dijous, 5 de novembre del 2009

Caín juzga a Dios.

Parece que la última novela de Saramago está levantando ronchas entre los clérigos católicos y, por medio de ellos, en la grey. Vienen a añadirse éstas a las movilizaciones que ya están teniendo lugar en contra de la peli de Amenábar Ágora. Según parece en alguna sala de proyección ésta está garantizada por la presencia de un pequeño contingente policial con un vehículo blindado. Estamos en una sociedad democrática, sí señor, en donde la policía se cuida de proteger el ejercicio de derechos como la libertad de expresión. Si por los católicos fuera el señor Amenábar se iba a meter la peli por donde le cupiera y el señor Saramago a lo mejor tenía que comerse su libro (José Saramago Caín, Madrid, Alfaguara, 2009, 189 págs) página por página.

Tenemos la inmensa suerte de vivir en sociedades occidentales europeas, las más avanzadas del mundo que son laicas y tolerantes y en las que hay libertad de culto. Los católicos conviven con otras religiones a las que toleran no porque la suya sea una religión tolerante (ninguna lo es) sino porque los no católicos los hemos obligado a civilizarse, que nuestro trabajo nos ha costado. Si se baja la guardia, vuelven a las andadas, las quemadas y las torturadas. Para ejemplo, vamos a ver la que se monta con esta última historia de los crucifijos en las escuelas. Otro ejemplo y no en el futuro sino en el estricto presente de qué sucede allí donde la Iglesia católica conserva mayor poder de presión: trate alguien de abortar en cualquier parte de América Latina, bolivariana o no bolivariana, y verá lo que es bueno

De todas formas estamos mejor que en otras partes del planeta. Libros como Caín o películas como Ágora que cuestionan abiertamente la autoimagen de la iglesia establecida son simplemente imposibles en cualquier punto del mundo musulmán. De inmediato, algún cura, Imam, mago o sacerdote, de los que reinan de modo totalitario en el espíritu de las gentes, dictaría una fatwa que haría la vida imposible al artista responsable pues convertiría a cualquier creyente en un asesino potencial, en una bomba de relojería.

En el caso de Saramago, además, se trata de reincidencia y contumacia. Ya su Evangelio según Jesucristo proponía una interpretación de Cristo de la que la Iglesia y otros sepulcros blanqueados abominan. Aprovechando los difusos contornos de la figura histórica de Jesús, Saramago lo convierte en el primero de unos como siete o nueve hermanos hijo, sí, del carpintero José pero al que (al carpintero) hace morir premonitoriamente en la cruz a los treinta y tres años. Jesús vive en alegre, feliz y muy enamorado concubinato con María de Magdala y, como éstas otras numerosas interpretaciones saramaguescas que ponen de los nervios a la Iglesia. Pero el punto fuerte de la visión del novelista es de más calado, de alcance teológico y metafísico, tanto en el Evangelio como en Caín y en ambos casos hace referencia a un aspecto que la doctrina oficial ha olvidado, abandonado, pero tiene un trasfondo destructivo en la teodicea cristiana: se refiere al trato que reciben los niños. En El evangelio según Jesucristo José vive atormentado por la idea de que es cómplice en la muerte de los inocentes decretada por Herodes y tolerada por Dios puesto que, sabiendo que iba a suceder, aprovechó para poner a buen recaudo a los suyos sin cuidarse de los demás. El tormento toma la forma de una pesadilla recurrente que no le deja vivir y que, a la postre acaba con él. Su hijo Jesús hereda la culpa, la pesadilla, la angustia y sus relaciones con su Padre vienen determinadas por ella hasta que es su vida misma la que se convierte en un juicio a Dios. ¿Qué Dios es éste que ordena a un padre, Abraham, sacrificar a su hijo inocente? ¿Qué Dios que quiere la vida de su propio hijo, Jesús?

En Caín, Saramago ha perfeccionado este punto de vista, esta crítica a la maldad intrínseca de Dios y la documenta a lo largo de toda la obra. Caín culpa al creador de la muerte de Abel y no indirectamente, como suelen hacer quienes objetan en puntos de dogma teológico con el interminable asunto de por qué Dios que todo lo sabe, que sabe lo que va a pasar, tolera el mal. Lo culpa también directamente por cuanto ¿qué le costaba admitir sus sacrificios en lugar de rechazarlos? Con esa muestra de arbitrariedad, Dios carga con la culpa de la muerte de Abel.

El resto de la historia es una fantasía acerca del errar de Caín por la tierra tras la muerte de su hermano a la que le condena el Señor pero de la que el Libro no dice nada. Saramago imagina que, por unas u otras vías, Caín está presente en otros momentos posteriores del Pentateuco u otros libros del Antiguo Testamento: la torre de Babel, el becerro de oro, la guerra contra los madianitas, las victorias de Josué y la toma de Jericó, el arca de Noé, las tentaciones de Job, y todo para demostrar siempre lo mismo: el Dios de los judíos, el Dios de los cristianos, es malo, cruel, injusto y su dualidad con el diablo más parece la del ego con el alter ego. En el Evangelio, Cristo pasa cuatro años de aprendizaje de pastor... con el diablo y el pacto que sella con su padre sobre lo que pasará con él en la tierra tiene como testigo a Satanás al que el propio Dios gana en maldad. En Caín pasa algo parecido. Al fin y al cabo es lo que cuenta la Biblia misma en el Libro de Job: las tentaciones de éste no son otra cosa que el resultado de una apuesta entre el diablo y el buen Dios que así se divierte. Todos los episodios en que lo que queda claro es la maldad de Dios los saca Saramago al pie de la letra de los libros y en ellos los rastreamos: los tres mil muertos sin culpa del becerro de oro, Ex., 32-44; el exterminio de mujeres y niños madianitas en Num., 31, 16-17; las cuestiones (por lo demás divertidas) sobre si es el sol el que se para o la tierra en la batalla de Josué, Ios., 7, etc. De ahí que, al narrar el episodio de Babel, el hebreo al que encuentra allí Caín concluye su relato: "La historia de los hombres es la historia de sus desencuentros con dios, ni él nos entiende a nosotros ni nosotros lo entendemos a él". (p. 98). Y el punto crucial, el que emparenta a Caín con El evangelio... es la prueba del nueve de la maldad divina: los niños inocentes. Se lo dice Caín a Abraham cuando los dos hablan de Sodoma y Gomorra y cómo Dios acabó con los pecadores de ambas ciudades. Dice Caín: "Pienso que había inocentes en sodoma y en las otras ciudades que fueron quemadas". Responde Abraham: "Si los hubiera, el señor habría cumplido la promesa que me hizo de salvarles la vida." Caín: "Los niños, los niños eran inocentes." "'Dios mío', murmuró Abraham, su voz fue como un gemido." Concluye tajante Caín: "Sí, será tu dios, pero no fue el de ellos." (p. 108). Caín es una segunda parte a esta historia de Teodicea cuasi gnóstica: Dios es el mal. Y la figura de Caín juega con mucha soltura con elementos satánicos. Todo el episodio de los amores entre Caín y Lilith, casada con un marido consentidor, Noah, mezcla elementos bíblicos de la leyenda de José entre otros, con referencias homéricas evidentes en las similitudes de Lilith con Circe. Pero la tesis final que también es un eco de algo que quedó sembrado en El evangelio es una fantasía por la cual Caín, que se encuentra presente en el arca de Noé cuando el diluvio, toma una decisión que frustra los planes de Dios respecto a la humanidad: asesina a toda la familia de Noé de forma que, cuando las aguas receden, ya sólo quedan sobre la tierra el propio Caín y el viejo patriarca y, por lo tanto, será imposible la repoblación del planeta. Y es que la vida humana concebida por el Creador es una injusticia a favor del mal que carece de toda justificación. Se lo dice con muy profundas palabras la ex-prostituta María de Magdala a su amante Cristo en El Evangelio... cuando éste se dispone a resucitar a Lázaro: nadie puede haber sido tan malo y pecador que merezca morir dos veces. Dicho sea de paso: no es de extrañar que la jerarquía en pleno odie a Saramago y, si pudiera, lo mandara arder en la pira.

Caín está escrito en ese inimitable estilo de Saramago cuyo fondo, de solidez clásica, recuerda el espíritu y la obra de autores como Eça de Queiroz o Anatole France y cuya forma es absolutamente personal al haber abolido todas las convenciones narrativas tradicionales en la puntuación y la sintaxis. Y puesta en un castellano admirable por esa especie de doble de Saramago que es su esposa, Pilar del Río a la que ("Como si dijera agua") el autor dedica esta su última obra que, sin embargo, se lee como fuego.

dimecres, 4 de novembre del 2009

Palabras, palabras, palabras.

Efectivamente el margen de maniobra del señor Rajoy era muy escaso. Tanto que su victoria se ha trocado en derrota en cosa de horas pues no disciplina la fronda madrileña. La señora Aguirre, furiosa por haber cedido en Cajamadrid, mantiene el enfrentamiento en el asunto de las declaraciones del señor Cobo. Otra vez palabras, palabras, palabras, aunque éstas tengan otros visos. El señor Cobo ha venido a decir lo que está al alcance de todo el mundo: que la señora Aguirre es muy ambiciosa (ella misma dice que quiere ser presidenta del Gobierno) y tiene pocos escrúpulos como se ve por el hecho de que gobierne una Comunidad Autónoma luego de uno de los episodos electorales más corruptos que se conocen, llamado el tamayazo, evocación del bogotazo.

El señor Rajoy ha vuelto al mundo de la escenográfica indignación calderoniana. Encuentra inaceptable todo en la vida misma del PP en los últimos días. Calificar de "inaceptable" un comportamiento y coronar esta ingenuidad con la afirmación de que "no habrá próxima vez" es clausurar el futuro inmediato sin advertir que si, a pesar de todo, el comportamiento "inaceptable" se repite la situación sólo tiene dos salidas: se acepta, se traga y se pierde autoridad de la que a uno no le queda ya nada o se fulmina, destituye el responsable y se queda uno solo, cosa que el señor Rajoy no osa hacer.

