dissabte, 17 d’octubre del 2009

El curita no tiene salvación.

La rueda de prensa del señor Rajoy hace dos días no ha servido para nada. En ella se quiso justificar la arbitrariedad de destituir al señor Costa por algo de lo que es responsable directo su jefe, el señor Camps. Pero sólo se consiguió mostrar un abanico de miserias, incompetencias y mala baba. El señor Rajoy sigue sin mandar nada y su contundencia es simulada, vicaria, la que le deja exhibir el auténtico muñidor de esta disparatada estrategia de resistencia que es el señor Camps. Los medios más inteligentes al servicio del PP, por ejemplo El Mundo subrayan la abyecta condición del presidente de la Generalitat que sacrifica a sus peones con tal de salvar su trasero. Igual que lo decía Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Hay una coincidencia general en ir descubriendo lo que Palinuro lleva meses diciendo: por debajo de sus formas empalagosas, el señor Camps muestra un morro que se lo pisa y una determinación pétrea de hacer lo que le venga en gana sin que la dirección nacional de su partido pueda atajarlo. Tiene coordinada su estrategia defensiva con otro presunto delincuente, el señor Fabra, y su resistencia es numantina. Hasta el presidente de honor del PP pone en cuestión su honorabilidad sin que en el feudo gurteliano por excelencia nadie se dé por advertido. De forma que, al santificar esta situación, la presidencia del PP que no hace otra cosa que el ridículo, está uncida a los inevitablemente aciagos destinos de esa manga de supuestos corruptos que campea en Valencia.

Porque quedan dos tercios del sumario del Gürtel por desvelar y lo que se sigue sabiendo del tercio público es demoledor. Según informaciones de El País que tiene una mina, en el doble sentido del término, en el famoso informe de la policía la visita del Papa a Valencia dio pie a una ceremonia del latrocinio generalizado. Habiéndolo preparado todo con sumo cuidado don Vito Pastuqui se levantó más de tres millones de euros de los contribuyentes españoles merced a la complicidad de las autoridades que luego repartió entre sus cómplices. Su santidad sirvió para que unos sinvergüenzas siguieran forrándose mientras el principal responsable político de la Comunidad, el que quiere un huevo al presunto jefe provincial de la trama y tiene algo con él que "es muy bonito", asistía a los actos con gesto piadoso y compungido, tratando de ganarse la gracia de Dios mientras, al parecer, esquilmaba a sus criaturas.

Salir en defensa de semejante sujeto, dejarlo al frente de los destinos de la Comunidad valenciana (de cuyo gobierno hace ya meses que no se ocupa al estar concentrado en sus incidencias procesales) exonerarlo mediante una represalia injusta sobre un subordinado ha sido probablemente el mayor acto de inmoralidad, cobardía e inutilidad política de los últimos tiempos.

Porque al señor Camps no lo salvan la paz ni la caridad.

(La imagen es una foto de Invattur, bajo licencia de Creative Commons).