La visita del presidente del Gobierno a la Casa Blanca para sacarse la espina de los años de dique seco del señor Bush y cumplir el rito transatlántico de los gobernantes europeos, pasó sin mucha pena ni gloria, ensombrecida informativamente por los reverberos valencianos de la Gürtel. Incluso con más pena que gloria, al menos para quienes llevamos muy mal que nuestros mandatarios, fiel reflejo de la proverbial torpeza idiomática de nuestro pueblo, no hablen otra lengua que la que destrozan a diario, teniéndola por propia. El divertido episodio de la rueda de prensa con el señor Obama largando como una ametralladora y recordando luego que había allí "alguien que no habla inglés" pone de relieve la soltura con que el presidente gringo maneja los escenarios y la torpe figura del nuestro, obligado a poner caras de circunstancias por ser incapaz de entender y expresarse en la lengua franca contemporánea.
La ignorancia del inglés, dicho sea para terminar, no sólo muestra una lamentable carencia educativa sino que, con más de cinco años en La Moncloa (y algunos más, imagino, preparándose para entrar en ella) es prueba de una intolerable holgazanería porque en un lustro o más hay tiempo de sobra para aprender la lengua con la pedagogía y el estudio adecuados que debieran ser obligatorios para todo presidente del Gobierno de España ignorante del inglés.
Lo bueno, sin embargo, vendría después. Pasada la investidura gringa, el señor Rodríguez Zapatero ha emprendido una gira por Oriente próximo que es la que verdaderamente le da cierto empaque como estadista occidental y tiene impacto en la opinión pública española. Porque la cosa no consiste simplemente en llegar a Washington a que el presidente de turno te ponga la mano en el antebrazo o te deje subir las pezuñas a la mesa, según la extremidad que mejor manejes, sino en hacerte presente en las zonas conflictivas del mundo con propuestas nítidas y hablando en nombre propio, con la autoridad añadida que da el fungir como embajador oficioso de la Casa Blanca, cosa que los musulmanes suelen ver con buenos ojos. En Damasco se ha actualizado la consigna de la alianza de las civilizaciones, uno de los puntos de coincidencia entre los señores Obama y Rodríguez Zapatero, y se ha comprobado que España tiene peso incluso allí en donde, por los equilibrios internacionales, no ha vuelto a estar presente desde los tiempos de la Conferencia de Madrid, de cuando el infame felipismo.
Me alegro mucho de que La Moncloa haya recuperado el protagonismo informativo con este hábil doblete de Washington a Damasco, pero me malicio que, al no ser lo exterior pieza codiciada en la montería opinativa nacional, tras algún comentario proforma de la gira por tierras agarenas, el cotorreo doméstico retornará a la cremá valenciana que trae el suculento añadido de la imputación del señor Matas, actualmente ejerciente in partibus.
Sólo hay un silencio que aun me parece más halagüeño y me invita a pensar en que vamos por muy buena senda: el que se ha hecho sobre la llegada a los juzgados de Madrid del señor Otegi y su tropa de hirsutos vascones a declarar por su presunta connivencia con el terrorismo. Normalidad democrática.
(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).