeco de pimpampum si descoloca sistemáticamente a la dirección nacional de su partido a la que obliga a jugar a su favor?

Si a la objetividad del analista añadimos unas gotas de algún valor caro a la civilización occidental como el fair play, hay que reconocer que lleva su miga que una sola persona se las tenga tiesas a toda una organización en la que amigos y enemigos, gentes en alianzas de intereses circunstanciales, fieles perros de amos imprecisos, todos se conjuran para que la lideresa muerda el polvo en una tal desproporción de fuerzas que da vergüenza hablar de ello sin poner este asunto de mera elegancia en primer término.

Todo el aparato de propaganda de la calle Génova, todo el boato de la dirección en pleno, todo el tronar calderoniano y jupiterino del señor Rajoy y sus mesnadas de caciques, subcaciques , barones, subbarones, subsubs, enchufetas y reciclados de varias lealtades hicieron el parto de los montes ante la dura, entera e irónica posicion de la lideresa que no hace declaraciones cuando va de zapato bajo. Toma ya. Quiere decir que no gasta coturno, como algunos de sus solemnes acusadores.

(La imagen es una foto de Rafael Gómez Montoya, bajo licencia de Creative Commons).

Caín juzga a Dios.

Parece que la última novela de Saramago está levantando ronchas entre los clérigos católicos y, por medio de ellos, en la grey. Vienen a añadirse éstas a las movilizaciones que ya están teniendo lugar en contra de la peli de Amenábar Ágora. Según parece en alguna sala de proyección ésta está garantizada por la presencia de un pequeño contingente policial con un vehículo blindado. Estamos en una sociedad democrática, sí señor, en donde la policía se cuida de proteger el ejercicio de derechos como la libertad de expresión. Si por los católicos fuera el señor Amenábar se iba a meter la peli por donde le cupiera y el señor Saramago a lo mejor tenía que comerse su libro (José Saramago Caín, Madrid, Alfaguara, 2009, 189 págs) página por página.

Tenemos la inmensa suerte de vivir en sociedades occidentales europeas, las más avanzadas del mundo que son laicas y tolerantes y en las que hay libertad de culto. Los católicos conviven con otras religiones a las que toleran no porque la suya sea una religión tolerante (ninguna lo es) sino porque los no católicos los hemos obligado a civilizarse, que nuestro trabajo nos ha costado. Si se baja la guardia, vuelven a las andadas, las quemadas y las torturadas. Para ejemplo, vamos a ver la que se monta con esta última historia de los crucifijos en las escuelas. Otro ejemplo y no en el futuro sino en el estricto presente de qué sucede allí donde la Iglesia católica conserva mayor poder de presión: trate alguien de abortar en cualquier parte de América Latina, bolivariana o no bolivariana, y verá lo que es bueno

De todas formas estamos mejor que en otras partes del planeta. Libros como Caín o películas como Ágora que cuestionan abiertamente la autoimagen de la iglesia establecida son simplemente imposibles en cualquier punto del mundo musulmán. De inmediato, algún cura, Imam, mago o sacerdote, de los que reinan de modo totalitario en el espíritu de las gentes, dictaría una fatwa que haría la vida imposible al artista responsable pues convertiría a cualquier creyente en un asesino potencial, en una bomba de relojería.

