Efectivamente el margen de maniobra del señor Rajoy era muy escaso. Tanto que su victoria se ha trocado en derrota en cosa de horas pues no disciplina la fronda madrileña. La señora Aguirre, furiosa por haber cedido en Cajamadrid, mantiene el enfrentamiento en el asunto de las declaraciones del señor Cobo. Otra vez palabras, palabras, palabras, aunque éstas tengan otros visos. El señor Cobo ha venido a decir lo que está al alcance de todo el mundo: que la señora Aguirre es muy ambiciosa (ella misma dice que quiere ser presidenta del Gobierno) y tiene pocos escrúpulos como se ve por el hecho de que gobierne una Comunidad Autónoma luego de uno de los episodos electorales más corruptos que se conocen, llamado el tamayazo, evocación del bogotazo.
El señor Rajoy ha vuelto al mundo de la escenográfica indignación calderoniana. Encuentra inaceptable todo en la vida misma del PP en los últimos días. Calificar de "inaceptable" un comportamiento y coronar esta ingenuidad con la afirmación de que "no habrá próxima vez" es clausurar el futuro inmediato sin advertir que si, a pesar de todo, el comportamiento "inaceptable" se repite la situación sólo tiene dos salidas: se acepta, se traga y se pierde autoridad de la que a uno no le queda ya nada o se fulmina, destituye el responsable y se queda uno solo, cosa que el señor Rajoy no osa hacer.
A estas alturas, es irrelevante lo que haya dicho el señor Cobo quien cada vez aparece más como un dummy con el señor Ruiz Gallardón actuando de ventrilocuo en el Comité Nacional: "¡Cobo es leal al Partido y a ti, Mariano!" Suena a título de Duque de Rivas. El enfrentamiento es entre la señora Aguirre que tiene que resarcirse de la derrota de Cajamadrid y el señor Rajoy a quien esa derrota de la adversaria debilita antes que fortalece.
(La imagen es una foto de Contando Estrelas, bajo licencia de Creative Commons).
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