A la vista de la imagen en la que se ve cómo la lideresa se hace acompañar por el zangolotino de consejero de Sanidad, autor o amparador de esas definiciones del llamado "diccionario progresí", repletas de memeces de críos borrachos y que tanto le jalea la prensa sectaria sobre gays y votantes del PSOE, siente uno deseos de decir que se tiene bien ganado todo lo que se le está viniendo encima. Porque obviamente el nivel mental de cada quién guarda alguna relación con el de sus colaboradores y el del consejero de Sanidad, está claro, es muy inferior a cero.
Pero ¿qué quieren que les diga? Por primera vez me cae simpática la figura de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM), resistiéndose al linchamiento general decretado en su partido por su presidente. No quiso hacer de víctima propiciatoria en un cónclave ritual que le habían preparado y en donde cada cual dejó ver bien su abyección moral, empezando por el señor Gallardón que proclamaba a los cuatros vientos la lealtad de su mancebo de botica, el mandado señor Cobo que ayer tuvo su momento de gloria, repitiendo en sede de partido sus acusaciones y chivateos. No ha querido doblegarse a la orden perentoria dada por la dirección de que aquí no pasa nada y mantiene enhiesta su voluntad de combate a pesar de haber sufrido una aparatosa derrota con el nombramiento del señor Rato para la presidencia de la Cajamadrid.
Es verdad que todo esto probablemente responde a una estrategia deliberada de la señora Aguirre de mantener su fuerza, su carisma, su pretensión a la jefatura del PP; que es el resultado de su ambición, de su voluntad de poder, de su capacidad de acción, que desbarata todos los planes excepto los suyos y que hace punto cadeneta con expresiones insulsas y vacías como "el interés general del partido" que no se les cae de la boca a los monagos, oblatos y legos que pululan por los pasillos del poder. Y ¿qué? Esto es precisamente la política. El enfrentamiento entre la señora Aguirre y el señor Rajoy cuyo efecto secundario es dejar al señor Gallardón de "victima colateral" tiene algo de profecía que se autocumple: el señor Rajoy no posee capacidad de arrastre ni convicción, no tiene empuje ni liderazgo. La prueba es que no consigue domeñar a la señora Aguirre que, con su actitud de fronda, es precisamente eso: la prueba viviente de la exactitud de lo que predica. ¿Que su predicción coincide con sus intereses y que en la persecución de estos la doña muestra muy escasos escrúpulos de todo tipo? Real como la vida, como la política misma. Si el señor Rajoy pudiera, habría hecho lo correspondiente. Si el señor Rajoy pudiera montar una comisión gestora en Madrid para separar a la lideresa, ya lo hubiera hecho.
Así que, cumpliendo con la función objetiva de todo analista, es obligado señalar que, con independencia de cualquier otra consideración sobre la autenticidad y sinceridad de las protestas liberales de la condesa consorte, su grado de respeto por las convenciones democráticas o su pertinencia o impertinencia a la hora de atacar dialécticamente a la oposición, la señora tiene verdadera madera de dirigente, audacia, decisión y coraje y su batalla por la preeminencia, muy digna de ser tenida en cuenta. ¿Cómo no iba a convertir al dirigente de la oposición socialista, señor Gómez, en una especie de absurdo muñeco de pimpampum si descoloca sistemáticamente a la dirección nacional de su partido a la que obliga a jugar a su favor?
Si a la objetividad del analista añadimos unas gotas de algún valor caro a la civilización occidental como el fair play, hay que reconocer que lleva su miga que una sola persona se las tenga tiesas a toda una organización en la que amigos y enemigos, gentes en alianzas de intereses circunstanciales, fieles perros de amos imprecisos, todos se conjuran para que la lideresa muerda el polvo en una tal desproporción de fuerzas que da vergüenza hablar de ello sin poner este asunto de mera elegancia en primer término.
Todo el aparato de propaganda de la calle Génova, todo el boato de la dirección en pleno, todo el tronar calderoniano y jupiterino del señor Rajoy y sus mesnadas de caciques, subcaciques , barones, subbarones, subsubs, enchufetas y reciclados de varias lealtades hicieron el parto de los montes ante la dura, entera e irónica posicion de la lideresa que no hace declaraciones cuando va de zapato bajo. Toma ya. Quiere decir que no gasta coturno, como algunos de sus solemnes acusadores.
(La imagen es una foto de Rafael Gómez Montoya, bajo licencia de Creative Commons).