dissabte, 24 d’octubre del 2009

Crónica de la lucha por la Ceca.

O de cuánto dura la unidad en la política del Imperio.

Después de vencer en la batalla de Valencia, imponiendo al Curita la destitución de su monago, el relamido Costa, y con éste llorando sus cuitas sobre el hombro de su hermano Juan Sin Cargo a quien ayer traicionara precisamente en pro de quien hoy tan cruelmente lo hiere, retorna el Emperador a la corte maquinando nuevas empresas que afiancen su poder y den lustre a su gloria. Aquí lo espera una sedición movida por la Señora de la Marca madrileña, la Dueña Liberada, quien tiene puesta su codiciosa mirada en el control de la Ceca imperial con el fin de acuñar reales de vellón con que financiar su ambición de alzarse con el Imperio comprando a los electores en la próxima dieta, todos ellos tan venales como pecadores. Sólo resiste al endriago el alcaide de la ciudad, un honrado burgués, leal vasallo imperial en quien tiene puestas sus complacencias el el Anciano hirsuto del monte, espíritu de la caverna milenaria. El Emperador alza bandera por su protegido, un preclaro varón de la acreditada dinastía bancaria de los Von Raten, mientras que la ladina Dueña Liberada, quiere imponer en el cargo a un su valido, un condotiero curtido en mil batallas y que se dejaría matar por ella si llegara el caso. Para el asalto final la nueva Circe de extraños poderes cuenta con el apoyo de las mesnadas locales, excepto las que guarnecen la fortaleza del alcaide, y la lealtad de los villanos que siguen a un cabdiello local a quien ella ha trastornado el juicio con promesa de ennoblecerlo en el futuro. Hoy, día santo de los hebreos y mañana, día del Señor de los cristianos, las tropas bruñirán las armas y las vigías otearán las avanzadas, mientras la legión de legistas y clérigos trata de amañar un compromiso que evite la detrucción del que un día fuera considerado el Ejército de Dios, bendecido por los príncipes de la Iglesia en sus cruzadas contra los abortígenas, los divorcífilos y los civitánidos educativos. Que cada cual se encomiende al santo de su devoción pues ya entran en liza los dos pretedientes, el honrado banquero von Raten y el gallardo mercenario Íñigo Gonzaloniero. Allá en lo alto relumbra la Ceca, premio que será del ganador en esta última batalla, preasagio del Ocaso de los Trajes. (La imagen es una foto de 20 Minutos, con licencia de Creative Commons)

El Curita en tiempo de descuento.

No parece que las acusaciones del señor Camps respecto a la connivencia de La Moncloa con la Gürtel contengan más veracidad que el veneno de alguna gacetilla amarillenta de la blogosfera confidencial. Una pena, con lo que eso hubiera animado el cotarro, haciendo ver que la corrupción es fenómeno tan universal como el respirar. Me cachis: el ventilador se encasquilló, el embuste no cuajó y la m. se quedó acumulada en el escaño del molt vituperable President.

Debe el Curita retirarse ahora a pensar nuevas tácticas y tiene el tiempo medido porque se le ha rebelado la fronda de los barones territoriales en un curioso paralelismo con el País Vasco en cuanto a las relaciones del gobierno de la Comunidad con las diputaciones forales, quiero decir, provinciales. En este momento el Curita levita y la base de su poder sólo es ya su mucho querer a un juez, un bigotudo y una alcaldesa que en todo, en todo lo imita.

(La imagen es una foto de dalequetepego, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 23 d’octubre del 2009

Esparciendo la m.

Con el fin de salvarse a sí mismo en una situación desesperada, acosado por la oposición, despreciado por una opinión pública cada vez más avergonzada por su comportamiento, discutido en su propio partido, el señor Camps ha decidido echar mano a la socorrida técnica del ventilador. Como no puede evadir el cuerpo de los cargos que se le imputan, no puede negar que es un mentiroso ni evitar que le afeen de continuo sus maniobras, se dedica a extender la sospecha, generalizar la acusación al adversario con un discurso de tú más que no niega los hechos que se le imputan pero pretende generalizarlos. Es la línea de defensa que le faltaba y extrañaba que no hubiera tomado.

Sostiene el Curita que las empresas de la Gürtel son los amigos de La Moncloa y que ésta, La Moncloa, es decir, el gobierno, ha contratado por más de trescientos millones de euros en los últimos años con una de esas empresas.

Lo primero que hay que recordar al Curita es que lo delictivo no es contratar con esa empresa pues, siendo una empresa, pueden ambos, empresa y gobierno, hacerlo, sino que lo delictivo está en cómo se contrata, si se hacen adjudicaciones ilegales, si campea el favor, si se cobran comisiones bajo cuerda, si hay cohechos y sobornos, si se defrauda la ley troceando artificialmente los contratos para evitar los controles contables administrativos. No basta, pues, con lanzar esa especie en el debate parlamentario sino que hay que probar que hubo corrupción al menos como lo prueban las conversaciones grabadas y las pruebas que se acumulan en el sumario de Gürtel.

Pero hay más: supuesto que fueran ciertas las peores suposiciones de esta acusación repentina, supuesto que efectivamente, la trama corrupta de don Vito Pastuqui estuviera haciendo charranadas con alguna administración socialista como las que, según parece, estuvo haciendo hasta ya mismo con las del PP, supuesto todo eso, ¿qué? De sobra sabemos que la corrupción, como el dinero, "no huele" y no lleva color de partido y que puede afectar al uno, al otro o a los dos. ¿En qué disminuye eso la corrupción del PP y en concreto la presunta corrupción del Curita? Tiene éste la peregrina costumbre de considerar que los votos obtenidos le exoneran del cumplimiento de la ley. Sólo falta que también crea que la generalización del delito lo convierte en un comportamiento aceptable en el entendimiento de que uno roba pues todos roban.

Si el contenido de las acusaciones del Curita son ciertas, el PSOE debe responder política y penalmente. Pero eso no hace en absoluto tolerable el comportamiento del President valenciano antes ni ahora. Y, de entrada, es de esperar que, además de denunciar el asunto en sede parlamentaria, el señor Camps esté ya haciéndolo en el juzgado.

(La imagen es una foto de dalequetepego, bajo licencia de Creative Commons).

Racismo en la tele.

Toda equidistancia entre el discurso ultraderechista y el ultraizquierdista es hipócrita, criminal y suicida. Digo entre los discursos. Las prácticas son otra cosa. Las prácticas sí tienden a parecerse, a coincidir. Ambas descansan en la negación radical de la dignidad de las personas, de la libertad del individuo. Ambas someten a éste a la locura de un proyecto colectivo (de raza, de clase, de lo que sea) que, sin consultar a nadie, se impone a sangre y fuego en la sociedad, negando los derechos más elementales de las personas, instrumentalizándolas en pro de la locura, esclavizándolas y aterrorizándolas en un régimen de arbitrariedad, tortura y desapariciones.

Esa es la práctica, pero el discurso respectivo es muy distinto. El discurso de la extrema derecha es mucho más peligroso que el de la extrema izquierda. Éste último hace referencia expresa a la utopía y atribuye a los seres humanos unas cualidades de solidaridad, justicia y altruismo que la mayoría de esos seres humanos está convencida de que no se dan. El discurso de la extrema izquierda genera incredulidad y desconfianza, dos reacciones muy razonables a la vista de lo que se vio que eran los sistemas comunistas: lugares en que unos dirigentes que vivían en el lujo y la molicie predicaban a las masas unas virtudes de trabajo, esfuerzo, sacrificio, entrega que ellos no practicaban.

En cambio el discurso de la extrema derecha habla a las pasiones mas obvias y bajas del ser humano: el instinto de supervivencia, el egoísmo, la exclusividad y la exclusión del extranjero, cualidades que todo el mundo dice no tener pero todos, significativamente, dicen que crecen y crecen en la sociedad. Teniendo en cuenta además que es una ideología que propugna el empleo de la violencia, aunque no siempre lo diga.

Es decir que no estoy muy seguro de si la BBC ha hecho bien permitiendo que el ultraderechista Nick Griffin suelte su veneno en todos los hogares. Supongo que sí pero no estoy seguro. Preocupa cómo se extiende esa mentalidad criminal.

(La imagen es una foto de hiperkarma, bajo licencia de Creative Commons).

dijous, 22 d’octubre del 2009

Las declaraciones de los políticos.

Es muy difícil sostener teoría alguna de la democracia como régimen deliberativo en el que se llega a decisiones colectivas mediante la comunicación, el intercambio de información y la discusión racional de buena fe cuando los políticos acostumbran no solamente a no decir jamás una verdad así los aspen, sino a soltar lo primero que se les pasa por la cabeza, sin cuidarse cuando menos de que tenga algún grado de coherencia o verosimilitud. Sentado delante de un micrófono un político puede decir cualquier cosa y normalmente lo hace porque está acostumbrado a que no se le exijan responsabilidades por nada de lo que diga.

Lo habitual es la afirmación descarada de una falsedad como si fuera la evidencia misma, la negación de los hechos más palmarios. Es una técnica que desarma al interlocutor porque lo deja perplejo, preguntándose incluso si ha oído lo que ha oído. Dice la señora Aguirre en una reunión en la sede de su partido que La honradez sigue siendo la seña de identidad del PP. Junta directiva regional de su partido. Punto. No se dirá que no hace falta tener agallas, con medio partido imputado, procesado o en trance de serlo a lo largo y ancho de la geografía patria por un asunto tremebundo de corrupción. A nadie por lo demás parece habérsele ocurrido que el solo hecho de que esta marquesa guasona crea que debe decir lo que dice es seña de que no es cierto.