A estas alturas, es irrelevante lo que haya dicho el señor Cobo quien cada vez aparece más como un dummy con el señor Ruiz Gallardón actuando de ventrilocuo en el Comité Nacional: "¡Cobo es leal al Partido y a ti, Mariano!" Suena a título de Duque de Rivas. El enfrentamiento es entre la señora Aguirre que tiene que resarcirse de la derrota de Cajamadrid y el señor Rajoy a quien esa derrota de la adversaria debilita antes que fortalece.

(La imagen es una foto de Contando Estrelas, bajo licencia de Creative Commons).

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El horror de Katyn.

Vuelve Andrej Wajda a sus ochenta y dos años con su consumada maestría de cineasta de alta categoría y con una historia terrible: la matanza de veinte mil oficiales polacos a manos de los soviéticos en 1940 y para la cual sólo en los últimos tiempos hemos encontrado un nombre: genocidio. Durante la guerra fría y los años de las dictaduras comunistas en los países del Este europeo la tesis oficial fue que la masacre la habían cometido los nazis. Es imposible fabular una mentira de este descomunal tamaño sin que por mil poros, circunstancias personales diversas, recuerdos, testimonios individuales, meras casualidades, descuidos, fallos insignificantes la verdad aflore casi de inmediato. Pero ¿qué era la verdad en aquellas sociedades comunistas orwellianas en las que el ministerio de ella misma servía para cocinar la mentira sistemática? Algo de lo que no se hablaba en público, simulando todos comulgar con las ruedas de molino de la propaganda oficial; algo de lo que apenas se susurraba en privado, en la intimidad de las familias y siempre con mucho cuidado porque en aquellas sociedades hasta tu cónyuge podía ser agente de la policía política y delatarte a lo mejor para quedarse con el apartamento.

Está claro que la orden de acabar con aquellos veinte mil prisioneros de un disparo en la nuca asimilaba la política soviética a las técnicas nazis de exterminio científicamente planeado y ejecutado con eficacia industrial de grupos humanos enteros. El pacto germano-soviético dio sus frutos. Pero en el caso de Katyn, a diferencia de lo sucedido luego en Dachau, Auschwitz, Mauthausen, etc, la justificación ideológica de la barbarie no hablaba de una raza superior en trance de exterminar a Juden und Untermenschen ("judíos y subhombres") sino que, al contrario, aunque no se dijera, se trataba de una decisión deliberada de exterminar a un sector completo de la población polaca: a la élite militar, intelectual, industrial y artística. Era el racismo de clase. El modo bolchevique de resolver el problema de la hegemonía de la clase dominante, el exterminio de la pujante sociedad civil polaca con la finalidad de sojuzgar después a la población a base de las elementales patrañas de la propaganda comunista.

La peli es muy dura, está magistralmente rodada, a veces con innecesarios regodeos preciosistas y a veces, también, un poquito confusa, pero siempre con una gran capacidad de relato que tiene al espectador con el alma en un puño del principio al final. Y a ello se añade un factor personal nada baladí que dejo para lo último aunque el director lo adelante ya en el comienzo dedicando la peli a sus padres: su padre fue uno de los oficiales polacos asesinados en Katyn. Piénsese ahora lo que ha tenido que ser la vida del autor de Cenizas y diamantes, trabajando y produciendo durante el régimen de la llamada "Republica Popular de Polonia" bajo la tiranía de no poder decir la verdad: que a tu padre lo asesinaron los camaradas soviéticos y no los nazis, un sistema en el que se ha dado vuelta a la clásica definición weberiana del Estado como "monopolio legítimo de la violencia" sustituido por la de "monopolio legítimo de la hipocresía". Esta película tiene algo de exorcismo, de psicoanálisis, de triunfo final de la verdad y ¡a qué precio!

¿En dónde está tu triunfo?

En 48 horas han muerto tres genios, tres hombres que han marcado muchas biografías; se han apagado tres vidas productivas, ricas, de tres personas cuya labor, dentro de la pauta de elegancia y discreción que les fue común, ha contribuido a hacer del mundo un lugar mejor: el ensayista, el cómico y el científico tuvieron algo más en común que esa condición humana de integridad, mesura y sabiduría en modestia. Los tres, cada uno a su modo, fueron literatos y en su peripecia vital dieron testimonio de su particular visión de la época, cada uno de ellos en su narrativa. Ayala, el único que ejerció como novelista, entre otras cosas, llegó hasta la última esquina del camino, donde da la vuelta el viento, dejando atrás hasta esa mala follá granaína que supo ejercer con caballerosidad y sin rencor a lo largo de su vida de exiliado perpetuo. Lévi-Strauss, a quien no dieron el Goncourt por Tristes Tropiques por estrecheces de la academia literaria, edificó un monumento con rigor estructuralista a la nostalgia de su juventud a la que aún volvió en una de sus últimas (si no la última) de sus obras publicadas, Saudades du Brésil. López Vázquez, goliardo, narrador escénico, el hombre que, junto a Fernán Gómez, cada uno en su estilo, puso rostro a la dignidad escénica española en los largos años de oprobio y miseria moral de la dictadura. Su sola presencia en el reparto era ya garantía suficiente de que la obra de que se tratara no iría por los odiosos cauces de aquel coctail de estupidez civil, fanfarria cuartelera y gazmoñería eclesiástica que fue el alimento espiritual del país durante años.

Si se han encontrado allí en donde estén, se habrán saludado con mutuo respeto. Quizá Ayala haya presentado a López Vázquez al gran mitógrafo, pero lo habrá hecho con el íntimo orgullo de hablar como hombre cabal de un hombre cabal a otro hombre cabal.

Que la tierra les sea leve.

dimarts, 3 de novembre del 2009

Tablas.

En contra de lo que pronosticaba ayer Palinuro el señor Rajoy ha resultado con más pegada de la supuesta. La derrota de la señora Aguirre es ahora total y la propia "lideresa" yace expuesta en una picota con el cadáver insepulto de su protegé, el señor González. Cosas de la política: el pretendiente frustrado salía ayer en público afirmando que el fin de su vida era ver al señor Rato de baranda en Cajamadrid mientras que la condesa consorte se ponía trascendental y hablaba del "servicio" que el señor González ha prestado a los españoles y a los madrileños en concreto. Sé que lo dice por otro motivo sentimental pero coincido con ella en el práctico: no tener al señor González es un alivio. No está ágil últimamente la señora Aguirre. Son muchos sus frentes.

No tengo tan claro que el señor Rajoy se haya impuesto al sinuoso Curita en Valencia. Éste ha nombrado por fin Visir en lugar del Visir acabando con aquella insólita presencia fantasmal del señor Ricardo Costa glosada luego desde la retaguardia por su hermano Juan con interpretaciones poco halagüeñas para el establishment partidista. Pero en todo caso parece que el santo Rajob puede comparecer hoy ante el Comité Ejecutivo de su partido como el general victorioso en la guerra y es de suponer que el dicho Comité vuelva a respaldarlo como en el Congreso de Valencia del año pasado. Con todo, el mero hecho de que haya sido necesario convocarlo es una indicación del estado de cosas en el interior del partido.

De los datos del barómetro de octubre del CIS, publicado ayer y ya anticuado en el momento de la publicación me quedo con la subida de la clase política al cuarto lugar en el índice de preocupaciones de los españoles, por delante del terrorismo, dato que esconde la buena noticia de que la gente ya no se interesa por el terrorismo porque éste está en horas bajas si no, ojalá, terminales. Hay que ser siempre optimistas.

Entonces, ¿qué, Palinuro? ¿Tiene o no tiene margen de maniobra el señor Rajoy? Para quienes confunden la batalla con la guerra, sí; para quienes saben que las guerras son muchas batallas, no. Las luchas por el poder son luchas a muerte en el mejor sentido del término "muerte" que alguno tiene. Tanto el inverosímil señor Camps como la castiza señora Aguirre siguen vivos, más vivos que nunca, en sus puestos con todas sus competencias y, sobre todo, con su base de legitimación (el hecho de ganar elecciones donde el señor Rajoy las pierde) intacta. y con las presumibles ganas de tener revancha, al menos en el caso de la duquesa consorte, cuyo carácter rencoroso es proverbial. El resultado del último incidente son unas tablas, todo lo más. De aquí a poco se hará público más sumario Gürtel, volverá el chorreo de chorizadas presuntas, claro es, y en ese pantano, con su caballería hundida hasta los corvejones, el margen de maniobra del señor Rajoy seguirá siendo muy estrecho. Puede soltar discursos, amonestar a sus subordinados, amenazar a los díscolos; puede recurrir al arma retórica que, como mostraban los sofistas, tiene valor estratégico pero a la larga no es otra cosa que lo que dice Hamlet: "palabras, palabras, palabras". Para pasar a los hecho al señor Rajob le hace falta algo fundamental: dejar de ser oposición y tener mando en plaza.

(La imagen es una foto de 20 Minutos, bajo licencia de Creative Commons).

Sujeteros.

La Casa Encendida de Cajamadrid, en la Ronda de Valencia, que es un curioso edificio del modernismo industrial madrileño de comienzos del siglo XX, alberga una exposición de Thomas Hirschhorn llamada Subjecters que es una muestra representativa de la obra de este peculiar artista que trabaja con materiales industriales de todo tipo, empezando por los maniquíes, para transmitir un mensaje crítico de la vida contemporánea de mucho impacto visual. Los cuerpos agujereados, taladrados, destrozados, los materiales plásticos en forma de vísceras desparramados por el suelo, la aglomeración de efectos y referencias simbólicas al buen tuntún, la inexistencia de puntos centrales de atención en composiciones enormes, extensas, que ocupan paredes enteras muestran imágenes que nos acompañan cotidianamente y a las que no prestamos muchas veces atención específica porque son como el decorado de nuestra existencia aunque suelan referirse a cuestiones de calado, de las que no somos enteramente conscientes porque las vemos de refilón, al pasar. Pero articulan nuestro universo visual que aquí adquiere protagonismo y por eso el título de Subjecters: paisaje urbanos destrozados por explosiones terroristas, cuerpos mutilados, descoyuntados, sembrados en el pavimento, edificios derruidos, amasijos de hierros en accidentes ferroviarios o de carretera y sangre, mucha sangre.