En el caso de Saramago, además, se trata de reincidencia y contumacia. Ya su Evangelio según Jesucristo proponía una interpretación de Cristo de la que la Iglesia y otros sepulcros blanqueados abominan. Aprovechando los difusos contornos de la figura histórica de Jesús, Saramago lo convierte en el primero de unos como siete o nueve hermanos hijo, sí, del carpintero José pero al que (al carpintero) hace morir premonitoriamente en la cruz a los treinta y tres años. Jesús vive en alegre, feliz y muy enamorado concubinato con María de Magdala y, como éstas otras numerosas interpretaciones saramaguescas que ponen de los nervios a la Iglesia. Pero el punto fuerte de la visión del novelista es de más calado, de alcance teológico y metafísico, tanto en el Evangelio como en Caín y en ambos casos hace referencia a un aspecto que la doctrina oficial ha olvidado, abandonado, pero tiene un trasfondo destructivo en la teodicea cristiana: se refiere al trato que reciben los niños. En El evangelio según Jesucristo José vive atormentado por la idea de que es cómplice en la muerte de los inocentes decretada por Herodes y tolerada por Dios puesto que, sabiendo que iba a suceder, aprovechó para poner a buen recaudo a los suyos sin cuidarse de los demás. El tormento toma la forma de una pesadilla recurrente que no le deja vivir y que, a la postre acaba con él. Su hijo Jesús hereda la culpa, la pesadilla, la angustia y sus relaciones con su Padre vienen determinadas por ella hasta que es su vida misma la que se convierte en un juicio a Dios. ¿Qué Dios es éste que ordena a un padre, Abraham, sacrificar a su hijo inocente? ¿Qué Dios que quiere la vida de su propio hijo, Jesús?

En Caín, Saramago ha perfeccionado este punto de vista, esta crítica a la maldad intrínseca de Dios y la documenta a lo largo de toda la obra. Caín culpa al creador de la muerte de Abel y no indirectamente, como suelen hacer quienes objetan en puntos de dogma teológico con el interminable asunto de por qué Dios que todo lo sabe, que sabe lo que va a pasar, tolera el mal. Lo culpa también directamente por cuanto ¿qué le costaba admitir sus sacrificios en lugar de rechazarlos? Con esa muestra de arbitrariedad, Dios carga con la culpa de la muerte de Abel.

El resto de la historia es una fantasía acerca del errar de Caín por la tierra tras la muerte de su hermano a la que le condena el Señor pero de la que el Libro no dice nada. Saramago imagina que, por unas u otras vías, Caín está presente en otros momentos posteriores del Pentateuco u otros libros del Antiguo Testamento: la torre de Babel, el becerro de oro, la guerra contra los madianitas, las victorias de Josué y la toma de Jericó, el arca de Noé, las tentaciones de Job, y todo para demostrar siempre lo mismo: el Dios de los judíos, el Dios de los cristianos, es malo, cruel, injusto y su dualidad con el diablo más parece la del ego con el alter ego. En el Evangelio, Cristo pasa cuatro años de aprendizaje de pastor... con el diablo y el pacto que sella con su padre sobre lo que pasará con él en la tierra tiene como testigo a Satanás al que el propio Dios gana en maldad. En Caín pasa algo parecido. Al fin y al cabo es lo que cuenta la Biblia misma en el Libro de Job: las tentaciones de éste no son otra cosa que el resultado de una apuesta entre el diablo y el buen Dios que así se divierte. Todos los episodios en que lo que queda claro es la maldad de Dios los saca Saramago al pie de la letra de los libros y en ellos los rastreamos: los tres mil muertos sin culpa del becerro de oro, Ex., 32-44; el exterminio de mujeres y niños madianitas en Num., 31, 16-17; las cuestiones (por lo demás divertidas) sobre si es el sol el que se para o la tierra en la batalla de Josué, Ios., 7, etc. De ahí que, al narrar el episodio de Babel, el hebreo al que encuentra allí Caín concluye su relato: "La historia de los hombres es la historia de sus desencuentros con dios, ni él nos entiende a nosotros ni nosotros lo entendemos a él". (p. 98). Y el punto crucial, el que emparenta a Caín con El evangelio... es la prueba del nueve de la maldad divina: los niños inocentes. Se lo dice Caín a Abraham cuando los dos hablan de Sodoma y Gomorra y cómo Dios acabó con los pecadores de ambas ciudades. Dice Caín: "Pienso que había inocentes en sodoma y en las otras ciudades que fueron quemadas". Responde Abraham: "Si los hubiera, el señor habría cumplido la promesa que me hizo de salvarles la vida." Caín: "Los niños, los niños eran inocentes." "'Dios mío', murmuró Abraham, su voz fue como un gemido." Concluye tajante Caín: "Sí, será tu dios, pero no fue el de ellos." (p. 108). Caín es una segunda parte a esta historia de Teodicea cuasi gnóstica: Dios es el mal. Y la figura de Caín juega con mucha soltura con elementos satánicos. Todo el episodio de los amores entre Caín y Lilith, casada con un marido consentidor, Noah, mezcla elementos bíblicos de la leyenda de José entre otros, con referencias homéricas evidentes en las similitudes de Lilith con Circe. Pero la tesis final que también es un eco de algo que quedó sembrado en El evangelio es una fantasía por la cual Caín, que se encuentra presente en el arca de Noé cuando el diluvio, toma una decisión que frustra los planes de Dios respecto a la humanidad: asesina a toda la familia de Noé de forma que, cuando las aguas receden, ya sólo quedan sobre la tierra el propio Caín y el viejo patriarca y, por lo tanto, será imposible la repoblación del planeta. Y es que la vida humana concebida por el Creador es una injusticia a favor del mal que carece de toda justificación. Se lo dice con muy profundas palabras la ex-prostituta María de Magdala a su amante Cristo en El Evangelio... cuando éste se dispone a resucitar a Lázaro: nadie puede haber sido tan malo y pecador que merezca morir dos veces. Dicho sea de paso: no es de extrañar que la jerarquía en pleno odie a Saramago y, si pudiera, lo mandara arder en la pira.