¿Y qué sucede cuando el político piensa que puede decir lo que quiera porque quienes lo escuchan, a su vez, no piensan o son profundamente estúpidos? El señor González Pons, en 59 segundos deja claro tajantemente que el señor Costa ha sido destituido porque es "el responsable último" del PPCV. Pues será así porque lo dice el señor González Pons pero no porque lo sea en verdad ya que el PP es un partido presidencialista en donde el responsable último es siempre el presidente mientras que el secretario general es un mandado. Para entendernos, el señor Costa es al Curita lo mismo que la señora De Cospedal al señor Rajoy. Es decir, el señor González Pons cree que su auditorio está compuesto por idiotas... o lo es él.

Hay declaraciones movidas por el viento de la irresponsabilidad y el oportunismo más alocado; tan alocado que hasta tienen gracia. El señor De Arístegui, responsable de Asuntos Exteriores del PP da ahora el visto bueno del PP a la alianza de las civilizaciones que hace veinticuatro horas no pasaba de ser una ocurrencia absurda del señor Zapatero o algo peor, una forma de entregarse al adversario. La razón del giro es que no hay giro sino que lo que ha girado es la propia alianza de civilizaciones que ha tenido una "evolución positiva". Pero no se moleste nadie en inquirir qué evolución sea esa y qué tenga de positivo porque el señor De Arístegui acaba de inventárselo.

Todo se puede superar en la vida, así que resulta en verdad sublime escuchar al señor Rodríguez Zapatero diciendo a un grupo de empresarios estadounidenses lo que se niega con tesón numantino a decir a los empresarios españoles, esto es, que España tiene que "adaptar" su modelo laboral. Obviamente el tramo que va desde decir que el mercado laboral no se toca a sostener que hay que "adaptarlo" es el mismo que va de decir que no hay crisis sino que se trata de una "desaceleración" a sostener que estamos en la peor crisis que vieron los siglos. De paso sea dicho: ya tienen los sindicatos el motivo para la movilización que están preparando.

¿Qué comunicación, qué deliberación razonada cabe con estos elementos de absoluta irresponsabilidad declarativa?

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

Los viejos guerreros.

Interesante ensayo sobre la evolución de la socialdemocracia europea desde sus orígenes hasta nuestros días. Una síntesis verdaderamente apretada porque ese complicado, no siempre coherente, muchas veces confuso y contradictorio devenir se ventila en ochenta páginas (Ludolfo Paramio, La socialdemocracia, Madrid. Los libros de la catarata, 2009. 85 págs). Es decir, una visión en verdad a vuelo de pájaro y ligero de plumas. Cabría esperar un discurso escolástico y superficial, hecho sobre senderos muy trillados y algo de eso hay. Pero Paramio tiene soltura, un estilo ágil y ameno, es perspicaz, sabe encontrar el punto de interés y pone en pie un discurso coherente, sin exageraciones, que tiene su sentido. Uno puede estar de acuerdo o no con lo que dice, pero no es una pérdida de tiempo la lectura de su texto.

Trocea Paramio el tema en cuatro partes cuyo intríngulis resume en el prólogo y que siguen un criterio cronológico de muy desigual amplitud temporal: a) desde los orígenes a mediados del siglo XIX hasta la segunda guerra mundial; b) el período posterior a la segunda guerra; c) el ascenso neoliberal y la revolución conservadora; y d) la situación actual de la socialdemocracia y la tarea de renovación. Es decir, la vieja plantilla de la evolución del movimiento obrero (al que hay expresa referencia en el texto) actualizada con el surgimiento del Estado del bienestar y sus altibajos posteriores.

La primera parte del relato que, como en la historia de la humanidad, abarca la nueve décimas partes de su decurso pero sólo sirve como elemento referencial, es un repaso de los viejos hitos de aquel movimiento con una selección que hace hincapié en las andanzas del socialismo democrático luego de que la historia de ese mismo movimiento estuviera dominada durante años por la perspectiva revolucionaria que ponía el énfasis en el socialismo no democrático, el comunismo.

En estas visiones del pasado, un pasado que el relator ha vivido personalmente, suelen deslizarse elementos de juicio procedentes del presente, que es el futuro de ese pasado, y que tiñen la visión de un colorido producto de la experiencia pero no ilustran en modo alguno sobre lo que se está diciendo. Al contrario, lo ocultan. Por ejemplo dice el autor que en los años setenta del siglo XX ya había conciencia del fracaso del comunismo no solamente como régimen político sino como sistema económico, como modo de producción. No estoy muy seguro de esto. Es demasiado pronto. En los setenta había ya clara conciencia en la izquierda del carácter tiránico y terrorista del régimen soviético; hasta los partidos comunistas, siempre de estricta obediencia, se apartaban de aquel ejemplo mediante ardides como el del "eurocomunismo". Pero no creo que fuera tan clara la conciencia del fracaso económico y medioambiental del experimento. Al contrario, todavía se publicaban ensayos al estilo Bettelheim, que hablaban de la "transición del capitalismo al socialismo" (otra cosa era que se tratara del "realmente existente" o de uno que el autor de turno se sacara de la cabeza) cuando lo que de verdad se ha dado en la historia ha sido la transición del socialismo al capitalismo sobre lo cual no había escrita ni una miserable monografía porque nadie creía que eso fuera posible pues, como bien se sabe, nadie previó el hundimiento del sistema comunista.

El resto del análisis de la evolución de la socialdemocracia en esos casi cien años (desde el cartismo hasta 1945) sigue senderos admitidos. Está bien la explicación de la carencia de un partido socialista en los Estados Unidos basada en la universalización temprana del sufragio a diferencia de los votos censitarios europeos. Hubo, sí, un partido socialista, como también lo hubo luego comunista y como había habido una central sindical anarquista y revolucionaria con la IWW pero es cierto que las peculiaridades del desarrollo gringo llevaron la evolución por derroteros distintos y entre esas peculiaridades ocupa lugar destacado, desde luego, el sufragio universal y otros factores, alguno de los cuales, como el igualitarismo de la sociedad estadounidense, ya lo había destacado Tocqueville.

Algunos personajes de este viejo relato traen el paso algo cambiado. Dice Paramio que en algún momento la socialdemocracia acaba admitiendo que lo suyo no es la sustitución revolucionaria del modo de producción sino la ampliación democrática del capitalismo. En realidad este es el meollo del debate del reformismo ya tempranamente, a fines del XIX, primeros del XX cuyos representantes más característicos son Bernstein y Luxemburg. El viejo socialista, secretario que había sido del más viejo aun Engels, esperó a la muerte de su jefe para soltar el bombazo de Los presupuestos del socialismo y la tarea de la socialdemocracia con su fórmula de "el fin no es nada; el movimiento, todo". Ahí estaba ya la socialdemocracia, los "social-traidores" y "socialfascistas" de que hablaban luego los comunistas.

La segunda parte del ensayo es una especie de recapitulación del Estado del bienestar que, de 1945 a 1973, es el momento de oro de la socialdemocracia, con una semblanza de sus orígenes, su justificación y un análisis somero de su crisis. Los factores que resalta, en lo esencial los acuerdos de Saltsjöbaden en Suecia y el New Deal yanqui en los años treinta son justos y ponen al Estado del bienestar exclusivamente en relación con la alternativa keynesiana. No tiene en cuenta la política social de fines del XIX, especialmente la bismarckiana de los "socialistas de cátedra" y, en consecuencia, el pacto socialistas, liberales, demócratas cristianos de la posguerra europea, que es el caldo del cultivo del Estado del bienestar en el continente, parece en cierto modo como caído del cielo. Está bien, con todo, que haga mención al keynesianismo de la política económica de los nazis alemanes y hubiera estado mejor que se ampliara a la de los fascistas italianos en los años veinte, incluida la de la dictadura de Primo en España también en esos años porque saca el tema de la intervención del Estado en economía del campo de debate teórico keynesianismo sí o no para ponerlo más en el terreno de la Ley de Wagner, de fines del XIX y en donde ya se dobla a difuntos por el Estado del bienestar mucho antes de que lo haga Hayek.

El ascenso de la revolución conservadora encabezada por la señora Thatcher y el señor Reagan que Paramio situa a fines de los años ochenta (p. 14) cuando es de los setenta pues la "dama de hierro" gana las elecciones en 1979, está agudamente tratado y lo estuviera más si, salvando el anacronismo señalado, el autor lo vinculara directamente a la crisis mundial del petróleo de 1973 que analiza brillantemente. Sin el choque del 73, sin la famosa "crisis fiscal del Estado" (0'Connor) que, irónicamente, fue un vaticinio marxista, sin las ideas sobre la "sobrecarga" del Estado en el curso de la revolución de las "expectativas crecientes" y la conciencia de la "quiebra de las democracias" que auguraba por las fechas la Trilateral, no hubiera habido, creo, thatcherismo ni reaganomics. Por eso hace muy bien Paramio en subrayar la importancia de esa fecha, 1973, y sus consecuencias. No hubiera estado tampoco de más una referencia a su antecedente y su consecuente. El antecedente es la voladura de los acuerdos de Bretton Woods en decisión unilateral gringa de agosto de 1971 sopbre la paridad del dólar y los consecuentes más importantes el hundimiento del comunismo (incapaz de adaptarse al cambio en el modelo productivo) y la crisis de la deuda en el Tercer Mundo. Que estos datos son relevantes lo delata el hecho de que sin ellos, sin el segundo, no es explicable el Consenso de Washington, elemento esencial de la hegemonía mundial conservadora de los ochenta y noventa.

