Lo siento por las decenas, quizá centenas de miles de afiliados al PP que son personas honradas, que se toman en serio la idea de que la política es participar en un debate permanente orientado al bien común y que son leales a las instituciones; y lo siento porque el PP ya no es un partido en el sentido tradicional del término, sino una manga de indeseables minada por la corrupción y la deslealtad -con las excepciones de rigor-, más interesado en el "sálvese el que pueda" que en la adecuada realización de sus funciones de oposición que en democracia son esenciales. Por partes.
La trama Gürtel sigue extendiéndose sin parar y afecta a todos los órdenes del partido en todos los niveles de la administración pública. Ahora se sabe que puede que ni la dirección nacional presente y pasada si libren de la quema porque, según cuenta El Plural, Álvarez Cascos y Rajoy podrían haber viajado a las Canarias gratis total financiados por don Vito Pastuqui, esto es, el señor Correa que aparece hoy como el epicentro de un terremoto de corrupción que no va a dejar títere con cabeza en el PP. Y en donde no muestra su feo morro la trama Gürtel, encontramos corrupciones propias pero no menos destructivas políticamente hablando como la que parece haberse destapado en el o a cuenta del palacete de Jaume Matas en Mallorca.
Desde el comienzo del caso Gürtel el PP se ha dedicado en cuerpo y alma a impedir la acción de la justicia como fuera: cuestionando la imparcialidad del instructor, difundiendo dudas y sospechas sobre las fuerzas de seguridad del Estado y los tribunales de justicia, difamando al Gobierno, hablando de escuchas ilegales que no pudo probar pero sirvieron para hablar de "Estado policía" y otras barbaridades. La actual campaña tratando de tildar de ilegal de raíz el sistema de escuchas pretende conseguir una declaración de nulidad de todo lo actuado hasta la fecha y, por lo tanto, del caso "Gürtel", es decir, una especie de repetición del caso Naseiro. Lejos de ponerse incondicionalmente al servicio de la justicia para aclararlo todo, el PP ha preferido nadar en aguas turbias, sembrando sospechas no demostradas, deslegitimando las instituciones del Estado de derecho.
El último, inaudito, caso del Alakrana no deja lugar a dudas. A cualquiera se le alcanza que el secuestro de un navío español allende los mares es un acto de hostilidad y agresión hacia nuestro país. El Alakrana no ha sido secuestrado por llamarse Alakrana o por ser de pesca o por venir o no de Bermeo, etc. Ha sido secuestrado por ser un navío extranjero, español, objeto de actividad delictiva que nos perjudica a todos como connacionales. Lo último que espera cualquiera es que el partido de la oposición, en lugar de favorecer la acción del gobierno frente a una agresión, la critique y boicotee. Es repetición al pie de la letra de lo que se hizo frente al terrorismo de ETA también con el PP en la oposición: o se hace la política que él quiere o no se hace política.
A todo lo anterior hay que sumar este conflicto interno, descarnada lucha por el poder entre las dos fracciones del gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid y Madrid capital de la que no se comentará aquí mucho salvo que parece tratarse de una reyerta en la escudería.