Caín está escrito en ese inimitable estilo de Saramago cuyo fondo, de solidez clásica, recuerda el espíritu y la obra de autores como Eça de Queiroz o Anatole France y cuya forma es absolutamente personal al haber abolido todas las convenciones narrativas tradicionales en la puntuación y la sintaxis. Y puesta en un castellano admirable por esa especie de doble de Saramago que es su esposa, Pilar del Río a la que ("Como si dijera agua") el autor dedica esta su última obra que, sin embargo, se lee como fuego.

dimecres, 4 de novembre del 2009

Palabras, palabras, palabras.

Efectivamente el margen de maniobra del señor Rajoy era muy escaso. Tanto que su victoria se ha trocado en derrota en cosa de horas pues no disciplina la fronda madrileña. La señora Aguirre, furiosa por haber cedido en Cajamadrid, mantiene el enfrentamiento en el asunto de las declaraciones del señor Cobo. Otra vez palabras, palabras, palabras, aunque éstas tengan otros visos. El señor Cobo ha venido a decir lo que está al alcance de todo el mundo: que la señora Aguirre es muy ambiciosa (ella misma dice que quiere ser presidenta del Gobierno) y tiene pocos escrúpulos como se ve por el hecho de que gobierne una Comunidad Autónoma luego de uno de los episodos electorales más corruptos que se conocen, llamado el tamayazo, evocación del bogotazo.

El señor Rajoy ha vuelto al mundo de la escenográfica indignación calderoniana. Encuentra inaceptable todo en la vida misma del PP en los últimos días. Calificar de "inaceptable" un comportamiento y coronar esta ingenuidad con la afirmación de que "no habrá próxima vez" es clausurar el futuro inmediato sin advertir que si, a pesar de todo, el comportamiento "inaceptable" se repite la situación sólo tiene dos salidas: se acepta, se traga y se pierde autoridad de la que a uno no le queda ya nada o se fulmina, destituye el responsable y se queda uno solo, cosa que el señor Rajoy no osa hacer.

A estas alturas, es irrelevante lo que haya dicho el señor Cobo quien cada vez aparece más como un dummy con el señor Ruiz Gallardón actuando de ventrilocuo en el Comité Nacional: "¡Cobo es leal al Partido y a ti, Mariano!" Suena a título de Duque de Rivas. El enfrentamiento es entre la señora Aguirre que tiene que resarcirse de la derrota de Cajamadrid y el señor Rajoy a quien esa derrota de la adversaria debilita antes que fortalece.

(La imagen es una foto de Contando Estrelas, bajo licencia de Creative Commons).

.

El horror de Katyn.

