La noticia de El País era bien clara: Martinsa se apuntó revalorizaciones de terrenos hasta del 19.000%, es decir, solares que valían trescientos mil euros pasaban a valer sesenta y cinco millones. Aquella fabulosa burbuja inmobiliaria que nadie se explicaba, con unos precios que no hacían si no subir y subir y subir, a pesar de las continuas advertencias de organismos internacionales de que estaban sobrevalorados, tenía un origen ordinario, casi de cajón: unos sinvergüenzas robando a todo trapo; unos tipos, magos de la "ingenieria financiera" que sacaban millones de donde no había nada. Y lo hacían con el concurso y la complicidad directa de las entidades financieras. Al parecer, la (presunta; aquí es siempre todo presunto) estafa de Martinsa venía avalada por no sé qué tasadora que estaba participada al ciento por ciento por Cajamadrid que luego daba los créditos hipotecarios para comprar unas propiedades que ella misma había ayudado a sobrevalorar. Y las agencias de calificación de riesgo haciendo la vista gorda.
Y tan gorda. Como para no ver delitos y estafas en donde probablemente los había. Porque si esto es lo que hacía Martinsa, habrá que ver qué hicieron Mortinsa, Partensa, Putensa y todos los demás para conseguir que los precios de las viviendas en España se dispararan e hipotecar así de por vida a generaciones enteras en uno de los mayores actos de despojo que hayan visto los tiempos. Porque eso fue un delito y una estafa. Una estafa como el famoso "toco mocho", cuando pringaba a los compradores en hipotecas para adquirir bienes sobrevalorados, concedidas alegremente, sin avales, sin garantías o con avales cruzados por los mismos que las habían sobrevalorado. Toda esa gente que ahora se encuentra con que sus viviendas valen aproximadamente la mitad de la hipoteca que ha suscrito y que la tiene ahogada...en época de penuria y sin empleo.
Además del toco mocho, esta presunta estafa se incardina en la mecánica de la ingeniería financiera de "futuro", como la de Afinsa: imposiciones con rentabilidad fabulosa, créditos a go go, basados en la creencia de que la espiral de la estafa seguirá funcionando en el futuro, que cada vez se reclutarán más ingenuos para pagar los intereses comprometidos, que los precios de las viviendas no bajarán ni la demanda caerá.
Pues la demanda ha caído, el futuro se ha cerrado, las inmobiliarias están todas en concurso de acreedores, las hipotecas en impago y los precios inflados por los codiciosos y sinvergüenzas de turno tienen que bajar. En este contexto se entiende el perfil moral de la ministra de la Vivienda, doña Beatriz Corredor, que lleva meses tratando de impedir que esto suceda, que bajen los precios, y empujando a la gente a seguir comprando a precios inflados. Habrá gente que pague el pato, todos los entrampados en hipotecas basura (se calculan en unos 60.000) para los que el Estado habrá de encontrar una solución. Pero los precios tienen que bajar porque es la única forma de salir de la crisis. Aunque la mafia del ladrillo acabe toda en la cárcel que es en donde debiera estar por haberse enriquecido a base de imposibilitar que la gente acceda a un derecho reconocido con la boca chica por esta celebrada Constitución cuyo trigésimo aniversario acabamos de celebrar.
(La imagen es una foto de sicoactiva, bajo licencia de Creative Commons).