Este Hirschhorn, aunque suizo de nacimiento, trabajó siempre en París y en concreto en el grupo artístico Grapus, compuesto por afiliados al Partido Comunista francés, gentes que entendían el arte como un frente más en la lucha de clases y llevaban a él tácticas revolucionarias que trataban de suscitar conciencia de clase empleando técnicas tradicionales del agit-prop con desarrollos nuevos procedentes de la estética sesentayochera como el uso de imágenes ajenas, singularmente comics para transmitir mensajes políticos radicales. A partir de los años noventa con el batacazo final del comunismo, esta tendencia marxista entra en la crisis habitual y los miembros de Grapus se dispersan. Hirschhorn conserva, como se ve, una fuerte carga iconográfica revolucionaria y crítica del presente.

Es interesante ver estos productos que luchan en contra de una imagen adocenada del arte en todos los frentes, desde el de la mera forma hasta el carácter poco convencional del contenido. Un arte que cumple una función que siempre ha estado entre las que competen a la labor creadora: la de servir de revulsivo de la complacencia de la vida contemporánea. Todos sostenemos el mundo, pero sólo unos cuantos se benefician de él.

La misma casa encendida alberga otras dos exposiciones de cierto interés con lo que quien se acerca a ella sale bien servido. Una de Eva Lootz llamada Viajes de agua que es una especie de llamamiento para concienciarnos del creciente problema del agua en el mundo basado en imágenes y textos admonitorios y que encuentro algo ñoña y otra colectiva, llamada camuflajes que tiene cierto chiste: imágenes en las que la figura principal se confunde con el paisaje, el entorno, el adorno. Es exposición colectiva con unos treinta artistas que hacen sus aportaciones peculiares a esa propuesta programática del camuflaje: ¿cómo puede confundirse una figura? Y está sí tiene una finalidad exclusivamente estética, aunque, cuando de camuflarse, de ocultarse o disimularse se trata tiene uno la sospecha de que se ataca a un nervio sensible de la conciencia contemporánea en la que conviven dos tendencias antagónicas: el ansia de popularidad y notabilidad con el miedo a volar, esto es a singularizarse, a que lo señalen a uno como apartado del mainstream. La muestra, la de cientos, miles de veces que se escucha en todas las ventanillas del intercambio social, desde los discursos sublimes que otorgan premios hasta la ácida pelea matrimonial, pasando por las anécdotas en los bares a la hora del aperitivo, el valor que tiene que cada cual sea "uno mismo", sin seguir modas ni tendencias; una tendencia tan a la moda que suele ocupar las portadas de las revistas del corazón en donde cualquier petardo famoso expone a la pública curiosidad el diseño exclusivo del salón de su casa en el cual se camufla mejor que el insecto palo en su medio.

dilluns, 2 de novembre del 2009

El margen de maniobra.

Esto de poner(se) plazos es muy desavisado. El señor Rajoy los ama porque deben de parecerle perentorios y que dan idea de que uno sabe a dónde va y de qué habla. Y algo de eso hay. Quien pone un plazo es como si congelara la acción, como si dijera: "alto ahí! Esperad y veréis de lo que soy capaz", con lo que todo queda en suspenso, a la espera de lo que suceda en el momento invocado. Pero al mismo tiempo se redobla lógicamente la atención y la expectativa crece; nadie quiere quedarse al margen o perderse el momento. Repica el tambor y todas las miradas se dirigen al emplazador sin cuidarse gran cosa de qué haga el (o los) emplazado(s)

En su característica inoperancia el señor Rajoy ha dejado entrever o suponer o barruntar que tiene algo nuevo que hacer o decir mañana, martes, tres de noviembre. A la vista de las circunstancias sin embargo eso es muy problemático cuando no directamente inverosímil. El margen de acción del señor Rajoy es muy angosto y oscila incómodo entre la rendición a los retos lanzados por las baronías territoriales (estentóreo y engallado el de la señora condesa consorte y sinuoso y silente del Curita) y el autoritarismo innecesario en el caso de que llegue a tomarse con ellos alguna medida discipilinaria.

La acción pública implica siempre disciplina y esta es una de las cruces del señor Rajoy, que campa en un campo levantisco. A la que bien quisiera disciplinar no puede y al que puede disciplinar no quiere. De ahí esa imagen con la que le bombardea la maquinaria de propaganda del PSOE y el Gobierno: el señor Rajoy no sabe disciplinar su propia casa, innecesario esperar que lo haga con la gran casa común que es la nación. A la que, por cierto, tiene hace tiempo olvidada en su arrebatada oratoria.

El último inconveniente de ir por ahí luciendo plazos es que concentra los focos sobre una sola persona, singulariza e individualiza la acción de la que el protagonista admite ser solo responsable. No hay segundones ni intermediarios a quienes culpar ni siquiera cuando tengan la culpa que, en este caso, anda sobrada. Basta con preguntar a la señora De Cospedal quién la asesora sobre el contenido de sus manifestaciones públicas.

En fin que el señor Rajoy, su niña, "los chuches", los hilillos de plastilina, la España se rompe y queremos saber, la herencia dilapidada y los presupuestos letales mañana escenificará la absoluta irrelevancia en que se ha colocado a sí mismo por su mezcla de torpeza y abandono.

(La imagen es una foto de Contando estrelas, bajo licencia de Creative Commons).

Bolaño lords it.

De vez en cuando lee uno artículos acerca del furor que en algunas partes del planeta, singularmente en los Estados Unidos, despierta Roberto Bolaño. Suelen tales informaciones también mostrar sorpresa por el hecho de que eso no suceda en España, país al que Bolaño había venido a vivir y en donde murió prematuramente. Muchos creen incluso saber a qué se debe esta gélida indiferencia patria frente a la nueva luminaria del firmamento de las letras que otros sitúan a la altura de García Márquez y otros, far out, a la de Sterne: la atávica envidia de la raza. Sin embargo España es, creo, el país en el que Bolaño encontró aceptación y reconocimiento sin reservas. Anagrama, con característico olfato literario, lo impulsó y sostuvo mientras su fama se consolidaba. Hay que reconocer, por lo demás, que su extemporánea muerte no ayuda a que su descubrimiento inunde la actualidad y, antes bien, tiende a fijar de él una biografía de genio malogrado que puede serle muy dañina. De momento, sin embargo, la obra póstuma, que suele ser un negocio dentro del negocio, parece marchar de maravilla. Su agente literario ya anuncia otras dos publicaciones próximas.

Tengo el mayor de los respetos por la literatura de Bolaño aunque me ocurre con ella algo que experimento como una frustración y es que no consigo implicarme directamente. Tiendo a culparme de ello pero me queda la sospecha de si no es que , borgiano de cuerpo y alma, Bolaño interpone una barrera de exquisitez literaria entre su cuento y los lectores que se sienten (nos sentimos) en cierto modo forzados no tanto a leer sin más (que es una actividad ordinaria, incivil, propia de burgueses despreciables) como a interpretar, sometidos a la tiranía de una comprobación permanente por si no hemos sido capaces de atinar con la clave simbólica pertinente, como si fuera un juego infrarrealista. Los detectives salvajes y 2666 son dos textos extraordinarios y singularísimos. Y lo mismo le sucede a esta insólita narración (Roberto Bolaño, Una novelita lumpen, Barcelona, Anagrama, 2009, 151) con su modesto título y de la que supongo que podría hablarse como de lo que Unamuno llamaba una nivola en su producción; comparte algunos rasgos. En otros, el relato de Bolaño habita en un mundo aparte. Es una historia en primera persona, un monólogo sin pausa ni referencia, que arranca sin más, narra unas circunstancias, una peripecia y se cierra luego de forma tan ajena y brusca como empezó. Es como si, en el curso de nuestras vidas, nos fuera dado de pronto asomarnos a un episodio de otra ajena en un mundo externo, aparte, que se nos ofrece como un espectáculo, no como una recreación de aquel otro en el que habitamos y en el que, supuestamente, podemos actuar y que pasa luego y se cierra y se apaga como si no hubiera existido.

La protagonista narra en un tono monocorde y sin apenas emoción un acontecer que, arrancando de una circunstancia fortuita (la muerte de los progenitores en un accidente de carretera) configura su vida y la de su hermano como huérfanos que sobreviven en una situación de angostura y poca esperanza. La vida cotidiana (él trabajando en un gimnasio, ella en una peluquería) va dando paso poco a poco a una situación sorprendente como de teatro del absurdo en el espíritu de Ionesco o Beckett con dos imprevistos e injustificados ocupantes de la vivienda que, sin razón aparente para ello, son quienes acaban mandando en la casa y follando indistintamente con la narradora. Esa situación escala luego a un mundo medio onírico en el que Bolaño nos introduce jugando con el realismo y la fantasía. La protagonista comparte acción (qué tipo de acción quede aquí en reserva para no estropear el misterio e interés de la novela) con una reliquia del pasado: un ex-actor de cine especializado en el papel de Maciste en el cine mudo y ya retirado después de haber sufrido un accidente que lo ha dejado ciego. Casi la mitad de la novela transcurre en la casa de este hombre en el que la narradora busca desesperadamente la caja de caudales con las intenciones que cabe maliciarse y que constituye un mundo a lo Sunset Boulevard, sólo que la anciana estrella fadé estadounidense es aquí sustituida por un héroe de cine peplum, de hombres forzudos, con poderosos biceps y muñequeras de cuero. Creo recordar que en mi niñez alcancé a ver una peli de "Maciste el coloso" que me parece estaba interpretada por Steve Reeves.

Por último ¿por qué "lumpen"? Supongo que los especialistas en Bolaño tendrán alguna explicación. Por mi parte lo atribuyo a la época trostkista del autor a quien en su fiebre ideológica le sucedió algo con el gobierno de Allende en Chile país que es el suyo de nacimiento propio de sus héroes: se preparó para ir a luchar a su lado, le tomó tiempo llegar y, cuando lo hizo, Allende había caído.

diumenge, 1 de novembre del 2009

La catástrofe.

