dijous, 11 de desembre del 2008

"Estado asesino, policía ejecutora".

Nuestro tiempo tiene una deuda contraída con la juventud. Todos la tienen o la han tenido en mayor o menor medida y en todos esa deuda se ha pagado de una u otra forma. Hoy también parece que esté pasando. Anoche varios cientos de manifestantes en Madrid y Barcelona provocaron disturbios callejeros, encontronazos con la policía, asaltos a comercios, sucursales bancarias y destrozos del mobiliario urbano. Eran concentraciones espontáneas en solidaridad con los jóvenes griegos que también ayer salieron a la calle en plena huelga general a seguir enfrentándose con la policía.

La espontaneidad es un rasgo característico de la juventud; la solidaridad desinteresada, otro. Parece que en los hechos de ayer podemos ver un comienzo de extensión de los disturbios de Grecia a otros países del entorno en que se dan circunstancias similares a las griegas.

Supongo que habrá mucha gente, sobre todo publicistas, columnistas, tertulianos y otros especímenes de la clase parlanchina que desaprobarán estos comportamientos en muy diversos tonos, desde los condenatorios inflamados de los guardianes del orden público que pedirán mano dura y represión, hasta los comprensivos que se harán cargo de que hay un creciente descontento entre los sectores juveniles que se debe canalizar constructivamente ya que éste del vandalismo urbano y los destrozos callejeros no son el camino sino un yerro. Y donde los unos pedirán que se empleen a fondo los antidisturbios los otros exigirán que lo hagan los servicios sociales.

En realidad, como están las cosas en el mundo, lo raro es que estas manifestaciones no sean más frecuentes, más amplias y más duraderas. Y me explico: tratemos de ver la realidad globalizada con los ojos de un/a chaval/a de veinte años. ¿Qué vemos?

Un sistema económico con unos defectos estructurales muy graves, sumido en una crisis de proporciones pavorosas, que genera paro y desigualdades crecientes en el primer mundo y hambre y miseria en el tercero; que se basa en un crecimiento ilimitado a costa de destruir el planeta; que se mueve tan solo por el afán de acumulación de riquezas en cada vez menos manos; que antepone el consumo compulsivo a cualquier otro tipo de valores y que, al mismo tiempo, es incapaz de garantizar los medios imprescindibles para acceder a él; que condena a la inmensa mayoría de la población a una vida de subsistencia en la inseguridad de puestos de trabajos precarios y que no permite que los jóvenes puedan encarar proyectos vitales satisfactorios porque pone dos elementos esenciales de estos como son el empleo y la vivienda fuera de su alcance; un sistema gestionado por una oligocracia de ladrones y corruptos que se ha enriquecido y sigue enriqueciéndose mediante un capitalismo criminal de rapiña que, además de robar los ahorros de infinidad de ciudadanos los condena a estar entrampados toda su vida.

Un sistema político también corrompido en el que bajo la pátina de las libertades democráticas, late el fascismo de la brutalidad policial, la represión sistemática, la universalización del tratamiento penitenciario, el empleo de la tortura, una administración de justicia corporativa, muchas veces arbitraria y que suele ser cómplice de los desmanes de los aparatos represivos; un sistema en el que ninguna fuerza política osa plantear alternativa alguna al organizado desorden existente sino que todas se adaptan servilmente a proteger los intereses de la oligocracia, los quinientos de la lista de Forbes y sus siervos en las administraciones públicas y el Estado de derecho y en el que los discursos políticos de cambio y renovación no cuestionan jamás el status quo dominante y comparten con los conservadores y/o reaccionarios la consagración de la dictadura del capital nacional e internacional.

Todo ello acompañado o en el contexto de un sistema social de feroz lucha por la existencia, carente de toda estructura real de valores pero en el que todos los días se predica sobre ellos en discursos justificativos, falaces y cómplices, articulados en las universidades, los think tanks financiados por las empresas y subvencionados por los estados, los púlpitos de unas iglesias retrógradas cuando no directamente delictivas; discursos formulados por intelectuales a sueldo que no solamente han perdido toda arista crítica si no que tienen a gala servir como lacayos a los intereses del capital, y difundidos por unos medios de comunicación que no son otra cosa que la voz de los consejos de administración de las mismas empresas que explotan a la gente, esclavizan a los inmigrantes, negocian con las guerras, esquilman al tercer mundo y condenan al hambre a la población de los países pobres.

Cualquiera que tenga veinte años y viva en esta situación tiene que sentir que le hierve la sangre cuando ve que un agente del "orden" descerraja un tiro a bocajarro a un chaval en plena calle. Hierve cuando se es mucho mayor, ¿cómo no lo hará cuando uno todavía cree no solamente que haya que poner coto a la injusticia, oponerse al crimen, acabar con la corrupción, impedir los abusos policiales si no que además está dispuesto a ponerlo en práctica porque su grado de implicación en toda esa miseria es nulo?

Se entienden muy bien las jeremiadas de las buenas conciencias: quizá tengáis razón, es posible que haya que nombrar una "comisión de expertos" para estudiar la situación real (no nos hagamos ilusiones, por favor) de la juventud y haga algunas propuestas, pero lo que no es admisible es la violencia indiscriminada, los disturbios callejeros, generalmente movidos por una minoría de grupúsculo. Se entiende muy bien, en efecto, pero no merece ni respuesta porque ¿conoce alguien modo más eficaz de obligar a la sociedad a reaccionar que las manifestaciones callejeras à tout hazard cuando tienen el suficiente seguimiento?

Claro que el empleo de la violencia es condenable en todo tiempo y lugar... salvo en el caso de la legítima defensa. Y un caso de legítima defensa es el que se ha dado en Grecia frente a la brutalidad policial, brutalidad que ha venido siendo repetida y creciente en los últimos años en nuestras ciudades, en Madrid, Vitoria, París, Génova, Seattle, etc. Es posible que tengamos que resignarnos a vivir en sistemas económicos, políticos y sociales injustos, desiguales, incompetentes y destructores de la biosfera, pero no se ve por qué haya que aguantar la arbitrariedad y la brutalidad de la policía.

(Las imágenes son fotos de La Haine, bajo licencia de Creative Commons).

Las raíces del miedo.

Conocemos imperfectamente la historia de la guerrilla española antifranquista. Diversos motivos han contribuido a esta laguna: el secreto de las operaciones, tanto en el lado antifranquista, necesitado de clandestinidad, como en el franquista que no quería dar publicidad a unos hechos que comprometían su seguridad; el carácter desestructurado, inevitable en toda acción bélica de guerrillas; la tupida censura de prensa que la Dictadura impuso; la dificultad de acceso a los materiales de documentación y sobre todo el miedo, el miedo de los coetáneos a hablar de los hechos y que ha durado prácticamente hasta hoy, como señala Ana R. Cañil, la autora de este libro (La mujer del maquis, Madrid, Espasa, 2008, 423 págs.) que lo detecta incluso en sus conversaciones con testigos directos o indirectos de los acontecimientos que narra. acaecidos hace ya más de cincuenta años. Pero el interés por estos episodios es casi tan antiguo como ellos mismos. Creo recordar que la primera obra que leí sobre el maquis fue hace unos cuarenta años, y era Búsqueda, reconstrucción e historia de la guerrilla española del siglo XX, de Andrés Sorel, un libro publicado en 1970, hoy injustamente olvidado.

Ana R. Cañil no ha escrito una obra de historia, ella misma lo reconoce al comienzo, sino una especie de reportaje de actualidad pero localizado en el pasado, una verdadera "reconstrucción" (al estilo de Sorel) de un episodio concreto de aquel movimiento guerrillero español: el que se localiza entre los años de 1947 y 1957 en la zona santanderina del Val de San Vicente, próxima a San Vicente de la Barquera y el valle de la Liébana y que tiene como principales protagonistas a dos afamados guerrilleros: Juan Fernández Ayala (Juanín) y Francisco Bedoya Gómez (El Bedoya). Para ser más exacto diré que si Juanín y Bedoya son los protagonistas del acontecimiento, los del libro son las gentes sencillas, los habitantes de la comarca y sobre todo sus mujeres, especialmente las emparentadas con Bedoya, como su madre, su novia o su hermana.

Cuando Bedoya cae en 1957 abatido por las balas de la Guardia Civil hacía ya casi diez años que el Partido Comunista de España (PCE) había decidido poner fin a la lucha armada y unos seis que se lo había puesto decisivamente. Cañil da cuenta de ello (pp. 271/272) pero insiste en que, aunque parece que Juanín fue miembro del PCE, a diferencia de otros guerrilleros que militaban mayoritariamente en la CNT o en el PSOE/UGT, la vida de aislamiento a que lo forzaba la actividad guerrillera lo había apartado de la militancia. Y, en todo caso, en cuanto a Bedoya, es más que problemático que su decisión de echarse al monte en 1952 estuviera movida por razones políticas si bien la autora supone (y digo bien, "supone" porque no parece estar en situación de probarlo) que el mozo, entonces de veintitrés años y que había pasado cuatro en la cárcel (desde los diecinueve) adquirió en ella, en contacto con los demás presos políticos cierto tipo de formación.

Sin embargo, el meollo de la historia, al menos el eje en torno al cual la autora construye su relato, no es político sino una historia de amor, el que nace entre Francisco Bedoya con diecisiete años y Mercedes San Honorio Pérez, Leles, la hija de un caserío de la zona, por entonces de quince. Los dos muchachos tienen un hijo, Ismael, un par de años después sin estar casados. La familia de ella, sobre todo la madre, una mujer católica y muy dura, interviene, impide la boda y, de hecho separa a los amantes. La acción materna es tan despiadada que dos años más tarde, y sin que Bedoya haya conseguido ver a su hijo que permanece poco menos que secuestrado junto a su madre, consigue que Leles embarque hacia la Argentina, separándolos para siempre. A partir de ahí los dos novios iniciarán una correspondencia ingenua a la que Cañil ha tenido acceso y que entrevera a la largo de la obra con la otra historia, la de las guerrillas. Por eso esta obra es un reportaje histórico, una crónica de un acontecimiento y una historia sentimental al mismo tiempo. Lo único que suena raro de esa correspondencia es que Bedoya, un chico de la montaña santanderina, llame "mamá" a la madre de su novia. Parece como una modificación posterior.

Bedoya, como otros habitantes de la zona de la montaña era enlace de los guerrilleros o los apoyaba, en concreto a dos brigadas que estuvieron actuando desde el fin de la guerra civil hasta bien entrados los años cuarenta. En 1948 Paco Bedoya y un par de docenas de vecinos y vecinas de los pueblos del lugar son arrestados en una razzia de la Guardia Civil, decidida a acabar con el apoyo de la guerrilla a base de detener a quienes considera sus soportes a los que encierra en los cuartelillos y en la prisión de San Vicente de la Barquera y somete a todo tipo de torturas hasta que consigue confesiones que, presentadas ante los consejos de guerra les valdrán condenas de cuatro, seis, ocho o diez años.