La cuarta parte está abierta y consiste en un interesante análisis de la encrucijada de la socialdemocracia actual, ahora que la crisis de 2008 ha triturado literalmente las autojustificaciones conservadoras, neoclásicas, monetaristas, etc, esto es, todos los que el autor llama "fundamentalistas del mercado". El reto es la renovación de la socialdemocracia, una vez que se ha agotado el ciclo de la Tercera Vía que el autor no creo que lo diga pero no era otra cosa que la recepción del discurso neoliberal en los despachos socialdemócratas. Me da la impresión de que lo que propone es la reconstrucción (actualizada, supongo) del consenso de la posguerra, basado en la esperanza de que las clases medias hayan aprendido cómo las gasta el neoliberalismo. Milita en contra de este propósito el hecho de que la socialdemocracia (la izquierda en general) se encuentre enfrente de una "derecha rabiosa" (que, por cierto, me parece el mayor hallazgo de la obra, aunque me recuerda mucho a la "derecha furiosa" de mi amigo José Manuel Roca) con la que no hay entendimiento posible. El autor analiza los datos a favor y en contra de aquella posibilidad de reconstitución y para mi santiguada que lo único que tiene claro, aunque no lo diga expresamente, es que quisiera ver a un socialdemócrata (a Felipe González, supongo) al frente de la Unión Europea (p. 82). El resto es capítulo de buenos deseos acerca de si la socialdemocracia será capaz de encontrar el nuevo discurso que precisa desesperadamente para aprovechar el momento de vacío hegemónico que le brinda la historia.

Para este instante tengo la impresión de que Paramio está hablando ya sólo de España porque en los demás países importantes de Europa la socialdemocracia está muy ocupada lamiéndose las heridas.

dimecres, 21 d’octubre del 2009

Golpe de mano vaticano.

Mediante una Constitución apostólica, la norma más alta dentro de la panoplia de decretos de que dipone el Papa, la Iglesia católica establece la vía para integrar en su seno colectivamente a todos aquellos sacerdotes anglicanos que acepten los postulados católicos en materia de ordenación del clero. No uno a uno, como hasta ahora sino en masa, colectivamente. En el fondo es una maniobra táctica para asimilar a los curas anglicanos más reaccionarios, contrarios a la decisión de su iglesia de ordenar a la mujeres y a los homosexuales. O sea, una medida para fortalecer las posiciones ultras, el predominio patriarcal en la iglesia católica, su proverbial misoginia y, de paso, debilitar a la iglesia anglicana, una prueba más del espíritu integrista que informa el papado de Benedicto XVI así como de su célebre falta de tacto y de sentido diplomático. Porque la Constitución se ha anunciado sin haber prevenido a la confesión "hermana" del intento de arrebatarle a su clero más reaccionario. Al contrario, el órgano de prensa del Vaticano la presenta como Una risposta ragionevole e necessaria per una comunione piena e visibile.

Al revés de lo que parece pensar el Papa, aunque el descontento de los sectores conservadores anglicanos con la decisión comentada es grande, no se prevé que haya movimientos en masa hacia la obediencia de Roma y eso que ésta se ha cuidado de facilitárselo a los interesados: los curas anglicanos casados que se pasen seguirán casados y, si lo quieren, se atendrán a su propia liturgia. El único límite que se impone a los casados es el acceso al obispado. Los obispos continuarán siendo célibes.

La Constitución puede tener algún efecto visible en la Iglesia de Inglaterra y es de suponer que mucho menos en la rama estadounidense, la Iglesia episcopaliana, cuyos miembros contrarios a la ordenación de mujeres ya se han segregado y mantenido, sin embargo en la obediencia a la Reforma pero, en cualquier caso, plantea un curioso problema de conciencia que hace revivir la famosa cuestión del cuius regio, eius religio, aunque atenida al gobierno espiritual de las almas. En otras palabras: ¿a qué iglesia irán los fieles de las parroquias de los curas anglicanos "tránsfugas"? Algunos observadores religiosos, siempre mostrando su verdadero rostro, sostienen que el problema se planteará con la propiedad de los edificios mismos de dichas parroquias. En cualquiera de los dos casos, el espiritual y el temporal, la medida es una clara injerencia en los asuntos de una confesión con la que se dice que se quieren estrechar lazos que, como bien se ve, son de los que ahogan.

Hay curas anglicanos contrarios a la ordenación de las mujeres que se niegan a dar el paso de la obediencia a Roma poniendo de relieve que para algo se hizo la Reforma del siglo XVI. Todavía no se ha escuchado a ninguno advertir que el paso a la obediencia romana los lleva a un lugar frecuentado por la pederastia. Pero, a la vista de cómo las gasta el Vaticano, no merece nada mejor.

(La imagen es una foto de sam herd, bajo licencia de Creative Commons).

La dureza del poder blando.

Presionado por los Estados Unidos y la Unión Europea que se han valido de las Naciones Unidas para efectuar la maniobra, Hamid Karzai ha tenido que dar su brazo a torcer y aceptar las conclusiones de la Comisión de Quejas Electorales según las cuales las elecciones presidenciales del pasado veinte de agosto fueron fraudulentas y deben anularse. En ellas Karzai se había atribuido más del 52 por ciento de los votos con lo que quedaba reelegido presidente. Ahora esa cantidad se ha rebajado a algo más del 48 por ciento y habrá que hacer una segunda vuelta el siete de noviembre próximo.

En teoría es un triunfo del "poder blando" (soft power), consistente en conseguir lo que uno se propone por las buenas, dicho sea de modo abreviado y un poco caricaturesco. Por supuesto el acuñador de la expresión, Joseph Nye, dice que esa forma de poder depende de ciertas características que enumera cuidadosamente pero que podemos permitirnos el lujo de resumir de este modo: por la buenas. Por las buenas parece haber aceptado Karzai lo que se había negado a admitir hasta ayer mismo: que hubo tongo en las elecciones y que había que repetirlas. Lo que sucede es que con un país como el Afganistán, literalmente descuartizado entre los diferentes señores de la guerra, los taliban, las fuerzas gubernativas y las tropas de la OTAN encabezadas por los EEUU, resulta algo absurdo hablar de "poder blando", sobre todo si se tiene en cuenta que los occidentales han hecho saber a Karzai que los futuros planes de la OTAN quedarían relegados hasta que haya un gobierno estable en el país. Dado que su gobierno, estable o inestable, depende más de la OTAN que de sus propios medios, se descubre que el poder blando tiene una sospechosa tendencia a parecerse al duro, aunque sólo sea por omisión.

Por lo demás, ¿qué puede pasar en la segunda vuelta que no haya pasado en la primera? Pues quizá que el fraude sea menos visible y hasta ¿por qué no? que haya menos fraude. Pero nada autoriza a pensar que en las zonas con mayor presencia taliban las gentes puedan siquiera acercarse a las urnas sin que les corten la nariz, las orejas o algo peor. Karzai, de la dominante etnia pastún, tiene ventaja numérica sobre su rival el tazdiko Abdullá Abdullá. La repetición de las elecciones salva la cara del gobierno de Karzai pero dejará las cosas como están.

(La imagen es una foto de World Economic Forum, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 20 d’octubre del 2009

Estilos y pastuquis de gobierno.

Los medios han venido señalando las diferencias que se dan en el modo de reaccionar de los tres principales mandatarios del PP ante el caso Gürtel, esto es, la señora Aguirre y los señores Camps y Rajoy. Los dos primeros que aparecen más o menos directamente afectados por la trama corrupta han aplicado estrategias distintas, incluso contrapuestas, pero lo han hecho con determinación y perseverancia. El tercero, el señor Rajoy, el que menos pringado aparece en el betún corrupto aunque quizá sea quien lo esté más pues no atajó la proliferación de las maquinaciones presuntamente delictivas a pesar de haber dicho lo contrario, ha dado abundantes pruebas de falta de determinación, de desconcierto e inseguridad. Considerar estas diferencias sirve para apreciar las que hay entre caracteres de personas, cosa siempre interesante, pero es de poco momento para dictaminar si alguno de los tres sale mejor parado de este tifón que es el caso Gürtel. Porque no lo está ninguno y a los tres va a llevárselos por delante a causa de los hechos en investigación cuya magnitud y trascendencia van tomando cuerpo día a día en una opinon pública que descubre, asombrada, cómo partes enteras del país, especialmente Valencia y Madrid, han estado gobernadas por una coalición de granujas y chorizos todos ellos presuntos por supuesto.

