La corrupción es una lacra de la democracia que, aunque en porcentajes distintos, puede afectar y afecta a todas las formaciones políticas (a la izquierda gráfico de la corrupción percibida global por sectores en 2009, según Transparency International). Se trata de un conjunto de delitos por el que el sector público, los representantes y cargos políticos se enriquecen a costa del bolsillo del contribuyente. Son pues aquellos, los representantes y sus partidos, los primeros interesados en perseguir el fenómeno con el fin de regenerar la moralidad de la vida pública y recuperar la estima de sus conciudadanos. Ciertamente pero, en la realidad, lo que se ve es que no todo el mundo actúa de igual modo. El caso del PP en España en los últimos meses es paradigmático: empieza por negar la evidencia más abrumadora, no toma medidas sancionadoras con los comportamientos más reprobables, trata de esparcir la sospecha entre todas las fuerzas sacando de quicio los hechos. Por ejemplo, con la clara intención de que no se hable del caso Gürtel que es un cáncer que está devorándolo, pretende desviar la atención montando escándalos artificiosos (como el de la famosa hija de Chaves o el caso Faisán) que luego no tienen sustancia procesal. Sin embargo, en lugar de reconocer este extremo, el partido conservador carga contra los tribunales acusándolos de parcialidad y sectarismo, es decir, atacando a las instituciones mismas del Estado de derecho.
El último ejemplo: en la operación contra la corrupción en Baleares, los detenidos, del PP, aparecieron coram populo esposados. De inmediato salieron el señor Rajoy y la señora De Cospedal hablando de criminalización y de trato desparejo, contrario al PP y favorable al PSOE. Ayer, los presuntos chorizos de Santa Coloma de Gramenet, del PSOE y de CiU, aparecieron tan esposados como los de baleares. Si alguien está esperando una sola disculpa del señor Rajoy o su inefable secretaria general por haber insultado a las fuerzas de seguridad del Estado y a los jueces, que espere sentado.
Por cierto, ¿cómo llamaríamos a este desvergonzado comportamiento? Yo creo que es tan corrupto como la corrupción misma porque consiste en atacar al sistema de garantías en beneficio de los putativos delincuentes.
La señora De Cospedal, epítome de la zafiedad dialéctica, pide disculpas por la actitud inaceptable de Costa y Cobo en un ejercicio de equidistancia. Pero nada dice de su propia inaceptable actitud, cuando lleva un par de meses diciendo barbaridades del tipo de que España es un Estado policial y lindezas de ese calibre al lado de las cuales lo que digan Costa y Cobo o Cobo y Costa es sonido de canario flauta, y que hace dudar no ya solamente del talante democrático de la manchega señora (que es obviamente inexistente) sino de su equilibrio mental.
Y cuando se habla de Costa se hace del pisaverde que fue (y no se sabe si sigue siendo) secretario regional del PPPV. Quedaba por entrar en escena a modo de conquistador su hermano Juan, el que fue ministro de Hacienda del PP y se inventó (literalmente se inventó) una supuesta irregularidad hacendística de los sociatas de una pastuqui en millones de las antiguas pesetes. Dice Juan que Rajoy no vale un ochavo y que Camps faltó a la verdad al dar cuenta en un comité de lo acordado en otro.
Fruslerías, como diría el propio Curita, gazmoñerías de colegio de monjas. Aquí el problema es que la fortaleza electoral del PP descansa sobre dos Comunidades Autónomas, Valencia y Madrid, las cuales están literalmente corroídas por la corrupción y gobernadas por dos políticos excéntricos que son como la versión (cheli en Madrid, sousdevelopée en Valencia) de Berlusconi: nadie se atreve con ellos a pesar de que todo el mundo reconoce que ninguno de los dos es de recibo. Sobre todo el Curita capaz de mentir sobre sus trajes, mentir sobre sus "amigos del alma" confundir una decisión de la justicia con la de otro amigo del alma (esta vez judicial) y a sostener, con se morro que se lo pisa que los resultados electorales avalan la ética de su gestión. .
Frente a ese cúmulo de dislates en la reacción frente a la corrupción del PP, el comportamiento del PSOE, al ser rápido y contundente atajando los casos de corrupción, resulta inobjetable y, además, consigue que la acción de gobierno (o, antes bien, de desgobierno) que lleva a cabo, no sea objeto de atención pública porque toda la recaba para sí el PP con su corrupta actitud frente a la corrupción.