Este es a mi entender el aspecto más importante del libro, las actividades represivas de la Guardia Civil en España, en concreto en la montaña santanderina en los años cuarenta, consistentes en mantener a la población aterrorizada con sus sacas, sus torturas, sus frecuentes registros, sus detenciones arbitrarias: el terror impuesto por el régimen sobre la España vencida de la posguerra en todos los pueblos del país. Y hay que recordar que en los años treinta y cuarenta España es fundamentalmente agraria, rural y que más del sesenta por ciento de la población vive en pueblos en los que la bestial represión ejercitada por los falangistas, los guardias civiles, los curas o los elementos adictos al régimen sembraron una semilla de odio y miedo que ha persistido hasta la fecha.

Bedoya cumple su condena de seis años en un batallón de trabajos en Fuencarral, cerca de Madrid, a donde viene a visitarlo un par de veces su madre que le trae a su hijo Ismael que la familia de Leles le ha dejado mientras la madre se instala en la Argentina. Serán las dos únicas ocasiones en que el futuro guerrillero lo vea, mientras sigue escribiendo sus cartas a la novia con la que planea juntarse cuando haya extinguido la condena. Parece que Julia, la madre de Bedoya, siguió siendo enlace de los guerrilleros ("bandoleros" para los franquistas) aquellos años y hasta se decía que amante de Juanín, lo que da a la historia un matiz literario y Cañil dice no poder probar nada.

Es el caso que Bedoya rompe condena cuando le quedan seis o siete meses para cumplirla, al parecer encendido porque la guardia civil (se supone) ha incendiado su casa y con ella han ardido todas sus pertenencias, y buscando venganza. Así es como se echa al monte en 1952. Pero echarse al monte significa en su caso, cargar de nuevo sobre la familia, ahora en otra casa y continuamente vigilada por la Guardia Civil. La situación llegó a ser insostenible y, al parecer, a Bedoya lo delató su cuñado quien, por cierto, murió abatido por la guardia civil con él.

Entre tanto Leles se había casado en Buenos Aires con otro emigrante de su pueblo, Abanillas, teniendo otro hijo con él. Pero para Leles muchos años después, ya anciana, ella había tenido un amor y un marido cosas, como todo el mundo sabe, no necesariamente coincidentes. Leles vivió como un drama esa historia que sintetizaba con toda ironía una dama francesa del XVIII: "Faute de mieux, on couche avec son mari". Pero el caso que cuenta Cañil es una historia de amor triste entre gentes sencillas a las que ha pillado el engranaje de la guerra y la locura humana.

Y al mismo tiempo es un testimonio vivo de las condiciones de terror en que vivió durante años una parte importante de la población española a manos del ejército victorioso en la contienda y de quienes estaban con él.

Como la autora habla de tanta gente y las familias son tan extensas y están entrelazadas, estas dos historias fundamentales (amor maldito y maquis) se mezclan con otras que a veces son confusas y despistan. De todos modos, la imagen de la Cuba de Batista, poco antes del triunfo de Fidel y de los primeros tiempos de la revolución dibujada por una persona que vivió allí en aquel tiempo es impagable. También distrae del núcleo central de la obra y parece un poco pegote, pero se lee con mucho agrado y sirve también para descargar la tensión que el lector acumula, harto de ver miseria, represión, crueldad, torturas, palizas, desprecios, humillaciones, vejaciones, robos, saqueos, rapiña en fin: la España rural de los años cuarenta.

dimecres, 10 de desembre del 2008

Apuntarse a un bombardeo.

O la política del cañón giratorio. Maltratado por las encuestas, cuestionado en su propio partido, hostigado por los medios de comunicación afines y amenazado de malos resultados en las próximas consultas electorales, el señor Rajoy parece haber decidido que la mejor política es disparar a todo lo que se mueva, aunque los que se muevan sean los suyos.

Es difícil dar mayor espectáculo de incongruencia, falta de principios, oportunismo desvergonzado y escaso sentido del ridículo que el del grupo popular en el Senado apoyando la propuesta de ERC de devolver los presupuestos al Gobierno. El gesto es inútil y una perfecta pérdida de tiempo (y de dinero, claro) ya que el Gobierno los sacará adelante en el Congreso. En cambio deja al PP en la incómoda situación de tener que explicar por qué vota con un partido que considera inconstitucional, independentista, poco menos que aliado de ETA y a algunos de cuyos dirigentes quisiera ver procesados. Claro que los dirigentes del PP no acostumbran a dar explicaciones de sus actos; ni siquiera a sus afiliados o cargos representativos, como se comprobó cuando el señor Aznar metió al país de lleno en una guerra consultando la decisión con el cuello de su camisa. Pero es precisamente esa incongruencia, ese estar dando tarascadas a diestro y siniestro sin una línea clara y definida las que hacen que el PP no suba en intención de voto en los sondeos a pesar de que el gobierno del PSOE ha de habérselas con la que probablemente sea la peor crisis económica desde comienzos del siglo XX.

Es difícil dar mayor muestra de incongruencia, sí; pero no imposible. El mismo partido batió su propia marca registrando para hoy una veintena de preguntas al Gobierno acerca de los vuelos de la tortura de la CIA a Guantánamo. Decía ayer Iñaki Gabilondo en la Cuatro que estos preguntadores siguen el ejemplo de su maestro el señor Aznar y, como él, tienen el rostro de cemento. El rostro de cemento y las meninges planas, también como el maestro, porque los van a hacer picadillo. Los vuelos de la tortura fueron autorizados por el gobierno del señor Aznar con pleno conocimiento de lo que se trataba. Siguieron luego durante el gobierno del señor Rodríguez Zapatero pero éste tiene una excusa formidable, una coartada indestructible consistente en decir que no sabía nada ya que nadie lo informó en el momento de la trasmisión de poderes y, además, quienes trasmitían tales poderes, probablemente sustrajeron toda la documentación al respecto, dejando al gobierno a la luna de Valencia. Así que estos diputaditos van a aprender en carne propia la diferencia que va del Gobierno a la oposición instalándose en la posición del gobierno anterior y dejando que éste de ahora se convierta en oposición. Y gratis.

(La imagen es una foto de Contando Estrelas, bajo licencia de Creative Commons).

El ejemplo griego.

De siempre ha irradiado Francia mucha influencia sobre Grecia; en la Sorbona se ha graduado parte importante de la élite griega y hay un intenso intercambio cultural entre los dos países. Por eso los disturbios actuales en diversas ciudades helénicas siguen de cerca el ejemplo de los que se produjeron hace unos años en las banlieux de algunas ciudades francesas, aunque su base sociológica sea distinta. Los inmigrantes franceses son los adolescentes griegos. El detonante, la extrema violencia policial, ha sido similar como lo están siendo las tácticas y procedimientos de enfrentamientos entre la policía y jóvenes manifestantes. La diferencia es que en Grecia la violencia es mayor que en Francia ya que no sólo arden coches si no también comercios.

En esta situación de enfrentamiento social tiene su importancia la crisis general capitalista que en Grecia golpea con especial dureza, dadas sus sempiternas debilidades estructurales. Sin duda la juventud (con un treinta por ciento de desempleo) es uno de los sectores más castigados; pero también los están las demás capas sociales, la clase media y sobre todo los trabajadores en un país tradicionalmente exportador de mano de obra que ahora se ha visto forzado a admitir una inmigración creciente proveniente de los antiguos países comunistas. La huelga general convocada para hoy por los sindicatos, especialmente el de funcionarios (condenados una vez más a pagar las políticas de austeridad del Gobierno conservador) y que, en principio, no tiene que ver con los disturbios juveniles, contribuirá a consolidar la ya muy extendida impresión de que las autoridades están desbordadas y el país se aproxima a una situación caótica.

No ayuda en nada el hecho de que el sistema político, la república instaurada en 1974, después de la dictadura militar y tras liquidar la monarquía, sea uno de los más corruptos de la Unión Europea, en paralelo con alguno de los países ex-comunistas. El símbolo es el hecho de que los dos dirigentes que se enfrentan en la única opción de alternancia viable, Costas Karamanlis, primer ministro conservador y Yorgos Papandreous, jefe socialista de la oposición, van por las sendas de sus respectivos parientes Constantino Karamanlis, tío del actual primer ministro y fundador de Nea Demokratia y Andreas Papandreous, el gran dirigente del Movimiento Socialista Panhelénico, PASOK, en los años ochenta y noventa del siglo pasado y padre de Yorgos. Una corrupción que todo lo invade, desde el sistema educativo al financiero y que Grecia no está en situación de permitirse por más tiempo.

De esta forma, en poco ayuda que los sondeos sean hoy favorables al PASOK frente a la Nueva Democracia y que Papandreous esté pidiendo elecciones anticipadas, dada la debilidad parlamentaria del gobierno conservador que tendría que revalidar su mandato en 2011. Muy probablemente el problema griego no sea ya cuestión de alternancia sino de refundación del sistema político que hoy agoniza impotente entre el nepotismo y el paternalismo.

Así que, bien mirado, es posible que Grecia vuelva a ser un ejemplo para los demás países del continente.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

dimarts, 9 de desembre del 2008

Uno tras otro.

Da gusto ver lo bien que funcionan las fuerzas de seguridad del Estado a la hora de detener a esta panda de asesinos; y tranquiliza mucho. Se acabaron los tiempos en que la actividad de ETA tenía en jaque al Estado con cien o ciento y pico muertos al año, atentados, coches-bomba, secuestros... y las autoridades decían que el Estado acababa con ETA o ETA acababa con el Estado, es decir encaraban, aunque fuera hiperbólicamente, una hipótesis que ningún Estado de derecho puede admitir: que los criminales sean más fuertes que la ley y acaben imponiendo la suya. De eso ya no queda ni el recuerdo. Ahora las cosas son más sencillas: ETA se reorganiza como puede, da un golpe, asesina a una persona y en poco tiempo están los responsables entre rejas... y vuelta a empezar.

No sé cuánto tiempo más podrá aguantar así la organización terrorista. A sus partidarios civiles, que todavía quedan en el mejor de los casos entre viejos antifranquistas atornillados en el pasado y en el peor puros resentidos, les encanta decir que, mientras no haya una solución "política" y dado que ETA es la manifestación de un sentimiento de agravio popular muy fuerte, seguirá habiendo lucha armada, que es el nombre que dan a estas acciones de asesinar a sangre fría y a bocajarro a algún ciudadano en la vía pública.