En cuanto al señor Camps ahora se sabe que la astracanada montada hace unos días con motivo del sacrificio de su secretario regional, vino precedida de amenazas al señor Rajoy en la famosa entrevista de Alarcón y culmina, por ahora, en que el señor Costa sólo ha sido destituido nominal o simbólicamente pues de hecho sigue actuando de secretario general del PP valenciano, lo que demuestra que la autoridad del señor Rajoy no traspasa las puertas de la calle Génova 13 y aun dentro del edificio estaría por ver si se le reconoce alguna. El hecho de que haya tenido que apresurarse a desmentir en público lo que está tramando en privado, la sustitución del señor Camps, deja claro que su margen de actuación se reduce por días. Pero eso no contribuye a salvar en modo alguno al Curita que, se ponga como se ponga y aunque se ponga su mejor trajecito, no es más que un cadáver viviente vampirizado por el Bigotes que es quien en verdad ha estado haciendo y deshaciendo en el antiguo Reino de Valencia al tiempo que supuestamente saqueaba las arcas públicas en honor del siglo y del Altísimo. La momentánea guinda (vendrán más) de este pastel de voraz rapiña la pone el Vaticano que ya ha manifestado su disgusto asegurando que el caso de Valencia es "ciertamente feo", probabemente molesto también porque, puestos todos a robar con motivo de la visita del Santo Padre, nadie se acordara de dar el correspondiente diezmo a la Iglesia. En todo caso, resumiendo, el Curita está ya en primera línea de fuego y la próxima información sobre alguna fechoría gurteliana lo hará caer sin remisión.

Ahora parece tocarle el turno a la señora Aguirre. Su aparente determinación a la hora de exigir responsabilidades a sus subordinados que algunos medios le han alabado cayendo así en la trampa que la taimada señora les habían tendido, en el fondo es pura pacotilla escenográfica como todo lo que hace. Comparado con ella el señor Camps es un aprendiz de gobernante posmoderno. Porque tiene mérito ser en verdad la más tocada por el caso Gürtel y conseguir que algunos medios te acepten la superchería de que no solamente no eres su beneficiada sino su némesis. El estilo de la señora, contundencia y desplante, silencio y garrulería de Chamberí, le ha estallado finalmente en el rostro decomponiéndole la figura. Veamos:

- No ha dado una explicación aceptable del caso del espionaje a miembros del PP supuestamente organizado y ejecutado por gente de su gobierno, alguna de su máxima confianza.

- Sigue sin decir nada sobre el venenoso asunto de la fundación fantasma, Fundescam, nutrida de fondos oscuros, según parece por su rendido admirador, señor Díaz Ferrán, que no tiene dinero para pagar a sus trabajadores pero sí para invertirlo, según parece, en conseguir la reelección de la marquesa cojonuda.

- Por último, a raíz de una minuciosa investigación de Público sobre la frenética actividad pública de la señora, ha resultado que ha sido ella, la ínclita lideresa, quien se ha beneficiado (a efectos de representación institucional, no personalmente) de la práctica fraudulenta de la trama de trocear los contratos obtenidos con prácticas mafiosas y quien, en definitiva, dada la magnitud del fraude (más de trescientos contratos por valor de millones de euros) no solamente es responsable política última del desaguisado sino penal y directa puesto que han sido todos sus departamentos a sus órdenes quienes han estado contratando con la trama corrupta prácticamente hasta ayer.

De hecho la señora Aguirre, como el señor Camps, están en estos momentos luchando por sus respectivos pellejos y su porvenir se me antoja aciago. Por supuesto, la non entity del señor Rajoy no cuenta en absoluto. Lo que haya de pasar en el PP, pasará por encima de su cadáver, que ya está en exposición.

(La imagen es una foto de Rafel Gómez Montoya, bajo licencia de Creative Commons).

A lo mejor se hace la razón.

Este comentario también podría titularse "A buenas horas, mangas verdes". Resulta que, según comunica con su cómica seriedad habitual el diario Gara, los de Batasuna andan en un proceso de reconsideración interna de estrategia y de autocrítica porque, al parecer, han caído por fin en la cuenta (o dicen que han caído pues con estos embusteros compulsivos toda precaución es poca) en que su tozuda actitud de invocar mantras democráticos manteniendo su supeditación y mensajería de los pistoleros no les ha reportado nada bueno sino, antes al contrario, desgracias, represión y, en último término, desprestigio y creciente irrelevancia social.

Por supuesto el periódico presenta la noticia como si el proceso de revision batasuno fuera, en parte, obra de la esclarecida mesa recientemente encarcelada por el juez Garzón y como prueba de que la decisión de encarcelarla obedece a la intención del gobierno español de torpedear el giro democrático de la izquierda abertzale y fabricarse así coartadas para seguir reprimiendo al sufrido pueblo vasco.

De forma que la noticia según la cual el último menda detenido por los gabachos en Francia armado hasta los dientes y en un coche robado, miembro de la dirección de ETA, el tal Aitor Elizaran, pudiera ser el hombre de ETA en Batasuna, el comisario político de la izquierda abertzale y el mentor ideológico del señor Otegi, forma parte de la estrategia represiva del Estado español y es una maquinación más del ministro Rubalputin, empeñado en acabar con ETA como, por otro lado, es su deber.

Todo eso está muy bien y es muy audaz, revolucionario y perspicaz pero pasa por alto un hecho obvio, evidente, palmario para todo el mundo excepto para los genios de Gara y de la "izquierda abertzale": que si el giro actual de revisión y autocrítica de Batasuna es cierto, entonces el mitin de Anoeta no lo era.

Pero, en definitiva, da ya igual porque el crédito que a estas alturas del cómputo de barbarie y muerte merece esta pandilla de correveidiles descerebrados es de cero. Dicho en otros términos y para que lo entiendan hasta los de Gara y sus lectores: no se trata solamente de que ya no puedan vender su paso a la política democrática como una concesión o victoria por la que habría que premiarlos sino de que, aunque vayan a votar disciplinada y pacíficamente y repudien en público lo que hasta ayer aplaudían en sus reuniones internas, nadie va a creerlos. Yo, desde luego, no.

Batasuna está muerta y es cosa del pasado. Si los amigos de los terroristas quieren hacer política tendrán que buscar otro nombre, otros dirigentes, otras ideas, otro discurso... y otros amigos.

(La imagen es una foto de Brocco Lee, bajo licencia de Creative Commons).

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dilluns, 19 d’octubre del 2009

Por más que quieran impedirlo.

El resultado del sondeo del Injuve que se refleja en Público recoge que casi el ochenta por ciento de los españoles está de acuerdo con la reforma de la ley del aborto que presenta el Gobierno. Es decir, está de acuerdo con dos postulados esenciales en ese vidrioso tema: a) el aborto es un derecho de las mujeres; b) éstas pueden ejercerlo mediante una ley de plazos que impone un límite temporal pero las ampara en su ejercicio, impidiendo que puedan ser criminalizadas como hasta la fecha. El asunto tiene importancia porque, al tratarse de una cuestión moral en la que no existe criterio científico objetivo para sustentar convincentemente una opción, sólo cabe resolverla mediante recuento de mayorías y minorías.

Ya se sabe que quien se quede en minoría en un debate de posiciones morales no tiene porqué hacer suyo el punto de vista de la mayoría. En este caso, quienes creen que el aborto es siempre un delito, un crimen, seguirán pensándolo. Pero cabe exigir de ellos que acaten la decisión de la mayoría, máxime teniendo en cuenta que ésta no los obliga a cometer ese supuesto delito pero sí les impide tratar como delincuentes a quienes ejerzan su derecho a abortar, que es lo que tienen tendencia a hacer, incluso mintiendo y falsificando los hechos, como se prueba en el reciente caso de la clínica Isadora.

El setenta y nueve, casi el ochenta por ciento de la población sí es una mayoría apabullante frente a la que de nada sirven las invenciones delirantes de cantidades atribuidas a la manifa ultrarreaccionaria del sábado que, según queda ya claro, contó con unas sesenta mil personas. Y aunque hubieran sido las 250.000 que contó muy generosa la policía ello no daría a sus postulados antiabortistas un adarme de peso más. Por eso es muy libre el señor Rajoy de presentarse en el Congreso a hacer el ridículo una vez más pidiendo la retirada de una ley que no va a retirarse porque cuenta con los apoyos parlamentarios precisos.

En realidad es este comportamiento reiterado del señor Rajoy el que requiere algún comentario., ya que sus asesores no parecen hacerle ver que va de cabeza al abismo. Es claro a estas alturas que fueron los genios burlones y el dedazo del señor Aznar los que elevaron al puesto de presidente del PP y candidato a la presidencia del gobierno a un hombre que manifiestamente no da la talla para el cargo. Un sentido elemental de la conveniencia que entienden hasta las caballerías manda no suscitar actos colectivos que vayan en contra de uno, votaciones que va uno a perder, por ejemplo; sobre todo tras haber perdido ya dos elecciones generales.

Tomar apoyo en una manifestación convocada por lo más carcunda de la derecha española, tanto que hasta acudió el señor Aznar, para pedir la retirada de una ley que homologa a España con las democracias del entorno, saca al país en parte de su atraso, hace justicia a las mujeres,tiene el apoyo de cuatro quintas partes de los ciudadanos y la mayoría necesaria en el Congreso es, sencillamente, del género tonto.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

La felicidad ¿también es líquida?