Tengo escrito que el caso Gürtel se lleva por delante al PP tal como lo conocemos. Los episodios del último mes son la secuencia de una voladura del partido que nadie probablemente quiere pero nadie sabe cómo evitar. El sondeo de Metroscopia para El País que mide el clima social en noviembre tiene, como los ritos de Merton, dos funciones: una manifiesta y otra latente. La manifiesta consiste en informarnos de que, con la que está cayendo, el señor Rajoy no sólo no remonta sino que su prestigio está literalmente por los suelos. Una mayoría de ciudadanos cree que ha gestionado fatal la crisis Gürtel. Un 71 por ciento desaprueba su labor de oposición y un fabuloso 83 por ciento dice que le inspira poca o ninguna confianza; no confían en él ni sus votantes; el 68 por ciento de estos para ser exactos. El 48 por ciento de los votantes añade que no es él quien manda en el PP. Del partido las opiniones son de parecida alegría: el 71 por ciento cree que está desunido y el 48 por ciento piensa que no sabe lo que quiere. Resultado: el PP y el PSOE vuelven a estar en empate técnico en intención de voto. En el barómetro de diciembre la ventaja será a favor del PSOE.

La función latente consiste en informarnos de que el fracaso del señor Rajoy es un fracaso doble o triple porque el adversario que ha de batir está igual que él, si no peor. Un 67 por ciento tiene poca o ninguna confianza en el señor Rodríguez Zapatero; son muchos, pero menos que los que desconfían del señor Rajoy. El 40 por ciento de los votantes del PSOE desconfía de su Secretario General, veinte puntos menos que los desconfiados del PP. El 76 por ciento de los ciudadanos (tres de cada cuatro) cree que el Gobierno improvisa. Rajoy vence en este punto pues sólo el 68 por ciento cree que no tiene ni guarra de a dónde va. En cambio la mayoría de los votantes socialistas aprueba al Presidente del gobierno mientras que al señor Rajoy lo desaprueba una mayoría de los suyos. Es decir, el fracaso del señor Rajoy es especialmente grave puesto que es incapaz de imponerse a un adversario en situación de K.O.

A esta situación ha llegado el PP en primerísimo lugar por aquella absurda convicción de que la corrupción no pasa factura en intenciòn de voto, como si los diez millones de votantes del PP fueran una partida de mangantes. Luego, por el hecho de que, como líder, el señor Rajoy tiene poco que hacer frente a la señora Aguirre y al señor Camps porque estos están respaldados por la única fuente de legitimidad respetada en democracia, que son los votos a raudales mientras que el señor Rajoy, derrotado en dos elecciones, representa la ya muy periclitada legitimidad del dedazo aznarino.

Se añade que el estado en que se encuentran ambos pilares territoriales del partido conservador no es boyante. Ambos están corroídos por la trama Gürtel y corroídos a nivel celular. La presencia de los capi mafiosi, como don Vito Pastuqui, en los actos ceremoniales del PP, incluidos los privados, al estilo de la boda escurialense prueba que la trama ha corrompido el tejido institucional madrileño y valenciano por intermedio de los cargos y militantes corruptos del PP.

Luego cada uno de ellos ha reaccionado de forma distinta pero en los dos casos ha chocado de frente con la Dirección Nacional en sendos conflictos que el PP no puede permitirse el lujo de ignorar. De un lado el señor Camps, aferrado a su cargo como el mejillón a la roca, ha provocado una situación incendiaria en su comunidad en la que la mayoría de la gente piensa que debiera dimitir. Es una aportación sublime a la politología. Allí donde Locke teorizó el "gobierno por consentimiento", el señor Camps inaugura el "gobierno por disentimiento".

La reacción de la señora Aguirre, o la cólera de Dios, en Madrid ha sido más devastadora, poliédrica y provocadora que la de Barcelona. La señora Aguirre, responsable política de los imputados en la trama Gürtel; la señora Aguirre que aún no ha explicado cómo funciona la fundación Fundescam; la misma señora Aguirre cuyos colaboradores están imputados en el caso gestapillo, se pone a la cabeza de la manifestación, pidiendo responsabilidades por la Gürtel y lo que sea preciso. El arrojo de la condesa consorte descoloca siempre de tal modo al plebeyo señor Rajoy que no es probable que la situación pueda resolverse. La condesa se cree con fuerzas para dirigir el PP y ser candidata en las elecciones de 2012. Sólo un débil, vacilante y contradictorio señor Rajoy está en su camino. Esto es una lucha por el poder que, siendo la política la continuación de la guerra por otros medios, según Foucault, admite todo y en ese "todo", la duquesa gana: es más ágil, tiene más pegada y menos escrúpulos.

(La imagen es una foto de Junjan, bajo licencia de Creative Commons).

La reforma del sistema electoral.

IU y UPyD tienen un acuerdo para laborar en pro de una reforma del sistema electoral que consideran injusto para ellos y tienen razón. El sistema electoral español, sedicentemente proporcional, no sólo es el más desproporcional de los proporcionales sino que lo es más que algunos mayoritarios; que ya es decir. Esa desproporcionalidad beneficia a los dos partidos mayoritarios de ámbito nacional y a los partidos de ámbito regional, en especial a los nacionalistas. Y perjudica a los demás de ámbito nacional. Por este motivo es poco probable que la iniciativa de reforma prospere políticamente pues es de entender que los partidos mayoritarios no tendrán gran interés en reformar una situación que los beneficia aunque sea injustamente. Y eso que muchos en los partidos mayoritarios, en especial el PSOE, reconocen que habría que reformar el sistema. Sobre todo porque, en las circunstancias actuales, se produce un sobrepeso que muchos estiman injusto de las representaciones nacionalistas en el juego de la llamada "cuestión escocesa" (si los ingleses no pueden decidir nada en Escocia, ¿por qué los escoceses sí pueden hacerlo en Inglaterra?) que con harta impropiedad se traslada a España. Con harta impropiedad digo porque aquí los catalanes o los vascos no deciden en los asuntos de los madrileños o los andaluces sino en el de los españoles en su conjunto y si lo hacen como catalanistas o vasquistas responderán que lo mismo pueden hacer los madrileños y los andaluces y, de hecho, aunque no lo digan, lo hacen.

Sin gran voluntad política para acometer la reforma, el debate sobre su oportunidad es un poco bizantino. Pero también los debates bizantinos tienen su encanto. Al desinterés político se une en detrimento de la viabilidad de la reforma algún contratiempo jurídico. El principal es que el sistema electoral, en sus rasgos esenciales, la proporcionalidad y la provincialidad de la circunscripción, están enunciados en la Constitución y, por lo tanto, quien quiera reformar el sistema electoral tendrá que revisar aquella. Y esto son palabras mayores pues nadie se atreve a hacerlo, unos porque la Constitución es muy joven y aún no está asentada, otros porque es muy vieja y ya está asentada, unos por una razón, otros por otra. Si los partidarios de la reforma electoral cuentan con la reforma de la Constitución y pueden elegir libremente un sistema electoral u otro ya que esta elección es siempre una decisión política, yo recomendaría un sistema mixto proporcional-mayoritario al estilo alemán, que garantiza un nivel alto de proporcionalidad y un equilibrio entre la fuerza personal de los diputados, puesto que los hay elegidos en sistema mayoritario unipersonal, sin lista, y la de los aparatos de los partidos, pues también los hay elegidos en listas.

Si no hay reforma de la Constitución en marcha, con la sola reforma de la LOREG no sé si se puede ir más lejos de lo que ya ha propuesto el Consejo de Estado: rebajar a uno el diputado automático por circunscripción y aumentar en cincuenta los escaños del Congreso, que se distribuirían en colegio nacional único con un sistema de restos. Esta reforma paliaría algo la irritante desigualdad de reparto actual, beneficiando a los partidos de ámbito nacional, en especial a los pequeños. Al aumentar la cantidad de diputados a cuatrocientos no tengo claro que el sistema así reformado corrigiera el otro inconveniente que se achaca a un sistema proporcional que es más desproporcional que algunos mayoritarios y que consiste en que no garantiza la formación de mayoría parlamentarias, lo que quizá no sea malo en principio, aunque dé a los partidos nacionalistas de ámbito regional su poder de presión sobre el gobierno del Estado.

(La imagen es un óleo de William Hogarth, titulado Elecciones: la votación (1754) que se encuentra en el Museo Soane, Londres).

dissabte, 31 d’octubre del 2009

Europa camina de nuevo.

Los dioses han sido magnánimos una vez más con este continente de chapuceros y la cumbre de Bruselas se ha cerrado con resultados que no son óptimos pero sí muy aceptables y que permiten ser optimistas: con una chapucilla de última hora, el Tratado de Lisboa podrá entrar en vigor antes de fin de año y la Unión Europea habrá dado otro paso decisivo hacia la unificación política. A pesar de las maniobras dilatorias de la falange auroescéptica; a pesar de las zancadillas puestas por nuestros aliados, especialmente Gringolandia, tan interesada en la unificación política europea como en la partición de los Estados Unidos; a pesar de la inexistencia de una verdadera política europea en los principales partidos que vertebran el continente, el Popular Europeo y el Socialista; a pesar de los pesares, Europa avanza hacia lo que es en verdad un manifest destiny federal.

Ha sido necesario ceder ante las pretensiones del presidente de Chequia, Vaclav Klaus, e incluir a su país en el grupo de los que, a su vez, se excluyen de la Carta de Derechos Fundamentales que contiene el Tratado de Lisboa, esto es, el Reino Unido y Polonia. Estos dos países se han auomarginado por razones sobre todo sociales y laborales: les horroriza la posibilidad de que los ciudadanos puedan hacer valer ciertos derechos ante sus gobiernos, como el derecho al trabajo. El presidente checo, a su vez, está preocupado por las repercusiones de la Carta en las posibles solicitudes de amparo y restitución que puedan cursar los más de tres millones de alemanes de los Sudetes (o sus descendientes) expulsados masivamente al final de la segunda guerra mundial merced a los decretos del entonces presidente Benes que los acusaba de colaboración masiva con los nazis, lo que en realidad no fue sino un acto más de "limpieza étnica" de los que ya se habían realizado algunos antes (tártaros de Crimea, etc) y se han seguido realizando después, por ejemplo en la extinta Yugoslavia.