Curiosamente sin embargo fue la propia ETA la que reventó el último proceso negociador en un evidente error de cálculo patente desde entonces, pues no ha vuelto a levantar cabeza. En los dos años transcurridos desde aquella tregua que tantas esperanzas hizo concebir ETA se ha encontrado sin recursos, sin capacidad de maniobra, sin apoyo social, sin eco político hasta el punto de que según propia confesión su acción ya sólo persigue volver a la mesa de negociaciones que ella misma volcó y sin querer reconocer que también eso es imposible. Ningún Gobierno español negociará nada con esta panda de criminales antes de que hayan dejado las armas y se hayan disuelto. Luego, los dioses dirán.

Porque lo que ha sido más llamativo en los últimos tiempos es la pérdida de legitimidad social del terrorismo directa o indirectamente expresada. Ya ni los curas en el País Vasco dan a entrever connivencia alguna con los asesinos y, para colmo de males, el Estado ha cerrado la puerta a los taimados intentos del PNV de cumplir el programa de ETA sin ETA pero con ETA. El señor Ibarretxe se ha zampado su plan dos veces y ahora sólo queda saber qué dirán las urnas en las próximas elecciones en el País Vasco. Es posible que gane un Partido Socialista que tendrá la obligación moral de gobernar en Euskadi y al que no se deberá dejar que vuelva a cometer aquel error histórico (¡eso sí que era estar acomplejado!) de ceder el gobierno de la comunidad al PNV.

Con los etarras en el talego y los jelkides en la oposición las circunstancias en el País Vasco cambiarán radicalmente.

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).

La mafia del ladrillo al descubierto.

La noticia de El País era bien clara: Martinsa se apuntó revalorizaciones de terrenos hasta del 19.000%, es decir, solares que valían trescientos mil euros pasaban a valer sesenta y cinco millones. Aquella fabulosa burbuja inmobiliaria que nadie se explicaba, con unos precios que no hacían si no subir y subir y subir, a pesar de las continuas advertencias de organismos internacionales de que estaban sobrevalorados, tenía un origen ordinario, casi de cajón: unos sinvergüenzas robando a todo trapo; unos tipos, magos de la "ingenieria financiera" que sacaban millones de donde no había nada. Y lo hacían con el concurso y la complicidad directa de las entidades financieras. Al parecer, la (presunta; aquí es siempre todo presunto) estafa de Martinsa venía avalada por no sé qué tasadora que estaba participada al ciento por ciento por Cajamadrid que luego daba los créditos hipotecarios para comprar unas propiedades que ella misma había ayudado a sobrevalorar. Y las agencias de calificación de riesgo haciendo la vista gorda.

Y tan gorda. Como para no ver delitos y estafas en donde probablemente los había. Porque si esto es lo que hacía Martinsa, habrá que ver qué hicieron Mortinsa, Partensa, Putensa y todos los demás para conseguir que los precios de las viviendas en España se dispararan e hipotecar así de por vida a generaciones enteras en uno de los mayores actos de despojo que hayan visto los tiempos. Porque eso fue un delito y una estafa. Una estafa como el famoso "toco mocho", cuando pringaba a los compradores en hipotecas para adquirir bienes sobrevalorados, concedidas alegremente, sin avales, sin garantías o con avales cruzados por los mismos que las habían sobrevalorado. Toda esa gente que ahora se encuentra con que sus viviendas valen aproximadamente la mitad de la hipoteca que ha suscrito y que la tiene ahogada...en época de penuria y sin empleo.

Además del toco mocho, esta presunta estafa se incardina en la mecánica de la ingeniería financiera de "futuro", como la de Afinsa: imposiciones con rentabilidad fabulosa, créditos a go go, basados en la creencia de que la espiral de la estafa seguirá funcionando en el futuro, que cada vez se reclutarán más ingenuos para pagar los intereses comprometidos, que los precios de las viviendas no bajarán ni la demanda caerá.

Pues la demanda ha caído, el futuro se ha cerrado, las inmobiliarias están todas en concurso de acreedores, las hipotecas en impago y los precios inflados por los codiciosos y sinvergüenzas de turno tienen que bajar. En este contexto se entiende el perfil moral de la ministra de la Vivienda, doña Beatriz Corredor, que lleva meses tratando de impedir que esto suceda, que bajen los precios, y empujando a la gente a seguir comprando a precios inflados. Habrá gente que pague el pato, todos los entrampados en hipotecas basura (se calculan en unos 60.000) para los que el Estado habrá de encontrar una solución. Pero los precios tienen que bajar porque es la única forma de salir de la crisis. Aunque la mafia del ladrillo acabe toda en la cárcel que es en donde debiera estar por haberse enriquecido a base de imposibilitar que la gente acceda a un derecho reconocido con la boca chica por esta celebrada Constitución cuyo trigésimo aniversario acabamos de celebrar.

(La imagen es una foto de sicoactiva, bajo licencia de Creative Commons).

Caminar sin rumbo (XXIII).

Formas de salir del armario.

Viene de una entrada anterior de Caminar sin rumbo, la XXII, titulada Ciborgs.