Bauman, uno de los sociólogos vivos de mayor fama mundial dedica una obra a un tema sempiterno de la ética, el de la felicidad o cómo alcanzar la vida buena y lo hace a su líquida manera, es decir de modo no sistemático, diversificado y hasta un poco confuso. Admite desde el principio que de la felicidad sólo cabe decir con confianza y sin despertar oposición "que la felicidad es algo bueno, deseable y apreciado. O que es mejor ser feliz que infeliz. Pero estos dos pleonasmos son prácticamente todo lo que puede decirse sobre la felicidad con completa seguridad." (p. 38) Aun así tampoco estaría yo muy seguro. Habría que forzar estos enunciados para que encajaran en el mundo de los masoquistas. En todo caso y admitiendo que sea lo único que cabe decir sobre tan escurridizo tema, lo cierto es que Bauman le dedica un libro (Zygmunt Bauman. El arte de la vida. De la vida como obra de arte Barcelona, Paidós, 2009. 173 págs). Muy desigual y con propuestas de muy variada naturaleza, pero un libro al fin y al cabo.

En la obra viene habiendo tres hilos conductores que a veces se entremezclan: uno es la configuración de la felicidad en la sociedad contemporánea de estructuras líquidas y propensión al consumo; otro la idea de que vivimos nuestras vidas como obras de arte; y el tercero y final, que la vida buena se encuentra en algún lugar intermedio entre las diatribas nietzscheanas en contra de los hombres vulgares y los cristianos y el sentido de la responsabilidad hacia el "otro" de Emmanuel Lévinas. Es decir, como si se tratara de tres enfoques para una misma cuestión, el sociológico, el ético/estético y el filosófico.

En cuanto a la felicidad en la sociedad de consumo la propuesta baumaniana, acorde con su concepción de la liquidez posmoderna, es que hay una especie de construcción social de que la felicidad se halla en el consumo. Bauman es fiel a sus orígenes. Recuerdo que el primer libro que le leí, allá por los años setenta, antes de que hiciera el descubrimiento de lla posmodernidad líquida, fue un estupendo ensayo sobre hermenéutica. En dicha construcción el planteamiento que hacen las grandes empresas a través de la publicidad trata de conseguir que, como la felicidad se confunde con su búsqueda, la relación del hombre con el consumo esté orientada a presentar en efecto la felicidad como una búsqueda permanente que encuentra su correlato en la continua oferta mercantil de nuevos productos. Hay un consumo compulsivo movido también por la prevista obsolescencia de la marca (p. 22). No es un punto de vista muy original pero no está de más que se recuerde y que se extraigan las últimas consecuencias de la crítica al consumismo.

La cuestión ética y estética de que debemos vivir nuestras vidas como obras de arte supone un salto de envergadura desde un espíritu descriptivo a una especie de propuesta normativa que no resulta muy convincente. Una obra de arte es una plasmación objetiva de un impulso creador en la infinita escala del genio que se expresa a través de determinados medios. De todas formas esa vida que se vive como una obra de arte presenta numerosas insuficiencias. La más importante de todas, creo colegir, es la inevitable tendencia de las personas a ir por la vía más fácil y escurrir el bulto ante las dificultades y a concentrarnos en nuestra propia pequeñez. Por eso cita con aprobación a Gilles Lipovetsky cuando éste escribe en su estudio sobre el individualismo contemporáneo que "la cultura del sacrificio ha muerto. Hemos dejado de reconocernos en todo tipo de obligación de vivir por algo que no sea nosotros mismos." (p. 54)Es más, añado, toda la teoría dominante en las ciencias sociales, desde la economía a la sociología, basada en la elección pública gira en torno a la idea del hombre como egoísta racional. Tengo tendencia a creer que esta expresión, moneda de circulación universal en el discurso contemporáneo y que todo el mundo parece aceptar sin más de "egoísta racional" es en el fondo un oxímoron. Pero esto nos apartaría ahora del libro de Bauman.

Poco arte también cabe en la aversión contemporánea a la condición de incertidumbre de la existencia. Precisamente la orientación hacia el terreno de las utopías que parece retornar con fuerza en los últimos años obedece a una misma obsesión: eliminar la incertidumbre, acuñar un mundo -tal es en el fondo el de las utopías-articulado a base de certidumbre (p. 61). Una ojeada somera al mundo contemporáneo muestra que, en efecto, la certidumbre que es también la esencia misma de las clases medias no tiene nada que ver con el arte que se mueve en el terreno de lo incierto.

La tercera cuestión la especie de juste milieu entre la exaltada visión nietzscheana del "superhombre" como el ser superior, noble que, etimulado por su voluntad de poder, desprecia a la gente pequeña y mediocre y la idea fundamental de Lévinas de que solamente somos en la medida en que somos para otro y que es la existencia de este otro la que da sentido a la nuestra se me antoja un ejercicio de retórica discursiva o una concesión a las convicciones y autoimágenes éticas de la época. La sucinta exposición que Bauman hace de Nietzsche a partir del Ecce Homo y Así hablaba Zaratustra está presidida por un acuerdo fundamental con el filósofo que Bauman no puede evitar, como cuando dice que vivimos nuestra vida como una obra de arte queramos o no, lo sepamos o no. De igual modo, la Umwertung aller Werte nietzscheana le resulta convincente quiera o no. Decir que equidista del sentido de la responsabilidad de Lévinas, que Nietzsche vería como una recaída en el mundo de los seres viles, no es más que una forma de hablar.

En realidad sí que cabe decir algo más sobre la felicidad, aparte de los pleonasmos a que se refiere Bauman y es el famoso apotegma que suelen citar los filósofos y dramaturgos griegos de la edad de oro: "Nunca digáis de alguien que fue feliz hasta que haya muerto".

diumenge, 18 d’octubre del 2009

Dos manifas.

La política se hace en las instituciones pero también en la calle. Es más, parte de su interés reside en el diálogo que a veces se entabla entre la calle y las instituciones. La técnica se descubrió durante la Revolución francesa y consistía en presionar a los diputados en sesión deliberante con algún tumulto callejero que se asomaba a las galerías de la Asamblea para recordar a los allí reunidos que la vida empezaba fuera. Desde entonces se han visto muchos casos muy ilustrativos de esta conflictiva relación y se ha escrito y reflexionado mucho acerca de qué sea lo más aceptable, lo más legítimo, lo más democrático: que las decisiones las tome el parlamento; que las tome la calle; que aquel escuche a ésta; que ésta apoye a aquel.

En un Estado democrático de derecho el Parlamento es la actualización del poder soberano del pueblo y, en cierto modo, soberano él mismo. Su función legislativa en régimen representativo (con participación, por tanto, de toda la ciudadanía) no admite más cortapisa que el principio de constitucionalidad. Su decisión en forma de ley es la voluntad general y demanda acatamiento. Es cierto que todos los sistemas representativos tienen defectos y, llegados al límite, algunos (por ejemplo, Rousseau) dicen que los parlamentos en realidad sólo falsean la voluntad popular. Pero hasta para eso es preciso respetar la legalidad. Si alguien está disconforme con lo que el Parlamento decide e, incluso, con la misma forma del Parlamento y quiere modificar la ley tiene que ganar unas elecciones, cambiar la mayoría parlamentaria y proceder en consecuencia. Chillar en la calle sirve de poco.

A su vez, ningún sistema democrático puede permitirse ignorar la opinión de la calle que opera bajo el principio asambleario de democracia directa, pero sin dejarse impresionar en demasía. Quienes se manifiestan con sus magáfonos y pancartas (tal el señor Aznar ayer, el mismo señor Aznar que llamaba con desprecio "pancarteros" a los socialistas que se manifestaban contra su gobierno hace unos años, o sea, el pancartero señor Aznar) suelen atribuirse la representación de la totalidad del cuerpo electoral y hablan alegremente en nombre de los presentes y de los ausentes. En el ambiente festivo de toda manifa no es difícil escuchar a alguien diciendo, por ejemplo, que "toda España" está en ese momento en la Plaza de la Cibeles o "toda Euskadi" en el Paseo de la Concha. Evidentes exageraciones que suelen ampararse en la oscuridad de los datos, la prestidigitación de las cifras, cosa también bastante inane porque hasta la más demesurada de las valoraciones es irrelevante en comparación con unos resultados electorales normalitos. Por ejemplo: dicen los organizadores de la marcha de ayer en contra del aborto en Madrid que hubo dos millones de personas. ¿Y qué? El voto al PSOE y al PP juntos suman diez veces más. Al PP, contrario a la nueva normativa del aborto lo votan unos diez millones de personas, así que también puede decirse que la manifa fue un rotundo fracaso porque faltaron ocho millones de votantes. Pero es que, según la nueva forma de calcular asistencias a manifas por ordenador, parece que a ésta antiabortista acudieron 63.000 personas. Enteco número para las hipérboles ideológicas de los participantes.

En todo caso, al margen de su cuantía, las manifas traen mensajes que es bueno escuchar porque aportan puntos de vista a los debates y permiten extraer conclusiones. En el caso de la llamada "pro vida" de Madrid, azuzada por la clerigalla y lo más retrógrado del PP y sus periodistas, el mensaje es claro: no a la reforma de la actual regulación del aborto y, si es posible, derogación de la normativa vigente que lo permite en condiciones muy lesivas para los derechos de las mujeres. O sea, no a los derechos de las mujeres, dicho en román paladino. Algo que luego el PP no se atreve a poner en práctica cuando gobierna con mayoría parlamentaria, como han comentado hasta la saciedad todos los políticos del PSOE. Es decir, el sentido de la manifa de la derecha de ayer no pasó de ser un paseo por un Madrid otoñal y acogedor de una minoría de esquizofrénicos exaltados que vociferan por las calles lo que no se atreven a proponer en sede parlamentaria. Y con los obispos en casa, mirando por la tele el resultado de su agitación. Un risa.