Vuelve Andrej Wajda a sus ochenta y dos años con su consumada maestría de cineasta de alta categoría y con una historia terrible: la matanza de veinte mil oficiales polacos a manos de los soviéticos en 1940 y para la cual sólo en los últimos tiempos hemos encontrado un nombre: genocidio. Durante la guerra fría y los años de las dictaduras comunistas en los países del Este europeo la tesis oficial fue que la masacre la habían cometido los nazis. Es imposible fabular una mentira de este descomunal tamaño sin que por mil poros, circunstancias personales diversas, recuerdos, testimonios individuales, meras casualidades, descuidos, fallos insignificantes la verdad aflore casi de inmediato. Pero ¿qué era la verdad en aquellas sociedades comunistas orwellianas en las que el ministerio de ella misma servía para cocinar la mentira sistemática? Algo de lo que no se hablaba en público, simulando todos comulgar con las ruedas de molino de la propaganda oficial; algo de lo que apenas se susurraba en privado, en la intimidad de las familias y siempre con mucho cuidado porque en aquellas sociedades hasta tu cónyuge podía ser agente de la policía política y delatarte a lo mejor para quedarse con el apartamento.

Está claro que la orden de acabar con aquellos veinte mil prisioneros de un disparo en la nuca asimilaba la política soviética a las técnicas nazis de exterminio científicamente planeado y ejecutado con eficacia industrial de grupos humanos enteros. El pacto germano-soviético dio sus frutos. Pero en el caso de Katyn, a diferencia de lo sucedido luego en Dachau, Auschwitz, Mauthausen, etc, la justificación ideológica de la barbarie no hablaba de una raza superior en trance de exterminar a Juden und Untermenschen ("judíos y subhombres") sino que, al contrario, aunque no se dijera, se trataba de una decisión deliberada de exterminar a un sector completo de la población polaca: a la élite militar, intelectual, industrial y artística. Era el racismo de clase. El modo bolchevique de resolver el problema de la hegemonía de la clase dominante, el exterminio de la pujante sociedad civil polaca con la finalidad de sojuzgar después a la población a base de las elementales patrañas de la propaganda comunista.

La peli es muy dura, está magistralmente rodada, a veces con innecesarios regodeos preciosistas y a veces, también, un poquito confusa, pero siempre con una gran capacidad de relato que tiene al espectador con el alma en un puño del principio al final. Y a ello se añade un factor personal nada baladí que dejo para lo último aunque el director lo adelante ya en el comienzo dedicando la peli a sus padres: su padre fue uno de los oficiales polacos asesinados en Katyn. Piénsese ahora lo que ha tenido que ser la vida del autor de Cenizas y diamantes, trabajando y produciendo durante el régimen de la llamada "Republica Popular de Polonia" bajo la tiranía de no poder decir la verdad: que a tu padre lo asesinaron los camaradas soviéticos y no los nazis, un sistema en el que se ha dado vuelta a la clásica definición weberiana del Estado como "monopolio legítimo de la violencia" sustituido por la de "monopolio legítimo de la hipocresía". Esta película tiene algo de exorcismo, de psicoanálisis, de triunfo final de la verdad y ¡a qué precio!

¿En dónde está tu triunfo?

En 48 horas han muerto tres genios, tres hombres que han marcado muchas biografías; se han apagado tres vidas productivas, ricas, de tres personas cuya labor, dentro de la pauta de elegancia y discreción que les fue común, ha contribuido a hacer del mundo un lugar mejor: el ensayista, el cómico y el científico tuvieron algo más en común que esa condición humana de integridad, mesura y sabiduría en modestia. Los tres, cada uno a su modo, fueron literatos y en su peripecia vital dieron testimonio de su particular visión de la época, cada uno de ellos en su narrativa. Ayala, el único que ejerció como novelista, entre otras cosas, llegó hasta la última esquina del camino, donde da la vuelta el viento, dejando atrás hasta esa mala follá granaína que supo ejercer con caballerosidad y sin rencor a lo largo de su vida de exiliado perpetuo. Lévi-Strauss, a quien no dieron el Goncourt por Tristes Tropiques por estrecheces de la academia literaria, edificó un monumento con rigor estructuralista a la nostalgia de su juventud a la que aún volvió en una de sus últimas (si no la última) de sus obras publicadas, Saudades du Brésil. López Vázquez, goliardo, narrador escénico, el hombre que, junto a Fernán Gómez, cada uno en su estilo, puso rostro a la dignidad escénica española en los largos años de oprobio y miseria moral de la dictadura. Su sola presencia en el reparto era ya garantía suficiente de que la obra de que se tratara no iría por los odiosos cauces de aquel coctail de estupidez civil, fanfarria cuartelera y gazmoñería eclesiástica que fue el alimento espiritual del país durante años.