El hecho es que, con los consabidos parches, excepciones, chapuzas como el segundo referéndum irlandés, el camino de la unión europea está expedito. No va tan lejos como lo que pretendía el último fracasado proyecto de Constitución, pero es un avance muy notable, es asumible por los Estados y no ha sido necesario arbitrar medidas compensatorias de carácter neoliberal que, a la postre, fueron las que hicieron intragable el proyecto de Constitución. De modo tajante, sencillo, orgánico, a partir de la entrada en vigor del Tratado:

  • aumentan las decisiones del Consejo que se adoptan por mayoría cualificada en detrimento de la unanimidad;

  • aumentan las competencias del Parlamento europeo, especialmente en el ámbito de la codecisión;

  • se integran en la Unión y se reforman instituciones decisivas para su funcionamiento como el Banco Central o el Tribunal Europeo de Justicia;

  • desaparece el sistema de pilares, sustituido por una personalidad jurídica única de la Unión;
  • Europa hablará con una sola voz al mundo a través de las figuras del Presidente del Consejo Europeo y del "Ministro de Asuntos Exteriores" (el nombre oficial será, como siempre, un galimatías: Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad)
  • se definen las competencias de la Unión y las de los Estados miembros (clasificadas como "competencia exclusiva, compartida y de apoyo") que es un paso decisivo en la evolución federalizante del continente;
  • se incluye una cláusula de secesión que, para quienes sostenemos el derecho de autodeterminación, es también esencial a la hora de garantizar el carácter voluntario de toda unión política y, por lo tanto, su viabilidad. Hasta la fecha no se me ocurre quién pueda estar de verdad interesado en salir de la UE (otra cosa es amagar con hacerlo; forma parte del juego político más o menos limpio, como el que practican los nacionalismos en España), pero es importante que haya un cauce previsto para que quien quiera hacerlo, pueda.

Ahora toca jugar al factor más o menos morbosamente político de quién será el primer presidente europeo: descartados Felipe González (que hace bien en no querer el cargo) y Tony Blair (que no se lo merece), las opciones están todas abiertas. Es importante acertar en la persona porque, al estrenar mandato, probablemente marcará la pauta para años venideros. Y es imprescindible que, tanto a través de su Presidente/a como de su Ministro/a de Asuntos Exteriores, Europa hable al mundo alto, claro, con un criterio progresista, solidario, redistributivo, medioambiental y de género.

La histórica chapuza europea funciona y cabe a España, presidenta de turno en el primer semestre de 2010, la tarea de poner en marcha la nueva Unión. A ver qué tal lo hacemos.

(La imagen es una foto de Tristam Sparks, bajo licencia de Creative Commons).

Corrupción: no todos son iguales.

La corrupción es una lacra de la democracia que, aunque en porcentajes distintos, puede afectar y afecta a todas las formaciones políticas (a la izquierda gráfico de la corrupción percibida global por sectores en 2009, según Transparency International). Se trata de un conjunto de delitos por el que el sector público, los representantes y cargos políticos se enriquecen a costa del bolsillo del contribuyente. Son pues aquellos, los representantes y sus partidos, los primeros interesados en perseguir el fenómeno con el fin de regenerar la moralidad de la vida pública y recuperar la estima de sus conciudadanos. Ciertamente pero, en la realidad, lo que se ve es que no todo el mundo actúa de igual modo. El caso del PP en España en los últimos meses es paradigmático: empieza por negar la evidencia más abrumadora, no toma medidas sancionadoras con los comportamientos más reprobables, trata de esparcir la sospecha entre todas las fuerzas sacando de quicio los hechos. Por ejemplo, con la clara intención de que no se hable del caso Gürtel que es un cáncer que está devorándolo, pretende desviar la atención montando escándalos artificiosos (como el de la famosa hija de Chaves o el caso Faisán) que luego no tienen sustancia procesal. Sin embargo, en lugar de reconocer este extremo, el partido conservador carga contra los tribunales acusándolos de parcialidad y sectarismo, es decir, atacando a las instituciones mismas del Estado de derecho.

El último ejemplo: en la operación contra la corrupción en Baleares, los detenidos, del PP, aparecieron coram populo esposados. De inmediato salieron el señor Rajoy y la señora De Cospedal hablando de criminalización y de trato desparejo, contrario al PP y favorable al PSOE. Ayer, los presuntos chorizos de Santa Coloma de Gramenet, del PSOE y de CiU, aparecieron tan esposados como los de baleares. Si alguien está esperando una sola disculpa del señor Rajoy o su inefable secretaria general por haber insultado a las fuerzas de seguridad del Estado y a los jueces, que espere sentado.

Por cierto, ¿cómo llamaríamos a este desvergonzado comportamiento? Yo creo que es tan corrupto como la corrupción misma porque consiste en atacar al sistema de garantías en beneficio de los putativos delincuentes.

La señora De Cospedal, epítome de la zafiedad dialéctica, pide disculpas por la actitud inaceptable de Costa y Cobo en un ejercicio de equidistancia. Pero nada dice de su propia inaceptable actitud, cuando lleva un par de meses diciendo barbaridades del tipo de que España es un Estado policial y lindezas de ese calibre al lado de las cuales lo que digan Costa y Cobo o Cobo y Costa es sonido de canario flauta, y que hace dudar no ya solamente del talante democrático de la manchega señora (que es obviamente inexistente) sino de su equilibrio mental.

Y cuando se habla de Costa se hace del pisaverde que fue (y no se sabe si sigue siendo) secretario regional del PPPV. Quedaba por entrar en escena a modo de conquistador su hermano Juan, el que fue ministro de Hacienda del PP y se inventó (literalmente se inventó) una supuesta irregularidad hacendística de los sociatas de una pastuqui en millones de las antiguas pesetes. Dice Juan que Rajoy no vale un ochavo y que Camps faltó a la verdad al dar cuenta en un comité de lo acordado en otro.

Fruslerías, como diría el propio Curita, gazmoñerías de colegio de monjas. Aquí el problema es que la fortaleza electoral del PP descansa sobre dos Comunidades Autónomas, Valencia y Madrid, las cuales están literalmente corroídas por la corrupción y gobernadas por dos políticos excéntricos que son como la versión (cheli en Madrid, sousdevelopée en Valencia) de Berlusconi: nadie se atreve con ellos a pesar de que todo el mundo reconoce que ninguno de los dos es de recibo. Sobre todo el Curita capaz de mentir sobre sus trajes, mentir sobre sus "amigos del alma" confundir una decisión de la justicia con la de otro amigo del alma (esta vez judicial) y a sostener, con se morro que se lo pisa que los resultados electorales avalan la ética de su gestión. .

Frente a ese cúmulo de dislates en la reacción frente a la corrupción del PP, el comportamiento del PSOE, al ser rápido y contundente atajando los casos de corrupción, resulta inobjetable y, además, consigue que la acción de gobierno (o, antes bien, de desgobierno) que lleva a cabo, no sea objeto de atención pública porque toda la recaba para sí el PP con su corrupta actitud frente a la corrupción.

divendres, 30 d’octubre del 2009

El santo Rajob.

Tiene razón el señor Rajob en que Job (lo de santo es fruto de cosecha cristiana) sólo hubo uno, pero sus cuitas y pruebas no provenían de sus semejantes, sino de Dios. No es el caso del señor Rajob, cuyos apuros proceden del guirigay que se ha instalado en su partido en el que en verdad parece contar con menos apoyos que en el PSOE.

Empiézase con quien lo designó directamente para el cargo, su base misma de legitimidad, el señor Aznar que ayer parecía desutorizarlo en unas declaraciones en Barcelona en las que se quejaba de la pluralidad de liderazgos en el PP y de otras pluralidades cualesquiera. El señor Aznar tiene una visión monocromática de la realidad y cualquier otra imagen debe de resultarle insufrible. Lo que sucede es que, habiendo sido él quien designó sucesor al señor Rajob, su crítica, que lo sitúa de lleno en el creciente campo anti-Rajob de la derecha suena a felonía, que es el acto del felón.

Se continúa con el vodevil valenciano en el que el defenestrado lechuguino señor Costa, vuelve a entrar por la puerta, ostentando el martes el cargo del que el señor Rajob lo despojó el lunes. Reunido de urgencia el comité de derechos y garantías del PP para dejar sin garantías ni derechos al señor Costa, el trajeado señor Camps lo alaba en público, dando a entender que seguirá contando con él, diga lo que diga el señor Rajob quien comprueba con amargura que caso, lo que se dice caso, no se lo hace en el partido ni el portero de la finca.

Termina, de momento, la comedia de enredo en el plante que ha organizado la señora condesa Aguirre Gil de Biedma, tratando de forzar la mano del señor Rajob para que castigue de modo ejemplar al lenguaraz vicealcalde de Madrid, señor Cobo, por ponerla cual no digan dueñas en una entrevista en el diario El País. En ella el señor Cobo calificaba de vómito lo que la gente de Aguirre hacía con el señor Rato, candidato del señor Rajob a presidir Cajamadrid. No se olvide que estos dos, Aguirre y Cobo se enfrentaron hace unos años compitiendo por la presidencia del PP de Madrid.

Por detrás de la diatriba del señor Cobo no es difícil vislumbrar la mano ladina del alcalde de la capital quien, habiendo perdido su juguete olímpico, tiene ahora más tiempo para enredar, buscarse un acomodo, criticar, poner zancadillas, sacarse alguna que otra espina; en fin, para hacer política de centroderecha.

En este desbarajuste del partido conservador en el que todos cruzan miradas aviesas y aprestan las dagas florentinas, el señor Rajob anuncia que tomará medidas el próximo día 3 de noviembre, el mes de los difuntos. Para entonces es el propio señor Rajob quien puede ser uno de ellos.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

Deconstruyendo el constructivismo.

El Reina Sofía tiene una exposición sobre Rodchenko y Popova que, con el título de definiendo el constructivismo muestra las dificultades que a veces surgen a la hora de bautizar correctamente lo que se expone. Porque el constructivismo que, en sentido estricto, es el nombre que toman las vanguardias artísticas rusas cuando, hacia 1919, deciden poner el arte al servicio de la Revolución, debe realmente poco a Aleksandr Rodchenko y a Liubov Popova. La exposición, sin duda, está muy bien y es muy nutrida pero la mayoría de la obra expuesta (cuadros de Rodchenko sobre todo) es del periodo anterior al constructivismo. No es que esté mal, tampoco, pero resulta algo monótono porque la obra rodchenkiana de la época (entre 1917 y 1919) muestra sobre todo variaciones sin límite de temas suprematistas (bajo la directa influencia de Malevich) y abstracto (bajo la de Kandinsky) a base de bidimensionalidad de rayas, planos, curvas y colores simples cuyo objetivo meramente decorativo hace que la muestra frise en el aburrimiento.