La manifa de San Sebastián, con el colorido frente nacionalista en pleno, desde el PNV hasta Batasuna protestaba por el encarcelamiento de los señores Otegi, Díez Usabiaga, Zabaleta, etc. Un día antes el inenarrable señor Egibar cuyo sentido de la lógica es siempre contrario a la lógica del sentido decía que quienes ordenaron la detención de tales presuntos delincuentes "no quieren acabar con ETA". De donde se deduce que quienes quieren acabar con ETA son los que se manifestaban ayer por Donosti, entre ellos presuntos colaboradores con la banda de asesinos del brazo de los señores del PNV. Conclusión del delirio egibariano: ETA quiere acabar con ETA. De nuevo hay aquí, además, una cuestión numérica y otra de fondo del mensaje. La numérica habla de "varios miles" de manifestantes, es decir, nada en un país con un censo electoral de 1.800.000 votantes. En cuanto al fondo del asunto y dicho con claridad, protestar contra la detención de quienes presuntamente estaban organizando un tinglado a las órdenes de ETA equivale a actuar a las órdenes de ETA cuyos pistoleros, como los obispos en Madrid, veían por televisión el resultado de sus desvelos.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

Demoliciones Gürtel.

Sigo pensando que el caso Gürtel se lleva por delante al PP tal como lo conocemos hoy. El sondeo de Público muestra que hay una mayoría de ciudadanos que cree que Camps debe dimitir. Como es lógico. Una vez demostrado que ha mentido, que no se paga sus trajes y que sí conoce y "quiere un huevo" al presunto delincuente El bigotes; que está al frente de un Gobierno en el que se ha producido un expolio de fondos públicos millonario a favor de la trama corrupta de Gürtel y en beneficio supuesto de cargos y políticos del PP, ¿qué otra salida tiene si no dimitir? Cada día que pasa esta desgracia pública al frente de la Generalitat se desprestigian más las instituciones democráticas y el principio de ciudadanía.

A su vez, el sondeo de Metroscopia para El País arroja resultados igualmente negativos para el PP. La tendencia en intención de voto comienza a invertirse. El 63 por ciento de los encuestados no cree que Rajoy tenga la autoridad suficiente para resolver la crisis, lo cual es obvio, vistos los resultados hasta la fecha.

Definitivamente, cuando se hagan públicos los dos tercios del sumario que aún son secretos de este partido no quedará piedra sobre piedra.


(La imagen es una foto de dalequetepego, bajo licencia de Creative Commons).

dissabte, 17 d’octubre del 2009

Garzón los encarcela a todos.

El doblete de la eficacia policial y las acertadas decisiones judiciales están llevando a ETA a un callejón sin salida. El reciente golpe del juez Garzón al entramado delictivo por antonomasia que hay en España y que no es el Gürtel sino el llamado Movimiento Vasco de Liberación Nacional, una criatura de ETA, ha descabezado el último intento de los terroristas por organizar e instrumentalizar a sus peones civiles en la política, en los medios y en otros quehaceres de la vida. Con ello se prueba una vez más el acierto de la teoría garzoniana de que ETA no es solamente ETA sino una red de asociaciones, organizaciones, contactos, personas por ella controladas, que la mantienen informada y financiada y se encargan de preparar sus fechorías y justificarlas después.

Tras la detención de los señores Otegi, Usabiaga et al. ha comenzado ya el tam-tam de la tribu nacionalista, desde los jelkides del PNV hasta Aralar hablando del estado de excepción en el País Vasco en donde están cercenados los derechos fundamentales y no se puede hacer "política" porque el aparato represivo del Estado español lo impide abusivamente. A estas jeremiadas hipócritas hacen coro diversas organizaciones de la izquierda española que, en asuntos del País Vasco, no saben literalmente por dónde sopla el viento y apoyan una causa cuyos protagonistas, en el caso improbable de su triunfo, lo primero que harían sería exterminarlas a sangre y fuego.

Léase el auto del juez Garzón y se verá que éste no encarcela a Otegi, Usabiaga, Zabaleta etc por hacer política o por ejercer sus derechos o por manifestar sus opiniones o por ser independentistas. Los encarcela por presunta integración en organización terrorista ya que los ha pillado in fraganti tratando de poner en pie otro invento de la banda armada para posibilitar su acción a través de las instituciones aglutinando a todo el nacionalismo radical bajo su esclarecida dirección de pistoleros, llamado esta vez Bateragune, una Comisión de Coordinación o Dirección de la Izquierda Abertzale cuyas funciones son las de siempre: facilitar, amparar, provisionar, financiar y legitimar la acción de los trroristas; todo, dice Garzón "dirigido y controlado por ETA". Al frente de este enésimo intento de volar las instituciones democráticas desde dentro infiltrando en ellas a los correveidiles de los pistoleros están, cómo no, los señores Otegi, Usabiaga, etc de quienes asegura el magistrado instructor que "ningún margen de independencia tienen los imputados componentes del BATERAGUNE respecto de ETA en la formulación de tales postulados o programas, lo cual lleva a concluir que tal proceso es dirigido por ETA desde el principio hasta el final."

O sea que el señor Otegi y compañía no van a pasar otra temprada a la sombra por hacer política o querer ejercer sus derechos sino por colaborar con unos asesinos, por ser sus instrumentos y cómplices.

Lo demás son monsergas para engañar a la opinión pública internacional y a los izquierdistas españoles a los que, además, quienes diseñan esta estrategia, en el fondo, desprecian.



(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

El curita no tiene salvación.

La rueda de prensa del señor Rajoy hace dos días no ha servido para nada. En ella se quiso justificar la arbitrariedad de destituir al señor Costa por algo de lo que es responsable directo su jefe, el señor Camps. Pero sólo se consiguió mostrar un abanico de miserias, incompetencias y mala baba. El señor Rajoy sigue sin mandar nada y su contundencia es simulada, vicaria, la que le deja exhibir el auténtico muñidor de esta disparatada estrategia de resistencia que es el señor Camps. Los medios más inteligentes al servicio del PP, por ejemplo El Mundo subrayan la abyecta condición del presidente de la Generalitat que sacrifica a sus peones con tal de salvar su trasero. Igual que lo decía Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Hay una coincidencia general en ir descubriendo lo que Palinuro lleva meses diciendo: por debajo de sus formas empalagosas, el señor Camps muestra un morro que se lo pisa y una determinación pétrea de hacer lo que le venga en gana sin que la dirección nacional de su partido pueda atajarlo. Tiene coordinada su estrategia defensiva con otro presunto delincuente, el señor Fabra, y su resistencia es numantina. Hasta el presidente de honor del PP pone en cuestión su honorabilidad sin que en el feudo gurteliano por excelencia nadie se dé por advertido. De forma que, al santificar esta situación, la presidencia del PP que no hace otra cosa que el ridículo, está uncida a los inevitablemente aciagos destinos de esa manga de supuestos corruptos que campea en Valencia.

Porque quedan dos tercios del sumario del Gürtel por desvelar y lo que se sigue sabiendo del tercio público es demoledor. Según informaciones de El País que tiene una mina, en el doble sentido del término, en el famoso informe de la policía la visita del Papa a Valencia dio pie a una ceremonia del latrocinio generalizado. Habiéndolo preparado todo con sumo cuidado don Vito Pastuqui se levantó más de tres millones de euros de los contribuyentes españoles merced a la complicidad de las autoridades que luego repartió entre sus cómplices. Su santidad sirvió para que unos sinvergüenzas siguieran forrándose mientras el principal responsable político de la Comunidad, el que quiere un huevo al presunto jefe provincial de la trama y tiene algo con él que "es muy bonito", asistía a los actos con gesto piadoso y compungido, tratando de ganarse la gracia de Dios mientras, al parecer, esquilmaba a sus criaturas.

Salir en defensa de semejante sujeto, dejarlo al frente de los destinos de la Comunidad valenciana (de cuyo gobierno hace ya meses que no se ocupa al estar concentrado en sus incidencias procesales) exonerarlo mediante una represalia injusta sobre un subordinado ha sido probablemente el mayor acto de inmoralidad, cobardía e inutilidad política de los últimos tiempos.

Porque al señor Camps no lo salvan la paz ni la caridad.

(La imagen es una foto de Invattur, bajo licencia de Creative Commons).

divendres, 16 d’octubre del 2009

Gurtelados hasta las cejas.

El patrimonio entero de los miembros del Gobierno, que se hizo público ayer, se lo ventila don Vito Pastuqui organizando un par de chorizadas, también llamados actos y en cursi eventos, para que la señora Aguirre luzca palmito de marquesa chulapa inaugurando tramos, firmando acuerdos, otorgando subvenciones, premios y otras mercedes, siempre que no le caigan a la asociación de víctimas de la señora Manjón que, por ser ésta roja, sus víctimas son menos víctimas. Los cuarenta mil euríviris de la ministra Aído son la cuadragésima quinta parte de la fianza que el juez ha impuesto al Albondiguilla, hasta ayer próspero alcalde de Boadilla del Monte y desde ayer presunto ladrón desorejado. Gobierno de pobretes.

Lo más divertido de los episodios gurtelianos es la enorme, la sideral distancia, la vertiginosa dsproporción que hay entre los datos de la cruda realidad según van conociéndose, y las respuestas que suscita en las personas e instituciones encargadas de darlas.