Salí de la estación y me zambullí en un taxi dándole la dirección del círculo cultural que, cómo no, estaba en el barrio gótico. El taxista era un extremeño viejo que se pasó el trayecto hablando pestes de los catalanes. Pestes entreveradas de no vaya Vd. a creer que yo soy anticatalán, qué va, que la España de charanga y pandereta tampoco me va y reconozco las cosas buenas de los catalanes, que las tienen, no crea. Y volvía a cargar contra ellos por agarrados, insolidarios, muy suyos, que sólo saben hablar en ese churriburri chuchurrío que tienen como lengua.
El atardecer era muy agradable, la circulación no muy densa y daba gusto ver a la gente por la aceras de aquella ciudad tan viva, con tanto movimiento, tan colorida y entremezclada de públicos. De todas formas si el estar el día entero dando vueltas a la angustiosa pregunta por el ser nacional es característico de los españoles, los catalanes y los vascos son los más españoles que hay en la península porque además están absorbidos por el sentido de una segunda esencia, la vasca y la catalana. Por más que muchos digan que no tienen nada, res de res, de españoles, es claro que no es lo mismo ser catalán/francés (o vasco/francés) que catalán/español (o vasco/español) y quien asegure que los dos primeros no son genuinos vascos o catalanes porque tienen mucho de francés tendrá que demostrar que no pasa lo mismo con los segundos y "lo" español. Y es claro que pasa por cuanto lo que distingue a los independentistas vascos y catalanes es el rasgo típicamente y quizá neuróticamente español de estar preguntándose permanentemente por el "ser y el quién de los españoles" o de los catalanes o vascos; táchese lo que no proceda.
Pagué al taxista que por nada del mundo quería regresar a Don Benito a pesar de todo porque ya tenía hijos y nietos catalanes, más catalanes que los catalanes y pasé al círculo cultural que estaba muy cerca de la catedral de Santa Eulalia, que es la verdadera catedral de Barcelona aunque en eso que se llama el imaginario colectivo acabe siéndolo la Sagrada Familia. Habrá quien diga que es lógico porque son los dos estilos arquitéctónicos internacionales en que Cataluña y Barcelona han marcado una impronta más acusada, el gótico y el modernismo. Como además la iglesia gótica tiene una fachada neogótica del XIX, también habrá quien diga que no se pierde nada con una traslación de la Seu. Es claro que si a una catedral gótica de cierto empaque le quitamos la fachada todavía le quedan muchas cosas dignas de admiración, sin duda, la nave principal, el crucero, el ábside, el transepto, el cimborrio, la bóveda, el coro, etc incluso, como es el caso, el claustro con sus trece gansos blancos, en honor de la santa bienhablada. Pero hemos de admitir que la fachada es un punto importante y si recordamos que se empezó a construir en el mismo año que la Sagrada Familia, 1882, ya no resultará tan disparatado que sean intercambiables; hasta se parecen.
La sala en la que se presentaba el libro que se llamaba Sobremesas no era muy grande y estaba abarrotada. Suele pasar. Quienes organizan este tipo de actos, si no están seguros de la audiencia, preparan locales angostos porque prefieren que haya gente de pie, que da sensación de triunfo, en lugar de sitios más espaciosos con abundantes claros en el auditorio. De todas formas era una precaución inútil tratándose de Ovidi, un presentador conocidísimo de un canal catalán que ahora llevaba unos meses apartado, trabajando en un programa nuevo, experimental, mezcla de varietés, reality show, talk show y Magazine. Por supuesto, el Magazine se lo comía todo y uno conseguía hablar sin mezclar término romance alguno. El libro eran entrevistas que habían salido en antena en los últimos tres o cuatro años, las que más éxito habían tenido, una de un obispo, otra de un general que fue muy sonada porque, a continuación, el militar pasó a la reserva y, por supuesto, políticos, gente del espectáculo, la cultura, etc. Con razón estaba la sala llena porque, además, como ni Dios se fiaba de Ovidi y de lo que pudiera decir en el momento menos pensado, querían estar allí para neutralizar cualquier ataque. Hacia unos años que el presentador había salido del armario. La noticia se había comentado mucho en los medios; el propio Ovidi acudió a un par de espacios del corazón a explicar su caso. Pero si alguien pensó que aquello haría que su programa perdiera audiencia se equivocaba porque, muy al contrario, la ganó. Los barceloneses le mandaban mensajes de simpatía y apoyo y les encantaba preguntarse unos a otros:
- ¿Te imaginas un presentador gay en Madrid?
- Coño, hay muchos.
- Sí, pero que lo hayan dicho, que hayan salido del armario: ni uno. No se atreven.
Se confirmaba la imagen autocomplaciente de Cataluña la avanzada, la rompedora de España mientras que el resto del país arrastraba el botijo. Una imagen muy cultivada en el programa de Ovidi, el anterior, una especie de revista de actualidad que adquiría un tono especial cuando la actualidad versaba sobre cuestiones de los homosexuales, su derecho a contraer matrimonio y llamarlo así o no, su derecho a adoptar niños o no, su derecho a manifestar públicamente su sexualidad o no. Siempre que se planteaba alguna de estas cuestiones el presentador se trasmutaba en una especie de cáustico Voltaire que abogaba por los derechos de los homosexuales y fustigaba sin piedad los puntos de vista de quienes se se oponían a ellos, los conservadores y los eclesiásticos principalmente.
La sala estaba repleta de intelectuales, periodistas, celebridades, todos catalanes, con algún que otro meteco como yo mismo, infiltrado en las filas de Sant Jordi, y Ovidi estaba hablando de los casos de pederastia en la iglesia de los Estados Unidos, suscitando risas de aprobación. Estaba sumándome a ellas cuando alguien me tiró de la manga y me encontré con mi amigo Luján, un médico pediatra también homosexual que se había trasladado a vivir a Barcelona para estar con un novio que era del Raval. Se me ocurrió pensar que en aquel acto, además de los entrevistados del libro, habría muchos gays, quizá la Barcelona gay porque esto de saberse miembro de una minoría une mucho a la gente. De pronto uno descubre que un rasgo que hasta cierto punto lo define es socialmente minoritario y adquiere uno repentina conciencia de minoría y lo primero que hace es buscar a los iguales para formar piña con ellos. Los homosexuales, como los ludópatas, los alcohólicos, los ricos, los literatos, los devotos y los amantes del pan candeal tratan de sentirse arropados, buscan oídos amigos, el calor de la comprensión y el aliento. Quién sabe si el amor de su vida. Luján estaba encantado de verme y hacia unos aspavientos a los que contesté como mejor pude sin incomodar a los demás asistentes y quedamos en seguir juntos luego del acto.
Cuando éste terminó, el público se abalanzó sobre Ovidi libro en mano a conseguir una firma. Luján me regaló un ejemplar y me empujó a hacer cola para lo mismo. Al verme, Ovidi se levantó, me dio un abrazo, un gesto algo exagerado para nuestro grado de trato y, dirigiéndose a los más próximos, dijo:
- Ya véis: hasta los españoles vienen a verme.
Es verdad que Cataluña y España (o el resto de españa, como dicen quienes no quieren alentar la idea de que Cataluña no sea España) viven bastante de espaldas la una a la otra. Más España que Cataluña que mira mucho a la primera, sobre todo hacia Madrid, en donde espera encontrar siempre la confirmación negativa de su superioridad intelectual; algo así como cuando Weimar hablaba de Berlín. Lo mismo sucede con los vascos que también tienen a Madrid como punto de referencia si bien, quizá por su temperamento más religioso y hasta un poco meapilas, el equivalente de Madrid no es Berlín sino Sodoma y Gomorra.
- Los españoles- dije, esperando sonar como un Tercio de Flandes convincente-. Aman descubrir tierras vírgenes.
- ¡Uy, virgen!- exclamó Ovidi. Y rompió a reír.
Era un tipo delgado, como estirado, pero no estirado en el sentido de tieso (todo lo contrario, era muy acomodaticio) sino en el sentido de alargar, extender, como si lo hubieran dado de sí con alguna máquina, de forma que parecía que el cuello era demasiado largo con relación al rostro y el rostro tenía forma de pera que se prolongaba en el cráneo desde el que se lanzaba en agudas puntas fijas por la gomina un cabello negro brillante. Tenía gestos lánguidos, era de sonrisa fácil y acogedora y en su miraba lucía un punto de burla. Me preguntó qué hacía allí. Le dije que nada, que pasaba por casualidad y volvió a reír, dando palmadas sobre la mesa.
- ¿Vas a quedarte un tiempo?
Le dije que no lo sabía, que no tenía planes y lo captó al instante:
- En busca de ti mismo, ¿eh?
La verdad es que no se me había ocurrido y el hecho de que me lo definiera de forma tan abrupta me molestó un poco, me pareció una simplificación, una trivialización del sentido místico, trascendental de mi viaje sin destino. Pero no supe qué decir porque bien pudiera tener razón y con aquel viaje lo único que hacía era tratar de encontrarme.
- No te preocupes- añadió-. Le ocurre a todo el mundo en algún momento de su vida. Es muy típico de la crisis de la mediana edad. Los críos han crecido y no me necesitan; al cónyuge le huele el aliento a tabaco (y eso si todavía hay cónyuge), en el trabajo no hay más que imbéciles que sólo hablan de fútbol, los amigos están todos gagá perdiendo el culo detrás de las jovencitas y a ti, pobre peregrino del dharma, sólo te queda echarte el hatillo al hombro y darle al coche de San Fernando.
Había más gente en la cola que estaba impacientándose así que echó una ojeada a Luján, me alargó una tarjeta y me dijo:
- Llámame mañana por la mañana y quedamos. Estoy pensando que tienes una entrevista. Ya lo hablamos.
Camino de la puerta Luján me preguntó si iba a llamarlo y a aceptar la entrevista. Le dije que sí a ambas cosas. Todo dependía de lo que pagara. Le teoricé que llega a un momento en la vida en que uno sólo se entrega a una o dos cosas que le interesan por encima de todo, por las que está dispuesto a vivir y a morir; el resto, tiene un precio. ¿Por qué no?
- ¿Eso incluye la amistad, el amor?
- ¿Cómo?
- Que si la amistad y el amor también tienen un precio.
- Todo, te lo he dicho. Todo lo que no sea aquello a lo que hayas decidido entregarte (que también puede ser la amistad o el amor o puede no serlo), todo tiene un precio.
- Y ¿qué es lo que no tiene precio para ti?
- El entender.
- ¿El saber?
- No, el entender.
- ¿Cómo el entender?
- Sí, es muy sencillo: el entender, el comprender por qué pasa lo que pasa, por qué somos como somos, actuamos como actuamos y decimos lo que decimos.
- O sea, el saber.
- No, no, el saber tiene un elemento de acumulación de conocimiento pero no de comprensión profunda de las cosas y las gentes. El saber es cosa de la razón; el entender también, pero también cosa de la intuición, como en Bergson, de la empatía, de eso que llaman los filósofos el Verstehen y que es lo que es entender o comprender. Algo a lo que se puede llegar de muchos modos, por ejemplo viajando y encontrándose con viejos amigos.
Luján, que no era estrictamente hablando un "viejo amigo", sino un conocimiento que quizá se sintiera próximo por nuestra común condición de transterrados en este país de infieles lingüísticos, me cogió del brazo y me sacó fuera del local en donde Ovidi continuaba firmando ejemplares de Sobremesas entre un corro de admiradores y haciendo comentarios sarcásticos sobre todo acerca de la Iglesia católica y los curas que seguían levantando risas de celebración. Al día siguiente las páginas culturales de los periódicos catalanes o con sección catalana, darían cuenta del acto y comentarían los frecuentes ataques de Ovidi a la jerarquía y sus despiadadas críticas a la pederastia universal del clero. Y en un rincón perdido de Santa Coloma de Gramenet, una joven oficinista en una fábrica de aluminio con un problema de estrabismo mandaba decir una misa solemne en la iglesia mayor en desagravio por los pecados del mundo pero pensando exclusivamente en Ovidi.
Aunque le insistí en que fuéramos a Els quatre gats, Luján me llevó a un restaurante de las ramblas en donde encontramos mesa porque era amigo del maître. Me preguntó qué hacía allí con la mochila a cuestas, quiso saber en dónde pasaría la noche, ofreció su casa y no admitió excusas. Además podía quedarme unos días. Era seguro que Willy estaría encantado. Willy se llamaba el novio con el que vivía y con el que estaba pensando casarse, aunque no lo sabía; no las tenía todas consigo y ahí, en los entremeses del pa amb tomaquet, empezó a desgranar una historia de compleja convivencia que lo tenía absorbido y cuyo punto fundamental venía a ser que Willy estaba empeñado en adoptar un niño, cosa que él no sabía si era o no legal y que, además, le fastidiaba un montón porque veía que el asunto era una maniobra del otro para cargarle a él con el mocoso y dejarlo metido todo el santo día en casa.
Lo que hace obvio que los homosexuales son iguales que los heterosexuales (igual de listos, de tontos o de lo que sea), que les pasa exactamente lo mismo que a estos en la convivencia: es una relación generalmente de dominación, salvo si uno de los dos consigue evadirse a una región propia, exclusiva, no compartida con el otro y que se manifiesta como tal pues siempre hay uno que quiere decidir por el otro, organizarle la vida y decirle qué tiene que hacer y decir. Amor, celos, pasión, indiferencia, abandono, injerencia, egoísmo, altruismo, no hay nada en una relación heterosexual que no lo haya en una homosexual. Al final de los postres Luján que era un hombre sanguíneo con una calva pronunciada, una nariz protuberante a caballo sobre un bigote encrespado y unos ojos saltones como perpetuamente asombrados todavía estaba preguntándose cómo conseguir que aquel majadero de Willy comprendiera que una relación satisfactoria tiene que ser entre iguales, que ninguno de los dos trate de dominar al otro y que no se apliquen estereotipos de sexo ni se hagan maniobras de acoso. Quienes viven en algún tipo de relación acaban muy influidos por ella y hasta pierden de vista el mundo exterior. En mi caso tenía una experiencia bien a mano. En una temporada en la cárcel de Carabanchel, en la galería de políticos, me tocó hacerme cargo de la enfermería por no otra poderosa razón que porque había sido enfermero en el servicio militar, condición que allí se me había otorgado después de un cursillo de un mes de agosto en un cuartel de Hoyo de Manzanares en el que todo lo que hice fue pinchar almohadas con una jeringuilla. Como enfermero tenía a la galería de menores (la cuarta) a mi cargo, en donde no había menores, pero sí juveniles, y mi cometido consistía en averiguar cada día quién tenía qué achaques y, a una hora convenida, llevarlos al botiquín a que los viera el médico. Uno de los achaques que me encontré en la cuarta (no en la sexta) era el de los chavales que querían "derrotarse". "Derrotarse" equivalía al "salir del armario" en aquellos años negros de la dictadura y en la cárcel, cuando se consideraba que la homosexualidad era un ¡delito! Los chavales que se "derrotaban" se confesaban homosexuales, con lo que adquirían el derecho a ser transferidos a la galería tercera, en donde estaban los gays. En algunos casos la "derrota" era sincera porque el chaval era homosexual. En muchos otros era mentira, pero una mentira que los sacaba de la cuarta galería donde vivían en condiciones de abandono y penuria y entraban en la galería tercera, con un poco de suerte se buscaban una pareja y subían de nivel de vida ya que en la tercera (el llamado "Palomar") como en la sexta (políticos) reinaban principios de comuna en que todos compartían todo con todos; incluso más los gays que los políticos, pero de eso hablaré en otro momento. Todo lo que quedaba por averiguar era si el "derrotado" iba como "dante", como "tomante" o como de doble condición y, aclarado este extremo, se procedía a transferir al recluso quien, con un poco de suerte, entraba en una relación que, como todas, sería de dominación, que lo absorbería, justificaría su existencia y lo envolvería en una especie de burbuja, aislándolo del mundo exterior -quizá por su bien quizá por su mal- como lo estaba Luján del suyo.
Al llegar a su casa, un amplio edificio de enorme portalón que daba a un extenso patio interior, le ofrecí la ocasión de retractarse de su oferta pues siempre podía encontrar un hotel ya que no era muy tarde. Insistió en que subiera y me decidí.
(Continuará).
(La imagen es el número siete , titulado Ansiedad de la serie Historia de un guante, de Julius Klinger).


dilluns, 8 de desembre del 2008

¿Muerte al Borbón?