Si se han encontrado allí en donde estén, se habrán saludado con mutuo respeto. Quizá Ayala haya presentado a López Vázquez al gran mitógrafo, pero lo habrá hecho con el íntimo orgullo de hablar como hombre cabal de un hombre cabal a otro hombre cabal.

Que la tierra les sea leve.

dimarts, 3 de novembre del 2009

Tablas.

En contra de lo que pronosticaba ayer Palinuro el señor Rajoy ha resultado con más pegada de la supuesta. La derrota de la señora Aguirre es ahora total y la propia "lideresa" yace expuesta en una picota con el cadáver insepulto de su protegé, el señor González. Cosas de la política: el pretendiente frustrado salía ayer en público afirmando que el fin de su vida era ver al señor Rato de baranda en Cajamadrid mientras que la condesa consorte se ponía trascendental y hablaba del "servicio" que el señor González ha prestado a los españoles y a los madrileños en concreto. Sé que lo dice por otro motivo sentimental pero coincido con ella en el práctico: no tener al señor González es un alivio. No está ágil últimamente la señora Aguirre. Son muchos sus frentes.

No tengo tan claro que el señor Rajoy se haya impuesto al sinuoso Curita en Valencia. Éste ha nombrado por fin Visir en lugar del Visir acabando con aquella insólita presencia fantasmal del señor Ricardo Costa glosada luego desde la retaguardia por su hermano Juan con interpretaciones poco halagüeñas para el establishment partidista. Pero en todo caso parece que el santo Rajob puede comparecer hoy ante el Comité Ejecutivo de su partido como el general victorioso en la guerra y es de suponer que el dicho Comité vuelva a respaldarlo como en el Congreso de Valencia del año pasado. Con todo, el mero hecho de que haya sido necesario convocarlo es una indicación del estado de cosas en el interior del partido.

De los datos del barómetro de octubre del CIS, publicado ayer y ya anticuado en el momento de la publicación me quedo con la subida de la clase política al cuarto lugar en el índice de preocupaciones de los españoles, por delante del terrorismo, dato que esconde la buena noticia de que la gente ya no se interesa por el terrorismo porque éste está en horas bajas si no, ojalá, terminales. Hay que ser siempre optimistas.

Entonces, ¿qué, Palinuro? ¿Tiene o no tiene margen de maniobra el señor Rajoy? Para quienes confunden la batalla con la guerra, sí; para quienes saben que las guerras son muchas batallas, no. Las luchas por el poder son luchas a muerte en el mejor sentido del término "muerte" que alguno tiene. Tanto el inverosímil señor Camps como la castiza señora Aguirre siguen vivos, más vivos que nunca, en sus puestos con todas sus competencias y, sobre todo, con su base de legitimación (el hecho de ganar elecciones donde el señor Rajoy las pierde) intacta. y con las presumibles ganas de tener revancha, al menos en el caso de la duquesa consorte, cuyo carácter rencoroso es proverbial. El resultado del último incidente son unas tablas, todo lo más. De aquí a poco se hará público más sumario Gürtel, volverá el chorreo de chorizadas presuntas, claro es, y en ese pantano, con su caballería hundida hasta los corvejones, el margen de maniobra del señor Rajoy seguirá siendo muy estrecho. Puede soltar discursos, amonestar a sus subordinados, amenazar a los díscolos; puede recurrir al arma retórica que, como mostraban los sofistas, tiene valor estratégico pero a la larga no es otra cosa que lo que dice Hamlet: "palabras, palabras, palabras". Para pasar a los hecho al señor Rajob le hace falta algo fundamental: dejar de ser oposición y tener mando en plaza.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).