La rueda de prensa del señor Rajoy ayer fue un monumento al desatino y un ejercicio prodigioso de marrullería, confusión, impertinencia, sinvergonzonería y simple estolidez. No hay razón específica para la destitución del señor Costa sino el hecho de que se le exige un "plus" de responsabilidad que el compareciente no pudo concretar pero sí dejó claro que no reza con el presidente de la Comunidad, el Curita; ejemplo clamoroso de empleo no ya de dos varas de medir sino de dos sistemas métricos diferentes, uno en pulgadas y el otro en vatios.

Así como la señora Thatcher -musa sarmentosa de estos esquejes neocons- decía que "la sociedad no existe", queriendo señalar que sólo hay individuos, su desaventajado discípulo afirma que la trama no existe sino un puñado de individuos que nada tiene que ver con el PP pero trata de aprovecharse de él. Vaya, Luis "el Cabrón", el Albondiguilla, el alcalde del Jaguar, los tres diputados de la Comunidad de Madrid que se forraron presuntamente en el despiece de contratos públicos, el Costa de las amistades peligrosas, el Curita de los amorosos huevos, todas estas joyas no tienen nada que ver con el PP; pasaban por allí y el céfiro les llenó las faltriqueras de gürteles contantes y sonantes.

No existe una trama Gürtel, sino una campaña de infamias del gobierno socialista con evidente intención de desprestigiar al PP. Esto veinticuatro horas antes de que se sepa que la tropa de (presuntos) chorizos, todos ellos católicos de misa y olla, sobre todo olla, se forró robando en los presupuestos de la visita del Papa a Valencia y que lo hizo con la precisión de una maquinaria compleja perfectamente trabada, un ejemplo de delincuencia organizada con emisarios, testaferros, empresas tapaderas, empresas lanzaderas, contratas, subcontratas, comisiones y lluvia de fastuosos regalos a los cargos públicos del PP que, claro es, no eran cargos, ni públicos ni del PP sino agentes de Rubalcaba.

Fraga interviene diciendo del Curita lo que todo el país piensa y el señor Fabra V de Castellón le recomienda que se retire; él, cuya familia de caciques ya debió retirarse después de la segunda guerra carlista.

La cumbre de la rueda de prensa comentada, el momento que frisa la genialidad es cuando el señor Rajoy dice del Curita: A mí no me ha mentido. Medítese bien en el alcance de esta insólita expresión. ¿Cuál será su significado? Veamos:

  • ¿Quiere decir que a los demás sí les ha mentido pero eso no parece grave al señor registrador de la propiedad?
  • Si no le ha mentido, se entiende que le ha dicho la verdad?

  • Tratándose de un mentiroso profesional como el Curita, ¿cómo lo sabe?
  • ¿Por qué no la cuenta él? ¿No se puede? ¿Por qué no se la cuenta a la policía?
  • ¿Cuál es la verdad y a cuál verdad se refiere?
  • ¿Al pago de los trajes?
  • ¿A la amistad con el Bigotes?
  • ¿A las adjudicaciones con contratos en fraude de ley?
  • ¿A la gurtelización de la visita del Papa?

El fin de la esperanza.

La peli de Amenábar está muy bien y es justo que tenga mucho éxito de crítica y taquilla porque es un trabajo bien conseguido. Es vistoso, ágil, tiene encanto, audacia y la historia está estupendamente contada. Con ella parece consagrar un cambio general de estilo. Si en las primeras pelis que hizo, Tesis , Abre los ojos o Los otros se movía en un terreno de ficción propia, con Mar adentro parece entrar en el territorio más documental de la historia verídica que ahora se corrobora con esta Ágora. Que no sólo está bien contada, sino también interpretada y eso es lo que, a mi juicio, más engancha al espectador, esto es, que no hay un vano intento de encontrar algún tipo de objetividad o de neutralidad sino que el director propone una versión de los hechos, la suya, en un par de asuntos controvertidos que son los dos ejes de la peli: la historia de Hipatia, filósofa, astrónoma, matemática y, en torno a ella, el fin del helenismo y el próximo hundimiento del imperio romano coincidente con el ascenso del cristianismo a religión del Estado.

En cuanto a Hipatia, muy bien interpretada por Rachel Weisz, Amenábar estiliza la figura, despojándola de sus adherencias filosóficas plotinianas más complejas para dejarla reducida a la mujer erudita, quintaesencia del sabio equilibrio de la tradición griega, sola frente a la barbarie machista, oscurantista del fanatismo cristiano. Hipatia simboliza la decidida voluntad de la Iglesia de terminar para siempre con la tímida emancipación femenina que trajo el helenismo y la época helenística. Las mujeres deben pasar la vida en silencio, sometidas al superior juicio de los hombres. Y a fe que lo consiguió pues únicamente a partir de mediados del siglo XIX se ha comenzado a cuestionar esta odiosa práctica.

Los estudiosos y especialistas no se ponen de acuerdo acerca de quién mató brutalmente a Hipatia con la intención evidente de que fuera una muerte intimidatoria para las demás mujeres. Es probable que se tratara de zelotes cristianos que entonces (y hoy) abundaban y no es descartable que lo hicieran gentes del obispo Cirilo de Alejandría. Es la versión que da Amenábar.

Ello conduce al segundo aspecto, el de la interpretación del momento histórico. Es cierto que, al ascender a religión del Estado en el Imperio el cristianismo mostró la faz de intolerancia, persecución y fanatismo que lleva en su fibra interna, especialmente la paulina, frente a la otra tradición más puramente de la tradición evangélica, pero creo que es exagerado atribuir a los cristianos el hundimiento de la civilización helenística (en último término, del mundo romano) y, desde luego, el concreto de Alejandría. La crisis del imperio tuvo causas muy complejas y el ascenso del cristianismo -más efecto que causa del momento- un factor más en el rompecabezas pero en modo alguno el decisivo. Creo que es una concesión taquillera de Amenábar a la convicción general de la función anticivilizatoria de la Iglesia cristiana. Y en el caso concreto de Alejandría, la cuestión está fuera de duda. Cuando los sectarios cristianos ocupan el Serapeón alejandrino, la biblioteca y la propia ciudad llevaban ya mucho tiempo en crisis y en situación agónica. Su asalto es un episodio más de una larga cadena de desgracias. Que yo sepa, el fin de la biblioteca empezó con el incendio accidental en tiempo de Julio César y su episodio final, el golpe último que la cierra, fue la invasión árabe del siglo VII.

Salva esta pequeña objeción, la película es una delicia para los ojos y una reflexión melancólica sobre la barbarie y la intolerancia humana y, más que humana, masculina.

dijous, 15 d’octubre del 2009

Zapatero internacional.

La visita del presidente del Gobierno a la Casa Blanca para sacarse la espina de los años de dique seco del señor Bush y cumplir el rito transatlántico de los gobernantes europeos, pasó sin mucha pena ni gloria, ensombrecida informativamente por los reverberos valencianos de la Gürtel. Incluso con más pena que gloria, al menos para quienes llevamos muy mal que nuestros mandatarios, fiel reflejo de la proverbial torpeza idiomática de nuestro pueblo, no hablen otra lengua que la que destrozan a diario, teniéndola por propia. El divertido episodio de la rueda de prensa con el señor Obama largando como una ametralladora y recordando luego que había allí "alguien que no habla inglés" pone de relieve la soltura con que el presidente gringo maneja los escenarios y la torpe figura del nuestro, obligado a poner caras de circunstancias por ser incapaz de entender y expresarse en la lengua franca contemporánea.

La ignorancia del inglés, dicho sea para terminar, no sólo muestra una lamentable carencia educativa sino que, con más de cinco años en La Moncloa (y algunos más, imagino, preparándose para entrar en ella) es prueba de una intolerable holgazanería porque en un lustro o más hay tiempo de sobra para aprender la lengua con la pedagogía y el estudio adecuados que debieran ser obligatorios para todo presidente del Gobierno de España ignorante del inglés.

Lo bueno, sin embargo, vendría después. Pasada la investidura gringa, el señor Rodríguez Zapatero ha emprendido una gira por Oriente próximo que es la que verdaderamente le da cierto empaque como estadista occidental y tiene impacto en la opinión pública española. Porque la cosa no consiste simplemente en llegar a Washington a que el presidente de turno te ponga la mano en el antebrazo o te deje subir las pezuñas a la mesa, según la extremidad que mejor manejes, sino en hacerte presente en las zonas conflictivas del mundo con propuestas nítidas y hablando en nombre propio, con la autoridad añadida que da el fungir como embajador oficioso de la Casa Blanca, cosa que los musulmanes suelen ver con buenos ojos. En Damasco se ha actualizado la consigna de la alianza de las civilizaciones, uno de los puntos de coincidencia entre los señores Obama y Rodríguez Zapatero, y se ha comprobado que España tiene peso incluso allí en donde, por los equilibrios internacionales, no ha vuelto a estar presente desde los tiempos de la Conferencia de Madrid, de cuando el infame felipismo.

Me alegro mucho de que La Moncloa haya recuperado el protagonismo informativo con este hábil doblete de Washington a Damasco, pero me malicio que, al no ser lo exterior pieza codiciada en la montería opinativa nacional, tras algún comentario proforma de la gira por tierras agarenas, el cotorreo doméstico retornará a la cremá valenciana que trae el suculento añadido de la imputación del señor Matas, actualmente ejerciente in partibus.