Y aburrido es precisamente lo que no es el constructivismo.

Cuando arranca el constructivismo propiamente dicho, cuando los artistas de la época, Rodchenko, Popova pero, sobre todo, Maiakovsky, Tatlin, Malevich, Lissitzsky, Ekster, Penson, etc ponen manos a la obra de emplear el arte al servicio de la revolución en tiempos de zozobra, con la guerra civil o el comunismo de guerra, cuando fundan el grupo LEF (Frente de Artistas der Izquierda), junto al Proletkult, se produce una explosión de creatividad artística que se manifiesta sobre todo en la arquitectura, el cine (Eisenstein, Pudovkin, Vertov), la cartelística, el diseño gráfico y comercial (que había de experimentar un ligero renacimiento con la NEP, pronto aplastado por las colectivizaciones), la fotografía y otras artes aplicadas. Lo que sucede, sin embargo, es que la aportacion de nuestros dos artistas, Rodchenko y Popova es escasa por varias razones: ninguno de los dos, pintores, encajaba bien en los nuevos medios expresivos cuyo símbolo por excelencia sería la célebre torre de Tatlin (a la derecha) en homenaje a la IIIª Internacional que habría de erigirse en Petersburgo (luego Leningrado) pero que, irónicamente para un movimiento llamado constructivismo, jamás llegó a construirse. Popova, además, murió muy pronto (en 1924, el año de la muerte de Lenin) y Rodchenko, aunque intentó probar mano en diversos medios, como los montajes fotográficos al estilo del alemán Herzfeld (que luego "britanizaría" su apellido en Heartfield), los carteles al de Maiakovsky o los diseños industriales, no fue muy productivo. Por aquellos años desempeñó puestos burocráticos de gestión artística, lo que le permitió viajar (son célebres sus Cartas de París) y teorizar sobre arte pero no crear. Vino luego el invierno estalinista y el imperio indiscutible del "realismo socialista", un estilo que, sin duda, tiene sus encantos para quien sepa vérselos, pero no coincide en nada con las revueltas aspiraciones de aquella vanguardia compuesta de suprematistas, futuristas, abstractos, vorticistas y otros pecadores. Rodchenko, como otros muchos artistas tuvo que plegarse a los nuevos tiempos y , si bien siguió pintando pintura abstracta hasta su muerte en 1956, lo hizo en un prudente segundo plano, sin mayor relevancia pública.

De esa otra producción, del regreso al figurativismo en carteles como el que incluyo aquí a la izquierda que es un anuncio de libros (política cultural de la Revolución), la exposición tiene muy poco. Resulta así que, desde luego, cabe definir el constructivismo como esa feliz coincidencia de dos vanguardias, la artística y la política, en los primeros años de la revolución bolchevique, con un cine, una fotografía, un teatro, un diseño gráfico (obsérvese que todos son medios que tratan de vehicular mensajes a auditorios de masas) realmente rompedores. Pero, a su vez, la aportación de los dos artistas que la muestra singulariza a este agitado mainstream es escasa y subordinada a la esclarecida dirección de sus amigos y compañeros que, por dedicarse a otros géneros artísticos (por ejemplo, el caso del teatro de Maiakovsky) tuvieron mucha más iniciativa.

Aun así, la exposición merece mucho la pena si uno redefine la "definición" porque, entre otras cosas, contiene dos piezas muy difíciles de encontrar, ambas de Rodkenko: un proyecto de kiosko con una curiosa estampa, muy dentro del constructivismo tatliniano y una sala de lectura de un club de cultura proletaria que sí se construyó, aquí lo encontramos en sus dimensiones reales y produce (al menos a mí me la produce) una sensación de melancolía, de lo que pudo ser una revolución que se dejó inspirar por artistas a los que más tarde persiguió y machacó.

dijous, 29 d’octubre del 2009

La culpa es de Garzón.

¿Lo ven? Ahora será inevitable leer docenas de severas admoniciones de los sabelotodos de turno sobre el peligro para la democracia de la corrupción de la política, sobre la desafección de los ciudadanos, la inoperancia cuando no inmoralidad de las teorías de "todos son iguales", etc. Sólo conozco un tema más aburrido y estúpido que este de avisarnos de los peligros de la corrupción para la democracia que es el del carácter consumista de las entrañables fiestas navideñas. Y con un poco de suerte, al tenerlas ya encima, es posible que este año disfrutemos ración doble en algún caso y firmada por el mismo adusto Catón: "Frívolo consumismo en tiempos de corrupción pútrida".

Cuando llegue el momento nos ocuparemos de la Navidad. En cuanto a la corrupción y la supuesta deslegitimación de la democracia que acarrea, vamos a tratar de no perder mucho tiempo: la democracia no es el régimen más corrupto posible; al contrario, es el menos. Lo que sucede es que en él la corrupción se investiga y como tiene mucho impacto mediático, parece como si fueran consustanciales. Pero quienes tengan la necesaria memoria o, a falta de ella, se hayan informado convenientemente, sabrán que los regímenes más corruptos son siempre, por esencia y definición, los no democráticos, las dictaduras del tipo que sean, personales, institucionales, religiosas, de partido, de secta, grupo, clan o ejército. El régimen más corrupto de la historia de España ha sido el franquista. Y eso es así por definición: ausencia de controles democráticos, inexistencia de fiscalización pública, falta de rendición de cuentas, administración corrupta de justicia. La corrupción es la compañía necesaria de todos los sistemas no democráticos en los que del dictador al último mandado, roban todos como lo que son: como ladrones.

Así que menos rollos admonitorios, menos negros vaticinios. Sin ser perfecto ni muchísimo menos, el democrático es el régimen en el que cabe poner coto (hasta donde cabe hacerlo) a esa capacidad inherentemente humana de aprovechar el servicio público para llenar la andorga engañando a los ciudadanos. La corrupción (mejor dicho: la lucha contra la corrupción, que es lo que está pasando aquí) no puede ser causa de deslegtimación de la democracia. Me malicio que eso es lo que quieren los que se ponen proféticos a vaticinar desgracias: que se vea que la democracia corre peligro por no hacerles caso. O, mejor aun para ellos: que se acabe la democracia y los enchufen en algún puesto del aparato de propaganda del nuevo régimen.

Y al igual que la corrupción no conoce colores ni fronteras políticos, tampoco lo hace la lucha contra ella. Quienes protestamos contra la corrupción debemos estar preparados a admitir que ésta se da en todas las latitudes. Me hacen gracia esos esbirros que pasan por analistas políticos para los cuales en España no hay más corrupción que la de un partido estando el otro impoluto. Pasaba cuando el grueso de las prácticas corruptas caía sobre el PP: decían estos que los verdaderos corruptos, condenados por tales en los casos Filesa, Malesa, etc eran los del PSOE y que, en cuanto al PP, todo el asunto eran las trampas, tergiversaciones cuando no prevaricaciones del juez Garzón. Bueno, ahí tienen Vds. al juez Garzón persiguiendo con la ley en la mano a una panda de presuntos chorizos del Partido Socialista y de Convergencia i Unió. ¿No debieran tragarse con patatas al chile el señor Rajoy y sus alevines aquellas afirmaciones calumniosas de que el juez Garzón "es socialista"?

Y tres cuartos de lo mismo para los del PSOE. Acostumbrados a ver en los últimos tiempos que los corruptos traen todos el carné del PP en la boca, se quedan sin aliento al ver el puñado de supuestos mangantes socialistas en Santa Coloma de Gramenet y empiezan a trazar las diferencias con ánimo de probar lo improbable: que la gente es moralmente peor o mejor según a qué partido político pertenezca, sobre todo por lo que tenga de proximidad o lejanía con el sedicente analista político que no es otra cosa que un sicario.

Corruptos los hay en todas partes y que abunden más en un sitio que en otro sólo es cuestión de oportunidad y vigilancia, si bien tengo para mí que la derecha, más carente de ideología, tiene mayor riesgo de corrupción por así decirlo "estructural"; pero eso no quiere decir que, aun teniendo más ideología, la izquierda esté libre de ella ni mucho menos. A su vez la democracia es el sistema en el que se ataca a la corrupción porque se la investiga y castiga gracias a que la organización de los poderes del Estado y la existencia de una prensa libre así lo permiten.

En cuanto al llamado desprestigio de la política que no es otra cosa que desprestigio de los políticos, hay un procedimiento muy sencillo: que los propios políticos vigilen en sus filas en lugar de hacer la vista gorda y tener un sistema de protección corporativa. Si los corruptos supieran que sus tejemanejes pueden ser descubiertos por el fiscal y tambien por su compañero de escaño, habría menos escándalos. Y lo mismo, por cierto, cabe decir de los jueces, los abogados del Estado, los profesores universitarios y los jardineros del Ayuntamiento. Así que cada palo aguante su vela.


(La imagen es una foto de jmlage, bajo licencia de Creative Commons).

Filosofía de la historia de la filosofía.

Culmina con este texto el señor Savater, y según él mismo advierte al final, su proyecto de abordar el tratamiento de la filosofía, por temas o en visión histórica, para hacerlo accesible a un público de adolescentes y de adultos no especializados pero con interés en el saber perenne. Esta historia de la filosofía (Fernando Savater, Historia de la filosofía sin temor ni temblor, Madrid, Espasa-Calpe, 2009, 302 págs), como todas las de su género, dice mucho, incluso más, sobre el autor que sobre su mismo objeto. Aquí podríamos empezar por ese temor y temblor que en Kierkegaard suscita la reflexión sobre Abraham quien se dispone a hacer con su hijo adolescente lo contrario que Savater: matarlo en lugar de ilustrarlo.