Seguro, segurísimo que ese chicarrón catalán un poco brutote no tenía intenciones aviesas cuando gritó lo de "¡Muerte al Borbón!" Por una vez en la vida estoy de acuerdo con el señor Bono cuando exculpa al político de ERC diciendo que no quería decir verdaderamente lo que dijo y que es una persona muy emotiva, muy primaria. Ciertamente, se vio rodeado de los suyos en un ambiente de entusiasmo contagioso y se le fue el estro.

No puedo en cambio coincidir con el colega del señor Bono, don Javier Rojo, presidente del Senado cuando se toma el ex-abrupto de Tardá por la tremenda y, para contestar, enhebra, él sí, una serie de desatinos que deja el del señor Tardá convertido en una jaculatoria de beato. Dice el señor Rojo que, al pedir la muerte para el Borbón, el señor Tardá "ha insultado a todos los españoles". A mí no y no soy menos español ni menos rojo que el señor Rojo. Lo de Tardá me parecerá mejor o peor, más o menos educado pero ¿ofenderme? ¿Por qué? ¿Puede el señor Rojo explicar qué tiene la exclamación de marras de ofensiva para nadie, incluido el mismísimo interesado para quien será irritante, amenazadora, temible, pero no ofensiva? Eso de darse por ofendido por un quítame allá esas pajas es más propio del calderoniano señor Rajoy.

Añade el señor Rojo que los diputados deben tener un "poquito más de responsabilidad" que el resto de los ciudadanos porque les pagan por ello. Eso sí que es ofensivo para todo el mundo y el señor Rojo debiera darse cuenta de que su razonamiento es detestable. En primer lugar los diputados no tienen por qué ser más responsables que los ciudadanos que no son menores de edad, y en segundo lugar ello no puede depender de que les paguen o no. Ese punto de vista retrata al señor Rojo como un mercenario. Finalmente el presidente del Senado se ha lucido asegurando que las declaraciones del señorTardá hacen un "flaco servicio a ERC y sus electores". Espero que se sirva explicar por qué sea flaco el tal servicio. A mí me parece muy a tono con la condición republicana de la organización.

Lo que sucede es que es ahí también en donde se pilla el embuste del señor Tardá según el cual el grito de "¡Muerte al Borbón!" no quiere decir que haya que presentarse en el Palacio de la Zarzuela con una guillotina en la baca del coche, sino que se inscribe en el contexto de la Guerra de Sucesión en España, de la toma de Barcelona por Felipe V en 1714 y de la tradición republicana de Esquerra. Pero esto no es más que un conjunto de patrañas para salir vergonzosamente del paso. En primer lugar, los de Esquerra no son todos los catalanes, gracias a los dioses y, en segundo, los catalanes en 1714 no combatían por la República sino por otro Rey, tan malo como el Borbón: el archiduque de Austria a quien ya habían proclamado Conde de Barcelona. Eran pues tan siervos de un Rey como los borbónicos y al "¡Muera el Borbón!" correspondía un "¡Viva el Austria!", tan repugnante el uno como el otro. El señor Tardá ha perdido el oremus y ha sacado el trasfondo servil que lleva.

Los republicanos no necesitamos pedir la muerte de nadie, Borbón o no Borbón, para reclamar el fin de la Monarquía en España al grito, si es necesario de ¡Abajo el Borbón! ¡Fuera la Corona! ¡Abajo todos los Reyes! ¡Que se vayan! Y ahora que venga el también servil señor Rojo a decir que lo ofendo.

(La imagen es una foto de Fundació Pere Ardiaca, bajo licencia de Creative Commons).

Los votos menores.

Este libro (Francesc Pallarés (ed.) Elecciones. Autonómicas y locales 2007, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 2008, 335 págs.) es el pendant de otro sobre las elecciones generales de 2004 editado por el mismo centro y debidamente reseñado en dos entradas de Palinuro, tituladas ¿Quién ha sido? (I) y ¿Quién ha sido (II)? Buena idea del CIS de convertir esto, según parece, en una serie.

El volumen 2 consiste en una serie de trabajos de especialistas en los que se estudian las elecciones autonómicas y municipales que se celebraron en España en 2007, incluyendo también las de aquellas Comunidades Autónomas (CCAA) con facultades para convocarlas cuando les interesa, esto es, Andalucía (2004), País Vasco (2005), Galicia (2005) y Cataluña (2006). La perspectiva que se emplea, lógicamente, es comparativa, atendiendo a los factores de pluralidad territorial y relación multinivel dentro del esquema propuesto por Reif y Schmitt de "elecciones de segundo orden".

Jordi Muñoz y Lucía López (Elecciones y agenda de campaña en contextos multinivel: las elecciones autonómicas de 2007) estudian los contenidos de la campaña basándose en análisis de prensa. Creen que el modelo de elecciones de segundo orden es problemático (p. 19), rompen con el modelo de análisis espacial tradicional en pro de una teoría herestética según la cual no son los partidos los que se ajustan al espacio sino los que traen el espacio para ajustarlo a sus posiciones (p. 20) y toman en consideración los factores siguientes: nivel de polarización o competitividad en las elecciones subestatales, relevancia de actores en la arena del segundo nivel, estructura mediática subestatal, efecto capitalidad, polarización o competitividad en el primer nivel, posición de las elecciones en el ciclo electoral del primer nivel y tamaño de gobierno del segundo nivel (pp. 21/22), y llegan a la conclusión de que los partidos priorizan los temas del nivel que les sea más favorable electoralmente y que el modelo de las elecciones de segundo orden no es suficiente (p. 37).

Mariona Ferrer, Carolina Galais y Francesc Pallarés (La abstención en las elecciones autonómicas de 2007. Características territoriales y bases individuales en perspectiva autonómica comparada) comprueban que la abstención es mayor en las elecciones de segundo orden, fenómeno que suele explicarse aduciendo la importancia objetiva de la consulta, el peso del primer orden, la falta de cercanía a los partidos, el menor esfuerzo movilizador de los partidos y, en definitiva, su aspecto coyuntural (p. 40). La media de abstención en las elecciones autonómicas es del 33,3 por ciento, muy superior a las generales (p. 41) y según de qué CCAA se hable el diferencial con la abstención en las elecciones generales es muy amplio, entre 4 y 8 puntos porcentuales, siendo el País Vasco y Navarra donde es menor (p. 50). Analizan individualmente la abstención según características sociodemográficas y factores actitudinales, teniendo como fuente de datos las encuestas postelectorales del CIS. La abstención por edad es mayor entre los jóvenes y, en contra de lo que se cree, no tanto en los mayores de setenta años (p. 56). El nivel de estudios influye: a más educación, menos abstención, si bien este dato no es sistemático en todas las CCAA (p. 59). Entre los factores actitudinales destaca por su nitidez la religión: los católicos practicantes se abstienen menos que los no practicantes y ateos (p. 61). Interés positivo por la política e identificación partidista (p. 64). Hacen luego los autores un analisis multivariable del impacto de los factores sociodemográficos y de las actitudes políticas en la abstención en las elecciones de 2007. En el modelo logit empleado las variables actitudinales son más significativas que las sociodemográficas (p. 65) por la muy evidente razón de que la conciencia de los hechos es más importante que los hechos mismos, aunque sin estos no habría aquella. Los resultados avalan los del análisis bivariable y confirman que no hay diferencias destacadas entre las CCAA (p. 70). En cuanto a las razones de la abstención, los autores han ordenado cuatro típicas en cuanto a frecuencia en que se aducen: a) la insatisfacción (22-33 por ciento), la desconfianza (12-18 por ciento), la ineficacia (8-16 por ciento) y la aliención (5-10 por ciento) (p- 73).

Francesc Pallarés, Ignacio Lago y Carolina Galais (Los apoyos electorales: pautas, incentivos y fctores en contextos multinivel) traen un trabajo en tres partes: a) dimensión comparada entre CCAA; b) dimensión multinivel; y c) dimensión individuo-contexto con incentivos sobre generación del voto (p. 81). Las elecciones de 2007 muestran un equilibrio entre PP y PSOE con una décima a favor del primero y entre los dos suman el 85 por ciento del voto (8,6 millones). IU aparece muy en tercer lugar con un 6 por ciento y millón y medio de votantes y los Partidos de Ámbito no Estatal (PANEs) con un 15,3 por ciento (p. 82). En las CCAA del art. 143 (régimen ordinario) el PP (46 por ciento del voto) saca 10 puntos al PSOE y en las del 151 (régimen especial), es el PSOE el que saca 10 puntos al PP (p. 85). Las variaciones y los cambios de comportamiento entre las elecciones de 2004 y las de 2007 se ajustan bien al modelo de elecciones de segundo orden (p. 108): además de una mayor abstención, hubo un retroceso del partido del Gobierno central que no redundó en provecho del PP y sólo circunstancialmente de IU. Los que han mejorado algo han sido los PANEs (p. 109). Los autores hacen un análisis bivariable para las bases actitudinales: autoubicación ideológica, cercanía a los partidos y valoración del Gobierno en la legislatura (p. 111). En cuanto a la autoubicación es interesante observar que, aunque la mayoría de la población se sitúa en la izquierda, el PP iguala al PSOE, lo que quiere decir que el PP ha tenido éxito en proyectar una imagen de centro (p. 113). Los electores que no se sienten cercanos a ningún partido votan al del Gobierno (p. 116). Por último, para la valoración de los gobiernos hacen un análisis multivariable que prueba un efecto claro de la valoración del gobierno autonómico en el voto y que dicha valoración depende de si el gobierno es monocolor o de coalición, de los recursos de las CCAA y de la coincidencia o no del Gobierno central con el de la CA (p. 131).

Pablo Oñate y Francisco Ocaña (Las elecciones autonómicas de 2007 y los sistemas de partidos autonómicos en la España multinivel) estudian el impacto en los sistemas de partidos en España de los factores de fragmentación, concentración, competitividad, polarización, volatilidad y regionalismo (p. 134) en un análisis a la vez sincrónico y diacrónico (p. 135). La fragmentación, como el número efectivo de partidos, es baja (p. 137). La concentración es relativamente alta y tiende a crecer (p. 140). Los niveles de competitividad, que tiende a ser centrípeta, variaron poco entre 2004 y 2007 (p. 146). La polarización es algo superior a la de los países del entorno (p. 148). La volatilidad en 2007 fue baja (p. 151). El regionalismo obviamente más acusado en las CCAA del 151 que en las del 143. No obstante la característica verdaderamente determinante, que se repite en todos los factores, es la heterogeneidad de las CCAA (passim), que constituye en verdad el rasgo esencial de las "Españas electorales" de Vallés (p. 160). La heterogeneidad es tal pero cuenta y mucho en todos los factores la divisoria entre CCAA de régimen ordinario y de régimen especial.