Sólo hay un silencio que aun me parece más halagüeño y me invita a pensar en que vamos por muy buena senda: el que se ha hecho sobre la llegada a los juzgados de Madrid del señor Otegi y su tropa de hirsutos vascones a declarar por su presunta connivencia con el terrorismo. Normalidad democrática.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

Contundencia de líder.

Como si hubiera leído a Palinuro ayer y para evitar ser el hazmerreír de los mentideros nacionales, el señor Rajoy decidió actuar con contundencia, como si no fuera él mismo, y forzar la destitución del señor Costa, poniendo fin a las marrullerías, ficciones y embustes del Curita que había ido liándose en su deseo de dar gusto a todos y quedar por encima de la contienda: acatar la decisión de la dirección nacional sin hacerlo del todo, destituir a su segundo aquí "temporalmente" y mantenerlo allí sempiternamente y conseguir el respaldo del bastión del caciquismo tradicionalista del señor Fabra.

"Ahora ya sabe el país quién manda en el PP", dicen las crónicas que dejó oír el señor Rajoy cuando, entre risas de unos y lágrimas de otros, se produjo la sustitución del señor Costa en su doble condición de secretario y portavoz por un negacionista y otro que no quiere ocupar el puesto del destituido.

Lo que no está claro es si el señor Rajoy intuye la que se avecina en su partido ahora que ya se sabe que el señor Costa se va por algo en lo que quien ha ejecutado su marcha, el señor Camps, es consumado maestro: las amistades peligrosas de la Gürtel, las vergonzantes relaciones con el Bigotes. Porque si hasta ayer el PP de Valencia mostraba la unidad de un puño cerrado como el del Cid en torno al Curita, la decision de Génova ha cuarteado el mapa e introducido agravios en las filas conservadoras valencianas en donde hasta la señora Barberá duda del papel que le toca representar en la pieza. Los mismísimos aliados del señor Camps empiezan a vacilar al ver que su jefe pierde en el enfrentamiento con la dirección nacional y queda, como dicen, "tocado". Cunden los escrúpulos acerca de la sabiduría de seguir en el mismo barco que el Curita. Y no hay nada más peligroso que un político con escrúpulos. Sobre todo cuando en torno merodea la sombra del señor Zaplana y sus planes de venganza.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

dimecres, 14 d’octubre del 2009

La fronda conservadora.

Hay quien cree que exagero cuando digo que el Gürtel se lleva por delante al PP. Sin embargo es dudoso que el partido pueda aguantar indemne un par de repeticiones de la comedia de los enredos que se desplegó ayer a cuenta de lo que iba a ser la destitución ejemplarizante del pisaverde señor Costa y se convirtió en un acto de resistencia numantina a dejar el cargo con la anuencia ambigua del Curita. De éste supongo que la dirección nacional del Partido no sabe a ciencia cierta si va o viene, si deja caer del todo al señor Costa o lo mantiene en un sitio pero le da puerta en otro.

En resumen, la autoridad del señor Rajoy para poner orden en las filiales autonómicas de su partido es inexistente. Por más comunicados que broten de la sede en la calle Génova, la realidad es la que fabrican los órganos territoriales y estos tienen vida propia. Ya sucedió la primera vez que aquella hizo amago de intervenir en un conflicto, poniendo en marcha una investigación sobre los presuntos espionajes en la Comunidad de Madrid y la señora Aguirre le arrebató la iniciativa de las manos con una comisión parlamentaria de investigación que hizo lo que ella quiso, es decir, nada; pero neutralizó la acción de la dirección nacional del Partido. Más o menos el mismo procedimiento que ha aplicado ahora la organización de la Comunidad Autónoma valenciana.

Resultado a todos los efectos: las organizaciones autonómicas del PP son feudos en los que no rige la autoridad de la sede central, lo que quiere decir que la organización está batida por vientos de fronda que nunca han sido buenos para proyecto nacional alguno.

Luego, estos feudos, baronías o satrapías diversas son lugares en los que se ventilan querellas internas a veces tan complejas y difíciles como las que los enfrentan con la organización nacional. No está nada claro que el Albondiguilla, a quien ayer se aplicó un despido sin finiquito tan perenterio como el que se quiso practicar en Valencia sin conseguirlo, acepte disciplinadamente su destino y se mantenga en silencio, sin airear los mil y un escándalos que forman la trama misma de la Comunidad de Madrid en donde, además de don Vito Pastuqui, han campado por sus extraños fueros los mecenas de la misteriosa fundación Fundescam acerca de la que nadie se digna dar explicación alguna aunque parece haber canalizado cientos de miles de euros para lograr la elección de la señora Aguirre, y un pintoresco servicio de inteligencia como de la T.I.A. que ha venido espiando a los adversarios del propio partido con fines de coacción que son fáciles de imaginar.

En estas circunstancias, con todas sus energías dedicadas a recomponer los destrozos de las peleas internas, el PP, al que ya le han fracasado estrepitosamente todas las estrategias que ha puesto en marcha para neutralizar los efectos del proceso Gürtel, carece de margen de maniobra para enfrentarse a las posibles consecuencias negativas de posteriores revelaciones del caso. No es preciso decir que, si no puede reaccionar a los estímulos internos, los externos es como si no existieran. El día de ayer trajo dos novedades de calado para la política nacional: la visita del señor Rodríguez Zapatero a la Casa Blanca y la detención de los soliti ignoti de Batasuna que no se sabe si estaban de verdad tratando de recomponer la organización por órdenes de ETA o simplemente sirviendo carne de cañón para sustituir con su presencia martirológica en las cárceles del "Estado español" la ausencia de acción directa de una organización que se deshace a ojos vistas como el hielo en la acera al sol en una tarde de verano. Acerca de ninguna tuvo el PP nada interesante que decir.

El PP no está ya para nada que no sea reaccionar a sus retortijones internos a consecuencia de la trama Gürtel. Está impedido de hacer oposición. Y un partido de oposición que no hace oposición es como si no existiera. Este es el momento de inflexión de las encuestas. Me juego algo a que en el próximo sondeo, si no está cocinado por el propio PP, las expectativas electorales de éste se hunden. Y, si tal cosa sucede, el señor Rajoy tendrá los días contados.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

Mirar y no ver.

La fundación Mapfre ha abierto una exposición temática sobre retratos en pintura en la sala que tiene en el Paseo de Recoletos. El asunto es atractivo porque el retrato es uno de los subgéneros de la pintura que ofrece más posibilidades desde cualquier punto de vista. El retrato admite todo, todos los estilos, todos los planteamientos, es documento de época y cabe plantearlo con intención trascendental (basta con pensar en los retratos póstumos, tan de moda en el Renacimiento), es ejercicio de interpretación psicológica, creando una relación compleja entre el retratista y el retratado o son fascinantes ejemplos de análisis introspectivo. Los autorretratos son retratos que viven en un mundo especial. En los retratos aparecen personas, modas, creencias, religiones, situación social, la historia en su tumulto. Son miradas que devuelven miradas en las que nosotros nos instalamos de modo vicario cuando pasamos por delante intercambiando información pasajeramente; vida por muerte. No conozco experiencia más metafísicamente vertiginosa que situarse ante Las meninas que no son otra cosa que un monumento al retrato y al autorretrato conjuntamente, e intentar comprenderlas.

La exposición de Mapfre, sin embargo, tiene un defecto de nacimiento que le resta gran parte de su valor pues, lejos de responder a la forma de exposición temática (que supone búsqueda por museos, colecciones, galerías y acumulación siguiendo un criterio que es el hilo conductor de la exhibición) no es otra cosa que la traslación a España de la galería de retratos del Museo de Arte de Sao Paulo (MASP) tal como allí está y que, como todas las colecciones de museos, se ha hecho siguiendo el único criterio de la posibilidad, la ocasión y el azar. Ciertamente, lo que se exhibe tiene mérito y la galería del MASP es muy apreciable porque son unas treinta obras de grandes artistas, desde Tiziano Vecelio a Picasso, pasando por Van Dyck, Velázquez, Frans Hals, etc pero casi todas, con alguna excepción, son obras menores. Algunas muy conocidas, como el retrato del Conde Duque y otras mucho menos como una curiosa obra de Raeburn. Pero en eso acaba el misterio de la exposición: en que son los retratos que hay en un Museo de Sao Paulo. No hay más hilo conductor entre ellos. La división que hace el comisariado entre "retrato solemne" y los retratos de la pintura de los siglos XIX y XX (que podríamos llamar "de mercado") es cuestionable, como todas las clasificaciones artísticas. Los siglos XVI y XVII vieron, en efecto, mucha retratística ceremonial, representativa, solemne, ciertamente, desde el Carlos V en Muhlberg hasta los de Carlos I de Inglaterra por Van Dyck, pero también vieron el surgimiento del retrato burgués, los banqueros y comerciantes que se hacían representar solos o con sus esposas en cuadros de pequeño tamaño para que cupieran en viviendas de proporciones menores que las de los palacios.

En fin, nada ilustra más sobre los apuros para justificar como temática esta exposición que el intento del comisariado de hacer pasar como retrato una interpretación de Ingres de un famoso episodio del Orlando furioso, aquel en el que Rogelio rescata a Angélica ofrecida en manjar encadenado a la Orca. Si una cosa no puede ser el retrato es imaginario.