La obra se presenta con algunas características dignas de breve mención: está muy bien escrita, con ese estilo fluido, un poco cheli, conversacional, que Savater maneja con maestría y encaja a la perfección en la tarea de describir y explicar cuestiones filosóficas simples, pero resulta una limitación cuando éstas, las cuestiones, se hacen algo más enrevesadas y ya no se dejan exponer de modo tan alígero. Pasa el alguna ocasión (el tomismo o Wittgenstein me ha parecido detectar) y desmerece.

El libro está escrito en técnica contrapuntística, un poco al estilo -creo recordar- de El mundo de Sofía en el que el relato principal viene acompañado de un diálogo entre un chico, Nemo y una chica, Alba. Supongo que los nombres no son inocentes y que Nemo remite a Julio Verne y Alba, quizá, a la idea que el autor apunta al final de la obra acerca de la incorporación de las mujeres a la reflexión filosófica y que es la que le ha llevado a incluir en el elenco a Hannah Arendt y María Zambrano en una decisión que, imagino, quiere equilibrar la justicia con el oportunismo. Estos diálogos tratan de encarnar aquí y ahora el eterno rumiar filosófico, pero entiendo que debieran haber sido pensados algo más. No basta con situar a los protagonistas frente al faro de Alejandría o al pie de una barricada parisina; es necesario que lo que digan esté en el torbellino reflexivo de la vida y tenga menos juegos de palabras.

La obra está muy gratamente ilustrada por un hermano del autor, Juan Carlos Savater, básicamente a base de acuarelas que se agradecen mucho. No obstante tambien cabe hacer aquí algún reproche: las imágenes están tratadas como el texto, esto es, de un modo excesivamente convencional. Es cierto que Fernando Savater discurre sobre la figuras de los filósofos y sus doctrinas con gracia y elegancia y lo mismo sucede con el ilustrador; pero también lo es que ninguno de los dos ha tratado de ir un poco más allá y de buscar el punto de interés y originalidad por debajo de la visión al uso. Algún ejemplo para entendernos en el campo de la propuesta gráfica: ¿qué tal situar a los filósofos en una circunstancia orteguiana específica? Aristóteles con Alejandro Magno, por ejemplo; o Galileo ante el Santo Oficio; Hobbes acompañando a Carlos I al patíbulo; Rousseau herborisant; Kant bajo un cielo estrellado.

Sin duda las críticas deben versar sobre lo que hay y no sobre lo que no hay, pero entiendo que una propuesta gráfica más audaz hubiera sido más prometedora y engancharía más al lector. De todas formas eso es también lo que cabe decir del texto. El autor se ha atenido en exceso a mi juicio al carácter conservador de la editorial y no dice nada de los filósofos y sus doctrinas que no pueda encontrarse en las fuentes que con toda honestidad cita al final: Russell, Ferrater, Abagnano; pero también podría haber intentado presentar su objeto haciéndolo valer no por la tasación reverente y tradicional (el despliegue de la especulación filosófica avanzando a lo largo de los siglos a modo de espíritu hegeliano) sino vinculándola a problemas contemporáneos de modo más original, cosa que Savater domina sin mayor fatiga. Lo aclaro: el último párrafo del libro habla de un atentado de ETA con resultado de muerte de dos guardias civiles. ¿No hubiera estado mejor vinculándolo a la reflexión de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal? Y, en ese mismo espíritu: ¿no puede relacionarse la preocupación ecológica contemporanea con el panteísmo de Spinoza? La distinción entre derechos individuales/derechos colectivos que tanto preocupa al autor en el contexto de hoy, ¿no estaría bien situada al dar cuenta del individualismo de Locke? El debate sobre la tecnología y la tecnocracia encaja bastante bien en las especulaciones cartesianas sobre las máquinas y, donde no, ¿por qué no aprovechar el manejo que todos los adolescentes -y los que no lo somos- hacemos de Google earth y el uso general de los GPS para hablar de las consecuencias del invento cartesiano de los ejes de coordenadas? Y no digo nada del estoicismo y la globalización, del deber kantiano y las leyes de punto final, etc.

Todo ello observaciones al paso por no quedarme callado. Hay que estimar en lo que vale que un hombre en la plenitud de su labor creadora y metido de lleno en los apuros del siglo con ánimo volteriano, encuentre tiempo para confeccionar una obra que será de utilidad a las generaciones que empiezan y a cuyo lado, sentado en el pupitre ha querido el autor que lo retrate el ilustrador.

dimecres, 28 d’octubre del 2009

Un día cualquiera.

En un mundo en el que 1.000 millones de personas pasan hambre, 1.100 millones no tienen acceso a agua potable y 2.000 millones carece de servicios sanitarios;

en una Europa que no consigue aprobar una estructura constitucional mínima que permita no ya continuar avanzando en la unificación europea sino mantener el enteco grado de unidad que se ha conseguido hasta la fecha;

en una España que tiene más de cuatro millones de parados, en torno al 17 por ciento de la población activa que duplica con creces la tasa europea de desempleo;

en una Comunidad Autónoma como la de Madrid que es la que genera mayor desempleo de toda España y donde uno de cada tres jóvenes no tiene trabajo;

en una Caja de ahorros que es la cuarta entidad bancaria española pero no ha comenzado siquiera el proceso de fusión con otras imprescindible para su supervivencia;

la señora Esperanza Aguirre no tiene otro pito que hacer que torcer el brazo del señor Rajoy para que éste tome medidas disciplinarias con un sicario de segunda por unas declaraciones que reputa injuriosas de hace más de tres días. Entre tanto la Caja Madrid sin gobierno, la Comunidad de Madrid sin gobierno y España sin oposición;

porque detrás de la batalla por la hucha y el madroño se oculta el combate por determinar quién manda en el PP, partido que asiste antre atónito y avergonzado a una sucesión de acontecimientos y revelaciones de intrigas y gabinetes tan insólitas como peregrinas.

(La imagen es una foto de dalequetepego, bajo licencia de Creative Commons).

El erotismo en el arte.

El museo Thyssen ha abierto una exposición temática sobre el erotismo en el arte que lleva tiempo anunciando y en la que se han cifrado altas expectativas. Desde luego la cantidad de obras en exposición es grande (algunos cuadros muy famosos y difíciles de conseguir) y la organización se ha tomado trabajo desglosando el tema en aspectos parciales significativos con ilustraciones pertinentes. El título arranca del del último libro de Georges Bataille, cuya reflexión sobre el erotismo en el arte y la relación entre Eros y Tanatos a través de la experiencia de la muerte en el orgasmo utiliza como columna vertebral de la exhibición. Estaba yo en la creencia de que esa idea del orgasmo como anticipo de la muerte era de algún antipsiquiatra de los años sesenta, Ronald Laing o David Cooper, pero sin duda me traiciona la memoria.

Así que las lágrimas de Eros. Lo primero que capta la mirada del visitante al entrar en el recinto de la exposición propiamente dicha es la famosa placa de Man Ray de la señora con unos lagrimones como perlas del Malabar. Es como una primera sacudida porque ¿qué tiene esa foto de erótico? Tiene la sorpresa surrealista, una especie de Magritte en blanco y negro pero de erótico, nada. Pensando, por ser constructivo, en dónde he visto lágrimas eróticas me voy a las que pintaba el Greco, gotas de rocío titilante en los ojos de sus santas en éxtasis, Marías Magdalenas arrebatadas, ojos borrosos como la imagen que ellos recibían detrás de las lágrimas.

Eso en cuanto a las lágrimas. En cuanto a Eros, los dos primeros cuadros con los que topa el visitante son sendas espantosas piezas de la escuela ñoña de William Bouguereau, con sus mujeres de sensuales caderas y delicados senos pero sin sexo. De una estoy seguro; en la otra tengo duda; pero si no es de Bouguereau es de su relamida influencia. Es que no es fácil dar con el icono del erotismo en el arte porque, sospecho, la propuesta es redundante. El arte es siempre erótico: nace del amor en el sentido más primitivo de las cosmogonías tradicionales y evoluciona en una compleja dialéctica de proyección, absorción, idealización, de creación y obra cuya síntesis se encuentra en el mito de Pygmalion que en su origen es de la escultura, el arte mas completa, según Bellini, porque reproduce la realidad en sus tres dimensiones.

Así que el comisariado de la exposición se ha dado un trabajo clasificatorio grande, identificando los puntos de ilustración, la materialización de la relación eros/arte que es prácticamente infinita. Para ello ha recogido momentos distintos, claramente identificados en tres fuentes del arte: la mitología, la tradición bíblica, que es la mitología judeo-cristiana y la literatura, una excrecencia de ambas. Nacimiento de Venus, esfinges y sirenas, leyenda de Andrómeda, Jacinto y Apolo, Endimión y Semele para la mitología; tentaciones de san Antonio, martirio de san Sebastián, María Magdalena, Judith y Holofernes, Salomé y san Juan Bautista para la Biblia; y algunos de los anteriores más el beso del vampiro y Ofelia para la literatura.

Es un criterio clasificatorio tan válido como otro cualquiera. Puedo discutir la conveniencia de una u otra elección y puedo pensar que hay otros episodios que podrían tratarse, sin ir más lejos, el erotismo de las anunciaciones y madonas, la cristianización de los mitos eróticos (un san Jorge por un Perseo), la violación de Lucrecia, etc. Pero la selección es buena y está llena de posibilidades con lo que la exposición cumple a la maravilla lo que debe ser el objetivo de todas ellas: abrir perspectivas al visitante. Objeto, sin embargo, al nivel de la obra exhibida que es muy de segunda y del montón. Que esté el nacimiento de Venus de Bouguereau y no el de Boticcelli es muy significativo, como lo es que no haya Giorgione alguno ni una Danae de Tiziano cuya carga erótica, como la de todos los mitos de los ligues de Zeus, es inmensa.

La organización hace mención expresa al objetivo de abrir el museo a un público más amplio. Imagino que el razonamiento es el siguiente: si metemos picante en la muestra, mujeres en bolas, vendrá más gente. Y probablemente sea cierto y acertado. Como también lo será que se ha tratado de mantener un perfil moderado, convencional en un tema con tendencia a lo escabroso, sin tentar a los demonios. Digo esto porque, a mi gusto, el cuadro que mejor cuadra a la exposición, el que reúne calidad y pertinencia al tema, la obra más erótica a mi entender es esa potente Mujer entre olas de Gustave Courbet de 1866: no obstante, puestos a batir el record, yo hubiera traído su El origen del mundo que se ve a la derecha, aunque entonces a lo mejor no me hubieran dejado abrir la exposición.

