dijous, 29 d’octubre del 2009

La culpa es de Garzón.

¿Lo ven? Ahora será inevitable leer docenas de severas admoniciones de los sabelotodos de turno sobre el peligro para la democracia de la corrupción de la política, sobre la desafección de los ciudadanos, la inoperancia cuando no inmoralidad de las teorías de "todos son iguales", etc. Sólo conozco un tema más aburrido y estúpido que este de avisarnos de los peligros de la corrupción para la democracia que es el del carácter consumista de las entrañables fiestas navideñas. Y con un poco de suerte, al tenerlas ya encima, es posible que este año disfrutemos ración doble en algún caso y firmada por el mismo adusto Catón: "Frívolo consumismo en tiempos de corrupción pútrida".

Cuando llegue el momento nos ocuparemos de la Navidad. En cuanto a la corrupción y la supuesta deslegitimación de la democracia que acarrea, vamos a tratar de no perder mucho tiempo: la democracia no es el régimen más corrupto posible; al contrario, es el menos. Lo que sucede es que en él la corrupción se investiga y como tiene mucho impacto mediático, parece como si fueran consustanciales. Pero quienes tengan la necesaria memoria o, a falta de ella, se hayan informado convenientemente, sabrán que los regímenes más corruptos son siempre, por esencia y definición, los no democráticos, las dictaduras del tipo que sean, personales, institucionales, religiosas, de partido, de secta, grupo, clan o ejército. El régimen más corrupto de la historia de España ha sido el franquista. Y eso es así por definición: ausencia de controles democráticos, inexistencia de fiscalización pública, falta de rendición de cuentas, administración corrupta de justicia. La corrupción es la compañía necesaria de todos los sistemas no democráticos en los que del dictador al último mandado, roban todos como lo que son: como ladrones.

Así que menos rollos admonitorios, menos negros vaticinios. Sin ser perfecto ni muchísimo menos, el democrático es el régimen en el que cabe poner coto (hasta donde cabe hacerlo) a esa capacidad inherentemente humana de aprovechar el servicio público para llenar la andorga engañando a los ciudadanos. La corrupción (mejor dicho: la lucha contra la corrupción, que es lo que está pasando aquí) no puede ser causa de deslegtimación de la democracia. Me malicio que eso es lo que quieren los que se ponen proféticos a vaticinar desgracias: que se vea que la democracia corre peligro por no hacerles caso. O, mejor aun para ellos: que se acabe la democracia y los enchufen en algún puesto del aparato de propaganda del nuevo régimen.

Y al igual que la corrupción no conoce colores ni fronteras políticos, tampoco lo hace la lucha contra ella. Quienes protestamos contra la corrupción debemos estar preparados a admitir que ésta se da en todas las latitudes. Me hacen gracia esos esbirros que pasan por analistas políticos para los cuales en España no hay más corrupción que la de un partido estando el otro impoluto. Pasaba cuando el grueso de las prácticas corruptas caía sobre el PP: decían estos que los verdaderos corruptos, condenados por tales en los casos Filesa, Malesa, etc eran los del PSOE y que, en cuanto al PP, todo el asunto eran las trampas, tergiversaciones cuando no prevaricaciones del juez Garzón. Bueno, ahí tienen Vds. al juez Garzón persiguiendo con la ley en la mano a una panda de presuntos chorizos del Partido Socialista y de Convergencia i Unió. ¿No debieran tragarse con patatas al chile el señor Rajoy y sus alevines aquellas afirmaciones calumniosas de que el juez Garzón "es socialista"?

Y tres cuartos de lo mismo para los del PSOE. Acostumbrados a ver en los últimos tiempos que los corruptos traen todos el carné del PP en la boca, se quedan sin aliento al ver el puñado de supuestos mangantes socialistas en Santa Coloma de Gramenet y empiezan a trazar las diferencias con ánimo de probar lo improbable: que la gente es moralmente peor o mejor según a qué partido político pertenezca, sobre todo por lo que tenga de proximidad o lejanía con el sedicente analista político que no es otra cosa que un sicario.

Corruptos los hay en todas partes y que abunden más en un sitio que en otro sólo es cuestión de oportunidad y vigilancia, si bien tengo para mí que la derecha, más carente de ideología, tiene mayor riesgo de corrupción por así decirlo "estructural"; pero eso no quiere decir que, aun teniendo más ideología, la izquierda esté libre de ella ni mucho menos. A su vez la democracia es el sistema en el que se ataca a la corrupción porque se la investiga y castiga gracias a que la organización de los poderes del Estado y la existencia de una prensa libre así lo permiten.

En cuanto al llamado desprestigio de la política que no es otra cosa que desprestigio de los políticos, hay un procedimiento muy sencillo: que los propios políticos vigilen en sus filas en lugar de hacer la vista gorda y tener un sistema de protección corporativa. Si los corruptos supieran que sus tejemanejes pueden ser descubiertos por el fiscal y tambien por su compañero de escaño, habría menos escándalos. Y lo mismo, por cierto, cabe decir de los jueces, los abogados del Estado, los profesores universitarios y los jardineros del Ayuntamiento. Así que cada palo aguante su vela.


(La imagen es una foto de jmlage, bajo licencia de Creative Commons).