AVISO REVIENTAFINALES.
Este comentario revela el final de la novela Moby Dick y la peli Major Dundee.
La peculiar relación de la realidad con los medios de comunicación se manifiesta en esos escasos días (creo que son dos al año) en que no hay prensa escrita. Y, como no hay medios, no hay noticias. Tampoco pasa nada porque, al no haberlas, en lugar de estar rabiando contra el Gobierno o la oposición, lxs ciudadanxs se ocupan de sus asuntos, lo que nunca está de más. Así que yo, me puse a ver Major Dundee, que la echaban por la TV2, el canal de los cultos.
La había visto cuando se estrenó en 1965 y me pareció una coña grandielocuente, pero muy vistosa porque, además de estar dirigida por el indio Sam Peckinpah, los protagonistas eran Charlton Heston, Richard Harris, James Coburn y la usual bunch de The Wild Bunch, Ben Johnson, Warren Oates, L.Q.Jones. Uno de estos actores, también favorito de Peckinpah, bautizó la peli como Moby Dick a caballo, es el Reverendo Dahlstrom, el pastor de sucia levita con una Biblia en una mano y un revólver en la otra, un personaje simpático, interpretado por R. G. Armstrong, que también aparecía en La balada de Cable Hogue y Pat Garrett y Billy the Kid
Bueno, el caso es que Amstrong dijo lo de Moby Dick y como la Moby Dick del cine ha pasado. Dundee es Ahab, Benjamin Tyreen es Starbuck (el segundo a bordo del Pequod que piensa que el viaje es una locura y el soldado Tim Ryan (¡ay, Dios, ¡Salvad al soldado Ryan! o los famosos "guiños" cinematográficos!) es, obviamente, Ishmael, el narrador de la historia. El genio de Peckinpah añade al scout blanco, Potts, interpretado por un James Coburn manco (como Ahab era cojo) y extraordinario. Quien reconozca aquí al Britt de Los siete magníficos es buen fisonomista, vive el cielo. Y punto. ¡Ah, no! El apache Sierra Charriba, cruel asesino de colonos y soldados de los EEUU, es Moby Dick.
Y ya estaba hecha la gran épica del Oeste americano, modelada sobre la novela de Melville. O tal cosa debió de creer Charlton Heston, que se veía como capitán Ahab/Gregory Peck. (¿Qué actor de Hollywood no querría medirse con Peck?). Imagínese la picardía, el enemigo (no necesariamente el propio Sierra Charriba) hiere en una pierna a Dundee de un flechazo y hay varios planos que pretenden sugerir la pata de palo de Ahab/Peck sobre la cubierta del Pequod. Toc, toc, toc. En todo caso, se entusiasmó de tal modo que acabó dirigiendo él la peli porque Peckinpah estaba pegado con los productores o demasiado borracho para rodar. Incluso, llegó a poner dinero de su bolsillo para subvenir a los gastos y que la película se terminara.
Y se terminó, y cuando se terminó, duraba cuatro horas y veinte minutos. 4h, 20' de épica, aun en Texas, era una enormidad hasta para una trama en que se mezclan historias de ambición, odio, honor, amor, más complejísimas circunstancias históricas (EEUU vs. México ocupado por los franceses en tiempos de Maximiliano), con un trasfondo racial y de clase, pues la tropa que persigue a Charriba, como la tripulación del Pequod, es una abigarrada mezcolanza de soldados unionistas (algunos, negros) y presos (entre estos, civiles y soldados confederados). No llega al pintoresquismo de las arponeros de Moby Dick, entre los que hay hasta un canibal, como Queequeg, pero tampoco está mal, con los toques de racismo entre confederados y "niggers" de la Unión.
La productora la dejó es dos horas y cuarto y, claro, así la dejó. Que apenas se entiende nada. En cambio, le endiñó una partitura de Daniele Amfitheatrof que dan ganas de salir corriendo a la primera nota y con una canción de Major Dundee que pone los pelos de punta de fatua. Parece que, con posterioridad, la Columbia, o alguien así, ha sacado una copia mejor tratada, le ha añadido 12 o 13 minutos muy necesarios y, sobre todo, ha cambiado la partitura por otra de Christopher Caliendo. No importa, TV2 nos ha colocado la versión de 1965 pura y a callar, que para eso es la tele culta.
De todas formas, da gusto verla. Al fin y al cabo, es Peckinpah, aunque todavía no el de Wild Buch y da gusto ver el duelo entre los dos héroes, el yankee heroico y el no menos heroico pero más caballeroso confederado. Mucho caballo, mucho decorado y mucha acción en exterior también, con tiros, hasta algún cañonazo contra los dragones franceses (llamados en la peli "lanceros", seguramente por influencia inglesa) y alguna orgía de factura de la casa.
Ahora, lo de Moby Dick, por las narices. Moby Dick es la historia de la obsesión de un hombre por dar caza a una obsesión, o sea, a él mismo, su propio Leviatán interior. Hasta ahí, tanto vale Moby Dick como Sierra Charriba. Pero sólo hasta ahí. En la novela de Melville se habla mucho de la ballena, de las ballenas; sale uno "emballenado", mientras que en la peli apenas se entera uno de que Sierra Charriba es un apache. El simbolismo del cetáceo tiene una dimensión sobrehumana no sólo en lo imaginario, sino en lo muy real de volúmenes y animalidad. Sierra Charriba no pasa de ser un indio on the run y como tal queda cuando, después de todo, lo mata el soldado Ryan, el imberbe narrador de la historia. Y, a partir de aquí, las historias divergen hasta lo criminal. En Moby Dick, ya se sabe, la palma todo Cristo, excepto Ishmael. La pasión de Ahab sólo le ha reportado la muerte y la destrucción a él y a los suyos. Nada de beneficio; nada de gloria. En Dundee mueren los imprescindibles para transformar la historia en un cántico a la reconciliación de los dos bandos en la guerra civil, en loor de la nación americana, cuya única bandera recoge en sacrosanto mandato Charlton Heston, de manos del capitán rebelde Tyreen, que muere por rescatarla y, de este modo, se redime a ojos de la patria. Catapum.
Cuando los españoles hagan estas películas todos los días, como los estadounidenses, con la rojigualda en lugar de las barras y estrellas y el producto sea un éxito de taquilla en el mundo entero (aunque sólo con los años; al comienzo, Dundee fue un fracaso)o, como es el caso, venga a considerarse un "clásico del cine", tendrán una nación. Que es de lo que va la épica.