Las relaciones sexo/muerte, la mujer serpiente, la tentadora fatídica, la Eva ponzoñosa están muy presentes en la expo y, como era de temer, con abundancia de las cosas tremebundas de Franz von Stück delante de cuyas mujeres siniestras en simbiosis con la serpiente hacían cola los buenos burgueses de la liga hanseática a comienzos del siglo XX y hoy no pueden verse sin cierto alborozo, como el de las muestras de feria. En este discurso misógino (y, por tanto, escasamente erótico) de la mujer y la serpiente sigue llevándose la palma Hans Memling (del que hay una escena de la caída original en la expo) y, si uno quiere una versión desprovista de turbulencia y más ornamental, váyase a las cosas de Klimt.

Todos los capítulos de la exposición están llenos de sugerencias, ir a verla es altamente recomendable y no cabe estar deteniéndose en todos ellos porque nos dan las tantas. Lo que se dice de san Sebastián y el puntito de tenerlo como patrono gay está bien. Faltaba alguno de la cosecha de Mantegna que ahí sí que hay tela que cortar y horadar. No quiero ser muy provocador pero tampoco era necesario mostrar un espíritu tan asimilado a la visión convencional: el erotismo se detiene a las puertas del arte sacro, no vayamos a fastidiarla, que no es difícil detectar en los cristianos reacciones similares a las de los musulmanes cuando suponen que alguien tontea con sus cosas venerandas. Pues no, señor. Arte sacro es en el díptico de Melun la Virgen con el niño rodeada de ángeles, de Jean Fouquet a mediados del siglo XV y en la que está representada Agnès Sorel la amante del Rey Carlos VII de Francia como la Virgen. Arte sacro y arte erótico. Una mezcla gloriosa que la religión cristiana reprueba, castiga, oculta, niega pero que otras religiones y filosofías con una actitud más abierta a estas querencias exaltan, como sucede con las divinas voluptuosidades talladas en la roca en algunos templos hindúes, como el de Vishvanath y muchos otros tanto en la India como en Ceilán o en Indonesia.

Para el resto del paseo hay multitud de episodios, muchos de los cuales remiten a la pintura y al arte contemporáneos, con algún Dalí y algún Picasso. Tengo simpatía especial por una narración universalmente conocida sobre la que han probado su mano pintores, escultores, poetas, dramaturgos y músicos: Salomé y san Juan Bautista y, al fondo, Herodías que, no pudiendo ya emplear sus mustios encantos, lanza los de su hija para colmar su sed de venganza. ¿Y no acabamos de escuchar que Susan Sarandon recomienda a su hija, joven actriz en agraz, que se desnude siempre que pueda? Es que el erotismo tiene un firme y eterno pilar en el cuerpo desnudo de la mujer, algo con lo que jamás podrá competir el del hombre salvo cuando renuncia a su imagen masculina transformándose en un andrógino. Porque el erotismo empieza siempre con la mirada; la mirada capta el amor de Semele por Endimión, eternamente hermoso; con la mirada peca David al ver a Betsabé y comete el mayor acto de bellaquería que cabe cometer en lid alguna; por la mirada pierden la compostura los dos ancianos frente a Susana, por cierto mito abundoso de erotismo que está ausente de la exposición.

Una última palabra sobre los vampiros en perspectiva de género y a propósito de una de las versiones de El beso de Munch que sí viene en la exposición: es una vampiresa, un curioso giro nórdico a la tradición masculina de los vampiros del sureste de Europa.

Por último, como suele pasar en el Thyssen, la expo está dividida con la de Cajamadrid en la Plaza de Celenque. Pero merece la pena la molestia. Hay cosas soberbias.


dimarts, 27 d’octubre del 2009

El ocaso de una lideresa.

¡Qué amarga es la derrota, Señora! Te han dejado a los pies de los caballos, derrengada, hundida, sin aliento. El vapuleo del sicario en la corrala madrileña el domingo ha sido demasiado para ti, Señora, que fuiste a colegio de pago. Tú, que puedes vestirte de Comunidad Autónoma como podrías de Libertad liberal, que tienes el sentido del humor de titularte lideresa, mezcla de lider y tigresa, te han ganado en chulapería, tronío y desplante. Esto no te lo esperabas cuando te pensabas reina del chotis en una sola baldosa. Aferrada a tu muñeco, tocado en la línea de flotación de la honorabilidad penal, que es como decir de la cintura para abajo en un seminario mixto, cometiste un error garrafal enfrentando al alfeñique González con el morlaco de la dehesa Rato. Eso viene de gobernar Madrid, que una se cree Carlos III, alcalde, rey, emperador. Batida a todos los vientos del Gürtel, con la sierra madrileña incendiada en desfalcos, la marmita hirviendo de espías, la fundación Fundescam cayéndosete del bolso (que no es de Vuitton porque Dios es grande) se te ocurre presentarte en Génova 13, sombra de lo que fuiste, amarrada al perillán, como el galeote al duro banco (o caja) a enfrentarte con tu enemigo, el hombre al que llevas un año humillando en público. Y crees que puedes salir vencedora, como si fueras Morgana. Ese nombre de Rato que ahora no se te cae de la boca, ese "lujo absoluto" para presidir Cajamadrid, es la estopa que te han metido por el gaznate en la sede de tu partido como parte de la estrategia de acabar contigo, Señora, que te habías creído una mezcla de Leonor de Aquitania y Margaret Thatcher, antigua y moderna: ¡eterna, Señora! Y date con un canto en los dientes si el triunvirato vencedor, la coalición Fraga-Rajoy-Gallardón, no descubre que, en el fondo, Gürtel sois Correa, Camps y tú.

(La imagen es una foto de Chesi - Fotos CC, bajo licencia de Creative Commons).

El otro que no cesa.

Europa está llena de otros. Es más, me parece que lo que unifica todas las formas del otro que conozco, la raíz de toda "otroidad", es que es un concepto europeo. Europa viene a ser lo propio de una serie de otros muy distintos. No sólo de lo "no europeo" sino de lo "no blanco", "no occidental", "no cristiano" y hasta "no masculino", "no viril". El concepto de otro es necesario para entender a Europa. Generalmente es un concepto incómodo, que obliga a cuestionarse cosas sobre uno mismo (cómo reacciona uno frente a los otros) llegándose veces a extremos que ponen en duda la misma naturaleza humana del nosotros. Por ejemplo, cuando el Otro tomó la forma del judío.

La imagen actual del otro en Europa es el inmigrante, el sin-papeles (¿qué tal simpapeles?), el ilegal, el "extracomunitario", esa oleada permanente de gente de la periferia de la UE, eslavos de Ucrania o Belarús, albaneses, macedonios, armenios y otras gentes del Asia menor, habitantes del enorme zócalo continental africano, gentes del Magreb y su hinterland, los negros, los llamados "subsaharianos" para no decir eso; negros, gentes del Senegal, Mali, República centroafricana, zona CEFA, antigua África Occidental Francesa que hablan francés, pero también los que hablan inglés, los que vienen de Nigeria, el país más poblado del África, de la antigua Rodhesia que van camino de Gran Bretaña, en donde se reúnen con los que vienen de las Antillas menores, también llamadas West Indies, igual que los marroqués, argelinos y tunecinos conviven en París con los vietnamitas y los moros del Avapiés madrileño con los chinos. El mundo entero es un inmenso Otro frente a Europa, acampado a sus puertas, como el árabe en el siglo VIII, el turco en el XVI, el eslavo en el XX y todos a una en el XXI..

Así que esta peli de Costa Gavras va de inmigración en el "Edén" europeo. Soy forofo de Gavras, del que he visto varias pelis cada una de ellas tratando algún asunto político, ético, filosófico grave. La que más me ha gustado de siempre y cuya música de Mikis Theodorakis he seguido escuchando a lo largo de los años es Z, sobre el asesinato de Lambrakis en la Grecia de los coroneles con una actuación de Yves Montand, Jean-Louis Trintignant y Renato Salvatori soberbia, pero recuerdo muy bien Estado de sitio, Missing, Hannah K., etc. Es un cine político, de combate y con mucha fuerza artística.

Al Oeste el edén es la historia de un inmigrante supongo que albanés, aunque puede ser turco o armenio desde que el mar lo deja en una playa de Italia, en un hotel de lujo que se llama Edén hasta que culmina su empeño de llegar París, a ver a un mago (si tu viens à Paris, viens me voir au Lido), de quien se promete todo. Es, pues, una película de itinerario, una road movie europea que empieza en algún lugar impreciso de las costas del Mediterráneo con un barco cargado con cientos de ilegales que los propios tripulantes denuncian a la guardia costera italiana al entrar en aguas territoriales. Elias, el inmigrante, salta por la borda con un amigo y así acaba a la mañana siguiente casi ahogado en la playa del hotel de lujo, en la zona de nudistas, en donde la gente va en bola picada. Desde allí, la historia es la de Elias pasando los Alpes, llegando a Francia y cruzándola hasta París a golpe de calcetín, de auto-stop, de tren, para encontrarse con el mago que busca en los Campos Elíseos. En el camino, ya puede imaginarse, le pasa de todo y la peli retrata las relaciones de los europeos, de muchos europeos, trabajadores, comerciantes, burgueses, empresarios, agentes del orden, con los inmigrantes, incluso las de unos inmigrantes con otros.

El cuadro que pinta Gavras es tragicómico; uno pasa la peli con una sonrisa amarga. El director explota al máximo el lado divertido de las peripecias de Elías, especialmente las que tienen connotaciones sexuales, pero deja claro que la vida de los sin-papeles en Francia, o sea, en toda europa, es una vida miserable, perseguida, con abusos e injusticias continuos. Prácticamente hay que tragar mierda o por lo menos meter en ella las manos para sobrevivir. Pero al final, dice Gavras, si llegas a los Campos Elíseos, ya lo has conseguido y la vida se te abre. Pero, en realidad, eso es sólo para una pequeña proporción de los que llegan que a su vez son una minúscula proporción de los que se pusieron en camino.