Irene Delgado y Pablo Oñate (La élite parlamentaria autonómica tras las elecciones de 2007) trazan los perfiles sociodemográficos de las élites autonómicas. Comienzan dando fe del gran avance de las mujeres en puestos políticos de representación que se consagra con la famosa Ley de Igualdad de Género de 2007, pero que ya se había consolidado a finales de los años noventa (p. 170). No sé si cabe entender esto como una especie de cuestión contrafáctica en el sentido de que la legislación de igualdad pudiera ser redundante. Si cabe ya voy negándolo. La experiencia muestra que todo lo que tiene que ver con el adelanto de las mujeres sólo se consigue mediante procedimientos coactivos e incluso penales. Las cámaras autonómicas son relativamente jóvenes (47 años de edad de los parlamentarios de media) (p. 173). Las carreras políticas suelen empezar en los parlamentos de las CCAA (p. 174). Por profesiones predominan los abogados, los docentes y, en general, los funcionarios (p. 175). Siempre que veo esta clasificación (que es muy frecuente en todos los parlamentos del mundo) advierto que la presencia de abogados está infravalorada desde el momento en que muchos de los docentes y de los funcionarios también son juristas, o sea, abogados. En el año 2007 ha habido más renovación de cargos que en 2004 y puede observarse que los hombres se renuevan más que las mujeres. Por regla general los diputados autonómicos tienen una gran experiencia política previa en alguno de los niveles de gobierno, normalmente las CCAA (p. 185) y es frecuente que tengan experiencia acumulada habiendo desempeñado también cargos de partido (p. 187).

Guillermo Márquez Cruz (Comunidades Autónomas y Entidades Locales: estrategias multinivel en la formación de gobierno) presenta un monumental trabajo (más de un tercio del libro) en el que aborda la ingente tarea de dar cuenta de los resultados electorales y las coaliciones de gobierno de la multiplicidad de entes territoriales españoles, lo que equivale a enfrentarse a la hidra de Lerna. Las elecciones de 2007 están presididas por la dinámica de nacionalización/estatalización y/o regionalización de la política local (p. 201). No escapará al avisado lector que el hecho de que Márquez haya de emplear tres substantivos para designar la misma cosa (nacionalización, estatalización, regionalización) da idea de la complejidad y las susceptibilidades que despierta el problema. La participación en las elecciones locales fue de 63,8 por ciento, baja como corresponde a elecciones de segundo orden. En las autonómicas fue de 69,8 por ciento y de 68,9 por ciento si incluimos las elecciones de las CCAA del 151 (pp. 204/205). La distribución de concejales fue como sigue: PP, 76,1 por ciento; PSOE, 76 po ciento e IU, 11 por ciento. Sin embargo, la que muestra una mayor tasa de esfuerzo y éxito (presentación de candidaturas y representación obtenida) es IU con un 0,160, a distancia del PSOE con 0,841 y el PP con 0,839 (p. 203). El PP obtuvo la mayoría relativa de votos (36.3 por ciento), pero no de concejales (36,5 por ciento), aunque sí en alcaldías (39,2 por ciento). El PSOE repitió más o menos los resultados de 2003 (35,6 por ciento del voto), con mayor proporción de concejales (36,3 por ciento) y de alcaldes (36,5 por ciento). IU, con un 5,7 por ciento del voto llegó por abajo a los niveles de 1979, con un 1,8 por ciento de alcaldías (p. 207). No he encontrado en el artículo los datos agregados de los PANEs pero quizá se me hayan pasado. Se trata de los datos de las elecciones municipales de 2007 que no aparecen en los otros capítulos del libro que traen los de las CCAA. A continuación Márquez pasa a estudiar las estrategias para la formación de gobiernos en las CCAA y demás entes territoriales locales. Parte del supuesto de que la posición del PP es la más débil porque estaba aislado, habiendo roto con casi todos los PANEs y porque su criterio de que gobernara siempre la lista más votada no lo apoyaba nadie (p. 213). Por su lado, el PSOE e IU firmaron la Declaración Conjunta de 6 de junio de 2007 que posibilitó gobiernos de coalición en toda España (p. 214), completados con los que formó el PSOE también en intensa actividad coalicional con los PANEs (p. 216). Dicho lo anterior y como quiera que, en efecto, aquí hay muchos gobiernos multinivel y de muy distinta naturaleza ya que, por ejemplo, unos órganos son de elección directa (aunque de formas variadas) como las CCAA y los ayuntamientos, pero otros son de elección indirecta, como las diputaciones, los cabildos insulares, los consejos, las comarcas, etc, Márquez desglosa su objeto de estudio en siete grupos, cuyos rasgos esenciales deducirá el avisado lector de más arriba observando qué CCAA entran en cada uno de ellos: 1º) Asturias, Cantabria, Madrid, Murcia, Navarra y La Rioja (pp. 245 y ss.); 2º) Castilla-La Mancha, Extremadura y Comunidad Valenciana (pp. 258 y ss.); 3º) Aragón y Castilla y León (pp. 264 y ss.); 4º) Baleares y Canarias (pp. 279 y ss.); 5º) Andalucía y Galicia (pp. 292 y ss.); 6º) Cataluña (pp. 299 y ss.); y 7º) País Vasco (309 y ss.). Aunque el autor habla en repetidas ocasiones de los casos especiales de Ceuta y Melilla y da datos agregados de ellas, no he sido capaz de encontrar el desglose del análisis de la formación de gobiernos en las dos ciudades autónomas, seguramente por mi impericia. La segunda parte del trabajo de Márquez es un estudio riguroso y pormenorizado de la formación de todos los gobiernos de todas las entidades locales españolas que tanto estudiosos como políticos prácticos harán bien en considerar con detenimiento. Los estudiosos para elaborar sus teorías y los políticos prácticos para saber a qué atenerse.

Una breve consideración general de la obra que en nada desmerece en punto a rigor del primer tomo de la incipiente colección: es una panorámica completa de una realidad extremadamente variable y compleja. Contiene información muy valiosa sobre los niveles subestatales de la política española. Ciertamente, gran parte de esta es política "de campanario" pero a la hora de menospreciar esta dimensión quizá convenga recordar que a su vez España hace política de campanario en la Unión Europea (UE) y la UE en el mundo ancho y ajeno. Lo cierto es que los años han acabado formando una "élite política" autonómica y que la rica vida política local es fuente de alegrías y sinsabores. Por descontado, la línea divisoria básica en la política subestatal española es la que separa la España del 151 de la del 143, la del "régimen especial" de la del "régimen común", las nacionalidades de las regiones o, según algunos más extremos, las colonias de la metropoli.

diumenge, 7 de desembre del 2008

La imposible reforma de la Constitución española.

Como todos los años, ayer, seis de diciembre, se conmemoró el aniversario (esta vez el trigésimo) de la Constitución Española (CE) en un acto que cada vez resulta más ridículo y vacío, más de símbolo de Corte de los milagros que festeja un texto inoperante y que, por mucho que digan algunos que cabe reformarlo (otros, por ejemplo, el señor Bono, echan las muelas ante la sola idea de la reforma) es, de hecho, irreformable jurídica y políticamente. Véamoslo:

Jurídicamente. Los artículos 166 a 168 que regulan la reforma (del tipo de las llamadas "agravadas") plantean tal cantidad de requisitos que, de hecho, la hacen imposible. Según lo que quiera reformarse, se precisan tres quintos o dos tercios del Congreso, así como un referéndum casi automático pues basta que lo solicite la décima parte de la Cámara. Y eso en la reforma de menor calado. En la de mayor, los dos tercios, disolución de Cortes, nuevas elecciones, nueva aprobación de la propuesta de reforma y referéndum. Prácticamente imposible a no ser que haya acuerdo completo entre los dos grandes partidos nacionales.

Políticamente.La reforma es imposible porque la CE es la clave del arco que cierra la transición española, la depositaria de todas sus miserias, componendas, renuncias y trampas con lo que está claro que quien se arriesgue a una reforma parcial, controlada (como la que pretendía el señor Rodríguez Zapatero) se arriesga a que lo que sea controlado sea la voladura del conjunto del invento. La CE es el producto del "atado y bien atado" de Franco y si alguien pretende desatarlo, lo que hará será replantear todas las cuestiones pendientes de la transición que quedaron congeladas en el bloque intangible del texto. Estos son los pilares del régimen democrático español, constitucionalmente consagrados y que no pueden tocarse:

"La forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria", reza el artículo 1, 3. La CE cuela de matute la Monarquía franquista en el sistema democrático sin consulta previa ni referéndum alguno, con la endeble excusa de que ya había sido aprobada en el referéndum de la Ley para la Reforma Política, un texto con el que se chantajeó a los españoles y que de hecho se tramitó como la octava Ley Fundamental de Franco, con el referéndum previsto en la legislación franquista y para el que la izquierda pidió, recuérdese, la abstención, esa misma izquierda que hoy se abraza a la Constitución como si fuera su salvavidas.

El famosísimo artículo 2, en relación con el 8 proclama la unidad de la Patria y encomienda su salvaguardia a las Fuerzas Armadas en lo que no cabe si no ver una forma de Estado tutelada y vigilada por los militares. Asimismo el citado artículo predetermina la doctrina del "café para todos" del llamado Estado de las Autonomías con el único fin de desactivar las pretensiones autonomistas de Cataluña, el País Vasco y Galicia y anegarlas en el charco del Título VIII que deja el modelo territorial español abierto para siempre y hace de España un país territorialmente ingobernable en el que los debates sobre federalismo, autonomía, autodeterminación e independencia seguirán alentando porque el modelo establecido es un fracaso.

En conexión con lo anterior el artículo 69 regula el Senado, una cámara perfectamente inútil e inoperante que no cumple ni por asomo la función asignada de "cámara de representación territorial" ya que ésta la realiza el Congreso de los Diputados. Ello es lógico si se piensa que, cuando se aprueba la CE en 1978, no hay una sola Comunidad Autónoma establecida y nadie sabía cuántas habría en el futuro, así que el legislador acometió la tarea de sacarse una cámara entera de la cabeza como Palas surgió enteramente armade de la de Zeus, para un país cuya organización territorial era inexistente, es decir para un país inexistente.

