Este comentario también podría titularse "A buenas horas, mangas verdes". Resulta que, según comunica con su cómica seriedad habitual el diario Gara, los de Batasuna andan en un proceso de reconsideración interna de estrategia y de autocrítica porque, al parecer, han caído por fin en la cuenta (o dicen que han caído pues con estos embusteros compulsivos toda precaución es poca) en que su tozuda actitud de invocar mantras democráticos manteniendo su supeditación y mensajería de los pistoleros no les ha reportado nada bueno sino, antes al contrario, desgracias, represión y, en último término, desprestigio y creciente irrelevancia social.
Por supuesto el periódico presenta la noticia como si el proceso de revision batasuno fuera, en parte, obra de la esclarecida mesa recientemente encarcelada por el juez Garzón y como prueba de que la decisión de encarcelarla obedece a la intención del gobierno español de torpedear el giro democrático de la izquierda abertzale y fabricarse así coartadas para seguir reprimiendo al sufrido pueblo vasco.
De forma que la noticia según la cual el último menda detenido por los gabachos en Francia armado hasta los dientes y en un coche robado, miembro de la dirección de ETA, el tal Aitor Elizaran, pudiera ser el hombre de ETA en Batasuna, el comisario político de la izquierda abertzale y el mentor ideológico del señor Otegi, forma parte de la estrategia represiva del Estado español y es una maquinación más del ministro Rubalputin, empeñado en acabar con ETA como, por otro lado, es su deber.
Todo eso está muy bien y es muy audaz, revolucionario y perspicaz pero pasa por alto un hecho obvio, evidente, palmario para todo el mundo excepto para los genios de Gara y de la "izquierda abertzale": que si el giro actual de revisión y autocrítica de Batasuna es cierto, entonces el mitin de Anoeta no lo era.
Pero, en definitiva, da ya igual porque el crédito que a estas alturas del cómputo de barbarie y muerte merece esta pandilla de correveidiles descerebrados es de cero. Dicho en otros términos y para que lo entiendan hasta los de Gara y sus lectores: no se trata solamente de que ya no puedan vender su paso a la política democrática como una concesión o victoria por la que habría que premiarlos sino de que, aunque vayan a votar disciplinada y pacíficamente y repudien en público lo que hasta ayer aplaudían en sus reuniones internas, nadie va a creerlos. Yo, desde luego, no.
Batasuna está muerta y es cosa del pasado. Si los amigos de los terroristas quieren hacer política tendrán que buscar otro nombre, otros dirigentes, otras ideas, otro discurso... y otros amigos.
(La imagen es una foto de Brocco Lee, bajo licencia de Creative Commons).
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