El bodrio es tan monumental que el Senado y la sucesión al trono de España, son los dos únicos aspectos sobre los que probablemente haya consenso suficiente para la reforma. La tal sucesión, prevista en el artículo 57,1, es inconstitucional por consagrar una discriminación por razón sexo, contraria al artículo 14 de la misma CE, de modo que la Constitución española es la única Constitución inconstitucional del planeta, algo que seguramente sólo puede entender el Mad Hatter de Alicia en el País de las Maravillas. De todas formas, el consenso acabaría en el acuerdo de reformar y, en tratándose del Senado, se rompería a la hora de sustituirlo por otro, con lo cual, tampoco esto puede tocarse.

El artículo 68 consagra el sistema electoral proporcional más desproporcional del mundo, más que el de algunos sistemas mayoritarios, como el australiano. En este caso la intención del legislador es trasparente: blindar un sistema electoral injusto que favorece a las derechas sobre las izquierdas y a las zonas rurales sobre las urbanas para que no sea posible cambiarlo. Y voto a tal que no lo es. Todas las muy justificadas peticiones de modificación del sistema electoral tropiezan con el hecho de que, para acometerla, sea precisa una reforma de la Constitución que ya estamos viendo que, salvo en alguna ocasión en que ha sido obligada por la necesidad de recibir en España alguna norma imperativa de la Unión Europea, no es posible.

La cuestión religiosa. El artículo 16,3, que consagra una tibia aconfesionalidad del Estado "aclara" (por no decir que oscurece) a continuación que "los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones", un texto marrullero del que sólo se saca en limpio que el Estado es aconfesional pero tiene que entenderse con la Iglesia católica, situación que si quiere cambiarse, deberá ir por el procedimiento superagravado de las dos mayorías de dos tercios, disolución, elecciones y referéndum. Con razón se encontraba ayer un cura detrás del Jefe del Estado mientras éste desgranaba sus habituales vaciedades sobre la CE en el solemne acto. Como puede apreciarse más arriba en la foto, copreside un clérigo que, si no lo ha puesto dios ahí milagrosamente lo habrá puesto el Concordato; pero estar está, sin duda para corroborar la aconfesionalidad del Estado. Pura Corte de los milagros.

Ya no hablemos de la Constitución económica que queda sometida al valor absoluto de la economía de libre mercado y la propiedad privada y que hace enunciados vagarosos de derechos como el derecho al trabajo o a una vivienda digna, entre otros, que pueden atropellarse sistemáticamente sin que la CE prevea mecanismo alguno de protección o amparo.

La Constitución que tanto celebramos es el resultado del atado y bien atado de Franco; por eso su edición príncipe luce el águila de San Juan de la Dictadura.

(Las imágenes son una foto de Jaume d'Urgell, y otra de 20 Minutos, ambas bajo licencia de Creative Commons).

Los tontos de los cojones.

El asunto es suficientemente conocido y se ha comentado en todas partes: los insultadores compulsivos, los que llaman a los demás "miserables", "bellacos", "cómplices de los terroristas", "vagos", "bobos solemnes", "traidores", etc, están indignados por los insultos del alcalde de Getafe a los votantes del PP y, no aceptando su petición de disculpas, exigen su dimisión.

Lo que no ha sido tan comentado es esa exigencia de dimisión, ese maximalismo muy típico del PP y sobre todo de su presidente, el perpetuamente indignado señor Rajoy, el del ofendido honor calderoniano, el de "esto es intolerable" y "hay que tomar medidas". Es su estilo de traca y astracán, su espontánea reacción visceral que nunca recapacita sobre las consecuencias posteriores. Es lo que hace siempre en estos casos: condicionar su participación a exigencias imposibles de cumplir, como los niños. Lo hizo frente a El País por alguna cuestión de negra honrilla; lo hizo queriendo boicotear el programa "59 segundos"; lo hizo con el boicot a los productos catalanes y lo hizo recogiendo cientos de miles, millones de firmas contra el Estatuto o algo así. Gestos ampulosos, pura teatralidad de voz huera y cavernosa, exageraciones ridículas para, al final, cuando nada sucede y nadie le hace caso, olvidarlas discretamente, envainarsela con disimulo, dejar que caigan en el olvido y esperar que nadie se las frote por los morros cuando las derechas siguen hablando con El País, yendo a 59 segundos, bebiendo cava catalán y dejando el estatuto en paz.

Ahora estamos en las mismas: muy indignados y con la nariz alta, los alcaldes del PP se marcharán de la Federación Española de Municipios y Provincias y ahí se quedarán, a la intemperie, mientras el resto de los miembros seguirá funcionando y tomando decisiones y así hasta que los boicoteadores se den cuenta de que están haciendo el ridículo y vuelvan a sus puestos a la chita callando.

De donde se sigue que Pedro Castro estaba equivocado en su juicio que no debió dirigirse a los votantes del PP si no a otros. Y no digo más pero está claro que los tontos de los cojones son otros.

(La imagen es una foto de (La imagen es una foto de El Plural, bajo licencia de Creative Commons).

Caminar sin rumbo (XXII).

Ciborgs.

(Viene de una entrada de Caminar sin rumbo anterior, la XXI, titulada La playa)

A la mañana siguiente, cargando con mi mochila nueva que era muy cómoda y tenía gran capacidad, decidí tomar un tren a Barcelona. Por ningún motivo concreto. Simplemente salí y como nada me retenía en X*** ni nada me obligaba a regresar a Madrid pensé qué ciudad podría agradarme más y di con Barcelona. Pregunté en dónde había una estación de autobuses de línea. Resultó que salía uno poco después de mediodía y llegaba no muy de tarde, dejándome cerca de la estación de Sants, en donde ya me buscaría la vida. Como tenía un par de horas de espera me metí en un cibercafé. De pronto pensé que igual daba con Teresa de los clavos de Cristo en la red. No tuve más noticias de ella desde que me anunció que se iba a Somalia pero nada me permitía suponer tampoco que no hubiera vuelto o estuviera en algún otro lugar, dedicada a vaya Vd. a saber qué. Con razón se llaman cibercafés los cibercafés. Ese prefijo, que está por todas partes, cibernauta, ciberjuego, etc hasta ciborg que es un ser doble de la época cibernética. Todas las épocas tienen representación de la condición dual del ser humano, a veces incorporándola en sí mismos, otras representándola iconográficamente, otras elaborando doctrinas de la dualidad. Uno de los primeros héroes de la humanidad, que surge casi en el amanecer de los tiempos, Gilgamesh de Uruk, que estaba en Sumeria y que hacia el año dos mil seiscientos antes de Cristo se componía de dos tercios de dios y uno de hombre. Los hombres conciben los dioses a su imagen y semejanza, los antropoformizan. La única religión que concibe un dios no antropomórfico pues no tiene forma alguna, al que sólo Moisés ha visto y tampoco tiene nombre pronunciable es la judía. Los cristianos han vuelto a lo antropomórfico y al politeísmo que quizá sean más naturales a las gentes que el alucinado monoteísmo hebreo: de sus tres dioses, dos tienen figura humana y el tercero es una paloma, Eros, el animal de Afrodita. Los musulmanes han encontrado un medio justo entre los dos: dios no tiene forma, su figura no se puede representar, no hay imagen de dios, pero sí la hay del profeta. "Sólo hay un dios y Mahoma es su profeta" quiere decir, además de lo que es obvio, también que sólo hay un profeta; no como en el mosaísmo que hay tantos que se dividen mayores y menores o como en el cristianismo que ha añadido algunos a los del Viejo Testamento, por ejemplo San Juan Bautista, el que se alimentaba de cigarras en el desierto. En la mayoría de los casos, la dualidad fundamental del ser humano la representa éste mediante seres imaginarios, normalmente compuestos de persona y uno (o más) animales; así las esfinges, las sirenas, los centauros, las arpías, los sátiros. De todos estos, la parte humana es dominante si por dominante entendemos aquella donde se asientan las funciones mentales. Por eso resulta de interés la figura del Minotauro en el que lo dominante es la parte animal. Suelo pensar que esta figura, aunque leyenda griega, es minoica, o sea cretense y, por lo tanto, trae la influencia de Egipto en donde hay muchos dioses zoocéfalos como Horus o Anubis. En lo que hace a las teorías, las que hablan de la condición dual del hombre, del bien y el mal y Caín y Abel y todo eso, los ejemplos son casi infinitos. Por ello el ciborg es una figura de ahora, un ser parcialmente biológico y parcialmente artificial, tecnológico, y tiene muchas variantes según cuáles predominen. En todo caso es un ser cibernético, un ciber, como mi café, es decir, algo que sirve para dirigir y pilotar o para der dirigido y pilotado que es lo que es el kubernetes griego, el piloto, de dónde viene la cibernética que, como la definía su fundador, es la ciencia del animal y la máquina y erl ciborg es su criatura, un ser que hemos aceptado ya porque se va imponiendo poco a poco. En un mundo en que cada vez hay más trasplantes, más prótesis, más gente anda por ahí con implantes, válvulas, fibras, pinzas, tornillos, circuitos, el ciborg no es un vaticinio sino un diagnóstico.

Aunque la busqué en todas las redes sociales no encontré a Teresa de los clavos de Cristo. No estaba en la red. O no estaba con ese nombre. Pensé en buscar por el apellido compuesto del primo Máximo pero no lo hice por pereza. En cambio me encontré un mensaje en Skype de Laura en el que me decía que tenía ganas de conocerme después de lo que Vlam le había platicado sobre mí, que no me procupara, que sólo pretendía que entabláramos contacto y que fijara yo día y lugar para una cita, que estaba a mi disposición. Era claro que no iba a conseguir librarme de aquella embarcada de mi amigo así como así. Un verdadero fastidio. Quizá debiera dejar la nueva intromisión sin responder. Pero mi buena educación manda contestar a las cartas y atender las llamadas de teléfonos porque en algo hemos de distinguirnos los seres humanos de las bestias salvajes que no saben leer ni hablar por el móvil, como si fueran subsecretarios, así que respondí que en este momento estaba de viaje. La respuesta fue inmediata. Aquella mujer debía de estar al pie del ordenador: "¿A dónde?". Ahora sí que no contestaría. Que se fastidiara y no supiera en qué dirección mirar, hacia dónde encaminar sus pasos. Abrí el correo electrónico con intención de liquidar mis compromisos del día si los hubiera y salir del ciber cortando la impertinente comunicación. Tenía un recado de mi socio en la consultoría. Veo que no he dicho que, luego de numerosos tumbos por la vida, de hacer una ristra de oposiciones y sacar alguna, no se crea, acabé montando una empresa de asesoría, marketing, consultoría y lo que se terciara con un socio, amigo que había conocido en el servicio militar, un tipo sobrado, un chaval de derecho con quien compartí una temporada de trabajo ambos en un gabinete de un ministro amigo, él como asesor jurídico y yo como jefe del área de comunicación, donde terminamos por conocernos. Quiso la vida que intimáramos, que nuestras familias se conocieran y se llevaran bien y, al final, montamos juntos el negocio del que él me dejaba ahora en excedencia mientras yo me dedicaba a lo que más me gustaba, a andar los caminos de la libertad sartriana que era lo mío. Aquel negocio además me permitía seguir cultivando mi afición publicística. Podía seguir escribiendo lo que me apeteciera y publicándolo donde pudiera, que siempre pasa lo mismo con algunos que lo difícil no es escribir si no publicar. El recado era entusiasta. Una compañía estadounidense que fabricaba ropa de deporte nos había comprado un proyecto de comercialización de sus productos entre los latinos residentes en los Estados Unidos. Eso de ser competente en las pautas culturales del personal tiene sus ventajas y el gobierno autonómico de Andalucía nos compraba otro proyecto de campaña para popularizar el logo de la Junta. Con esos dos planes, seguía diciendo mi socio, que se llamaba Daniel y era de La Coruña, había yo dejado la compañía provista de fondos para dos ejercicios presupuestarios así que no me preocupara de más y disfrutara mi excedencia. Visto lo cual y muy tranquilo con un negocio que marcha casi sólo y al que probablemente se pueda recurrir en un momento de apuro y que descansa sobre las buenas relaciones que uno tiene con todo el mundo, abandoné el ciber y me dispuse a hacer tiempo debajo de un ficus enorme.

Los viajes en autocar son los más baratos y aunque no especialmente cómodos, los más divertidos porque es en donde pasan más cosas, hay paradas para estirar las piernas y aliviar la vejiga, aunque ahora los autocares traen servicio, como los aviones y muchos otras comodidades que hace solo unos años en tiempos de La Segoviana eran impensables. El mío que era un ultimísimo modelo sueco, traía todos los adelantos y encima no iba lleno de forma que pude estirarme en mi asiento, ocupar dos y pasar la mayor parte del trayecto adormilado, en ese estado de duermevela en que cae uno ocasionalmente cuando no tiene nada que hacer, nada que lo mantenga despierto pero al mismo tiempo tampoco está necesitado de sueño y no puede concentrarse en una actividad como la lectura. En realidad había sacado un cuaderno y un lápiz con ánimo de pergeñar algunas notas, no recuerdo bien para qué ni por qué empecé a esbozar rostros, unos de perfil y otros de tres cuartos, que no se me dan mal del todo. Luego intenté reproducir el mío. Cosa muy difícil cuando no se tiene un espejo lo que demuestra que la memoria iconográfica es muy imperfecta. Cierto que yo iba medio dormido, acunado por el ritmo constante del autocar en la autopista y que sólo concedía atención parcial a mi propósito de reproducir en el papel mi vera efigie; pero venía a ser que no la encontraba. No existía. Era un fallo de la memoria. Pero no es costumbre pensar que dichos fallos puedan darse. Fallos conceptuales, para entendernos, sí: fallos en que uno olvida un nombre o una palabra; pero no fallos de imagen, de impresiones. Eso es como si en lugar de olvidar un nombre, por ejemplo, "castaña" olvidara la forma de la castaña misma. Lo cual no es posible. ¿O sí? No es posible si creemos en los universales. Seguramente el universal "castaña" es inolvidable porque es un constructo de la mente. Pero claro que puedo olvidar la castaña concreta, la que un día hallé en el pretil de un pozo y a la que dediqué unas rimas, juntando castaña con engaña, musaraña, araña y espadaña en las que lo que más resaltaba era cómo había evitado usar España. Igualmente ¿podía de repente quedarme sin ser capaz de reproducir en mi mente no ya la imagen de aquella castaña si no la de la Torre Eiffel o la de la Cibeles en Madrid? ¿Podía un recuerdo gráfico borrarse de la memoria? Por cierto que sí. ¿Acaso no se van borrando con el tiempo (o con lo que sea) los rasgos de algún rostro de forma que cuando queremos rememorarlo sólo lo conseguimos parcialmente y acabamos confiando el recuerdo a una especie de mostruosa especialización iconográfica de modo que decimos "me acuerdo de su mirada" o de su risa o de su nariz y aquel rostro queda de inmediato caricaturizado, reducido a uno de sus rasgos? Sin duda. ¿Qué de extraño tenía que me sucediera con mi propio rostro? Además, no acostumbro a hacérmelo presente con frecuencia y hasta cuando estoy ante un espejo voy pensando en otras cosas y apenas me concedo atención, de modo que no es extraño que me sorprenda pensando cómo he cambiado. Y el caso era que no podía dibujarme ni por aproximación. Obtenía unas figuras vanas, vacías con las que no me identificaba y que demás eran muy feas. Opté por ponerme a hojear un suplemento literario que había en la redecilla del respaldo del asiento anterior. Allí fue donde leí que un conocido presentador de televisión, alguien con quien había tenido relación cuando ejercía de asesor de comunicación del ministro, presentaba un libro de reportajes y entrevistas, de esos que se escriben para mostrar que uno se trata con la crema de la crema y que a uno se le pone el Papa al teléfono, y la presentación tendría lugar esa tarde en un un círculo cultural del centro de la ciudad. Si el autocar llegaba a tiempo a destino podía asistir. Llegaría seguramente con el acto comenzado, pero podría ir. Y, la verdad, pensé antes de caer vencido por el sueño, estaría bien encontrar a alguien amigo que me recibiera a mi llegada a Barcelona, aunque fuera lo último en que estuviera pensando.

(La imagen es nº 6 (Homenaje, de la serie Historia de un guante, de Julius Klinger).

dissabte, 6 de desembre del 2008

La crisis general del capitalismo.

Los últimos datos del índice de producción industrial, que señalan el mayor descenso de ésta en su historia,un 12,8 por ciento respecto al mes de noviembre de 2007, demuestran que va muy acelerado el proceso de transferencia de la crisis financiera a la de la economía real y que, por lo tanto, la ya confirmada recesión puede acabar convertida en una depresión en toda regla. Es opinión cada vez más extendida que resucitan los vaticinios de Karl Marx respecto a la crisis general del capitalismo.

La posible depresión viene dada por el círculo vicioso del exceso de producción (epítome, la burbuja inmobiliaria) en paralelo con un descenso del consumo que obliga a restringir la producción y despedir mano de obra lo que, a su vez, deprime más el consumo que incide de nuevo sobre la producción, etc. ¿Y cómo se puso en marcha esta dinámica viciosa? Como parece por acuerdo general a través de la contracción del crédito a que ha dado lugar la crisis financiera disparada con las famosas subprimes estadounidenses: no hay liquidez en el mercado, las empresas no pueden pagar las nóminas, suspenden pagos, los trabajadores se van a la calle, los bancos no conceden créditos y, en el colmo del rizo del rizo, no se conceden créditos entre sí. En estas condiciones la demanda ha caído aceleradamente sin visos de recuperarse.

Según todos los datos nos encontramos en una situación similar a la de los años treinta, de la que se saldría años después aplicando las recetas keynesianas, sobre todo del llamado “keynesianismo de guerra” cuando toda la producción civil giró a la producción bélica y aumentó la inversión no para producir coches o tractores sino carros de combate y piezas de artillería. Pero ahora, al parecer, las medidas keynesianas no son de aplicación, y menos las de guerra por dos razones: la primera porque no hay conflicto bélico imaginable en el horizonte de envergadura similar al de la segunda guerra mundial. Los conflictos hoy abiertos mundo adelante, aunque muy numerosos, son de efectos limitados, generalmente asimétricos y suelen dilucidarse básicamente con armas pequeñas y ligeras, de las que hay muchas en los mercados internacionales, a pesar de los acuerdos de la ONU en su contra.

La segunda razón: porque la economía y el sistema financiero se han globalizado de modo tal, que aquellas medidas keynesianas, pensadas para mercados nacionales más o menos protegidos en el contexto de Estados soberanos tradicionales ya no son aplicables. La situación es nueva con una globalización de hecho y, en algunos casos (como la Unión Europea), una transferencia de hecho y de derecho de las competencias estatales al orden supranacional. De este modo las decisiones requeridas carecen de referencias por lo que sus resultados pueden ser contraproducentes como de hecho han sido bastantes de las que se han tomado hasta ahora.

A diferencia de los años treinta los países afectados cuentan con sistemas desarrollados de bienestar capaces de amortiguar el impacto de la crisis económica sobre los regímenes democráticos. Los seguros de desempleo, los servicios universales de salud, la educación gratuita, universal y obligatoria y el complejo de prestaciones sociales de los Estados del bienestar deberán funcionar como salvaguardias que impidan el extremismo y polarización políticas que llevaron a las dictaduras y el conflicto de los años treinta en que amplios sectores sociales se radicalizaron políticamente y en una situación en que no había apenas seguro de desempleo ni el resto de características del Estado de bienestar, en muchos casos se afiliaron a partidos políticos extremistas y a sus organizaciones armadas lo que, entre tras cosas, les daba unos rendimientos. Ahora todos aquellos elementos del Estado del bienestar deberían bastar para impedir una crisis de los regímenes políticos democráticos.

Todo lo cual será cierto siempre que no olvidemos dos factores: primero la tendencia de la economía a abusar y a desmantelar los mecanismos de salvaguardia es directamente proporcional a la fortaleza de estos; basta recordar cómo las ingenierías de los despidos (por ejemplo, las prejubilaciones) se hacen normalmente drenando recursos públicos para fines privados de forma masiva. El capitalismo depredador avanza desmantelando cuanto encuentra a su paso y, si puede, externalizará sus costes destruyendo lo que resta de los mecanismos públicos de protección social.

El segundo que los sistemas políticos democráticos descansan sobre altos niveles de desafección ciudadana, baja participación y bajísima afiliación a partidos, todo lo cual es caldo de cultivo para el surgimiento de populismos (alimentados a su vez por la presencia masiva de inmigrantes) y corrientes políticas extremistas dispuestas a capitalizar la crisis económica en radicalismo político sectario. El resurgimiento de la extrema derecha y los partidos populistas en diferentes países europeos, en algunos de los cuales, como Italia o Austria, han conseguido llegar a los gobiernos, es revelador de la situación.

La crisis es ya una crisis general del capitalismo y cada vez resulta más probable que de ella no se saldrá sin un grado considerable de destrozo institucional y de dificultades crecientes de los sistemas democráticos.

(La imagen es una foto de Álvaro Herraiz, bajo licencia de Creative Commons).